23.- El deseo de un todo.
SALLY
Han pasado dos horas desde que Antoni se fue, sé que no es demasiado tiempo, tomando en cuenta la distancia del viaje, pero hay una inquietud en mi interior que no me permite quedarme tranquila.
Miro la hora en el reloj, me muevo por la sala del departamento intentando controlar las emociones que amenazan con apoderarse de mi sistema.
Necesitas controlarte.
Me repito las dos palabras una y otra vez mientras me muevo, sin embargo, a pesar de mi insistencia, mi cerebro parece no reconocerlas.
El hecho de pensar que Theo sabrá donde encontrarme me aterra. Antoni no dijo exactamente que es lo que haría, pero es evidente que tiene un plan, él jamás actúa sin un plan. Y sé que es igual de poderoso que Theo, pero no puedo dejar de preocuparme por él.
Hacía tres años que no me preocupo por nadie más que por mí, pero ahora estoy preocupada por Antoni, porque pudiera resultar perjudicado en un asunto que no era de su incumbencia, uno en donde no tenía la necesidad de involucrarse de esta manera.
Si algo llegase a ocurrirle, jamás me lo perdonaría. Y estoy segura que Ángelo tampoco.
La puerta se abre, giro hacia el sonido rogando porque sea él quien entra, y lo es. Luce relajado, cierra la puerta con el pie y en cuanto gira, se detiene justo al mirarme.
—Dolcezza —saluda —creí que estarías en casa de Ángelo.
—Tu hermano dijo que puedo tomarme el día —informo —estaba demasiado nerviosa como para poder cuidar a tus sobrinos. Si sigo de este modo va a terminar por despedirme.
Él sonríe, con su habitual sonrisa tranquilizadora y se acerca. Deja sobre la mesita de la sala el par de bolsas de papel y se acerca hasta mí. Sus manos se envuelven alrededor de mi cintura y la tan acostumbrada calma me envuelve.
—Ángelo no va a despedirte —responde con suavidad —eres una excelente niñera.
Algo en mí se alivia por completo al mirarlo, Antoni me sonríe, y mi visión se nubla cuando lo noto...tan él.
Me apego a su cuerpo, su brazo me sostiene con firmeza contra su cuerpo, dándome una sensación de protección. Cierro los ojos mientras envuelvo los brazos alrededor de su cuello y escondo mi rostro en su pecho.
—Dolcezza...—su voz brota en un sonido dulce, calmado —estoy bien.
Es como si supiera que necesito escuchar esas palabras de él, me aparto cuando he permanecido demasiado tiempo abrazada a su cuerpo, aunque es evidente que nunca será suficiente.
Me tallo los ojos, alejando las lágrimas antes de que siquiera puedan tener la oportunidad de salir.
—¿Le entregaste los documentos? —inquiero con cautela.
Theo es impredecible, no tengo idea de la manera en la que reaccionó, pero es evidente que no lo haría de la mejor manera.
—Está enfurecido, como es de esperarse —respondo —pero le aseguré que no puede hacer nada más para dañarte, sin perjudicarse a él mismo en el proceso.
—Sabe que estoy contigo, ¿no es cierto? —el asiente levemente. No aparta las manos de mi cintura y eso me hace sentir tan solo un poco más valiente.
—No te preocupes por eso —asegura —tendrás guarda espaldas que cuidarán de ti, y la casa de Ángelo tiene la suficiente seguridad como para evitar que algo te suceda.
Extiende la mano hasta tocar el lado izquierdo de mi rostro, acunándolo con dulzura.
—Estoy orgulloso de ti, dolcezza —susurra —tan orgulloso.
Sacudo la cabeza, dándole una negativa. No merecía que dijera eso, no cuando he sido una cobarde durante estos tres años, en donde preferí huir antes de hacerle frente.
—No deberías estarlo—mi voz brota temblorosa.
Los dedos de Antoni se colocan debajo de mi mentón, casi obligándome a mirarlo.
—Si te refieres al hecho de que no hiciste nada antes, eso no tiene absolutamente nada que ver. Estabas asustada, querías ponerte a salvo. No puedo juzgarte por como decidiste buscar tu propia supervivencia —cada palabra que pronuncia está inundada en dulzura y comprensión.
Sacudo la cabeza, experimentando las emociones tan conocidas.
