11.- Un misterio, una sola verdad.
Antoni.
Observo a Sally ir detrás de mi sobrina, la música infantil se escucha por las bocinas combinándose con las risas de los niños que corretean por todo el jardín.
Hoy es el primer cumpleaños de los trillizos, y parece ser que mi hermano ha decidido celebrar por todo lo grande. La casa está completamente llena de globos de colores, música alegra e innumerables niños corriendo por el jardín.
Sonrío levemente cuando Lía da un mal paso y cae sobre el césped, Sally se inclina para levantarla, pero no puede evitar reír.
Hace tres meses que hemos comenzado a salir, tres meses desde la cita en aquella acera que fue el momento en donde toco cambió, casi noventa días en donde he experimentado más cosas de las que si quiera fui capaz de imaginar.
Tuve que tolerar a mi hermano ser tan molesto como nadie todo el primer mes, luego pareció superar el hecho de que su hermano mayor estuviese saliendo con una chica y ahora, a pocos meses, decía que ya consideraba a Sally como de la familia.
Han sido tres meses tan revolucionarios para mí, poco más de noventa días en donde he descubierto una faceta que desconocía de mí mismo, una faceta que acaba de ver la luz y no planea esconderse nunca más.
—No la mires demasiado o vas a dejarte en evidencia —Ángelo me sonríe con diversión. Sostiene a Carina en brazos, la adorable bebé me regala una sonrisa encantadora que me hace extender los brazos hacia ella.
Mi hermano me la entrega, Cari lleva las manos hacia mi barba y se ríe cuando hago el ademán de morderle los dedos. Un bonito sonido brota de su pequeño cuerpo, una risa melódica que se contagia con escucharla unos pocos segundos.
—No creo poder dejarme más en evidencia de lo que ya estoy —objeto—ella me ha descubierto completo.
—Sabe como manejarte, eh —golpea su codo contra uno de mis costados y se ríe.
—Creo que lo mismo sucedió contigo, ¿o no?
Ángelo ríe a modo de respuesta, voltea fijando la atención en su esposa quien ha llegado a lado de Sally. Ella y Daphne siempre han sido amigas, pero parece que desde que Sally y yo comenzamos a salir, su amistad se ha intensificado un poco más.
Acomodo a Carina de una mejor forma entre mis brazos, parece demasiado entretenida con mi barba y cuando pasa las manos por la zona no evita reír.
—Tu hija es encantadora —murmuro hacia Ángelo —será mi sobrina favorita.
Mi hermano ríe un poco, extiende la mano para acariciar el cabello de su hija y luego me mira.
—¿Qué hay de ti? ¿Cuándo me darás el honor de ser tío?
—¿Qué acaso no tienes suficiente con tres sobrinas? —me burlo—¿Para qué quieres más?
—Oh, vamos, señor solitario —se queja—¿El tema de los hijos sigue siendo el mismo?
—Apenas llevamos tres meses saliendo —objeto—Cari dile a tu padre que deje de fastidiarme.
Mi sobrina emite un balbuceo a modo de respuesta y me rio.
—¿Lo ves? Ella está de acuerdo conmigo —pronuncio—deja de fastidiarme, hermanito.
Resopla, decido apartarme antes de que él pueda continuar con sus insistencias sobre ser tío otra vez y camino, aún con Carina en brazos, hacia el sitio en donde Sally se encuentra.
—Ahí estás —dice apenas me mira —y vienes con la encantadora princesa.
Mi sobrina lanza un grito emocionado cuando ve a Sally y cuando ella hace el ademán de tomarla, Lía reprocha.
—Ella tiene su niñera —dice cruzándose de brazos—no la tomes.
—Oh, cariño, te aseguro que sigo siendo capaz de abrazarlas a ambas —le asegura Sally con dulzura.
Es enternecedor ver a una niña de cinco años cruzarse de brazos y formar un mohín con los labios.
—Creo que no necesitas que te cele, con ellas tienes suficiente —la molesto.
—Mi cariño es peleado —dice con diversión—debes aplicarte o terminarás por perderlo.
Finjo un gesto indignado.
—Vamos Cari, apartémonos de personas que no quieren darnos su cariño —coloco la mano en la pequeña espalda de mi sobrina y como si pudiera entender lo que acabo de decirle, ella se apega abrazándose a mi cuello.
Una carcajada brota de Sally, me rio con ella, pero termino apartándome porque Carina pide ir con su madre.
