Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

13.- Una misma forma


Antoni

No imaginé que Sally pudiera pasar un infierno como lo que vivió. Cuando dijo que me contaría la verdad, no pude siquiera pensar en algo tan...cruel. El solo hecho de recordar sus palabras y todo lo que ese hijo de puta le hizo, hace que una parte de mi quiera encontrarlo solo para hacerlo pagar.

Ha sido una tortura fingir que todo sigue bien, porque a pesar de que lo que me confió no cambian mis sentimientos hacia ella, si han desatado un aire de venganza para quien la dañó de esa manera.

Ahora deseo protegerla, cuidar de ella como nadie lo ha hecho. Está sola, sin familia, probablemente solo con unos cuantos amigos, y con un cabrón que puede encontrarla un día de estos.

Fingir que no estoy preocupado es una jodida tortura. Y no sé que hacer para dejar de sentirme tan impotente.

El fin de semana que pasamos en la finca pasó con rapidez, disfruté cada segundo en compañía de Sally, la intimidad que tuvimos al compartir cama -sin ningún tipo de intimidad más que el compartirla- fue una de las cosas que amenazan con volverse mi favorita, deseando repetirla tanto como sea posible.

Hicimos deporte en familia, incluso mi madre pareció convivir más con Sally. Daphne y ella parecían haber disfrutado de todo el fin de semana en la finca, y eso fue suficiente para mí.

Tres días ininterrumpidos solo consiguieron aumentar mi adicción hacia Sally Rizzo. Conocer parte de su pasado y el hecho de que se haya abierto a mi de una manera tan honesta, solo ha conseguido que los sentimientos se intensifiquen.

No puedo decir que me asusta sentir esto, pero es extraño, experimentarlos con esta intensidad, con una necesidad creciente de ser su protector...me inquieta.

Llevamos pocos meses de conocernos, mucho menos de haber decidido comenzar a salir, ¿por qué entonces sentía como si hace años que la conocía? ¿Cómo si nuestra convivencia hubiese sido tan frecuente como en los últimos meses?

Son preguntas a las que no consigo hallarles una respuesta, pero por mi propio bien, he decidido dejarlas a un lado.

Luego de un fin de semana más que increíble, tuvimos que volver y el trabajo me devolvió a la realidad.

El desarrollo del software cada vez se acercaba a su final, habíamos decidido implementarle algunos cambios, pero en general, el avance era extraordinario. Queríamos mantenerlo en extrema confidencialidad, es sabido que la competitividad dentro del sector tecnológico está a la orden del día, así que he querido asegurarme que mi software no corriera el riesgo de ser plagiado.

Superviso un poco más de los avances hasta que la llamada de Ángelo me saca de la sala de desarrollo.

—Hola, sé que estás ocupado con todo el asunto del Software, pero, ¿crees que puedas darme una mano esta noche con tus sobrinos?

—¿No tienes dos niñeras para eso? —inquiero tratando de recordar si tengo algún compromiso para esta noche.

—Marie, la nana de los trillizos se ha enfermado —admite —tengo una gala en el casino y Daphne vendrá, ¿crees que puedas venir y ayudar a Sally con los desastres?

—Si es una gala del casino, ¿por qué no estoy invitado? —lo molesto —te recuerdo que aún soy accionista.

—No seas idiota, si rechazaste la invitación —dice y me rio —es sorprendente cuando decides aparecerte a una gala.

—Bueno, privilegios que me dan el ser socio por derecho —musito con una sonrisa —y hablando de esta noche, estoy libre. ¿Está bien si llego a las siete?

Hermano, te debo una —asegura con alivio —esa hora está perfecta. Gracias, Antoni.

—No hay de que, te veo en unas horas.

Cuelgo la llamada luego de que él se despida, son casi las dos de la tarde y mi estomago comienza a protestar. El edificio de la empresa cuenta con una pequeña cocina que sirve los desayunos y almuerzos a los empleados, así que solamente tengo que llamar y ordenar algo del menú para aliviar mi hambre.

