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19.- La mujer que no soy.

Antoni

Simón me mira mientras examino toda la información que me ha entregado.

—¿Estás seguro?

—Cien por ciento —asegura —no hay nada. El único registro que encontré de Harper Myers, es un anciano de noventa años que vive en una residencia de cuidados en california. No hay nada más.

Me froto la cara con las palmas de la mano, suelto una maldición mientras aparto los documentos.

—No hay rastros de absolutamente nada, ¿está seguro de que ese hombre existe, jefe?

Sí, quería estar seguro de que ese hombre existía. Debía existir. Pero, ¿qué otra explicación habría para que no existiera ningún registro para ese nombre?

Solo hay dos motivos. El primero es que haya borrado todo rastro de su nombre, una medida que utilizan muchos criminales para escapar, o la segunda, y que deseaba no fuese verdad.

Sally me está mintiendo.

Lo que resulta peor porque, ¿Qué motivo tendría para hacerme buscar a una persona que no existe?

—¿Qué hay de solo el apellido? —inquiero.

Simón me observa de una forma que no consigo entender, casi parecida a como si hubiese perdido la cabeza.

—¿Quiere que busque y rastree a cada persona que se apellide Myer que viva en california? —cuestiona —jefe, con todo respeto, no somos la CIA o el FBI. Aunque pudiéramos, nos tomaría días, o semanas. Sin contar que necesitaríamos toda la base da datos de california lo que significaría que tendría que hackear los servidores y...

—Bien, bien...no lo haremos —lo interrumpo antes de que siquiera hablando.

—Gracias al cielo —parece aliviado —realmente lamento no haber podido entregarle la información que necesita, jefe.

—No hay problema, Simón —agradezco —asegúrate de revisar tu nómina el siguiente mes, ¿de acuerdo?

Una sonrisa entusiasta se deja ver en su rostro.

—Claro, lo haré —asiente —intentaré encontrar algo con el apellido —añade antes de marcharse —pero no prometo tener algo.

—No hay problema —aseguro.

Él me sonríe una última vez antes de marcharse de la oficina. Cuando me quedo solo, vuelvo la atención a los documentos.

La información de la persona que Simón encontró no coincidía con ninguna de las descripciones de Sally. Muy a mi pesar, tenía que admitir que tal vez Ángelo tuvo razón.

Tal vez Sally si imaginó que ese hombre estaba detrás de ella. De haber sido real, tendríamos algo, pero no hay nada. Ni una sola pequeña cosa que nos dejara saber que realmente estuvo esa tarde en el parque.

Cierro las carpetas y la coloco en uno de los últimos cajones del escritorio.

Siempre me he considerado un hombre racional, un hombre que sabe como manejar las situaciones complicadas. Parecía que esa es una característica de los Lombardi, así que no conseguía entender porque el asunto de Sally me tenía tan inquieto.

Tal vez porque siento el deber de protegerla, tal vez porque comienza a tener más importancia de la que siquiera consideré.

—Deberías centrarte en tus propios asuntos —me reprendo encendiendo la computadora para poder revisar los últimos informes sobre el software.

Apenas estoy abriendo los archivos cuando mi secretaría entra, no ha tenido tiempo de informar lo que ocurre cuando Beatrice entra.

—Parece que no conoces como se manejan las cosas en una empresa —reprocho cuando mi madre toma asiento frente a mí.

—Soy tu madre.

—Y estas no son las oficinas del casino —le recuerdo —por lo tanto, no tienes derecho de entrar como si fuese tu empresa.

Ella resopla, deja su costoso bolso a un costado y sonríe. Es sorprendente la habilidad de Beatrice para olvidar las discusiones, y todas las cosas hirientes que salen de su boca para poder fingir que absolutamente nada ha ocurrido.

—Ángelo me dijo que no has confirmado tu asistencia para el evento de mañana por la noche —expresa con molestia —sabes que, aunque no quisiste estar al frente, aún eres socio y accionista, debes estar presente.

—Estoy seguro de que, si no asistiera, mi ausencia apenas se notaría —debato.

Beatrice rueda los ojos.

—Llegarán invitados importantes, Ángelo se ha esforzado para este evento —dice entornando los ojos hacia mí y coloco los ojos en blanco —merece que vayas.

Mencionar a mi hermano es un juego sucio.

—Bien, asistiré —aseguro —lo llamaré para confirmar mi asistencia.

—Excelente —me sonríe con satisfacción y se incorpora.