El resto del día la pasamos genial, entre niños corriendo por todo el jardín, los juegos y la atención dividida entre todos mis sobrinos, las horas pasan en un parpadeo.
Cuando la noche comienza a apoderarse del ambiente y los invitados poco a poco comienzan a marcharse, es cuando Sally y yo nos permitimos un tiempo a solas.
—Creo que no te lo dije, pero hoy estás preciosa —murmuro cruzando uno de mis brazos alrededor de su cintura. Sally sonríe, se apega a mi cuerpo acomodando el traje y luego se coloca en puntillas para dejar un casto beso sobre mis labios.
—Tú siempre estás apuesto —responde—no hay necesidad de decirlo.
—Pero me gusta escucharte decir que soy apuesto —la molesto—mañana es tu día libre, ¿no es cierto? ¿Qué dices si te llevo a comer y...?
—Oh, lo siento —dice con una mueca —pero le prometí a Génesis que iríamos a almorzar juntas.
Me siento decepcionado, pero eso no impide que sonría.
—De acuerdo, en otra ocasión será...
—Antoni —retengo el impulso de rodar los ojos cuando escucho la voz de mi madre. Finjo una sonrisa antes de darme la vuelta y mirar a Beatrice Lombardi.
Como es habitual, viene con su acostumbrada postura elegante, las joyas colgando de su cuello y muñecas y el bolso de diseñador.
—Hola, madre —saludo.
—Sally —dice ella con una sonrisa—te ves encantadora.
—Gracias, señora Lombardi —responde.
Extiendo mi mano para cruzarla por su espalda baja, mi palma se coloca en el hueso de su cadera para conseguir apegarla a mí lado.
Mi madre nos observa con curiosidad, Beatrice no se había pronunciado al respecto. Y aunque lo hiciera, su opinión es algo que me tiene sin cuidado.
—Supongo que Ángelo te lo habrá dicho, pero un antiguo amigo de tu padre vendrá a la finca de Turín —informa—creo que no es necesario decir que requeriremos tu presencia.
—¿Para qué? —inquiero—supongo que tratarán temas de negocios y...
—Será un fin de semana —interrumpe—vendrán el viernes por la tarde y partirán el lunes por la mañana, no estoy preguntando si quieres asistir, querido, te estoy avisando que debes estar presente.
Me sonríe y nos da la espalda sin esperar una respuesta, apenas ha dado un par de pasos cuando se detiene, y gira de nuevo.
—Tal vez puedas acompañarnos, Sally —añade con una sonrisa—sería encantador pasar tiempo con la mujer que ha atrapado a mi hijo.
—Oh, claro, es decir...—aprieto los labios para retener la risa cuando escucho su tono nervioso—si los señores Lombardi no requieren que cuide a sus hijos, estaré encantada.
—Seguro puedes arreglarlo, Antoni —dice mi madre—sería un placer tener a tu novia con nosotros en la finca.
Nos mira una última vez y el sonido de sus tacones contra la losa es todo el sonido que se escucha.
—Dolcezza...
—No —dice girándose hacia mí —no quiero que tu hermano, que aún es mi jefe, piense que estoy tomando atribuciones. Mi empleo es cuidar de tus sobrinas y no puedo ausentarme un fin de semana.
—Si es una salida familiar, Ángelo llevará a los niños —dice —Daphne es imposible que se separe de los pequeños, así que estarás ahí.
—Como la niñera —me recuerda.
—Sally, eres la niñera de mis sobrinos, pero también eres la chica con la que salgo —le recuerdo—Dolcezza, no sé si piensas que eso es un problema, pero para mi no significa ninguno.
Suspira, eleva la mirada hasta conectarla con la mía y parece rendirse.
—Bien, si las niñas van a la finca, estaré ahí. Pero si no es de ese modo, no quiero que hables con tu hermano —pide —en serio.
No tengo más remedio que darme por vencido, porque si algo he aprendido de la señorita Rizzo en este tiempo, es que odia las insistencias. Y no quiero terminar por ser ignorado.
—De acuerdo —finalizo —prometo que no haré nada.
Me sonríe, se acerca de nuevo a mi cuerpo y se eleva en puntas para conseguir plasmar sus labios contra los míos. Mis manos se aferran a los costados de su cintura mientras tomo el control del beso.
Han sido tres meses en donde he descubierto una nueva faceta de la sensualidad, Sally es la definición misma. No hemos tenido sexo, ni siquiera nos hemos visto en ropa interior pero no ha sido impedimento para que la mujer haya conseguido que experimente un grado de excitación.