Ordeno un filete de res acompañado de arroz con hongos y decido beber uno de los tantos vinos que tengo en el minibar. Almuerzo en mi oficina con el tiempo justo antes de que alguien ingrese pidiendo consultar detalles de la nueva actualización del Software, atiendo todo lo necesario intentando librarme de cualquier pendiente para no ser llamado mañana, y son las cinco en punto cuando me marcho del edificio.

Voy a casa, el silencio es el mejor compañero que tengo y me recibe como es habitual. Decido tomar una ducha que me regrese los ánimos y tomo un cambio de ropa para mañana.

Estoy algo apurado por el tiempo, me ha tomado casi media hora venir de la empresa a la casa y otra hora tener todo listo antes de salir a casa de mi hermano. Nunca se puede confiar en el tráfico pero esta vez corro con suerte y justo a las siete, estoy entrando a la mansión de Ángelo.

—¡Tío! —sonrío cuando mis sobrinos corren hacia mí. Lía es la primera en lanzarse a mis brazos y luego Jacob seguido de Bella.

—Hola, ¿han echado de menos al tío Antoni? —inquiero.

—¡Sí! —gritan los tres y me hacen reír.

—Justo a tiempo —Ángelo aparece, enfundado en sus habituales trajes elegantes. Les dedica una sonrisa a los niños que aún siguen rodeándome y luego me mira —cenan a las ocho, es decir que ya van a cenar y deben estar en cama a las diez como máximo.

—Apenas estoy llegando y comienzas a saturarme de información —me quejo.

Él resopla, pero mantiene una sonrisa en los labios, los tacones resonando en las escaleras captan mi atención y sonrío un poco más al mirar a Daphne y a Antonella lucir tan bellas con sus vestidos.

Mi sobrina era el retrato de Lucca, exceptuando el cabello negro, mirarla es como mirar a mi hermano.

Antonella a sus casi diecinueve años, los cuales cumpliría en pocos meses, es la mujer que Lucca siempre dijo que sería. Mi hermano a pesar de todo, estaría orgulloso de sus hijas.

—Es un milagro que Ángelo te haya dejado usar ese vestido —la molesto —estás preciosa, tesoro.

—¿No vendrás a esta gala, tío? —cuestiona con una sonrisa.

—Me temo que no, las galas no son lo mío —admito dejando a Lía sobre la alfombra —pero diviértete por mi y no le ocasiones infartos a tu tío.

Daphne y ella ríen.

—Muy gracioso —dice mi hermano a mi costado —Sally está ahora con los trillizos, por favor no hagas indecencias en mi casa.

—¡Ángelo! —reclama Daphne —hay niños escuchando.

—¿Qué son indecencias, tío? —me cuestiona Lía. Me aguanto la risa e intento aparentar seriedad mientras apoyo las manos en las rodillas y me inclino hacia adelante.

—Es portarse mal en lugares que no debes —respondo.

Gracias al cielo esa respuesta parece ser suficiente para ella. Ángelo refunfuña sobre el tener que aclarar esas cosas y se molesta un poco más cuando le digo que fue su culpa por mencionarlo.

Ellos se despiden de sus hijos y Antonella de sus hermanos poco tiempo después, voy hacia la puerta y permanezco ahí hasta que su auto sale de la casa.

—Bueno niños, creo que hay una cena que les espera —murmuro haciéndolos ingresar a la casa de nuevo.

—¿Cuándo podremos ir a la gala nosotros? —inquiere Jacob —Papá dice que aún somos pequeños.

Frunce los labios con molestia y me rio ante lo frustrado que luce. Cuando llegamos a la cocina, la señora Wilson ya ha servido los platos con la cena así que ayudo a Lía ha colocarse en su silla mientras los otros dos niños se acomodan en las suyas.

—Tu padre tiene razón, aún son pequeños —respondo —no te pierdes de mucho, te lo aseguro.

—¿Cenará señor Lombardi? —me cuestiona la señora Wilson.