—¿En serio? ¿Solo ha eso viniste? —inquiero arqueando mi ceja izquierda —¿No vas a preguntar como he estado?

Mi madre resopla, se apodera del bolso y se coloca las gafas oscuras.

—¿Para qué? Me responderás con ironías —objeta y sonrío —te conozco bien, Antoni.

—Eso me alegra, madre.

Ella rodea el escritorio y se inclina para dejar un beso en mi mejilla.

—Tus oficinas necesitan remodelación —señala mientras camina hasta la puerta —parece la oficina de un anciano, Antoni.

—Vuelve pronto, Beatrice, siempre es agradable recibirte —respondo con sarcasmo.

Mi madre voltea, lanzándome una mirada de reproche y luego solo se marcha.

Tomo el celular y abro la aplicación de mensajes, buscando el contacto de mi hermano. Escribo un corto texto informándole sobre mi confirmación de asistencia y lo envío.

No han pasado ni treinta segundos cuando la respuesta llega.

Ángelo: Claro, confirmaré tu asistencia Y LA DE TU NOVIA.

Sonrío al leer las palabras en mayúsculas, parece que alguien está demasiado interesado en la presencia de Sally en el evento.

Respondo con un simple: "Ahí estaremos" y salgo de la aplicación.

Vuelvo la atención a la computadora y suelto un bufido resignado.

—Sí, definitivamente tengo que centrarme en el trabajo —hablo para mi mismo y luego pongo todo mi esfuerzo en conseguirlo.

Sally no parecía demasiado entusiasmada con la idea de asistir al evento conmigo, pero no puso mayor objeción.

Insistí en que si no quería asistir no tenía porque hacerlo, pero parece que su idea de pensar que todos esperaban vernos juntos pudo más.

Dijo también que no tenía un vestido para la ocasión y cuando me ofrecí a comprarle uno, se rehusó por completo. Terminó llamando a Daphne, aunque le dije que no era necesario y mi cuñada pareció entusiasmada con la idea.

Así que aquí estamos, ingresando a los casinos con Sally a mi costado. Porta un elegante y bonito vestido de satín en color rojo. Un escote no demasiado pronunciado en forma de "V", ajustado de las caderas con una abertura a la altura de la pierna derecha.

La piel de sus hombros reluce, los delgados tirantes es lo único que interrumpe la blanca zona. Lleva el cabello recogido en una especie de moño con trenzas, decir que luce preciosa es una completa mentira.

Porque Sally luce magnifica. No me considero un hombre celoso, pero hay muchas cosas que no me considero, pero Sally hace que sea. Ser celoso es una de ellas.

Hay cámaras que nos enfocan y los flashes se disparan en nuestra dirección. No nos prestan tanta atención como a Ángelo lo que es un alivio porque mi paciencia con la prensa es casi inexistente.

Respondo un par de saludos mientras avanzamos hacia el interior, no me aparto de Sally en ningún momento y ella parece haber comenzado a disfrutar del ambiente.

—¿Quieres tomar algo? —inquiero —¿Vino? ¿Champagne? ¿Whiskey?

—El Whiskey y champagne es para viejos —reconozco la voz de Hudson, uno de los pocos socios con los que podía considerar que tengo una amistad. —Antoni Lombardi, que sorpresa verte por aquí.

—No puedo escapar por siempre —respondo con una sonrisa.

—Y es bueno ver que vienes con compañía —Sally sonríe con amabilidad—¿Y la bella dama es...?

—Sally Rizzo —se presenta mi chica —un gusto.

—Hudson Avery —toma la mano de Sally y deja un beso sobre sus nudillos. Si no lo conociera lo suficiente diría que está intentando coquetear. —Supongo que eres la amiga de Antoni.

El cuerpo de Sally se tensa y su sonrisa se torna incomoda.

Antes de que pueda responder, Stella Espósito aparece. Lanza una sonrisa y se acerca con demasiada confianza, sus labios se posan en mi mejilla y me veo en la necesidad de dar un paso hacia atrás ante la cercanía.

—Antoni, ha pasado tiempo desde la última reunión —dice con una sonrisa —¿Dónde has estado?

—Ocupado —respondo con una sonrisa cordial.

—Si, bueno, todos los hombres necesitan un poco de diversión —dice apartándose el cabello de los hombros e irguiéndose, lo que hace que la zona de su pecho quede firme —¿Por qué no me acompañas al piso de arriba, seguro...?

—Stella, creo que has omitido la presencia de alguien —Hudson la interrumpe antes de que yo pueda hacerlo —ella es Sally Rizzo, la amiga de Antoni.