Cuando se aparta, una bonita sonrisa se extiende por todo su rostro.
—Tengo que ir con las niñas —dice alejándose—te veo luego.
—Te veo luego —confirmo y me regala una última sonrisa antes de darse la vuelta, y alejarse hasta perderse en el interior de la casa.
A pesar de que estoy tentado, no hablo con Ángelo sobre el hecho de que Sally viaje a la finca sin responsabilidades laborales, así que me sorprende cuando recibo la visita de mi hermano el viernes por la mañana en la empresa.
—Vaya, ¿a qué debo tu visita? —inquiero.
—Bonita oficina —dice mirando a su alrededor. Sonríe levemente mientras se posiciona en el asiento frente a mí—deberías invitarme alguna vez ha tomar algo.
—Bueno, ya que estás aquí podemos aprovechar —sugiero incorporándome para ir hacia el minibar.
Tomo una botella de vino y un par de copas del estante, sirvo el líquido en ambas y le entrego una a mi hermano.
—¿Mamá te dijo sobre el viaje a la finca? —inquiere.
Asiento.
—Me dijo que deseaba que Sally fuera —continua. Se detiene para darle un pequeño sorbo al vino y luego deja la copa sobre el escritorio—y supongo que tú igual deseas lo mismo.
—Evidentemente, pero entiendo que es ella quien cuida de nuestras sobrinas, y me pidió expresamente que no interfiriera en su trabajo.
Ángelo sonríe un poco.
—He estado pensando que no le he dado vacaciones —dice aclarándose la garganta—los desastres no desean ir a la finca, Antonella tendrá un viaje con los padres de su novio, y Jacob se rehúsa a faltar a los entrenamientos de futbol. Así que solo Lía vendrá con nosotros porque Bella tiene una pijamada con sus amigas. La madre de Daphne cuidará de ellos mientras estamos fuera.
—¿Quieres decir...?
—Le he informado a Sally —dice mi hermano con una pequeña sonrisa—deberías llamarla y coordinar los detalles del viaje.
Permanezco en silencio, con una sonrisa oculta.
—Anda, dime que soy el mejor hermano —pide riendo y solo en ese punto me permito liberar la sonrisa —es lo menos que puedo hacer, ella te gusta en serio, puedo verlo. Así que, si puedo hacer que pasen un tiempo juntos sin niños de por medio, tenlo por seguro.
—Eres el mejor hermano —respondo con una sonrisa—gracias, Ángelo.
—Puedo hacer de cupido de vez en cuando —dice encogiéndose de hombros —ahora, me gustaría tomar más vino contigo, pero tengo mi propio negocio que atender.
Se incorpora del asiento dándome una sonrisa y le devuelvo el gesto.
—Nos vemos en la finca —dice haciendo un ademán de adiós antes de salir por la puerta.
Cuando me quedo solo, tomo el celular y abro la aplicación de mensajes, el nombre de Sally aparece en la parte superior así que abro el chat.
"Prepárate, Dolcezza. Tendremos un fin de semana para disfrutar"
Y sin pensarlo demasiado, envío el mensaje.
Tuve que preparar casi a prisa las cosas que nos serían de utilidad para el fin de semana en la finca de Turín.
La mansión construida en los terrenos de los inmensos prados de la ciudad de Turín fue comprada por mi bisabuelo, quien a su vez se la heredó a mi abuelo, y él se la entregó a mi padre, Paolo Lombardi cuando se casó con Beatrice.
Según instrucciones, y lo que mi padre siempre decía, la mansión se heredaba al primogénito de cada generación, la finca debería de haberle pertenecido a Lucca, recuerdo lo mucho que mi hermano solía amarla, y los planes de construcción que tenía para la mansión.
Ahora, por desgracia, ninguno de esos planes se llevaría a cabo. Aunque tal vez, cuando la finca sea mía, pudiera hacer algunas de esas cosas que Lucca deseaba.
No fuimos cercanos, nunca hubo el sentimiento de unión, pero es mi hermano, y lo quise como tal.
La finca está a casi una hora y media de distancia en automóvil. Salimos a poco más de media tarde así que llegaríamos justo al momento de la cena.
—Ya sé que dijiste que no debo de preocuparme...—comienza a decir Sally—pero estoy algo nerviosa, tu madre estará ahí, y los amigos de tu padre, sus familias y yo...
—Dolcezza, tranquila —sonrío un poco mirándola de soslayo—será divertido, estará Ángelo, y Daphne. No tienes nada que temer, además, el amigo de mi padre en casi un anciano, no debes preocuparte por él.