—Escúchame, Sally —pide —no me importa lo que hayas hecho en el pasado, me importa lo que estás haciendo ahora. Y eso es enfrentar al hombre que te lastimó, librarte de él, así que sí, dolcezza, estoy tan orgulloso.
Desde la muerte de mi madre, nadie más me ha dicho esas palabras. Mi padre fue un hombre cruel, de él solo conocí golpes y maltratos, en realidad, de los hombres lo único que he obtenido ha sido la crueldad en su máximo esplendor.
Recuerdo que cuando ingresé el primer día a casa de los Lombardi, mirar la forma en la que un imponente hombre como Ángelo parecía ser tan dulce con su familia, fue algo difícil de asimilar.
Y luego, cuando conocí a Antoni, mis propias experiencias me hicieron pensar que él también era peligroso. Pero no lo es, Antoni Lombardi es imponente, tan intenso, con un aura de autoridad a donde quiera que se plante, pero me quiere.
—Eres maravillosa —susurra acariciando mi rostro con dulzura —eres tan perfecta, tan increíble y si no me crees pasaré el resto de mi vida convenciéndote de eso, convenciéndote de que tú, Sally Rizzo, eres una magnifica creación.
Me rompo en ese instante, Antoni solamente sonríe y me apega a su cuerpo. Sus brazos me sostienen cuando los sollozos sacuden mi cuerpo porque cada palabra que me ha dicho lucha por abrirse paso en mi mente.
Porque toda mi maldita vida la he pasado bajo el mando de hombres que no han hecho más que destruirme, pero ya no más.
No voy a permitirlo nunca más.
Cuando he conseguido recomponerme, me limpio las lágrimas, pero permanezco contra su pecho. Han sido algunos minutos, pero se ha sentido como una eterna liberación.
—Ven, hay algo que quiero conversar contigo —dice tomando mi mano y tirando de mí hasta que ingresamos a la habitación.
Me siento al borde del colchón, Antoni es mucho más alto que yo, así que aun sentándose a mi lado me sacaría una cabeza de altura.
Lo miro cuando no se sienta a mi costado, sino que prácticamente se arrodilla frente a mí.
—El otro día mientras discutíamos...—recorro su rostro con la mirada. Lleva la barba perfectamente alineada, su cabello acomodado hacia atrás y enfundado en su traje, aún casi de rodillas, luce tan imponente.
Me mira por varios segundos en silencio, su mirada celeste profundo parece traspasarme. Es como si pudiera ver todos mis secretos, y por primera vez no lucho es esconder nada.
—¿Qué ocurrió ese día? —inquiero.
—Dijiste algo —sus cejas se juntan, sus labios se fruncen como si quisiera retenerse de decir lo siguiente —dijiste que te estoy convirtiendo en otra mujer.
Mi pecho se contrae con furia.
—Dijiste que estás tan enamorada de mí que podrías aceptar cualquier cosa —su voz brota en un sonido firme, pero cauteloso —dijiste tan firme que te estoy convirtiendo en una mujer diferente.
El nudo se instala en mi garganta, aprieta con tanta fuerza que duele. Porque fue real, lo que dije fue totalmente sincero.
—No me haces diferente —mi voz brota casi en un susurro, pero él es perfectamente capaz de escucharme —me siento diferente, pero eso en realidad es porque nunca he tenido esto.
Bajo la mirada un segundo, fijándola en la tela de mi pantalón.
—Me siento diferente porque...porque nunca antes tuve a alguien que se preocupara tanto por mí. Desde que murió mi madre, se fue la única persona que me ha amado sinceramente. Su muerte dejó un vacío, uno que intenté llenar con la presencia de Theo, pero evidentemente fue solo mi perdición.
Él se mantiene en silencio, simplemente escuchándome. Sus ojos no se apartan de mi rostro, sus labios están menos tensos, pero se mantienen en una fina línea.
—Me siento diferente porque soy diferente, y tú tuviste mucho que ver en eso, Antoni. Me hiciste sentir querida, amada, valorada. Desde que te conozco, me has respetado, no has intentado poner tu autoridad sobre mí, me has protegido. Y eso, Antoni, eso solo hizo que la Sally que estaba aterrada, esa que tenía tanto miedo de surgir, al fin lo hiciera. Al fin tuviera la valentía de poder volver a ver la luz.