—Aún no, gracias —respondo con una sonrisa a la mujer.

—¿Es divertido dirigir un casino? —pregunta Jacob.

—Bueno, yo no lo considero divertido, pero al parecer tu padre sí —señalo —¿por qué lo preguntas? ¿Quieres dirigir los casinos algún día?

Sonríe y asiente.

—Quiero ser como papá —dice con un gesto orgulloso.

La conversación rápidamente se desvía a otro tema, Bella y él hablan de algo a lo que no le estoy prestando atención porque solo pienso en lo que Jacob ha dicho.

Ángelo está haciendo un trabajo extraordinario al criar a sus hijos, y a nuestras sobrinas. Aún recuerdo lo renuente que estaba de hacerse cargo de las hijas de Lucca cuando él falleció, y ahora es como si no pudiera vivir sin ellas.

Él no deseaba nada de lo que ahora tiene, pero al final terminó siendo lo que siempre necesitó, así que me cuestionaba:

¿Cuánto tiempo falta para que yo comience a desearlo también?

Sally baja cerca de diez minutos después, tiene a Taddeo en brazos quien sonríe apenas me mira. Un balbuceo brota de él mientras extiende los brazos hacia mí y no dudo en tomarlo.

—Todos tus sobrinos te adoran —dice Sally entregándome al bebé.

—Claramente —respondo con orgullo —¿qué hay de los otros dos?

—Durmiendo como angelitos, solo que siempre hay uno que no quiere acompañarlos —dice divertida.

—Y por lo que sé, suele ser Carina, ¿no es cierto?

—La misma —dice mientras se acerca para recoger los platos que los niños han dejado sobre la mesa. Les da indicaciones para lavarse los dientes y ellos lo hacen sin chistar.

Sally gira hacia mí y descubre mi atención sobre ella. Sonríe y se apoya contra la mesa de la cocina.

—Parece que sabes bien como controlarlos —Sally gira de nuevo para terminar de levantar los platos y los lleva hasta el fregadero.

Permanezco a unos pocos pasos de distancia con Taddeo en brazos mientras ella se encarga de lavar los platos que acaba de colocar, no le toma demasiado tiempo y para cuando termina, yo aún estoy en la misma posición.

—Eres bueno con los bebés —señala cuando abandonamos la cocina para ir hacia la planta superior.

—Es mi encanto natural —respondo —¿verdad, pequeñín?

Mi sobrino lanza un balbuceo con una sonrisa, el parecido con Daphne es evidente y solo se acentuaba más con el paso de los tiempos. Gracias al cielo no fueron trillizos idénticos porque de lo contrario, identificarlos sería toda una misión para la cual no creía estar preparado.

Si fuese idénticos nunca hubiese sabido cual es cual.

La rutina de los niños no es tan complicada, yo me encargo de Taddeo mientras Sally se encarga de hacer dormir a los dos mayores. Son cerca de las diez en punto cuando conseguimos que los seis niños estén dormidos en sus respectivas habitaciones.

Nos aseguramos de que los monitores estén encendidos antes de bajar de nuevo a la cocina. Ninguno ha comido así que nos preparamos un par de sándwiches y nos sentamos uno frente al otro.

—Si no te gustan los niños, ¿por qué aceptas cuidar de ellos? —inquiere mirándome con curiosidad.

—No es que no me gusten —murmuro —porque no creo que es algo que pueda desagradarte, solamente no considero que yo pueda tener a un pequeño yo las veinticuatro horas del día. Es demasiada responsabilidad, y aunque las nanas existen, yo no contrataría una.

Sus cejas se fruncen levemente, deja el sándwich sobre el plato y me mira con intriga.

—¿Por qué?

—Crecí con nanas —expreso —de hecho, todos mis hermanos lo hicieron. Nuestra madre estaba más preocupada por sus eventos y salidas, haciendo amistades importantes que gran parte del tiempo, fueron las nanas las que nos educaron. Cuando ya no fueron requeridas, simplemente lo seguimos haciendo solos.