No parece convencida, se remueve en el asiento de la camioneta y suspira.
—Sally, estarás bien —insisto.
Me mira, le sonrío con sinceridad y eso parece calmarla.
—Y si en algún momento quieres marcharte, solo debes decirte y te llevaré a casa, ¿de acuerdo?
Su sonrisa se vuelve más sincera.
—Gracias.
—No hay de que, Dolcezza.
Continuamos con el recorrido, aproximadamente diez minutos después el desvío de la finca se aproxima, tomo el desvío izquierdo y sonrío levemente cuando de reojo, puedo apreciar la expresión asombrada de Sally.
—Dolcezza, bienvenida a la Finca de los Lombardi —las rejas automáticas se abren cuando nuestro auto se aproxima.
La impresionante construcción logra distinguirse cuando ingresamos al camino principal. Rodeo el camino hasta llegar a entrada de la cochera que queda subterránea, así que técnicamente no es como tal una cochera, es más como un estacionamiento subterráneo. Ingreso y ya hay un par de empleados aguardando por nuestra llegada.
—Por Dios, es más impresionante de lo que esperé —dice con una sonrisa.
—Y eso que no has visto todo —le dedico un guiño y ella ríe un poco antes de bajar del auto.
Los empleados nos ayudan con la maleta de ropa, y extiendo la mano hacia Sally. Hay un elevador que conecta el estacionamiento con la primera planta, subimos y ella parece cada vez más encantada.
—¡Llegaron! —Daphne es la primera en acercarse, envuelve a Sally en un abrazo efusivo y luego me sonríe—Cuñado.
—Cuñada —respondo con una sonrisa—¿En donde has dejado a las criaturas del mal?
—¿Por qué todos se refieren a mis hijos como si fuesen pequeños demonios?
Sally y yo reímos con fuerza.
—Porque son pequeños seres del mal —señalo—no puedes negarlo.
Daphne resopla, pero no lo niega. Eso nos da a entender que en definitiva opina igual que nosotros.
—Tu madre está en el comedor —informa—y los invitados están con ella, seguro que le agradará ver que han llegado.
—Seguro que sí —respondo con una sonrisa—¿vamos a saludar?
Sally me lanza una sonrisa tensa, asiente apenas y tomo eso como respuesta. Daphne informa que irá a las habitaciones de sus hijos y es todo lo que dice antes de marcharse.
Le ofrezco mi brazo a Sally, ella enrosca el brazo alrededor del mío y avanzamos por la sala.
Tal y como Daphne lo dijo, mi madre se encuentra en el comedor y junto a ella, Jean Luca Espósito, el hombre que fue mejor amigo de mi padre.
—Oh, Jean. Mira quien llegó —mi madre se incorpora de su asiento en cuanto se percata de nuestra llegada—Antoni, querido, estábamos ansiosos por ver que llegaran.
—Hola mamá, señor Espósito, que gusto verlo —saludo hacia el hombre.
Me veo en la necesidad de romper el agarre que ejerzo en Sally para conseguir saludarlo.
—Ha pasado tiempo, Antoni —dice con una sonrisa —tu madre me ha hablado sobre lo que has estado haciendo, todo un empresario, tu padre estaría orgulloso.
Tenso una sonrisa, en realidad no estoy seguro de que lo estuviera.
—Y supongo que esta bella dama es tu pareja —dice mirando ahora a Sally.
—Así es —sonrío. Coloco una mano en la espalda baja de Sally y por el movimiento ella da un pequeño paso hacia adelante—Señor Espósito, ella es Sally Rizzo.
—Encantada de conocerlo —parece ser que su nerviosismo ha disminuido, eso o comienza a disimularlo bastante bien.
—Bueno, parece ser que tus hijos han elegido como esposas a unas damas hermosas —expresa con una sonrisa.
Sally corresponde el halago con una sonrisa, tenemos una corta conversación antes de que mi madre nos informe cual es nuestra habitación.
—Espero que no pidas camas separadas —murmuro hacia Sally cuando ingresamos —porque si no tendré que aceptarlo con total pesar.
Ella sonríe, niega levemente lo que me hace soltar un suspiro aliviado.
—No tengo problema —dice —ya lo hemos hecho antes, ¿lo olvidas?
—Oh, sí. Como olvidarlo —musito.
Las dos maletas de tamaño regular ya se encuentran en el centro de la habitación. Parece que estamos cerca de las habitaciones de los trillizos porque los escuchamos llorar luego de un rato.