Su mirada se suaviza, toma mis manos entre las suyas y conecto la mirada con la de él.
—No me haces diferente...solo me dejas ser...yo.
Extiende su cuerpo hasta alcanzar el mío, sus manos acunan mi rostro y me besa, sus labios se unen con los míos en un movimiento sincrónico. Antoni se incorpora, echo el cuerpo hacia atrás hasta chocar con el colchón y retrocedo.
Sus labios no abandonan los míos, su cuerpo se coloca sobre mí, pero hace tiempo que he dejado de sentirme intimidada por él.
—No sabes como me alivia escucharte decir eso —dice con una sonrisa —porque no quiero hacerte sentir diferente, quiero que seas tú, porque me has enamorado, Sally, solo siendo tú. Eres tan adictiva, tan bella, tan malditamente irresistible.
Sus labios se encuentran con los míos en un nuevo beso, uno casi desesperado. Sus manos viajan por debajo de la blusa, siguiendo el contorno de mi silueta.
Esta vez no me estremezco, esta vez mi cuerpo se deja llevar por la sensación de las manos de Antoni contra mi cuerpo. Él tiene una sonrisa torcida en los labios, sus ojos se oscurecen un poco y una chispa de deseo explota en ellos.
Me basta mirarlo para dejárselo saber, él me libera de su peso y se aparta. Sus manos viajan hasta los botones de su camisa, los libera con agilidad y se deshace de la tela.
Su torso me atrapa, sus músculos relucen aun cuando no está aplicando fuerza. Sus brazos son fornidos, demasiado. Antoni Lombardi es completamente imponente.
Tiene la piel bronceada de una forma que lo hace muchísimo más atractivo, cuando se inclina de nuevo sobre mi cuerpo, sonrío.
—Ha sido una vista magnifica —susurro. Una sonrisa satisfecha se apodera de sus labios, se acerca a mi rostro y deja un casto beso sobre ellos.
—No será lo único magnifico que verás hoy —asegura.
Sus labios pasan a mi cuello, su aliento me golpea la piel y me estremezco. Sus manos viajan hasta la zona de mis pechos y ejerce presión. Parece saber exactamente lo que hace, cada centímetro que sus labios tocan produce una pequeña chispa que nos acerca a la explosión final.
Me siento pequeña debajo de su cuerpo, pero no es una sensación incomoda, en realidad, es algo...excitante.
De un segundo a otro todo se reduce a nada, el tiempo se esfuma, todo desaparece. Las manos de Antoni se apoderan de los bordes de mi blusa y tiran hacia arriba, liberándome de la prenda.
Él toma la hebilla del cinturón y se libera de él, lo miro con una sonrisa cuando todas las prendan han desaparecido, y vuelve a mí.
Parece saber exactamente en que zonas tocar, sus manos se pierden en mi interior y arqueo la espalda, eso es suficiente para tenerlo satisfecho. La humedad en mi entrepierna se hace presente y mi corazón aumenta su ritmo, Antoni aumenta el ritmo de sus dedos en mi interior y jadeo.
—No seas silenciosa —pide contra mis labios —déjame escucharte, dolcezza.
Su voz se ha enronquecido, el deseo está en su mirada y un gemido particularmente fuerte brota de mis labios cuando aumenta el movimiento.
Cierro los ojos y me concentro en las sensaciones placenteras en mi interior, en las corrientes eléctricas que parecen querer sacudirme y acabar conmigo. Antoni no se detiene, no lo hace ni por un segundo. Sus labios parecen desear hacer un recorrido completo, llegando a mi pecho y atrapando la zona que me hace casi desmayar.
Su lengua contra mi piel produce una sensación similar a una explosión, mi cuerpo se contrae, mis músculos se tensan y mis manos se aferran a las sábanas. Apenas abro los ojos para ver la sonrisa satisfecha de Antoni cuando profundiza en mi interior y me retuerzo ante el estallido de placer.
Apenas y he tenido tiempo de recomponerme, cuando Antoni se coloca sobre mí. No pierde el tiempo, mi respiración es agitada, pero él luce tan calmado frente a mí.
—¿Lista? —se a lo que se refiere, lo sé y lo he deseado desde que ingresamos a la habitación.
Me aferro a su cuello y me lanzo contra él atrapando sus labios entre los míos con un beso necesitado, dejándole saber la respuesta. Antoni vuelve a hacer el recorrido por mi cuello, mi piel se eriza ante el contacto de su lengua, sus manos me recorren nuevamente y mi cuerpo vuelve a reaccionar.