—¿Tu padre era un hombre ocupado?

Sonrío con ironía.

—Mi padre solo tenía vida para los casinos, para nada más —expreso —si tuvo hijos creo que fue solo por el hecho de que necesitaba herederos, no porque en verdad los deseara. Nunca nos inculcó la unión familiar, entre Lucca y yo siempre hubo cierto aire de competencia por la aprobación de nuestro padre, así que no fuimos tan unidos.

—¿Qué hay de Ángelo?

—Ángelo fue el protegido de Lucca —le doy una mordida a mi sándwich y me tomo el tiempo de saborearlo antes de volver a hablar —él le enseñó todo, en cierta parte, fue como la figura paterna de Ángelo.

Recuerdo que muchas veces me desagradaba la manera en la que Lucca trataba a Ángelo. Como si quisiera reflejar en nuestro hermano todo lo que él no pudo ser. Cuando Ángelo volvió a Italia luego de varios años, detesté la manera en la que Lucca hizo que dejara de ser él, para convertirlo en un hombre arrogante y de apariencia autosuficiente.

Y luego, cuando lo consiguió, vino diciendo que no sabía porque Ángelo era de esa manera.

Mi hermano mayor era un idiota de doble moral.

—Pero, tú y Ángelo parecen unidos ahora —dice con una pequeña sonrisa.

Sonrío levemente.

—Somos hermanos después de todo, pero esta convivencia es reciente, en el ultimo par de años nos hemos esforzado por ser unidos, después de todo, solo nos tenemos a nosotros.

—Al menos consiguieron recuperarla —dice suavemente —a mi me hubiese gustado tener algún hermano, creo que las situaciones difíciles son más llevaderas si tienes a alguien a tu lado.

—A veces los hermanos no son precisamente de sangre —le recuerdo —porque incluso los que comparten lazos sanguíneos son unos hijos de perra.

—Me abstendré de preguntar —dice riendo.

Yo la imito y me encuentro a mi mismo disfrutando de su presencia y compañía. Es tan fácil hablar con ella que no parece haber necesidad de secretos, de absolutamente nada más que de ser completamente trasparentes.

Continuamos con nuestra cena y cuando terminamos, cada uno se marcha a sus habitaciones. Siempre ocupo la misma, de hecho, hay algunas pertenencias mías que dejo de forma permanente en la habitación. Nunca se sabe cuando mi hermano me requerirá de cuidador de sus hijos.

No duermo de inmediato, en realidad el sueño no parece tener intenciones de llegar a mi sistema así que paso las horas siguientes en la laptop, revisando los informes del software y de otras actualizaciones que serían lanzadas en los siguientes meses.

Para cuando me doy cuenta, son las dos de la mañana y el monitor de la habitación de los trillizos se ha encendido.

Aparto las sábanas y dejo a un costado la computadora, solamente guardo el celular en mi bolsillo. Me calzo las pantuflas y salgo de la habitación. El frío y oscuro pasillo de la casa me recibe mientras camino hacia el dormitorio de mis sobrinos. Sally no ha llegado, así que apago el monitor para no despertarla y me acerco a la cuna.

—Oh, tienes unos muy buenos pulmones —mascullo inclinándome al interior de la cuna para tomar a Carina en brazos —ya, ya, principessa, no llores.

Hay un biberón preparado en el costado izquierdo de la mesita de noche, en realidad hay tres así que busco el que tiene la inicial de Carina y con la mano que tengo libre echo el agua tibia del contenedor.

—Gracias a ustedes soy todo un experto —expreso con una sonrisa. Cari abre levemente los ojos y conecta la mirada con la mía. Tiene unos ojos preciosos, unas pestañas tupidas y la piel tan blanca que parece una muñeca de porcelana.

Me muevo por la habitación con ella en brazos. Cuando se acaba el biberón la coloco sobre mi pecho y dejo suaves palmaditas sobre su espalda.

