CAPÍTULO 41 FINAL
Rachel.
Troye había tomado bien mí decisión, y esa noche solo se quedó a mí lado en el sofá, con helado y películas trás película de terror. Él besaba mí mejilla cada vez que saltaba del miedo, y me susurraba en el oído lo mucho que me ama.
Nos quedamos dormidos hasta las 3 de la mañana, que sonó el llanto de Ángela, seguido de Lisandro y Lorenzo al escuchar a su pequeña hermana. Nos levantamos perezosos y Troye me ayudó a mecerlos luego de la leche.
Y cuando finalmente se durmieron los niños, a Ángela había que cambiarle el pañal, y se había ofrecido Troye.
Lo detengo antes de que lo haga.
— No tienes que ofrecerte si no quieres. — le digo en voz baja con un gesto compresivo.
Troye frunce el ceño, luego relaja su semblante cuando se da cuenta. — Pero yo quiero hacerlo, Rach, quiero estar y ayudarte, no como un amigo, si no... como... —. Él no podía terminar la frase. — No quiero hacer nada que tú no quieras o apruebes, tienes que estar segura de estar conmigo.
Se acerca hasta estar frente mío y acerca su mano a mí mejilla.
— Estoy seguro de tenerte a mí lado, eres lo mejor y más increíble que tengo en mí vida, porque te conozco y sé lo que eres — me dice mirándome a los ojos, la determinación en ellos hacía un escalofrío recorra mí espina dorsal. — Te amo, y también amo a estos niños, y si tú me dejas, puedo ser su padre.
Una lágrima cae por mí ojo, él hacía que me ponga emotiva.
Pega su frente a la mía. — Sé que puedes sola, porque eres una mujer muy fuerte, pero me gustaría ser tu compañero en esta pequeña pero numerosa familia — susurra con una pequeña sonrisa.
Me inclino a besar sus labios, nos besamos apasionadamente y nos separamos para conseguir aire. Él ríe. —¿Eso es un sí?
— Sí —. Asiento con una gran sonrisa. Pero de repente frunzo el ceño. — Aún no quiero ninguna boda, es muy pronto — digo con una mueca.
Él levanta sus manos y asiente estando de acuerdo.
Rodeo mis brazos en su cintura poniendo mí cabeza en su pecho e inhalo su fragancia exquisita. De inmediato siento como me corresponde.
Escuchamos un pequeño balbuceo del cambiador y Ángela seguía despierta extendiendo sus pequeños bracitos.
Sonrío plenamente.
(...)
— Yo no iré, odio los hospitales — dice Julieta simulando un escalofrío. —¿Me puedo quedar con tus bebés?— pregunta sonriendo como una niña pequeña.
— Creo que no será lo debido que vayas — opina Stephen pasando a mí lado con Lisandro en sus brazos. — Ajoo, ajosito di bebé — iba diciendo cargoseando a mí pobre bebé. Apuesto a que tiene una cara de quítame a este imbécil.
Me encontraba en el sofá mandado mensajes a mí padre que estaba en la sala de espera. Cuando de repente, deja de responderme.
—¿Qué? ¿Qué pasó? — pregunta Julieta mirando mí ceño fruncido.
— Papá dejó de responderme, ¿habrá nacido ya? — pregunto confundida y esperanzada de que sea solo eso.
— O se habrá desmayado — supone Stephen riendo y cuando mira la seriedad de nuestras caras deja de hacerlo.
— Mamá no puede estar sola, y un presentimiento me dice que el tonto Stephen tiene razón — digo de acuerdo. Miro a mí hermano que asiente y luego cayendo en cuenta me saca el dedo del medio con molestia.
Nos ponemos de acuerdo para que Julieta haga el esfuerzo de ir al hospital, aún así con su pánico de esos lugares tenebroso. Palabras de ella.
Me quedo con Stephen mañoseando a mis bebés en el sofá, los tres estaban despiertos y cómodos en su lugar.
— Ma–má — le digo a Ángela que estaba en su coche frente mío.
— Tío Stephen — me copia mí hermano a mí lado. Lo miro.
— Tu nombre es difícil.
— “Tio” es muy Español — dice en desacuerdo.
Cuando subo la mirada un poco más arriba de sus ojos empiezo a reír a la vez que mí teléfono suena.
—¿De qué te ríes? — pregunta con molestia cruzando sus brazos.
Me levanto del sofá para alcanzar el teléfono en la mesa de luz.
Antes de responder le digo: — Mira esas dos entradas, cuando empiecen a hablar serás el “tio calvo”
Stephen me empieza a pegar con el almohadón y le hago una seña de silencio para escuchar a Julieta.
