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CAPÍTULO 27


Rachel.

Hoy era día de descanso.

Había pasado una semana estresante en el trabajo, pero a pesar de todo fue tranquila, esperaba ganarme la lotería, ya saben, el presentimiento que tenía.

Pero no, quizás sólo fue el día que estaba pasando. Hoy puedo decir que puedo respirar tranquila, el papeleo en la oficia estaba un 70% arreglado, lo restante estaba en manos del señor Bartolomé, sí, el padre de Gemma y Greg tuvo que intervenir.

Era un día domingo realmente lindo, sorprendentemente las calles de Londres estaba silenciosas y cuando estaba en mi departamento se podrían escuchar algunos gritos de los departamentos vecinos. Eso sería un grave problema cuando tenga a mis bebés.

Pensando en los niños que habitan en mi barriga, una sonrisa tonta se me escapa.

Había decidido salir a estirar mis piernas al sentir un constante tirón en la parte baja de mi vientre, el doctor dijo que es normal porque los niños están creciendo y ya en el próximo mes no van a dar abasto.

Estoy emocionada por ya ver mi barriga crecer exageradamente, era raro decir esto pero, quiero que mi gran panza salga y se viera alzada orgullosamente.

El antojo que tenía de comer una comida italiana me llevó al restaurante más cerca, como había dicho, las calles descansaban de todo el bullicio de la semana, al igual que los locales de comida rápida.

Entro y me siento en la mesa más alejada de la puerta y a algunas familias numerosas. Mientras espero a que algún personal venga a tomar mi pedido, una familia entra al restaurante, una pareja y tres niños que eran idénticos. La mujer, de baja estatura era tan blanca como un papel, estaba sosteniendo a un bebé envuelto en una manta y el hombre más alto que ella, llevaba al niño de edad más corta en su hombro.

-Papá, papá, me irás a ver en mi partido, ¿verdad? - decía el hijo más grande, quizás de unos once años.

El hombre moreno, le sonríe con amor al niño. - Si, hijo, te lo prometí anoche.

- Solo me quería asegurar, es que los padres de todos mis compañeros van a verlos.

- Hey, voy yo - reprende con fingido puchero la madre.

- Lo sé, mamá, pero papá sabe más de fútbol, tú aplaudiste y gritaste con orgullo cuando saqué fuera.

Padre e hijo ríen.

Bajo mi cabeza dejando de escuchar, mi mano instintivamente se guía hasta mi barriga abultada y la acaricio levemente.

No era necesario tener una figura paterna, ¿verdad?

Yo sé mucho de fútbol.

También sé jugar a la play station.

Y podría comprarle esas revistas Playboy que los adolescentes siempre esconden como si estuvieran escondiendo droga.

También podría ser yo la que le enseñe andar en bicicleta. Aunque nunca aprendí.

Incluyendo las peleitas, definitivamente esa sería mi parte favorita.

Sonrío un poco.

Haría cualquier cosa para que mis hijos no extrañen a una imagen partena que nunca se hizo presente y los negó desde el primer momento.

Veo el menú del día y me arrepiento de traer poco dinero.

Una mesera se acerca y entro en pánico.

Mierda.

-Buenas tardes, señora. ¿Decidió que llevar? - pregunta la mesera viéndome con una sonrisa tensa y fingida.

Suelto un suspiro pesado, la verdad es que quería comer todo lo que veo en el menú pero antes de salir de casa agarré la billetera sin fijarme cuánto llevaba. Salir a socializar sale mal.

Cuando me decido a abrir mi boca y hablar para que la pobre muchacha se vaya a la cocina a maldecir a cada uno de los clientes y cuestionarse su motivo de aguantar el trabajo, alguien más habla por mí.

- La dama de aquí pedirá dos platos de pollo a la parmigiana y dos de spaghetti a la boloñesa - Troye pide sentándose en la silla desocupada frente a mi. Me guiña el ojo antes de volver su vista a la joven, la cual descansa su peso en su pierna izquierda, ya va cambiando de pierna por tercera vez.

-¿Algo de tomar? - pregunta la chica tomando nota.

Troye me mira con una ceja alzada haciéndome la misma pregunta en silencio.

- Eh... Solo agua - digo con mis mejillas sonrosadas y aún sorprendida.

Con el embarazo le he cogido un poco de asco a cualquier tipo de gaseosa.

- Agua y el vino de la casa - dice finalmente el castaño, la joven mesera asiente y se va no sin antes decir que volverá en veinte minutos. Un silencio nos rodea. Troye carraspea. - Hola.

- Hola...

- Te ves bien.

Una sonrisa se me asoma.

- Tú también - respondo divertida. - No sabía que estarías por aquí.

El castaño suspira y apoya sus brazos en el mesa, quiero hacerme para atrás pero sus ojos me envuelven en un calor familiar que me detiene.

- Te vi cuando entraste, no sabía si acercarme por si esperabas a alguien más. Decidí arriesgarme - se encoje de hombros.

Rio. - Hiciste bien, iba a comer sola pero mi antojo de comer algo de comida italiana... - dejo de hablar y palidezco, mis manos sudan cuando me doy cuenta que hable de más.

Troye ríe y niega con la cabeza. Por un momento pienso que lo sabe, que todo este momento sabía que me cargo a dos bebés de seis meses, y mi respiración se corta.

Y habla.

- Antojo ¿eh?, creí que era el único, sentía el sabor en mi paladar desde que me levanté, buena hora en la que decidí venir aquí - responde con una encantadora sonrisa mirándome intensamente.

Lejos de aliviarme, me siento como una vil bruja por seguir mintiéndole.

- Troye, tengo algo que contarte - menciono en voz baja, mi estómago se aprieta antes el nerviosismo.