Gracias al cielo los otros dos no despiertan, así que cerca de diez minutos después, puedo dejar a Cari en su cuna. Me aseguro de que sus hermanos sigan durmiendo y salgo con cuidado de no hacer demasiado ruido.

Estoy a mitad del pasillo que conduce hacia mi dormitorio cuando un grito me alarma. Mis pasos se detienen mientras giro, no hace falta escuchar el sonido otra vez para que consiga reconocer el sonido.

Es Sally.

Casi corro a su dormitorio, abro la puerta con brusquedad y la encuentro removiéndose entre las sábanas. Tiene los ojos cerrados con fuerza y parece luchar contra alguien. No dudo en acercarme, un par de lágrimas se deslizan por sus mejillas y me acerco lo suficiente como para poder rodearla con mis brazos.

—Sally, Sally despierta —sacudo levemente su cuerpo —Dolcezza...

Abre los ojos de golpe, una mirada aterrada es lanzada en mi dirección y la sostengo con firmeza cuando intenta apartarse.

—Está bien, soy yo —susurro —está bien.

Sus bonitos ojos se humedecen, un sollozo brota de ella y cuando se refugia en mi pecho, sollozando, algo en mí se retuerce con furia.

—Está bien, está bien —susurro con dulzura, una de mis manos traza caricias suaves en su cabello y con la otra trazo círculos en su espalda.

Le toma varios minutos tranquilizarse, la señora Wilson aparece unos momentos después con semblante preocupado.

—Todo está bien —informo cuando pregunta por Sally —estará bien.

Sally mantiene el rostro escondido entre mi pecho, solo se aparta cuando la señora Wilson cierra la puerta y la oscuridad nos envuelve.

—Lo siento —su voz aún tiembla, pero el llanto se ha detenido.

—No tienes que disculparte, Dolcezza —aseguro —¿Estás bien?

Asiente levemente, se aparta de mi cuerpo y se apoya contra el cabecero de la cama. Tira de las sabanas hasta cubrirse por completo y gira la cabeza hacia mí.

—Llevaba meses sin tenerlas.

—¿Quieres hablar de eso? —a pesar de la oscuridad soy capaz de verla cerrar los ojos con fuerza y negar —de acuerdo.

Me acerco, ella no se rehúsa a mi cercanía. Cuando elevo el brazo, Sally no duda en refugiarse de nuevo contra mi pecho. Mis brazos la envuelven y la apego a mí.

—Siempre es la misma pesadilla, el mismo momento —dice con voz rota —no consigo olvidarlo por más que lo intento.

—Algo tan fuerte como eso no se olvida con facilidad, Dolcezza —susurro —¿has intentado con un terapeuta?

Ella sacude la cabeza en forma de negativa. Toma una corta inhalación y continuamos en un silencio envolvente. Su respiración poco a poco se normaliza, y pasa otro rato antes de que Sally parezca haberse recompuesto por completo.

—Lo siento, no quise hacer que perdieras tus horas de sueño —se disculpa.

—En realidad estaba despierto, Carina tenía hambre —informo.

—Dios, ni siquiera escuché el monitor —cierra los ojos y apoya la cabeza contra la almohada —a veces creo que un día de estos tu hermano va a despedirme.

Me rio, eso es imposible.

—Te necesita, eres encantadora con sus hijos —le recuerdo— no va a despedirte.

Gira el cuerpo hacia mí, así que me acomodo también para conseguir mirarla sin problemas.

—Eres algo así como el hombre que siempre esperé encontrar —confiesa —y eso que apenas y te conozco.

—Pero me conoces lo suficiente, Dolcezza —aseguro.

Sally se acerca, es ella quien elimina la distancia entre nosotros y se apodera de mis labios. Mis manos viajan hasta el hueso de sus caderas y apenas me doy cuenta cuando se coloca sobre mí.

Sus piernas se posicionan a los costados de mi cuerpo, extiende el torso hasta que sus pechos chocan contra mis costillas y no deja de besarme ni un solo segundo.