—¿Alo?
—¡Rachel! — su voz sonaba agitada. No podía preocuparme, ella es exagerada y debe ser el terror al hospital.
—¿Qué?
— Papá se ha desmayado luego de la noticia, aquí estoy antes de entrar a la sala de parto. — dice apurada.
Frunzo el ceño. — Espera, ¿Qué noticia?
— Oh, mamá tuvo mellizos — habla dejándome muda y con la boca bien abierta. — Tengo que colgar, ahora entro a ver a mamá.
El pi, pi, pi es lo único que se escucha. Stephen espera paciente a mí lado analizando mí rostro.
—¡Rachel! — me llama ya desesperado.
— Mamá ha tenido mellizos — suelto la bomba.
Él reacciona como menos lo esperaba y como acostumbro veo de papá.
Se desmaya.
Ay, no.
Ahora cargo con un muerto.
(...)
Había pasado una hora y Stephen despertó hace veinte minutos, pero siguió durmiendo. El problema era que estaba acostado en mí sofá grande y daba un mal aspecto.
Cuando Troye llegó y lo vio, lo señaló y preguntó:—¿Lo has... Matado?
Abro los ojos de inmediato y antes de responder exaltada él empieza a reír y viene de imprevisto a abrazarme y besarme muchas veces la mejilla hasta llegar a mis labios. — Estás muy hermosa hoy — susurra en mí oído y luego se va a saludar a mis bebés.
Me deja en el medio del comedor sonrojada y con el corazón a mil.
— Tú sí sabes dejarme sin palabras — le digo con una fingida molestia. Él me mira y me lanza un beso todo coqueto.
Una sonrisa grande se forma en mí rostro a la vez que me entra una increíble ganas de besarlo.
Miro a Troye cargar a Lorenzo en sus brazos con un cariño especial, y podría decir que solo es con él pero cuando agarra a cada uno de mis bebés es así, como si no tuviera favorito, simplemente el cariño es para los tres.
Y me encantaba que sea así.
Voy hasta su lado y apoyo mí cuerpo al suyo.
— Oh, tu madre también quiere mimos — dice en voz baja Troye y rio mientras recibo ser rodeada por su brazo.
Lorenzo empieza a balbucear cuando nos ve a los dos, acerco mí mano a su mejilla y la acaricio levemente. También observo a Lisandro y Ángela que dormían plácidamente.
Troye besa mí cabeza. — Te amo, bella mujer — habla en mí oído.
— Te amo, Troye — le digo mirándole a los ojos, sintiendo nuevamente esa intensidad en el miel de sus ojos que me roba los suspiros.
— Qué linda familia — la tercer voz es de Stephen que recién despertaba, su cara adormilada pero siempre con ganas de joder.
Le saco el dedo del medio y cuando me giro a ver a Troye, el no había quitado su mirada de mí. El sonrojo sube a mis mejillas y cuando se da cuenta me sonríe y deja un beso en mí frente.
Dejo mí cabeza en su hombro dejando en mí campo de visión a mis bebés.
No podía creer que llegué a este punto de mí vida.
Admito que cuando me enteré que estaba embarazada, creí que era muy pronto, que no estaba lista, y hasta el último mes de gestación tenía en mí mente la idea de que no sería buena madre, si no, una pésima.
Pero aquí estoy, con ayuda de mí familia, que estuvieron desde un principio, locos pero amorosos, porque mis padres me mandaron a un departamento, dejándome a la suerte pero pensando en mí comodidad, y la suya, claro, aún sigo un poco rencorosa, pero quizás pueda perdonarlos.
Y mis hermanos, Stephen dando todo de sí para ayudarme con mis bebés, pero también a mí lado recordándome su presencia para lo que necesite. Y Julieta, que terminó su curso rápido para volver y conocer a mis bebés, declarándose "fan de las tres hermosas criaturitas", palabras de ella.
Finalmente, lo que menos podía creer, es que encontré el amor en un hombre maravilloso, un prototipo de hombre que nunca había imaginado tener a mí lado, dejando un compromiso para estar conmigo y mis bebés, eligiendo lo que podría ser una carga para cualquier otro, pero para él, una familia y amor.
Estoy en un momento de mí vida en el que digo que salió el arcoiris, y puedo asegurar con mí palabra que sí existe y es real esa frase, como dice, “Cuando la noche acabe, el corazón sonríe"
(...)
¡Qué emoción, qué emocioon!
Los amooo, gracias por todo.♥️
¡Muy pronto el epílogo!
Cuídense.😊
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