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16.- Fantasmas del pasado.


Antoni

Ángelo y Daphne volvieron a la casa después de cuatro días, en realidad Ángelo fue quien llegó primero ya que sus lesiones no eran tan graves, sin embargo, Daph tuvo que esperar un poco más de tiempo.

La nana de los trillizos también volvió un par de días más tarde así que ya podía abandonar mi labor de tío generoso y centrarme en el trabajo.

Las investigaciones sobre el accidente no arrojaban ninguna pista. Lo único que sabíamos hasta ahora es que se trataba de un auto robado, no había imágenes de los conductores y en los videos de vigilancia tampoco parecía haber nada extraño.

Sin embargo, Ángelo había reforzado la seguridad de la casa y aumentado el número de guardias de seguridad y muy a mi pesar, yo había tenido que aceptar que dos de ellos me siguieran a todas partes.

Me costaba creer aún que alguien intentara deshacerse de Ángelo, y que muy posiblemente fue el culpable de la muerte de Lucca. Sin embargo, había una variable que nadie parecía tomar en cuenta, si la hipótesis es que estaban detrás de Ángelo por los casinos, entonces el accidente de Lucca tenía que ser punto y aparte, porque su participación en los casinos era casi nula.

Con todos esos asuntos en la cabeza, mi mente apenas y podía con lo que debía hacer. El desarrollo del software avanzaba, tenía actualizaciones pendientes por desarrollar y había un par de empresas interesadas en el desarrollo de algunos softwares computacionales más desarrollados y complejos.

Apenas y conseguía darme abasto.

—Deberías buscar socios —dice Dexter mientras se apodera de una de las botellas del minibar. Si no lo considerara una amistad cercana, ya lo hubiese despedido —sería más fácil si divides el trabajo, ¿no lo crees?

—Claramente, pero ya el poder de decisión ya no sería solo mío —le recuerdo —me gusta llevar a mi empresa por el camino que creo mejor, con un socio, las decisiones importantes también se dividen.

—Es uno por otro —Dexter se encoje de hombros.

Sirve el líquido de la botella que tiene en mano en dos vasos y desliza uno por el escritorio hasta que llega a mí.

—Puedo con la carga —aseguro —me gusta que la empresa sea solo mía.

Dexter niega levemente con una sonrisa, pero no sigue insistiendo. Permanece en la oficina un rato más antes de irse a atender sus propias ocupaciones.

No venir a la empresa por varios días y haber hecho el trabajo desde casa habían ocasionado que no todo se resolviera de la mejor manera. Había asuntos pendientes que debía tratar lo que hizo que mis horas en la oficina se alargaran.

Estoy lo suficientemente cansado como para ir a casa de Ángelo, así que solo le envío un par de mensajes a Sally y conduzco a casa. Mi plan es descansar y dormir, aún tengo que organizar un par de reuniones con nuevos clientes que, si los aceptábamos en nuestro catálogo de clientes, significaría más trabajo.

Sin embargo, cuando llego al edificio y el portero me informa que mi madre espera por mí, sé que descansar es lo último que haré.

—Madre —saludo cuando las puertas del elevador se abren.

Beatrice se encuentra cómodamente sentada en el sillón de la sala, con las piernas cruzadas, una copa de vino en la mano que seguro ha robado del minibar, y una revista de moda en la otra.

—Hola cielo —responde ella dejando la revista a un lado y colocando la copa en la mesita del costado.

—¿A que debo el honor de tu visita a esta hora? —me quito el saco y me desabrocho los botones superiores de la camisa.

—No has ido a visitarme —dice casi son reproche —y con todo el asunto de tu hermano, quise venir a verte.

Se incorpora, toma una inhalación y se alisa la falda del vestido.

—¿Qué acaso nadie pretendía decirme que mis hijos parecen estar bajo la mira de alguien que intenta matarlos?

—No estamos seguros de que en realidad quieran matarnos —objeto —no tiene sentido preocuparte.

—¿No tiene sentido? —inquiere con indignación —Ya perdí a Lucca, y casi pierdo a Ángelo no una, sino dos veces, no quiero tener que pasar la misma angustia contigo también.

A pesar de que no tengo la mejor relación con mi madre, soy perfectamente capaz de darme cuenta de la manera en la que está preocupada. Una preocupación genuina.

Sí, puede que Beatrice haya sido una mala madre por mucho tiempo, sobre todo con Ángelo, pero en el último año tenía que admitir que se estaba esforzando. Ha hecho cosas que no hacía antes, incluso la relación con Jacob, el hijo que Ángelo tuvo en su anterior matrimonio a Daphne, ha mejorado.