Nos entretenemos desempacando las pocas prendas que traemos para el fin de semana y luego, cerca de las nueve de la noche, bajamos a cenar.
La familia del señor Espósito también estaba aquí. Su esposa y dos hijas adolescentes que no dejaban de mirar a Ángelo de manera nada discreta.
—Creo que se han enamorado de tu hermano —susurra Sally mientras cenamos —Daphne debería de tener cuidado.
—Daphne sabe que tiene asegurado a un Lombardi —le recuerdo—así que no creo que se preocupe por un par de adolescentes hormonales.
—Bueno, ella tiene una argolla de matrimonio que la respalda. Tal vez la que debe de tener cuidado soy yo —bromea.
—Imposible, Dolcezza, ya me has encantado —sonríe, me siento satisfecho cuando el sonrojo cubre sus mejillas y aparta la mirada.
La cena pasa sin inconvenientes, mantenemos una conversación interesante hasta que se hace tarde, y debemos volver.
El viaje en carretera y lo apresurado de los últimos días me pasan factura, y hoy me siento realmente agotado. Sin embargo, cuando Sally ingresa al dormitorio con un sencillo camisón de seda, es como si todo mi organismo olvidara la fatiga.
Sabe lo que hace, sabe lo que provoca en mí y la manera en la que se mueve por la habitación me lo confirma.
—Realmente sabes como lucir sexi —murmuro cuando se acerca al borde de la cama. Ella sonríe con satisfacción y se encoge de hombros.
—Tal vez hay muchas cosas que le faltan descubrir sobre mí, señor Lombardi.
—Ven aquí —mis manos se posicionan en sus caderas, la acerco a mi cuerpo y ella sube, acomodándose sobre mis piernas.
La tela del camisón sube, quedando por encima de las rodillas y aunque lo deseo, no aparto la mirada del firme busto frente a mí.
Es ella quien coloca las manos a los costados de mi rostro y se apodera de mis labios, algo en mi explota cuando reconozco el roce, cuando siento la manera tan intensa de besar.
Se mueve para conseguir una mejor postura y el movimiento casi me hace gruñir, mi entrepierna comienza a molestar y me veo en la necesidad de incorporarme, sujetándola por los muslos y cambiar el lado.
—Antoni —mi nombre brota de sus labios en un susurro tenso—espera...
Un jadeo brota de su boca cuando mis labios recorren la zona de su cuello, respiraciones temblorosas brotan de ella mientras me permito saborear su piel.
Joder, la he deseado desde el primer momento en el que la miré, y el deseo solo ha estado en continuo crecimiento. Viéndola en esos ajustados y elegantes vestidos, mirándola ahora con la fina tela de seda que me separa de su cuerpo, realmente tengo que hacer uso de todo mi autocontrol para mantener mis deseos en el límite.
Deslizo el tirante del camisón, este cae por su hombro dándome total libertad para recorrer la zona. Mis labios se encuentran con cada centímetro, con cada pequeña parte de piel que ansía ser besada.
—Antoni...
—Dolcezza —mi voz brota con un sonido ronco. Me niego a abandonar su piel, me niego a apartarme de ella aún así sea un solo segundo.
Su respiración se agita, su pecho sube y baja con respiraciones entrecortadas. Llevo las manos hacia sus muslos, corriendo la tela de seda y elevándola hasta casi su cintura, solo en ese punto, el cuerpo de Sally se pone rígido.
Lo noto, es imposible no darse cuenta de la manera en la que su pecho se contrae en una tensa respiración y en como sus manos arrugan las sábanas.
—¿Qué pasa, Dolcezza?
—No puedo —se aparta, parpadeo sintiéndome frustrado.
—Joder, Sally —ella se incorpora de la cama acomodándose los tirantes del camisón—no puedes...
—Dijiste que, si decía que no, te detendrías —reclama.
—Sí, pero... ¡maldición! —espeto —no puedes venir a mi con ese corto camisón y esperar que no reaccione.
Paso las manos por mi cabello sintiéndome frustrado, cierro los ojos por un par de segundos y me obligo a recuperar la compostura.
—De acuerdo, no quieres sexo —sentencio —me disculpo.
—Antoni...
—Escucha, Sally, entiendo que no desees esto ahora. Pero ¿no puedes o no quieres tener sexo conmigo? Porque hay mucha diferencia entre no poder, y no querer.
—No lo entiendes...
