10.- Un parque, una nueva declaración
Antoni
Llego a la casa de Ángelo a la hora indicada. Bajo de mi auto y camino hacia la entrada de la casa mientras me acomodo el traje.
Ángelo abre, no me sorprende ver la mirada de advertencia que me lanza. Le dedico una sonrisa divertida antes de abrirme paso hacia el interior.
—Nunca pensé que vería este momento —me molesta—No sé como sentirme al respecto.
—Estás haciendo un drama —resoplo mirando hacia las escaleras— ¿está lista?
—Lo está —dice con una sonrisa— no debe de tardar.
Como si las palabras de mi hermano hubiesen funcionado como invocación, las voces en la planta superior captan de nuevo mi atención. Daphne es la primera en aparecer y al igual que su esposo, me lanza una mirada antes de apartarse y dejarme verla.
Tomo una respiración profunda cuando mis ojos consiguen apreciarla. Lleva un bonito vestido negro ajustado. Un par de tacones en dolor dorado y el cabello en suaves ondas que le dan un aspecto natural.
Sus curvas resaltan de una manera en la que no la había visto antes, el vestido tiene unas pequeñas mangas que caen por los hombros, así que la piel de la zona es completamente visible.
El hueso de su clavícula y aunque quiera negarlo, la zona firme de sus pechos se adueña de mi total atención.
Está preciosa, tan radiante que no puedo evitar sonreír. No necesita de joyas extravagantes para impresionar, ni de vestidos de miles de dólares. Es como si por ella misma consiguiera atrapar toda la luz del sitio el que pisa.
No sé en que punto Ángelo y Daph desaparecen, dejándonos solos.
—Estás preciosa, Dolcezzca —murmuro con una sonrisa.
—Tú también luces apuesto —admite gesticulando una sonrisa.
—¿Nos vamos, madame? —le ofrezco el brazo y Sally se acerca hasta cruzar el suyo por la curva de mi codo.
—Por supuesto —responde mientras avanzamos hacia la salida.
Soy consciente de como su rostro adquiere una expresión de sorpresa cuando mira el auto que nos espera. El chofer nos abre la puerta y ayudo a Sally a subir antes de ir detrás de ella.
—Vaya, al parecer quieres impresionar —dice recorriendo el lugar con la mirada. El interior del auto es amplio, los asientos están pegados a los costados, cubiertos de cuero negro con aspecto brillante.
En el centro hay un cubo de hielo con un par de botellas de vino. Las copas están a los costados así que inclino el cuerpo para alcanzarlas. Sirvo un poco del vino en ellas y le entrego una a Sally.
—Impresionar es mi mejor habilidad —confieso.
Aprieta los labios intentando retener una sonrisa.
—¿A dónde iremos? —cuestiona llevando la copa hasta el borde de su boca. Le da un corto trago y luego se relame los labios en un gesto que me acerca a la locura.
Contrólate, Antoni.
—Es una sorpresa —respondo—pero estoy seguro de que te encantará.
Se apoya en el asiento, cruza las piernas y la tela del vestido de corre un poco. Soy incapaz de hacer caso omiso a esa zona de su cuerpo, pero me obligo a mi mismo a no mirarlas por tanto tiempo como me gustaría.
—Es sorprendente que seas un hombre de citas —dice con curiosidad—¿o es que es una estrategia tuya?
Me rio un poco.
—Solo tengo citas con las mujeres que verdaderamente me interesan, así que deberá ser comprensible que no haya tenido muchas en mi vida —llevo la copa hasta mis labios y doy un pequeño sorbo.
Adopta una mirada curiosa mientras toma de su propia copa.
—¿Con cuantas mujeres has salido?
—Un caballero no tiene memoria —una pequeña carcajada brota de sus labios.
—Sabes usar las palabras para tu beneficio —musita.
Me apoyo contra el asiento, colocando mi antebrazo en el apoyo de la puerta y la miro a detalle.
—Creo que es algo natural —respondo—todos usamos lo que mejor sabemos, aunque, Dolcezzca, te aseguro que tengo otras cosas que puedo usar con una mejor habilidad.
Sonríe, aparta la mirada hacia la ventanilla y bebe de su copa en silencio.
—Creo que podremos comprobarlas con el tiempo —dice después de unos segundos sin decir nada.
—Si quieres comprobar cualquier cosa, solo tienes que decirlo.
—Deja de ofrecerme sexo, Antoni.
Es mi turno de reír, dejo la copa ahora vacía junto al cubo de hielo y elevo las manos.
—De acuerdo, lo que la dama pida.
Me lanza una mirada que consigo captar, esta vez no desvía la atención y nos miramos por algunos segundos. El contacto visual continua hasta que el sonido de una bocina sonando con fuerza nos sobresalta, luego el auto gira de manera tan abrupta que Sally emite un grito agudo.
Lo brusco del movimiento hace que las botellas de vino y las copas de cristal caigan estrellándose en el suelo, mi cuerpo se mueve con brusquedad y golpeo contra el lado opuesto del asiento.