—Estamos bien, mamá —me acerco a ella. Beatrice toma una corta inhalación y le sonrío. Elevo las manos hasta colocarlas a los costados de su cuerpo y la miro —estamos bien. Los niños están bien, Ángelo y Daph también, yo estoy perfectamente, no tienes de que preocuparte.

—Me preocupa el hecho de que en verdad haya alguien queriendo hacerles daño —dice con angustia —Antoni, ¿no lo entiendes? Si es verdad lo que el detective sospecha, si tiene relación con los casinos, no están solo detrás de Ángelo, están detrás de todo aquel que pueda ser un heredero.

Me aparto mientras sus palabras se me clavan en la mente.

—¿Qué?

—Incluso los hijos de tu hermano, incluso los trillizos que son apenas unos bebés corren riesgo. Cuando alguien busca destruir un imperio, comienza por las piezas más fuertes hasta que llega a los más indefensos —dice con tortura —¿ahora entiendes porque estoy tan angustiada?

Un sabor amargo se instala en mi boca. El estomago se me revuelve de solo considerar esa posibilidad. Nuestro padre jamás nos advirtió de esto, nunca supimos de un enemigo, o de algún otro imperio que quisiese aplastar al nuestro.

—Mamá, estamos bien —repito —nadie va a intentar matarnos, ¿sí? Es una locura y la policía ya está investigando. Tan pronto como tengan algo, prometo que te lo haré saber. ¿Bien?

Asiente, parpadea eliminando la mirada preocupada y me sonríe.

—No te preocupes, si estás asustada puedo contratarte un par de guardias y...

—Oh, no —dice —una ventaja es que soy demasiado vieja como para que alguien me considere como la siguiente directora de los casinos. No lo hice cuando tu padre falleció y no pretendo hacerlo ahora.

—¿Estás segura? —asiente —de acuerdo.

—Ese no es el único motivo por el que vine —confiesa —tu repentina nueva relación con la niñera, ¿tampoco pensabas decirme?

Me aparto y resoplo, la faceta agradable de mi madre no podía durar demasiado.

—Tengo casi treinta y siete años, creo que no debería estar contándote todos los detalles de mi vida privada —le recuerdo —soy lo suficientemente adulto como para tomar decisiones sin consultarlas con mi madre.

—Podrás tener cincuenta y eso no cambia nada —advierte —sigo siendo tu madre y me preocupo por tus intereses.

—Oh, y aquí vamos de nuevo —echo la cabeza hacia atrás —¿tienes que arruinar lo agradable de tu visita?

—Antoni Lombardi —reprende —te diré exactamente lo mismo que le he dicho a Ángelo, llevan un apellido, y las personas que escojan para portarlos, deben de ser las mejores. Solo hay algo que me interesa y es mantenerlos en la posición privilegiada en la que siempre han estado.

—Si, bueno, eso me queda bastante claro —respondo con ironía —escucha, Beatrice, yo no soy Ángelo, ¿sí? Serás mi madre y todo lo que quieras restregarme en la cara, pero no me voy a tomar el tiempo de darte más importancia de la que tienes en mi vida. Eres mi madre, te respeto, y te quiero. Pero por favor, no intentes tomar el control de mi vida privada y mucho menos te atrevas a cuestionar si la mujer a la que he elegido es apta o no para mí.

—¿Qué tanto sabes de Sally Rizzo? —inquiere.

—Lo suficiente como para decidir formalizar con ella —aseguro —y no necesito saber nada más.

—No hay registros de ella en Italia, no parece haber nada bajo su nombre, Antoni, ¿realmente conoces a esa mujer? La única actividad en el país viene de hace tres años, así que probablemente no vivió aquí antes de eso.

Una punzada de molestia me atraviesa el pecho cuando ella habla, cuando parece creerse con el derecho de hablar de ese modo de Sally.

—¿La investigaste? —espeto con molestia —¿te atreviste a investigar a mi novia?

—Antoni...

—¿Con que puto derecho, Beatrice? —bramo —¿Quién te crees para estar investigando en la vida de los demás? Claro, como si tu fueses una mujer completamente santa.

Mis reflejos son rápidos, deteniendo su mano antes de que pueda atreverse a golpear mi rostro.

—Ya lo he dicho, yo no soy Ángelo. No creas que aceptaré que intercedas en mi vida y pretendas que me quede de brazos cruzados.

Se libera de mi agarre y retrocede.

—Hay algo que esa mujer no te está diciendo —asegura —voy a descubrirlo.

—Si me entero que estás investigando, si sé que estás haciendo algo en contra de MI novia, Beatrice, juro que solo va a quedarte un hijo, y no se tratará de mí.

—No te atrevas a amenazarme.