—¡Porque no me explicas! —exclamo sintiéndome más frustrado que antes—porque sigues siendo un puto misterio, Sally. Porque he pasado los últimos tres meses intentando conocerte, y siento que no he avanzado nada. Porque llega un punto en el que pones una maldita barrera entre nosotros. Y no puedo con eso, Sally.
—Antoni...
—Escucha, te dije que no me gustan las complicaciones —ella arruga el entrecejo—y tú me gustas mucho, incluso te aprecio, pero si tú...si tú no deseas nada de esto, tal vez solo estamos perdiendo el tiempo.
—¿De verdad? ¿Perdiendo el tiempo porque no tengo sexo contigo?
—¡Porque no sé quien eres! —ella echa el cuerpo hacia atrás —Porque no te conozco, y me digo a mí mismo que es una locura sentirme tan arrastrado hacia ti sin saber nada más que una parte superficial, porque no hablas conmigo.
Ella permanece en silencio.
—No sé quien eres —repito—y yo no puedo seguir tratando de descifrar un misterio que no entiendo.
—Temo que, si lo descubrieras, ya no desearas continuar con esto —dice en un hilo de voz —porque te darías cuenta que no soy la persona que piensas.
—¿De que hablas?
Toma el borde del camisón, es un movimiento tan rápido que apenas y registro que pretende quitárselo.
—¿Qué...? —Sally cruza el camisón por sus brazos y cabeza, la tela cae sobre la alfombra y mis ojos se encuentran con una imagen de ella en ropa interior.
Pero no son las bragas o el brasier de encaje los que se adueñan de mi atención, no lo es su busto o piernas, no. La garganta se me seca el mirar la cicatriz que le cruza el vientre, una gran línea en forma diagonal, la piel arrugada de la zona causa una sensación de furia hacia la persona que le hizo eso.
Me acerco y ella retrocede.
—¿Quieres la verdad? —inquiere —y si después de escucharme quieres que vuelva a casa, juro que no habrá rencores.
—Sally...
—Intentaron asesinarme —un jadeo brota de mis labios, me horrorizo al escucharla decir aquello y mi atención es de nuevo reclamada por la cicatriz en el vientre.
—¿Qué dices? ¿Cómo qué...? —sacudo la cabeza—¿Qué mierda, Sally?
Ella toma una respiración, cierra los ojos y sacude la cabeza.
—La verdad es, Antoni, que intentaron asesinarme y me defendí. Lo hice tan bien que casi me convierto en el asesino, intentaron matarme, me defendí y ahora, esto...—señala la cicatriz—es la marca que estoy condenada a llevar de por vida.
Su voz tiembla.
—No soy la mujer que crees, Antoni. Y es mucho mejor que lo sepas ahora.
Sacudo la cabeza, la información es tan aterradora e inesperada, que no sé que hacer con ella.
—Dime la verdad.
—Te estoy diciendo...
—No —mi voz brota firme, tan firme como nunca antes—la verdad, toda la verdad, Sally. No quiero verdades a medias, ni historias baratas. Quiero la verdad, aquí y ahora.
—Antoni...
—Y juro que no me importa encerrarnos el resto de la visita a la finca con tal de obtener respuestas.
—No...
—Voy a decir esto una única vez, Sally. O me cuentas toda la verdad, o lo averiguo por mi mismo —una mirada alarmada es lanzada en mi dirección —puedo hacerlo y créeme que lo haré si decides mentirme.
Un gesto derrotado se adueña de su rostro. Se inclina para recoger el camisón y se lo coloca en silencio. Los minutos pasan y ella no dice nada, un gesto angustioso está en su rostro cuando se acomoda a mi costado en la cama y me mira con ese par de ojos que me cautivan.
Unos ojos que ahora no están iluminados, que no poseen ningún brillo, ninguna ilusión, un par de ojos que ahora mismo delatan la tormenta interna de la mujer frente a mí.
—Habla conmigo, Dolcezza, por favor —casi suplico—porque quiero esto, porque si me dices la verdad, estoy dispuesto a todo. Porque para mi esto es serio, no quiero mentiras, no quiero verdades a medias, quiero que seas honesta, merezco que seas honesta. Así que, por favor, Sally, solo dime que mierda es lo que pasó contigo.
Su mirada se cristaliza, toma una inhalación y asiente. Mi corazón da un vuelvo salvaje, tan fuerte que casi me arrebata el aliento.
—Siéntate —pide con resignación— voy a contarte todo.
Y lo hace, justo en ese momento, en medio de una casi oscura habitación, Sally Rizzo me dice la verdad.
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