Siento el cuerpo de Sally ponerse más rígido.

—Su novia, en realidad —corrige ella envolviendo su brazo con el mío. Stella se aparta y Hudson arquea una de sus cejas, colocando un gesto divertido en sus labios —encantada de conocerte, Stella, parece que tienes mucho interés en mi novio.

Volteo, bueno, parece que cuando de celos se trata no soy el único.

—Antoni es un hombre de lo más interesante —responde ella con una sonrisa en los labios —sobre todo en la cama. Aunque parece que tú tuviste más suerte, y pasaste a ser la oficial.

—Sally ha sido oficial desde el momento en el que la conocí —suelto el brazo de Sally solo para rodearla por la cintura y conseguir apegarla a mi cuerpo —ya que hablas con mi novia, te pediré respeto y que omitas detalles que son sin importancia e insignificantes.

Localizo a Ángelo del otro lado de la sala, así que tomo la mano de Sally  y sonrío hacia las dos personas delante de nosotros.

—Ahora, debo ir con mi hermano. ¿Vamos, nena?

Nos apartamos sin esperar una respuesta. El agarre de Sally es tenso así que la miro por unos instantes.

—Lamento eso.

—¿A cuántas más de estas mujeres te llevaste a la cama? —inquiere en un susurro con los dientes apretados.

—¿Qué?

—Sé que no debería afectarme, pero por favor avísame —exige con molestia.

Realmente no creo que quiera saber con cuantas...

—¿En serio, Antoni? —se gira hacia mí y apenas capto que lo dije en voz alta —pues más vale que ninguna otra se te insinúe —advierte.

—¿Quién te manda a tener un novio tan apuesto y sexi como yo? —Sally aprieta los labios reteniendo la sonrisa, pero no se abstiene de golpear mi brazo.

Llegamos al lugar en donde Ángelo, Daphne, mi madre y un par de mujeres más se encuentran.

Ángelo sonríe con satisfacción cuando nos ve aparecer y Sally se relaja un poco más en la presencia de mi cuñada.

—Que bueno que llegas, necesito que estés conmigo y los invitados —dice apartándose de su esposa.

—¿Desde cuando me necesitas? —inquiero —tengo que...

—Tu chica estará bien —dice cuando miro a Sally —los guardias están al pendiente de ellas, te lo aseguro, además Daph estará con ella.

Me giro hacia Sally, captando su atención.

—Vuelvo enseguida, no me tardo nada —ella asiente con una leve sonrisa y luego se centra su atención en Daphne.

Sigo a mi hermano por la estancia, ambos saludamos a algunos de los asistentes y Ángelo me conduce hasta la mesa privada del piso superior.

Solía conocer a la mayor parte de los invitados que venían a las galas, pero al no estar tan involucrado en los casinos, evidentemente no tenía conocimiento de todos.

En esta ocasión los invitados son un grupo de magnates petroleros que están de visita en el país.

—Ahí están los hermanos Lombardi —dice uno de ellos con una sonrisa —Signori, è finalmente. (Caballeros, es un honor conocerlos finalmente)

. —respondo con un asentimiento.

—Es un casino magnifico —dice uno de ellos —Has hecho un trabajo magnifico, Ángelo.

—Agradezco el cumplido —responde mi hermano —su partida está preparada, pueden pasar a las salas privadas de juego si lo desean.

El casino solía tener salas privadas para los juegos en los cuales se ponía mucho dinero de por medio, y estos hombres era evidente que lo poseían.

Somos los encargados de conducirlos hasta las salas privadas, hay guardias durante todo el camino y un silencio mucho mayor cuando llegamos a esa zona. Les indicamos la sala asignada y tras permanecer cerca de diez minutos más, nos retiramos.

—Parece que hoy será una buena noche —aseguro mientras volvemos a la gala.

—Esa clase de invitados siempre deja buenas ganancias —dice —el dinero no los hace inteligentes en el juego.

—Como papá siempre decía —concuerdo —ser rico no te hace buen jugador.

—Y eso nos beneficia —me dedica un guiño. Ubicamos al grupo de mujeres en donde se encuentran nuestras chicas y vamos hacia ahí.

Ninguna nos ha visto, así que no interrumpen su conversación por nuestra cercanía.

—Siempre he dicho que las mujeres de mis hijos deben de ser capaces de moverse en este mundo —detengo a Ángelo cuando Beatrice habla —deben adaptarse, como Daphne. ¿No es cierto, querida? Ella ha sido una compañera excepcional, una pieza clave para la vida de mi Ángelo.