—Y tú no te atrevas a pretender que puedes intervenir en mi vida como si fuese tuya —siseo con los dientes apretados —nada te da el derecho de hacerlo. Y será mejor que te acostumbres a Sally, porque no planeo escoger a otra mujer para que lleve el apellido, será la señora Lombardi algún día, te guste o no.

—Eres igual a tu padre.

Sonrío.

—¿No es lo que siempre quisiste? —inquiero con sarcasmo —creí que deseabas tanto que todos tus hijos fuesen tan exitosos y respetables como nuestro difunto padre.

Ella no responde.

—Tienes razón, soy igual a Paolo porque al igual que a él, no me importa en lo más mínimo tu opinión.

Retrocede mirándome herida, pero no siento ni un poco de remordimiento. No cuando ella nos ha hecho más daño.

No dice nada, me da la espalda para tomar su bolso y sus pasos alejándose es todo lo que escucho antes de que desaparezca en el interior del elevador.

Cuando el silencio de la planta me envuelve, me dejo caer de forma descuidada sobre el sillón.

No podía permitir que mi madre siguiera investigando a Sally, no podía dejar que se enterara de toda la verdad, que supiese todo el infierno que vivió. Porque a comparación mía, ella no comprendería. Ella haría todo para alejarla de mí.

Y juré cuidar de mi Dolcezza, le di mi palabra que nadie volvería a lastimarla, y si tenía que protegerla de mi propia familia, lo haría sin dudar.

SALLY

Nunca pensé que pudiera convertirme en la novia de un millonario casi quince años mayor, y que él sería el hermano de mi jefe.

Jefe que no ha dejado de llamarme cuñada desde que se enteró.

—Ya eres parte de la familia —asegura Ángelo con una sonrisa mientras se apoya contra la barra de la cocina —mis hijos deberían comenzar a llamarte tía.

—No —respondo con una risa nerviosa —quiero decir, sería estupendo y me encantaría, pero sigo trabajando para ti.

—Daphne aún trabajaba para mí y era mi novia —admite —no hay absolutamente nada de extraño.

—No la agobies —interviene Daphne —apenas está procesando que es la novia del impresionante Antoni Lombardi.

—Eh —Ángelo reclama hacia su esposa —¿por qué llamas impresionante a mi hermano? —su entrecejo se arruga mientras mira a Daph —creí que el único italiano impresionante y sexi en tu vida, era yo.

—Los Lombardi son unos celosos de primera —me advierte Daphne mientras camina hasta el costado de su esposo. Aún mantiene una férula en el brazo y los moretones en su rostro son visibles, pero parece estar perfectamente.

Los miro con una ligera sonrisa, dios, son tan adorables. Bastaban unos segundos para darte cuenta de la adoración con las que ambos se miran.

—Pero te aseguro que no podrás encontrar un mejor hombre que mi hermano —añade Ángelo —me alegra que el señor solitario se haya dado cuenta de sus sentimientos.

—Parece que no es tan frío como parece —me encojo de hombros.

—Los Lombardi siempre se quitan la armadura por la chica correcta —asegura Daph —creo que tu has sido la chica de Antoni.

Sonrío, algo en mi pecho revolotea al considerarme de esa manera. Antoni parecía ser todo aquello que siempre he esperado encontrar, a su lado es como si nadie pudiese hacerme daño, en pocos meses, se ha encargado de devolverme la seguridad que había creído perder.

—Si yo soy la chica, él definitivamente es el chico —la pareja me sonríe, un gesto sincero que me hace sentir en un ambiente familiar.

Antes de que podamos decir algo más, Lía, Jacob y Bella aparecen corriendo en la cocina.

—Papá, ¿Sally puede llevarnos al parque? —inquiere Lía.

—Claro, su tía Sally puede llevarlos —dice Daphne y los tres niños voltean hacia mí.

Me siento repentinamente avergonzada y Bella es la primera en gritar.

—¡El tío Antoni y Sally son novios! —chilla y la vergüenza me llena más, mi rostro se calienta y la mirada divertida que la pareja me lanza no ayuda en lo absoluto.

—Venga, vayamos al parque entonces —hablo intentando desviar la atención.

—¡Tía Sally! —grita Lía y Bella ríe —¡Tenemos nueva tía!

—Ay, Dios —una risa me envuelve cuando los niños se abrazan a mí.

Ángelo sonríe y se acerca lanzándome un guiño.

—Bienvenida a la familia, cuñada —dice antes de cruzar delante de mí seguido de su esposa, y dejarme con tres niños que parecen más emocionados por tener una nueva tía, que por su salida al parque.

La mansión Lombardi está cerca de varios parques, la ubicación es tan perfecta que todo lo necesario está relativamente cerca.