—Dolcezza, no quiero que pienses que me aprovecharé de un momento de vulnerabilidad —la detengo.

Sally sonríe. Mueve las caderas y la fina tela de los pijamas no ayuda demasiado. El roce se siente como la gloria, tanto que cierro los ojos y muerdo con fuerza mi labio inferior cuando ella lo repite.

—Sally...

—Necesito dejar de pensar —dice casi suplicante —hazme dejar de pensar.

Vuelve a moverse contra mí con un poco más de intensidad, mis manos se aferran a sus muslos mientras la acerco a mí, haciendo del roce un movimiento mucho más profundo. El bulto entre mis piernas comienza a crecer, ella echa la cabeza hacia atrás mientras continúa balanceándose contra mí.

Un jadeo brota de sus labios, su cabello cae por sus hombros y los leves risos se mueven con el vaivén de sus caderas.

—Hazme dejar de pensar —repite y es todo lo que necesito para abrir la puerta de mi autocontrol.

La sujeto con firmeza y ella ahoga un grito cuando la hago girar. Me extiendo por la cama hasta alcanzar los monitores y apagar ambos porque no quiero arriesgarme a que mis sobrinos escuchen algo.

—No me pidas detenerme porque seré incapaz —advierto antes de apoderarme de sus labios.

Todo el deseo que siento por ella se desborda de una manera incontrolable. Mis manos viajan hasta el interior de su pijama y un respingo brota de ella cuando mi mano llega a su entrepierna.

Su respiración se agita cuando las yemas de mis dedos rozan sus pliegues, contiene la respiración cuando introduzco uno de ellos y un gemido se escapa de sus labios.

—Shht —susurro comenzando a mover el dedo en su interior —hay niños durmiendo.

—Lo sé —dice ahogando un segundo gemido.

Me apodero de sus labios acallando los sonidos que brotan de ella, el cuerpo de Sally se estremece y retiro la mano. Un gruñido brota de ella, pero no dura demasiado. Me tomo el tiempo para recorrer cada zona de su cuerpo, me deshago con facilidad de la ligera blusa para dormir y luego ella hace lo propio con mi camisa.

Los pantalones estorban también, en cuestión de segundos todas las prendas acaban en el suelo.

Santo cielo, sabe tan bien. Mis labios recorren desde su cuello hasta su pecho, la piel se le eriza ante la humedad de mi lengua en las zonas específicas.

Señor Lombardi —gruño cuando me llama de esa forma con un sonido lleno de placer.

Mis dedos se pierden de nuevo en su interior y ella se retuerce debajo de mí. Ahoga los sonidos mordiéndose el dorso de la mano, cuando son incontenibles se aferra a las sábanas y cuando me aparto, dispuesto a entrar en ella, recuerdo los malditos condones.

Una palabrota sale de mis labios.

—Dolcezza —ella me mira, su pecho sube y baja con respiraciones irregulares —no tengo condón.

En vez de una mirada decepcionada, lo que obtengo es una sonrisa traviesa.

—No hay problema por eso —asegura elevando la espalda del colchón. Se arrastra hasta tomarme de la mano y tirar de mi hacia la cama. Cambia la posición, sus manos me empujan hacia atrás y cuando se desliza hacia abajo, sé lo que va a hacer.

Mi cuerpo reacciona antes de siquiera sentir sus labios, ella sonríe con picardía y su respiración contra la zona me hace gemir.

¿Tanto la deseo como para que el solo hecho de su cercanía me provoque placer?

Antes de siquiera poder tener sus labios contra mí, el celular suena. Tengo el impulso de hacer que Sally permanezca contra mi cuerpo y termine lo que pretendía, pero la dejo alejarse en busca de mi celular.

—Déjalo —pido —seguro...

—Es un número desconocido —informa.

No retengo la maldición mientras extiendo la mano y tomo el teléfono, no me molesto en revisar el número y solo deslizo la pantalla.

