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CAPÍTULO 5.


—¿Viene sola?— pregunta el doctor en cuanto paso a la habitación totalmente blanca.

No, con un bebé cargando en mi vientre.

Asiento sin ánimos.

—¿Cuantos meses tienes, Rachel?
— pregunta Luís, médico de mi familia desde que tengo memoria.

—Dos meses— respondo con una pequeña sonrisa. Me indica que me siente en la camilla y lo hago de inmediato.

—Vaya, va a ser muy mimado ese pequeño
— habla poniéndose unos guantes blancos y agarrando un líquido que cuando pone en mi barriga se siente helado y me causa un escalofrío.

Rápidamente pensé en mamá llenando de regalos al bebé, o Julieta llevándoselo sin mi permiso. Y si es nene, a mi padre y Stephen en el sofá los tres viendo fútbol.

Y sonrío aún más enternecida olvidándome del dolor de cabeza que me causó Gemma, cuando veo la imagen en la computadora que está a mi derecha.

—Oh, Dios— suelto impresionada intentando acercar mi rostro más a la pantalla y el doctor ríe indicándome que me quede quieta. —Si, lo siento, lo siento… es que, mire, es una personita acá dentro. —hablo toda anonadada con mi corazón desbocado sin medir cuan estúpida sueno diciéndole eso al doctor que seguro ve todos los días un humano chiquito en la pantalla.

Pero lo que no podía creer era que alguien esté creciendo en mi vientre, que está a mi cargo y que muy pronto me dirá mamá y yo sea su mundo, su guía.

Aparto la mirada notando que me estoy poniendo muy sentimental.

Joder, ¿Desde cuando tan sentimental?

Luís me tiende un papel y se lo agradezco. Después se aleja y e hace pregunta de cuando fue la última vez que me vino la menstruación y los tipos de síntomas que he tenido.

—Está todo perfecto, su peso está bien pero de todas formas te daré una dieta para hacer y el bebé siga de saludable. Tienes dos meses y seis días, los cumple los 2 de cada mes - me habla con detalles y luego me entrega la receta de las vitaminas y minerales que debo tomar ya que voy a perder demasiado, luego me recuerda que tengo que alimentarse bien y seguir la línea de dieta.

Asiento repetidas veces.

En cinco minutos salgo del consultorio con la lista y una foto de una pequeña mancha, pero en el computador se vio mejor.

(.)

Hoy es sábado y mi cuerpo lo sabe.

Pero mi bebé no, porque me tiene encerrada en el baño vomitando cuan borracha que recién llega de un bar.

Pero no, estaba comiendo palomitas junto a una película romántica y triste que luego me voy a asegurar de borrar para que nadie vea mi lado sensible.

Jalo la cadena y lavo mis dientes, me miro en el espejo y me veo pálida.

El timbre suena muchas veces y gruño.

—¡Ya va, joder! — grito yendo con pereza a la puerta.

—¡Rachel, hermana preferida, soy yo!

Ay no.

Abro la puerta encontrándome a Stephen con su ropa arrugada y su cabello despeinado, apuesto que se pasó la mano muchas veces. Cosa que hace cuando está mal.

Verdaderamente mal.

—¿Que haces aquí? — pregunto con el ceño fruncido.

Antes de que hable un eructo sale de sus labios. Ríe, sus ojos estaban rojos.

—Estúpido imbécil, estás alcohólico
—aseguro haciéndolo entrar al departamento, antes de cerrar la puerta miro a un adolescente mirar la escena. —¿Qué?— pregunto alterada y él da un respingo. —Eh… digo, ¿Hola? —le regalo una sonrisa forzada.

Cierro la puerta fuerte.

—¡Stephen!, ¿Dónde jodido carajo te metiste?—grito escuchando voces en el pasillo de afuera que ignoro y busco a mi hermano mellizo. Camino por la sala y llego al balcón. —Mierda… —hablo yendo ahí y agarro de la camisa a mi hermano que se estaba por tirar, si tirar. —¿Qué te pasa, estúpido? No sabes el miedo que me dio verte a punto de tirarte— hablo con el ceño fruncido y lo llevo hasta adentro cerrando la puerta.

Lo siento en el sofá y lo veo con la mirada perdida, le traigo un vaso con agua. Toma unos grandes trago y luego lo deja en la mesita con dificultad.

—Stephen… por favor, habla, necesito escuchar tu chillona voz— hablo en voz baja calmando un poco mi pulso.

—No me quiere…— Hipea. — Porque soy un idiota que la caga siempre.— susurra llevando su mano a su rostro y noto algunas lágrimas.

Ay, ¿Y ahora cómo se supene que debo contenerlo?

—Yo, yo… Rachel, yo puedo a amar alguien, ¿Verdad que si?— cuando pregunta, sus ojos brillan y lo miro confundida.

—Ven, te acompaño al baño para que te despejes y hables un poco claro porque no te entiendo un carajo.

Y era la verdad. ¿Mi hermanito se emborrachó, se iba a tirar del balcón y está llorando, por un amor?

¡Viva la vida soltera!

Miro mi vientre y sonrío.

Junto a mi pequeño.

(.)

Toma un poco de la taza con café bajo mi atenta mirada.

—¿Puedes dejar de mirarme así?
—pregunta con voz ronca, sospecho que todavía tiene alcohol en su sistema.

—¿Así cómo? —bromeo un poco.

Una pequeña sonrisa aparece en su rostro y me siento bien.

—Como si esperas una respuesta… oh, espera, eso haces — también bromea y rio.

—¿Por qué lo hiciste, Stephen?

Frunzo el ceño cruzando mis piernas en el sofá individual. El reloj de la pared marcaba las 03:00a.m pero no tenía nada de sueño luego de una taza de café con leche y dulce.

—Es difícil de explicar, Rachel.— murmura aún con la voz baja. Siempre usamos ese tono cuando hablando con seriedad, como si a pesar de estar en un departamento a solas, temieramos que alguien escuche los secretos que de pequeños nos contábamos.

Y uno de esos secretos fue cuando nos escondimos debajo de la mesa, y ese día nos visitó una tía muy gorda que usaba faldas grandes. Y se tiró un gas que me dejó sin aire por varios segundos, mientras Stephen se reía con la falta de dientes a los cuatros años.

—Entonces empieza por lo más difícil— aconsejo y él sonríe.

—Él —susurra y el aliente se me escapa de mi boca y creo no poder respirar. Stephen levanta la mirada de la taza. Pero no luce avergonzado, y cuando lo dijo sonó seguro de sí mismo.

Él, no es ella, es él.

Wow, quién lo diría.

Aclaro mi garganta después de unos segundos pensando que si dejo pasar más el tiempo malinterpretará mis pensamientos.

—Entonces… —repito. —¿Qué hiciste con él?

—Que no he echo con él, experimenté algo que es extraño de describir pero tiene un nombre que ya no se usa normalmente en estos tiempos. — explica con una sonrisa nueva que nunca vi, incluyendo un brillo en sus ojos.

Bajo la mirada por unos segundos aún con el ceño fruncido. - ¿Y que hiciste?

—Él me dio una oportunidad, pero la cague. Josh y Brian nos invitaron a un bar—. Veo como sus puños se aprietan y su mandíbula se marca. —Estoy seguro que lo planearon…

Josh y Brian son los mejores amigos de Ernets desde que tengo memoria de cuando usábamos pañales. Recuerdo que siempre jugábamos al pilla hombre, pilla mujer con Julieta. Fue una linda infancia y gracias a eso puedo tomarme un tiempo e ir con confianza a darle un golpe a cada uno si les hicieron algo a mi hermanito.

🍃

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