Escuelas, supermercados, parques, todo lo que pudiera ser necesario. Vamos andando hasta el parque que los niños han escogido, un par de guardias nos siguen de cerca y eso es suficiente para captar la mirada de varias personas de la cuadra.

Tan pronto como llegamos al lugar, Bella y Jacob corren a las resbaladillas y la pequeña Lía los sigue.

Uno de los guardias se posiciona cerca del sitio en el que juegan y otro permanece a una corta distancia del banco en el que estoy.

Mantengo la atención en ellos todo el tiempo, Bella y Jacob en un momento podían amarse y al segundo siguiente querer aventar al otro desde un barranco. Y eso es exactamente lo que sucede cuando están arriba de la resbaladilla.

—¡Es mi turno! —reclama Jacob —¡No seas grosera, Bella!

—¡Tú siempre quieres ir de primero en todo! —le reclama su prima.

—Niños, no peleen —advierto incorporándome.

—¡Sally dile que es mi turno!

—Escuchen, pueden deslizarse perfectamente uno detrás del otro. Esto no amerita que estén peleando.

Cuando Jacob intenta acercarse al borde de la resbaladilla para deslizarse, Bella lo empuja.

—¡Bella, no! —exclamo horrorizada al ver como Jacob pierde el equilibrio y cae fuera del espacio de la resbaladilla —¡Dios mío!

Gracias al cielo Fred, el guardia que estaba cerca de ellos, consigue atrapar a Jacob en su caída. Corro hacia ellos, Jacob está casi pálido y cuando me tiene frente a mí se abraza a mi cuerpo.

—Dios, ¿estás bien? —inquiero —¿te golpeaste? ¿Te hiciste daño?

Niega. Cuando me aseguro que se encuentra bien, miro hacia arriba.

—Bella, ¿Cómo se te ocurre empujar a tu primo de esa manera? ¡Pudiste hacerle daño! ¿Qué crees que va a decir tu tío cuando lo sepa?

—¡No le digas! —pide deslizándose hasta tocar la arena —¡Sally no le digas!

—¡Le diré yo! —grita Jacob —¡Le diré a papá que me empujaste y quisiste matarme!

—No, Bella no quiso matarte —intervengo con rapidez.

Los guardias nos miran divertidos.

—Bella no quiso matarte —repito hacia Jacob —fue una muy mala acción y va a disculparse contigo, ahora.

—No —dice ella cruzándose de brazos.

—Bueno, entonces puedes hacerlo delante de tu tío —respondo —estoy segura de que él va a estar tan feliz por lo que hiciste.

Ella resopla con molestia, pero aparta los brazos del pecho y mira a su primo.

—Lo siento Jacob, no debí empujarte.

Él no responde, por el contrario, gira hacia mí ignorando a su prima.

—¿Sally podemos irnos a casa?

Antes de que pueda responder, Lía llega. Su insistencia por no marcharnos hace que los dos mayores tengan que aceptar jugar con ella aún refunfuñando.

—Son unos torbellinos, ¿no es cierto? —inquiere Fred.

—Ese concepto se queda corto —aseguro con una risa.

Ambos nos colocamos más cerca por si los instintos asesinos de Bella contra su primo vuelven a aparecer. En determinado momento desvío la atención a otro punto, recorriendo el entorno del parque.

Hay varios niños jugando, familias alrededor y personas ejercitándose. El sol comienza a ocultarse, los últimos rayos iluminan el ambiente y sonrío levemente al mirar lo bello que el parque luce con los últimos rayos del atardecer.

Fred dice algo, sin embargo, no lo escucho porque de pronto el terror se apodera de mi cuerpo. Porque él está aquí.

Ya no es una ilusión, mientras lo miro fijamente sé que es él.

Sé que me ha encontrado.

—¿Señorita Rizzo? —el guardia se acerca —¿se encuentra bien?

Apenas me he dado cuenta de que estoy respirando de forma rápida e irregular, miro el rostro de Fred, él me observa con preocupación mientras me sostiene.

—¿Sally? —la voz de los niños me llena los oídos —¿Tía Sally que te pasa?

Volteo, pero él ya no está ahí. No está por ningún lado, mi mente me repite que seguramente fue una alucinación, que es una mala jugada.

Pero no es así.

Él es real.

—Antoni...—mi voz brota inundada en terror —Antoni...

—Llama al señor Lombardi ahora —dice Fred al otro guardia —¡Rápido!

Cierro los ojos intentando regular mi respiración, intentando recuperar el control.

Cuando el segundo guardia me entrega el celular, y escucho su voz preocupada, la fuerza regresa tan solo por un instante.

Dolcezza...—su voz me envuelve —¿qué ha pasado?

—Me encontró, Antoni —digo con terror —Él me encontró. 

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