—¿Hola? —el en segundo en el que hablo, los labios de Sally envuelven mi miembro.

Tengo que hacer uso de todo mi autocontrol para no gemir ante la calidez de su boca, la miro. Ella me observa con diversión y mi cuerpo se contrae. Mis músculos se ponen rígidos y echo la cabeza hacia atrás.

¿Señor Antoni Lombardi? —cuestiona la voz.

—El hablaaparto el celular cuando un jadeo brota de mis labios. Me veo tentado a pedirle que se detenga, pero a la vez, la humedad de su boca y su lengua es tan placentera.

Señor Lombardi, le hablamos del Hospital San Raffaele —el placer se va en cuestión de segundos, mis sentidos se encienden, pero por otra cosa —para informarle que su hermano y familia tuvieron un accidente en la carretera federal.

Mi mente se apaga, todo desaparece mientras me aparto con más brusquedad de la necesaria. Sally luce desconcertada cuando la aparto de mi cuerpo y me alejo. Son segundos, flashazos de recuerdos en los que mi mente se llena de lo que ocurrió hace casi tres años.

Lucca.

El accidente.

Su muerte y la de Jenna.

—¿Un accidente? —Sally se cubre con las sábanas mientras me mira alarmada—¿ellos están...están bien?

—Están graves, señor Lombardi, por el momento no tenemos más información, debe presentarse cuanto antes.

Dejo caer el celular, mi pecho se contrae y la respiración me falta. Los recuerdos se hacen mas fuertes mientras intento respirar, pero no lo consigo.

Sally se acerca con rapidez, siento sus manos cálidas tocarme el rostro, su voz pidiéndome que respire.

Pero no lo hago, no soy capaz porque Ángelo tuvo un accidente de auto.

Un maldito accidente, en la misma carretera federal, porque es la misma manera en la que perdí a Lucca.

Y no quiero perderlo a él, no podría perder a Ángelo de la misma manera. Mis pulmones queman, la voz de Sally se vuelve más preocupada mientras intenta ayudarme a respirar.

—Cariño, respira conmigo —me toma la mano y me hace tocar su pecho. Siento el latir rápido de su corazón —respira conmigo.

—No...puedo...—mi voz brota ahogada. Las imágenes vuelven, cierro los ojos con fuerza ante la intensidad de los recuerdos.

—Mírame —pide y lo hago. El oxigeno me falta, pero no puedo dárselo a mis pulmones, me siento mareado, inestable —solo mírame. Siente mi corazón, respira conmigo.

Las yemas de mis dedos perciben el golpeteo de su corazón contra la piel, ella hace los movimientos de respiración, me fijo en sus ojos, en el bonito color marrón, en el iris que parece brillar.

—Respira conmigo —pide —por favor, cielo, respira conmigo.

Lo hago, una respiración consigue darme un poco de oxígeno, luego otra y otra hasta que mi cuerpo recupera sus fuerzas.

—Necesito...necesito ir al hospital —mascullo aún sintiendo el pánico en mi pecho.

—¿Qué pasó? —me aparto, aún me siento mareado. Recupero el celular solo para ver que por el golpe al caer seguramente se ha apagado.

Tomo mi ropa, el pantalón de pijama y la camisa. Me la coloco con rapidez mientras intento regular mi respiración.

—Quédate con los niños, por favor —pido —no los dejes solos, te...te llamaré cuando sepa algo.

—¿Algo de qué? ¿Qué pasa, Antoni?

Me detengo, tomo una inhalación y con todo el pánico en mi ser, repito lo que me dijeron por el teléfono.

—Mi hermano tuvo un accidente en la carretera, y tengo que ir al hospital. 

Con el corazón latiendo hasta casi colapsar, salgo de la habitación sintiendo el pánico abrirse paso en todo mi sistema, llevándome arrastrado hacia el aterrador momento de esa noche en donde perdí a Lucca. 

Así que ruego, suplico e imploro, que la historia no se repita ahora con mi hermano menor. 

__________________________________________________________________________________________

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro