CAPÍTULO 8.
—Por lo que alcancé a escuchar sí es un Magazzani —susurra Lorena y la miro sorprendida.
—¿Que querrá un Magazzani? — me pregunto más para mí misma.
Mi compañera de trabajo suelta un suspiro y yo la miro con la ceja alzada.
—Es muy guapo, notaste el traje que traía puesto, se veía tan sexy. Y la barba, parecía mayor pero no más de 27 años, perfecto para ti, Rach— dice en un guiño, me atraganto con el agua que estaba tomando, la desgraciada ríe.
Ella vuelve a lo que estaba haciendo hace unos segundos; retocarse el maquillaje.
— Igual no más que mi querido amado.
Rio más fuerte. - Él siquiera se fija en ti, Lorena.
Ella me lanza una bola de papel claramente ofendida, le tiro un beso imaginario.
—Claro que se fija en mí, imbécil. Él... él, una vez me dijo preciosa. — intenta convencerse mirando un punto fijo en el piso, quizás pensando otro momento.
Los hermanos Bartolomé salen del ascensor, son tan iguales en sus pasos y acciones que hacen. Tienen una caminata erguida y firme con la cabeza en alto, vestidos con telas caras y casi idénticos en lo físico.
Gemma es rubia y de unos fríos ojos azules que te aniquilan si se le plazca la idea. Y Greg de un castaño claro, con unos cálidos y acogedores ojos más claros que los de su hermana.
—Buenos días, señoritas—saluda con media sonrisa Greg y Lorena y yo respondemos al unísono el saludo. Ella con un suspiro entre medio.
En este momento mí mamá diría que se le voló la tanga.
—Rachel cancela mi cita con Andrea Mcbeell, y prepara la reunión que se hace en media hora, estaremos listos. —Gemma pasa por nuestro lado entrando directo a la oficina sin dejarme responder.
Escucho un suspiro de Greg. —Nunca aprende los jodidos modales.
Me encojo de hombros y me apresuro en ordenar mi escritorios. Preparo las carpetas y la audivisión, cuando está listo, bajo al tercer piso.
—Buenos días, chicas —saludo alegremente a las dos mujeres que están cuchicheando algo.
Cuando me ven sonríen ampliamente.
—Buenos días, Rachel.— responden al unísono.
—Linda blusa — alaga la rubia, y le sonrío.
Camino hasta la sala de reuniones, miro mi reloj. Faltan veinte minutos para que las personas se reúnan. Preparo las cinco sillas y en la cabecera dos más grandes para los hermanos Bartolomé. En cada lugar pongo un sobre con la información de que tratará la reunión y por último junto un vaso de agua para cada lugar.
Suspiro satisfecha cuando veo mi trabajo hecho.
(.)
A las 09:30 a.m ni un minuto más y ni un minuto menos, las personas encargadas de un puesto mucho mayor, como siendo la mano derecha de los hermanos Bartolomé, entran a la oficina, yo me encuentro en un rincon de la sala con mis papeles en mano y lista para cualquier orden.
Mientras los hombres tienen puestos unos impecables trajes de colores oscuros, las mujeres tambien deslumbran con su ropa y accesorios Gucci.
— Damos inicio a la reunión — la voz gruesa y ronca de Greg se hace presente a penas entra a la oficina con una sonrisa agradable, todos se levantan de la silla una vez que los hermanos se sientan en las cabeceras, uno al lado del otro.
Se saludan entre sí, como siempre lo hacen, sin que nadie me note.
Me acerco en un silencio a dejarle la carpeta que tenía en manos a mi jefa.
— Bien, el tema de la reunión son las estadísticas de últimamente — habla Gemma échandole un vistazo al título de la carpeta, frunce su ceño levemente.
— ¿Pero no son las que nos fijamos hace un mes? —pregunta Natacha, la Sub-jefa de la planta de caligrafía, con una pequeña mueca.
— ¿Siguen bajando? — habla con preocupación Ricardo, el marido y compañero de Natasha.
—Pero, ¿cómo? Hicimos la publicidad para evitar eso, ¡¿Y aún siguen bajando?! — se exalta el gerente.
Y era verdad, las estadísticas de ventas de la Editorial han bajado demasiado en dos meses, y corre la voz de que otra Editorial nueva se ha robado a la mayoria de clientes porque tiene menos riquisitos que esta empresa pide.
— Primero que nada, hay que calmarnos. Rachel, lee las opciones — ordena Greg regalando una pequeña sonrisa a cada uno para tranquilizar.
Asiento y saco mi profesionalismo al caminar con paso seguro y un rostro totalemente serio, prendo las imágenes
— Buenos días — saludo coordialmente y me responden, prendo las audivisiones para mostar la estadisticas de hace tres meses al lado izquierdo, la de la derecha que es recientemente. — Acá podemos apreciar facilmente como bajó el número de libros. Una recomendación de Catalina Oliveros... —menciono a la mano derecha de Caligrafía. — Es darle una oportunidad a la mayoría de personas que vienen a publicar un libro y quiere hacerlo anónimo...
— Eso es imposible, la gente necesita y tiene derecho a conocer a la autora de un libro que quizás marcó una parte de su corazón — opina Micaela.
Asiento estando de acuerdo como la mayoría de las personas en la sala.
— Y por eso le damos una terapia que solo la mayoría acepta. Ricardo opina darles una oportunidad a los poemas y libros educativos — sigo hablando cambiando de imagen a la siguiente donde muestran varios libros de escuelas.
Muchos niegan estando en desacuerdo, incluyendo a los hermanos Bartolomé con una mueca en sus labios.
— ¿Que haremos? No podemos estar asi de secos de ideas.
Me hago a un lado negando con la cabeza al ver muchas miradas espectantes a que yo diga mas ideas.
— Mantener la calma, habrá un receso de diez minutos, al regreso veremos si hay más ideas sino tomaremos las medidas extremas y serán éstas — habla Gemma com voz dura y fuerte encima del bullicio, señalando la audiovisión.
Todos se retiran de la sala en un silencio.
Alguien toca mi hombro y le giro sonbre saltada, llevo una mano a mi pecho cuando veo a Lorena.
—¿Que haces aquí? Me has asustado.— me quejo yendo a una mesita que está a un costado para agarrar la jarra de agua y servirle a cada vaso para cuando entren nuevamente.
— Escuché parte de la reunión — dice la tranquila voz de ella, me observa con una pequeña sonrisa que me da un poco de ezcalofríos.
—¿Ah, si? — pregunto. — Dime que está pasando por tu cabeza en este momento.
—Tú.
Levanto la cabeza confundida.
—¿Yo?
—Tú tienes la idea para salvar a estos pobres desgraciados, excluyendo a mi querido Greg —reímos.
—Aún no te entiendo — digo y ella pone los ojos en blanco gruñendo, vuelvo a reír.
—Siempre me dices que tu hermana te habla de esta aplicación que se llama casi igual a WhatsApp... ¿Cómo se llama?
También me quedo pensando en el nombre de la aplicación.
De repente, nos miramos al instante para decirlo.
— Wattpad.
Sonreímos a lo grande y luego se va antes darme palabras de alientos.
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