Hay gritos y un par de estallidos de cristales antes de que el auto se detenga. Suelto una maldición antes de estabilizarme y fijarme en Sally. Me mira aterrada, no parece herida, pero eso no impide que me mueva, o intente hacerlo, hasta el lado en el que ella se encuentra.
—¿Está bien? ¿Te hiciste daño? —cuestiono con prisa. La examino, le tomo las manos y luego miro su rostro, ella parece algo aturdida pero fuera de eso no parece haber daño alguno.
—Estoy bien —dice acomodándose el cabello—. ¿Tú lo estás?
Asiento. Gracias al cielo la puerta del auto puede abrirse, soy el primero en bajar y luego la ayudo a ella. Cuando estamos sobre la carretera voy hacia el lado del conductor, él también parece estar bien pero el auto, bueno, el auto no cuenta la misma historia.
Una camioneta nos ha impactado, su dueño tiene un gran corte en la ceja mientras mira el desastre.
—Bueno...creo que después de todo si va a ser una cita inolvidable —dice Sally a mi costado.
Sonrío, sin embargo, el gesto se convierte en una mueca cuando el costado de mi cuerpo que golpeó contra el asiento comienza a doler.
—Ni que lo digas, Dolcezzca, ni que lo digas.
El tiempo que tuvimos que esperar a la aseguradora y a la grúa hace que perdamos la reservación del hotel. Comienzo a sentirme frustrado por el hecho de no poder darle a Sally la cita planeada.
Al parecer esta es la consecuencia por obtener una cita con métodos no del todo justos.
Al parecer la camioneta que nos impactó no respetó el semáforo en rojo, los daños al auto eran serios, pero no los suficiente como para alarmarme, lo importante es que todos estábamos bien, o bueno, casi.
Sally no tenía daños, pero el dolor en mi brazo izquierdo comenzaba a aumentar, según el paramédico que me atendió no había que preocuparse y el dolor pasaría, pero momentáneamente, es doloroso.
La grúa se lleva el auto, estoy considerando pedir un Uber para conseguir volver a casa porque en la espera, me había desajustado el traje y no estaba precisamente en mi mejor imagen para ir a un restaurante, sin embargo, la idea de cancelar la cita no me alentaba, yo deseo una cita con Sally.
Una verdadera cita.
—Lo lamento —me disculpo mientras busco el celular—Te llevaré a casa, o si quieres...
—¿Podemos hacer algo más? —inquiere antes de que pueda terminar la frase.
—¿Cómo qué? —ella fija la atención en un punto detrás de mí. Soy consciente de la manera en la que sonríe y luego, cruza el brazo contra el mío y nos conduce para atravesar la calle—¿A dónde vamos?
—Ahí —señala el puesto al otro lado de la calle. Un carrito de hamburguesas y hotdogs que parece casi vacío.
—¿Quieres tener una cita ahí? —cuestiono casi incrédulo—No sabes si la comida es de procedencia confiable.
—Le aseguro, señor Lombardi, que no tiene absolutamente nada de que preocuparse —asegura.
Cuando los autos se detienen, me arrastra para atravesar la carretera y nos detenemos frente al puesto, su dueño parece entusiasmado de ver a unos clientes y me obligo a sonreír.
—¿Puedo ordenar por ti? —me cuestiona y asiento, sonríe satisfecha antes de girarse al hombre de mediana edad y regalarle una sonrisa amable— Buenas noches, el caballero y yo deseamos dos hamburguesas y dos hotdogs, por favor.
—Claro que sí, señorita —el hombre se concentra en preparar lo que Sally ha pedido, cuando la miro, la sonrisa entusiasta que tiene en los labios me quita las dudas sobre el lugar.
Tal vez después de todo nuestra cita no estaba del todo perdida, estamos lejos de un restaurante con vista panorámica de la ciudad de Milán, lejos de ser la pareja elegante, pero por alguna razón, Sally luce radiante.
Como si lo estuviese disfrutando, y ese gesto, esa sonrisa en sus labios es lo que me hace comenzar a disfrutarla también.
Todo lo planeado para esta noche se va por la borda, y terminamos comiendo nuestras hamburguesas con un par de gaseosas que conseguimos en una tienda de autoservicio. La acera del parque es mucho más cómoda de lo que pensé, y Sally parece disfrutarlo en serio.
Se ha quitado los elegantes tacones y sus pies rozan la acera. En el sitio hay un par de familias que miran a sus hijos jugar y entre ellos estamos nosotros, disfrutando de unas deliciosas hamburguesas.
—Esta va a ser una buena historia para contar —dice con una leve sonrisa— el día en que una cita con Antoni Lombardi terminó con nosotros comiendo hamburguesas en una acera.
Sonrío. Me limpio las comisuras de la boca con una de las tantas servilletas que el hombre nos entregó y le doy un nuevo mordisco a la hamburguesa.
—Creo que ha sido una cita muy peculiar, ¿no lo crees?
—Definitivamente —aseguro—nunca he tenido una igual.