—En realidad, señora Lombardi...

—Realmente pensé que Antoni iba a tener estándares más altos para su compañera. Pero eres solo una niña —algo en mi se retuerce con furia cuando Beatrice habla mirando a Sally.

—Pues esta "niña" tiene mucha más educación que usted, señora Lombardi —habla Daphne con firmeza, un jadeo indignado envuelve a las mujeres que las rodean—tal vez debería dejar de fijarse demasiado en los "estándares" y su "reputación", porque se está volviendo una mujer demasiado insoportable.

Daphne toma la mano de Sally y cuando ambas giran, dispuestas a marcharse, nos miran.

Mi madre me mira nerviosa cuando repara en nuestra presencia, y las demás mujeres se dispersan, sabiendo que no es inteligente quedarse.

—Antoni...—Sally comienza a hablar, pero no pretendo callar lo que tengo para decir.

—Te advertí que dejaras de meterte en mi relación, Beatrice —respondo con firmeza —pero claro, siempre tienes que hacer lo que se te viene en gana. No voy a tolerar una humillación más hacia mi novia, ¿entiendes? Tal vez ahora creas que puedes rebajarla, pero cuando la convierta en MI ESPOSA, tendrá mucho más poder que tú, y no voy a hacer nada para impedir que te ponga en el lugar que mereces.

—No puedes convertir en tu esposa a una mujer de la que no sabes nada —reta acercándose —le estás dando demasiada importancia a una mujer que no lo vale, Antoni.

—Estás ganando a pulso que seamos irrespetuosos, Beatrice —añade Ángelo con impaciencia.

—¿Qué sean irrespetuosos? Pues lo son todo el tiempo —dice con molestia —no sé porqué me molesto tanto en esperar algo diferente de ustedes. Incluso de ti, Daphne —sisea —pero me has dejado en vergüenza delante de todas esas mujeres, creo que es lo que pasa cuando traen a las mujeres equivocadas a un mundo como este.

—Lo merecía, señora Lombardi —responde mi cuñada —usted parece creer que puede humillar a todo el mundo, pero que es intocable. Tal vez lo era por su esposo, pero ahora él está muerto y...

Todo ocurre tan rápido, Beatrice se acerca hacia Daphne y lanza una cachetada hacia ella. Una exclamación conjunta se deja oír mientras Daph da un traspié hacia atrás.

—¡Eres una sinvergüenza! —acusa.

—¡No vuelvas a agredir a mi esposa! —brama Ángelo apartando a Beatrice con brusquedad —Joe, sácala de aquí.

—Como ordene, señor Lombardi —responde el guardia acercándose.

—¡No te atrevas! ¡Estos son mis casinos! —exclama Beatrice.

—Te equivocas, Paolo dejó todo para sus hijos —espeta Ángelo —no dejó absolutamente nada para ti. Tal vez debiste pensar en eso, ahora fuera de mis casinos, o lo haces por voluntad o mis guardias te echan.

Beatrice da un paso para acercarse a donde nos encontramos, me interpongo entre ella y Sally porque yo no sería tan "pacifico" si decidiera agredir a mi chica.

—Te está mintiendo, Antoni —dice con seguridad —has estado perdiendo tu tiempo buscando a Harper Myers.

Sally palidece en segundos.

—Porque ese hombre no existe, ¿verdad, Sally? —inquiere Beatrice. —Porque no has hecho más que mentirle a mi hijo, una y otra vez aún cuando él quiere cuidar de ti.

—Suficiente...

—Te está mintiendo —repite Beatrice —te ha mentido todo este tiempo. Me bastaron un par de llamadas y cobrar algunos favores para saber que Harper Myers es uno más de sus inventos, señorita Rizzo.

—No sabes de que estás hablando —mascullo —ahora vete o yo mismo voy a sacarte de este sitio sin importar si causo un maldito escándalo.

Su mirada brilla por la ira, examina a nuestro alrededor y su mandíbula se tensa.

—Son unos malagradecidos —sisea —Lucca nunca hubiese permitido esta humillación.

La mención de nuestro hermano se siente innecesaria, hago el ademán de responder, pero Ángelo me detiene, negando levemente.

Beatrice se marcha, mi hermano se disculpa con los presentes y yo solo puedo pensar, aunque no lo deseo, en las palabras de mi hermano.

Giro hacia Sally, ella retrocede con el rostro pálido y la mirada alarmada.

—Voy a necesitar una explicación, dolcezza.

El ambiente es tenso entre nosotros, demasiado.

Mis sospechas sobre que Sally me ha estado mintiendo se confirman en el segundo en el que ella no se molesta en negar las acusaciones de Beatrice.

—No tengo toda la noche, dolcezza —mascullo intentando mantenerme sereno. Intentando no perder el control.

—Es más complicado de que lo piensas —dice mirándome con tortura.

—No es tan complicado decir la verdad —siseo —¿O es que no lo merezco?

—Antoni...

—¡Porque no he hecho nada más que intentar protegerte! —exploto —¡Porque he creído todas y cada una de tus palabras, maldita sea! ¡Merezco la verdad!

Su mirada se cristaliza y tengo que obligarme a mantenerme por detrás de la línea.

—¿Harper Myer existe sí o no? —inquiero con firmeza —y no se te ocurra volver a mentirme.

Sally cierra los ojos por unos instantes, y luego sacude la cabeza.

—No —algo en mi se desgarra cuando dice aquello.

Una risa falsa brota de mis labios, me siento tan estúpido y tan malditamente idiota por haber creído en sus palabras.

—Así que me has estado viendo la cara de idiota todos estos meses —reprocho —has aprovechado todo lo que te he dado, protección, seguridad, lo has usado a tu antojo sin molestarte en decirme la verdad.

—Es más complicado de lo que piensas, Antoni —dice incorporándose —sabía que lo primero que harías si te decía el nombre sería buscarlo, rastrear todos sus movimientos hasta dar con él, y yo no...yo no podía permitir que lo hicieras.

—¿Por qué?

—¡Porque es peligroso! —exclama con desesperación —porque en cuanto lo encontraras querrías asegurarte de que no volviera a dañarme jamás, y pensar tan solo por un instante que pudieses salir perjudicado es algo que no puedo tolerar.

—¿En qué más me has mentido? —inquiero intentando no sentirme de este modo —¿Cómo saber si la historia que me cuentas es cierta?

Sally retrocede mirándome como si la hubiese golpeado.

—¿No me crees?

—¡Claro que te creo! ¿Pero como continuar haciéndolo cuando me mentiste? ¿Cuándo pasé días rastreando a un hombre que no existe? ¡Eres tú la que está jugando sucio aquí!

Su rostro se contrae con culpa.

—Dime el nombre.

—No —sacude la cabeza con frenesí.

—No soy un asesino, no voy a asesinarlo solo quiero cuidar de ti —ella vuelve a negar —¡Maldición, dime el nombre! ¡Yo solo quiero protegerte!

—¡No pedí tu protección! —exclama en un grito furioso —¡No pedí que me dieras todo esto!

Algo en mi se retuerce con furia, un pinchazo doloroso me atraviesa el pecho. Mis músculos se ponen tensos, cada una de mis extremidades experimenta rigidez ante la ira contenida en mi interior.

—No soy la chica que crees —dice reteniendo el sollozo —no soy nada de lo que te has idealizado, Antoni. estoy lejos de serlo. Lejos de ser la mujer que esperas, muy lejos de poder adaptarme a tu mundo.

—No necesito que te adaptes —respondo —solo necesito sinceridad, Sally. La misma sinceridad que yo te he dado desde el segundo en el que te conocí.

Ella sacude la cabeza, un par de lágrimas se deslizan por sus mejillas. Se deshace de ellas con rapidez antes de conseguir mirarme.

—No soy nada de lo que esperas, tengo secretos, tengo un pasado horrible que no puedo olvidar y que arrastro conmigo. Tienes razón, te he mentido y soy consciente de eso, pero no puedo...decirte la verdad. Porque eso implica un proceso que no estoy lista para enfrentar, y tú no mereces eso.

—Sally...

—Y yo tampoco merezco que reflejes en mi a la mujer que deseas. No merezco los planes a futuro, no merezco que comiences a moldearme a lo que esperas que sea.

—¿De que mierda hablas?

—La esposa perfecta, la "señora Lombardi" —mi rostro se contrae, ¿esto es por lo que dije en el casino? —no puedo ser esa mujer, pero tú comienzas a moldearme, comienzas a hacerme alguien que no soy. Y cada día que pasa, me siento una mujer diferente, Antoni.

Mi mente está demasiado confundida, como si estuviese recibiendo demasiados golpes con los que no puede lidiar.