Me pierdo de nuevo, sintiendo su piel debajo de mis manos, recorriendo los músculos tonificados y firmes. Las grandes manos de Antoni se colocan en el hueso de mi cadera, atrayéndome hacia él.
Se detiene por un segundo extendiendo el cuerpo hacia el ultimo cajón del pequeño estante que está junto a la cama, el sonido del plástico entre sus dedos me hace sonreír mientras siento el dese incrementarse en mi sistema.
Le toma cerca de medio minuto prepararse antes de acercarse de nuevo hacia mí, me echo contra la cama, sintiendo la suavidad de las sábanas contra mi piel.
Me separa las piernas antes de inclinarse hacia mí y sonreír, sus ojos se conectan con los míos, dándome tanta tranquilidad como necesito. Una sonrisa se extiende por sus labios mientras se acomoda, y empuja hacia mí.
Una exclamación de placer brota de mis labios mientras arqueo la espalda, Antoni jadea y cuando me atrevo a mirarlo, él mantiene los ojos cerrados, la cabeza ligeramente hacia atrás mientras muerde su labio inferior.
Balancea las caderas hasta que el ritmo que emplea amenaza con arrebatarme la cordura. No me callo los sonidos, dejo a mi garganta expresar y dejarle saber todo el placer que es capaz de proporcionarme.
Su mano acuna mi pecho, haciendo un masaje que combina perfectamente, creando corrientes de electricidad tan fuerte que creo que voy a perder la cabeza ahora mismo.
El gime, parece disfrutar de esto tanto como yo. Parece obtener ahora justo lo que ha deseado, cuando me mira, sus ojos brillan por el placer, no me cohíbo ante su mirada recorriéndome, por el contrario, me hace sentir una nueva sensación nunca antes experimentada. Ni siquiera la cicatriz me hace sentir avergonzada, cuando las manos de Antoni pasan por la zona, nada cambia.
Parece incluso desaparecer, y eso va a volverme loca.
Sus movimientos se vuelven más fuertes, más profundos. Se aferra al hueso de mi cadera para apegarme a su cuerpo y conseguir entrar más en mí. No deja de moverse, no para, aumenta de intensidad a cada segundo que trascurre, llevándome a un limite que nunca antes he conocido.
La ola de placer me envuelve, me lleva a un sitio inexplorado, nuevo, pero que no quiero abandonar. Mis músculos se contraen, cierro los ojos mientras un espasmo me hace gemir con fuerza, y entonces me dejo ir.
Escucho el fuerte gemido de Antoni también, da un par de embestidas contra mí y luego el también parece alcanzar su propio grado de placer.
Se retira de mí, no abro los ojos, mi respiración es irregular mientras intento recordar y memorizar cada una de las sensaciones que acaba de producir en mí.
Solo soy capaz de mirarlo cuando siento su cuerpo cerca otra vez. Hay una fina capa de sudor en su torso, pero no interesa, solo me acurruco contra él.
Nuestras respiraciones se regularizan, él acaricia mi cabello y pocos segundos después, siento sus labios en mi coronilla.
—Te quiero, dolcezza.
Elevo la mirada, Antoni me mira, una bonita y sincera sonrisa aparece en sus labios. Hay una nueva mirada lanzada hacia mí, me observa con adoración, como si yo fuese la cosa más perfecta del mundo.
—Estoy listo para hacer absolutamente todo contigo —susurra.
Sonrío, ya no hay dudas, no hay nada más que un deseo de conseguir la felicidad a su lado.
—Yo también —respondo con sinceridad —nunca antes me he sentido más lista.
El silencio vuelve a instalarse entre nosotros, pero no es incómodo. La tranquilidad que nos envuelve me hace tomar la valentía para volver a hablar.
—Quiero una familia —admito contra su piel —pero quiero hacer muchas cosas antes.
Se aparta con ligereza solo para conseguir mirarme.
—¿Cosas como qué? —Sus ojos me observan con una curiosidad creciente.
—Quiero terminar una carrera —admito —se suponía que el trabajo de niñera es solo temporal, pero con todas las cosas que vivía, se alargó más de lo que hubiese deseado.
Sus labios se crispan en una sonrisa genuina.