—Sé que lo dijiste en el auto, pero... ¿realmente no has tenido muchas citas? Quiero decir, eres un hombre apuesto.
—Vaya, gracias por el cumplido —la molesto y ella ríe —yo también hablo en serio al decir que he tenido pocas en mi vida. No me considero un hombre de compromisos, luego de mi ultima relación formal, establecí que quería me apartaría de las complicaciones, en mi vejez podría pagarme perfectamente institución o tengo los suficientes sobrinos como para que uno de ellos se apiade de mí y así dejarle mi herencia millonaria.
Una carcajada brota de sus labios, ríe con fuerza mientras lleva una de sus manos a su estómago y continúa riendo.
—No hablas en serio —dice cuando ha retomado la compostura—no puedes hablar en serio. ¿Ese es tu plan?
—¿No crees que es bueno?
—Creo que es solitario —admite.
Llevo el ultimo bocado de hamburguesa a mi boca, disfruto del sabor que solo el último bocado de una buena comida te puede dar y coloco la basura en el interior de la bolsa de papel en la que nos entregaron la comida.
—Tal vez es solitario, pero era lo que deseaba —murmuro—quiero decir, antes de esto.
—¿De esto? —asiento—¿Qué es exactamente "esto"?
—Antes de comenzar a sentir atracción hacia ti —esta vez no parece sorprendida por mi declaración —antes de considerar pedirte una cita, o sentir celos porque mi hermano me dijo que otro hombre te considera atractiva.
Permanece en silencio, me mira como si quisiera descubrir alguna trampa en mis palabras, como si quisiera asegurarse de que lo que digo es verdad.
—Nunca pides citas.
—A menos que sea serio.
—¿Y esto...esto es lo suficientemente serio para ti? —cuestiona en un hilo de voz.
—Sé que probablemente esto vaya a escucharse mal, pero si no fuese en serio, Sally, si no buscara algo más me hubiese dado por vencido desde el segundo en el que me rechazaste en mi departamento. No suelo pedir dos veces, no suelo rogar, pero ya lo he dicho y voy a repetirlo...
Inclino el cuerpo hacia ella, soy consciente de como su cuerpo adquiere un poco de rigidez ante mi cercanía.
—No quiero solo sexo —hago una pausa entre cada palabra, como si de esa manera pudiera asegurar que ella entendiera lo que quiero decir —me gustas, te gusto, ¿qué de malo hay en eso?
—No he dicho que me gustas —objeta.
—Oh, Dolcezzca, no hay necesidad de que digas algo que es completamente obvio —respondo socarrón.
—¿Por qué me llamas Dolcezzca?
Sonrío de lado, si es o no un intento de cambio de tema en la conversación, lo tomo.
—Porque la primera vez que te vi pensé que eras muy dulce —admito—Cuando te miro con mis sobrinos, la imagen de la dulzura es lo primero que viene a mi mente, tu forma de actuar, de ser, de moverte, es tan...dulce.
Ambos reímos ante lo repetitivo de la palabra.
—Creo que eres una dulzura —susurro—así que Dolcezzca te sienta bien.
Sonríe, fija la mirada en el frente observando a los niños jugar.
—No me conoces, tal vez no soy lo que piensas —sugiere sin mirarme.
—Tal vez, y puede que yo no sea el hombre que crees —esta vez si me mira—pero si no hacemos el intento, nunca lo averiguaremos, ¿no lo crees?
—Hicimos un brindis, por no enamorarnos nunca más ¿recuerdas?
—Oh, eso puede arreglarse —giro el torso al otro lado para tomar la botella de mi gaseosa y le hago un gesto para que ella tome la suya.
Una mirada divertida es lanzada en mi dirección cuando acerco la botella al centro de la distancia entre nosotros y digo:
—Yo, Antoni Lombardi, decido hacer un ultimo intento antes de renunciar al amor —sonrío acercando la botella plástica a ella —¿Te unes a mi declaración, Dolcezzca?
Ríe levemente, su mirada adquiere un brillo mientras asiente.
—Yo, Sally Rizzo, declaro que el caballero frente a mí será mi ultimo intento antes de retirarme de las filas del amor —me rio.
—Por enamorarnos una última vez —Sally choca su botella contra la mía.
—Por enamorarnos una última vez —repite.
Luego, deja la botella a un lado y se aproxima hacia mí. Sus labios apoderándose de los míos me hacen soltar la botella y ocasionar que el contenido se vacíe sobre la acera.
Enrosco las manos alrededor de su cintura, apegándola a mi cuerpo como si quisiera asegurarme de que no va a apartarse.
Y es ahí, en un beso en medio de un parque, que Sally comienza a tomar más importancia en mi vida de la que pude prever.
Es ahí, que voluntariamente, me someto al sufrimiento que ocasiona ese sentimiento llamada amor.
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¡No se olviden de votar y comentar, significa mucho para mí?
¿Ya tienen un ship para Antoni y Sally?
¿Cuál creen que sea un sobrenombre adecuado para Antoni?
¡Me encanta leerlas en comentarios!
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