—Y lo que me asusta, Antoni, es que puedo aceptarlo, es que te quiero tanto y estoy tan enamorada de ti que rechazar esto, rechazar lo que tenemos, lo que tú deseas, se siente peor que aceptarlo. Pero no puedo seguir, no puedo hacerlo...

—Te dije que yo renunciaría, que yo...

—No —sacude la cabeza y sonríe con tristeza —no dejaría jamás que renunciaras a lo que tu deseas, no soy tan egoísta. Tu madre tiene razón, no soy buena para ti, porque tengo mentiras encima y tantos secretos que no puedo contar porque eso significaría perder todo lo que he conseguido. Porque me he construido una vida aquí, y no puedo perderla.

—¿Estar conmigo significa que vas a perder toda tu vida? —inquiero.

Ella no responde.

—¿Y no has considerado, que tal vez estar conmigo no te hace diferente, sino que saca a la chica real? —la fragilidad la envuelve —¿No has pensado que tal vez conmigo te sientes tan segura que comienzas a ser tú?

—Antoni...

—Y eso te aterra, te aterra que vea quien eres, ¿no es así? Te aterra que cuando mire a la chica real, quiera irme. Pero es demasiado tarde, dolcezza. Ya te he visto, y juro que me he enamorado de esa chica.

Solloza, intento acercarme, pero se aparta.

—Antoni, no puedes...

—¿Por qué? —inquiero —¿por qué no aceptas que puedo quererte?

—Porque no lo merezco, porque no puedo darte lo que deseas —dice con voz rota —y yo no soportaría que renunciaras a algo que tú quieres.

—Sí, de acuerdo, entonces no nos casemos —me acerco a ella y esta vez la sostengo antes de que pueda escapar —tengamos hijos dentro de diez años si quieres, no me importa ser demasiado viejo, puedo tolerar no llevarte al altar, puedo tolerar no verte en un vestido de novia. Eso no va a matarme, si no deseas casarte...

—No...

—Está bien —susurro —está todo bien.

—Estoy casada —sus palabras se sienten como un balde del agua más helada que puede haber —no puedo casarme, Antoni...porque el hombre al que casi asesino, es mi esposo.

Me aparto, siento como si me golpeara tan fuerte que no puedo tolerarlo.

—Y va a encontrarme —dice aterrada —y cuando lo haga, no dudará en cobrar venganza por lo que le hice. Quiero que cuando eso pase, sea solo a mí a quien encuentre.

—Sally...

—Porque no toleraría que lastimara a alguien más. No toleraría que su venganza sea arrebatarme a las personas que me importan. Personas a las que amo.

—No puedes pretender que me aparte de ti sabiendo el peligro que corres...

—La doctora dijo que tal vez no fue real —cierra los ojos con dolor —dijo que mi mente comienza a engañarme, que el miedo comienza a crear cosas que no existen. Puedes llamarla, puedes preguntarle...

—Sally...

—Mi mente está siendo más poderosa, Antoni —es su mirada hay un mar de emociones aterradoras —cree que...que puedo padecer de memoria traumática, pero no está segura.

Luce tan frágil, tan vulnerable que mis instintos de protección se activan.

—No estoy lista para afrontar lo que sea que pasará si lo encuentras —solloza.

Me olvido de todo, me olvido del malestar, del sentimiento de decepción y solamente voy hacia ella.

Sally se rompe por completo en mis brazos, su cuerpo se sacude por los sollozos mientras la sostengo con firmeza.

—No voy a dejar que me alejes ahora —sentencio —no importa lo mucho que lo desees, no voy a irme.

—Antoni, por favor...

—No, yo te digo a ti, dolcezza, yo te suplico que no me apartes —sus ojos me miran vidriosos por las lágrimas —te quiero, dolcezza, no me hagas alejarme de ti. No ahora.

Su rostro se descompone con dolor y cierra los ojos con fuerza.

—No puedo decirte su nombre —solloza —porque irás tras él.

—Lo haré —me sincero —y quiero darle su merecido, aunque no lo asesinaré porque no quiero convertirme en un criminal.

—¿Juras que no vas a asesinarlo? —inquiere con cautela.

—Lo juro, dolcezza.

Ella suspira, se limpia las lágrimas y luego lo dice. El nombre brota en un susurro lento, aterrado.

Theo Black. Reconocido político y protegido del estado de California.

Voy a encontrarte, hijo de perra, y cuando lo haga...

Oh, cuando te encuentre... voy a cobrar cada una de las lágrimas que le hiciste derramar.

Voy a cobrar hasta el último gramo de sufrimiento, y no tendré piedad. 

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