—¿Y qué carrera deseas?
Me aparto por completo, apoyo el codo contra el colchón y sostengo mi cabeza con la mano en forma de puño.
—Pedagogía —sonrío —siempre me han gustado los niños, y ser niñera me hizo darme cuenta que los comprendo mejor de lo que imaginé.
Antoni me observa con detenimiento, como si quisiera descubrir algo más, las esquinas de sus ojos se estrechan y me siento perforada con su mirada.
—¿Y qué te lo impide?
—El sueldo que tu hermano me paga es muy bueno —admito —me da lo suficiente para costear un sitio donde vivir, para cubrir mis gastos, y cualquier cosa que necesite. Además, él me ha ayudado demasiado como para decidir renunciar de un día a otro.
—Ángelo entendería que tienes tus propias convicciones —asegura —mi hermano es alguien comprensivo, además, cuidas de los mayores, en un par de años dejarán de necesitar a una niñera.
—¿Crees que si renuncio no afecte mi relación con tu hermano? —inquiero —además, ni siquiera es algo decidido, las carreras universitarias con caras.
—Podrías trabajar a medio tiempo —se encoge de hombros. —Y por las universidades no te preocupes, con un par de llamadas puedo conseguirte un lugar.
Golpeo su pecho y el ríe.
—¿Qué? —sus ojos se estrechan por la sonrisa —solo quiero ayudar.
—No vas a comprarme un lugar en alguna universidad —sentencio y él parece casi decepcionado —si lo hago...si decido hacerlo...será por mis medios.
Antoni extiende la mano hacia mi rostro, acomoda un mechón de cabello justo detrás de mi oreja y sus labios me muestran un gesto sincero.
—Estoy seguro de que cualquier cosa que desees hacer, vas a conseguirlo —asegura.
La emoción vuelve a mi pecho más fuerte que antes.
—Cuando me libre de Theo, tomaré una decisión —el mueve la cabeza en un asentimiento —gracias por llegar a mi vida, señor robot.
Sonríe. Se mueve sobre la cama hasta acercarse y cuando abre los brazos, vuelvo a refugiarme en ellos.
—No, gracias a ti, dolcezza —dice suavemente envolviendo los brazos con firmeza a mi alrededor —le diste vida a deseos que estaban a punto de extinguirse, despertaste ilusiones dormidas, eres la primera mujer por la que experimento sentimientos tan reales, tan fuertes que creo que he perdido la cabeza, y te quiero. Ya lo dije, estoy listo para hacer todo contigo, pero no voy a presionar, voy a esperar hasta que tú también estés lista.
Sus labios se encuentran por segunda ocasión en mi coronilla.
—Y cuando ambos lo deseemos con la misma intensidad, entonces podremos considerar tener a uno o dos bebés que se parezcan a nosotros.
Sonrío al imaginarlo.
—Aunque rezaré porque no sea un paquete de tres —dice casi con temor —no soy tan paciente como Ángelo.
Una carcajada brota de mis labios.
—Me temo que no tenemos decisión en eso —respondo entre risas —trillizos, ¿lo imaginas?
Sacude la cabeza en una negativa.
—Me rehúso a hacerlo —dice con firmeza —Ángelo se desmayó cuando supo que tendría trillizos, yo seguramente sufriré un infarto. Y no quieres mi muerte, ¿verdad?
Una nueva carcajada brota de mi cuerpo, esta vez me sacudo por la risa de solo imaginar a Antoni cuidado de trillizos.
—Cuando llegue el momento, entonces esperaremos que solo sea uno —afirmo aún entre risas.
—Bueno, en realidad puede ser uno, tres, o cinco —dice pensativo —pero tendré que prepararme mentalmente para ese momento.
Me acurruco contra él, escuchando el latir de su corazón.
—No importa la cantidad, será maravilloso si es contigo —asegura acariciando mi cabello —quiero todo, si es contigo.
—Todo si es contigo —repito.
Ninguno de los dos vuelve a hablar, solamente permanezco contra él, sintiendo que, de nuevo, vuelvo a ser aquella chica con ilusiones o sueños.
Aquella que deseaba ser feliz, aquella que ahora lo desea con tanta fuerza como antes. Y lo seré, porque Antoni Lombardi, es definitivamente el hombre con el que quiero pasar cada segundo, por el resto de mi vida.
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