Mi acompañante ladea la cabeza esperando que diga cualquier cosa, pero de repente, como si se acordara de algo, sonríe tan grande que me llegó a doler mis mejillas.

- Qué bien porque también tengo algo que contar, es algo que lo acepté y dejé de negar - admite con un sonrojo. - Lo siento, te interrumpi, dilo.

- Yo... Eh, yo... - Quería decirlo, la parte racional de mi cabeza decía dícelo de una maldita vez así ya puedes dormir tranquila, la parte tonta de mi cabeza solo quería que llegara la comida para morfar todo lo que esté a mi alcance.

Me pregunto por qué me costaba tanto decírselo, por qué a él y no a mis padres como recuerdo el día que se los conté. Para ellos fue como contarle que me me saqué un diez en un examen cualquiera.

Y para Troye es como... como contarle que estoy embaraza de gemelos, que el padre de ellos se negó a creerme y que estoy en un momento en mi vida que lo único que me pone estable es el saber que tengo dos vidas que cuidar dentro mio.

Y ver su rostro, tan serio y a la vez impaciente de contarme algo teniendo una apariencia de un chiquillo enamorado.

Esperen, ¿enamorado?

Dios, ya estoy alucinando.

Y la verdad saldrá a luz tarde o temprano, es un embarazo que quizás en unos días ya se notará mi gran panza. Muy dentro de mi corazón desea que Troye se quede.

Quizás por eso no se lo digo ahora, porque quiero disfrutar de ver su gran sonrisa, de oler su aroma varonil cerca mío y de sentir como intenta acercarse a mi como un adolescente tímido que teme dar su primer paso.

La mesera llega en ese momento y deja la comida deseando que disfrutemos el menú del día. Le agradecemos, y nos repartimos los platos, cuando le entrego el vino, nuestras manos se tocan descaradamente.

Troye me mira y yo lo hago de la misma manera. Cuando estábamos los dos, las palabras sobraban y nuestras miradas se encargaban de decir todo.

- Rachel... - habla Troye pero le interrumpo.

- Mejor cuenta tú primero - le digo comenzando a comer y llenando mi boca para evitar que me pregunte algo. Estaba tan ocupada en ese detalle que cuando la comida se deshizo en mi boca sentí el deleite y mis ojos se fueron para atrás. - Mmmh, esto es la gloria.

El castaño ríe y asiente estando de acuerdo.

Tomo un poco de agua y carraspeo para ponerme seria.

Troye también lo hace. Y abre la boca para soltar una bomba.

- Okey, aquí vamos - dice alentandose y lo miro divertida. Él levanta la mirada y confiesa: - No me voy a casar.

El tenedor en mi mano cae en la salsa y salpica parte de mi chaqueta y la mesa.

- Cuándo no yo - murmuro negando con la cabeza. Me acerca su servilleta para ayudarme a limpiar inútilmente la prenda. - ¿Por qué lo decidiste? Tú...tú habías dicho que eso mantenía a salvo a tus hermanos de sus sueños y... No estoy entendiendo nada en este momento - pronuncio mirándolo con el ceño fruncido.

- Por favor, no me mires con el ceño fruncido que me pones aún más nervioso - habla apartando la mirada, eso me saca una sonrisa burlona. - Así esta un poquito mejor.

Rio golpeando su brazo en broma. - Eres un tonto.

- Y tú eres muy hermosa.

Dejo de reír cuando lo dice, okey, aclaremos que cuando yo le decía a mi hermano que era un tono, él me respondía que yo soy un monstruo y así era hasta terminar en una guerra. ¿Entienden por qué estoy desconcertada? Porque ahora quiero correr y escapar al lugar más lejos.

- Troye... - digo avergonzada. Era tonto sentirme abochornada cuando era solo un alago, pero nunca en mi vida había tenido una relación romántica en la que un hombre te halaga y presume.

Con el chico que perdí mi virginidad fue solo en una fiesta cuando tenía 17 años y no entendía nada, fue la primera y última vez que lo vi. Agradecía que haya sido así, no estaba siquiera preparada para enfrentar a lo que venía después si él se enamoraba o pedía algo formal.

Admito que no tengo amor propio.

-Rachel, no me casaré con una mujer que no amo, no pienso formar una familia con alguien a quien solo le importaria que mis hijos saquen buenas notas y presumir antes los amigos, yo...yo estoy muy seguro de eso. Hablé de eso con mis hermanos y ellos están de acuerdo, si me niego y Luca lo hace, a mi padre no le quedará otra opción que recurrir a Roma.

-¿Hay... - Mi voz sale ahogada. -¿Hay alguna otra razón? - pregunto mirando directo sus ojos acaramelados.

Estira su mano para atrapar la mía y acariciarla con suavidad.

- Sí, la hay - asegura sonriéndome. - Pero primero quiero deshacerme de toda esta mierda antes de buscar a la chica que sí amo - responde muy seguro de si mismo.

- Me parece la mejor idea que hagas eso, aunque tu prometida da miedo tengo un leve presentimiento de que no será fácil.

Troye asiente, él parece ya con la idea. Entrelaza nuestros dedos y se queda así, una sonrisa crece en mis labios.

- La mejor recompensa va a ser cuando esté libre y pueda besar a una mujer que me trae loco - habla y con su mano libre me hace una seña de silencio.

Rio. -¿Ah, si? ¿Y cómo se llama esa hermosa mujer?

- Mm, empieza con R y termina con achel, no sé si la hayas visto, siempre lleva un ceño fruncido que da miedo pero cuando la conoces puedes estar en riesgo de enamorarte.

- Troye... - gimoteo avergonzada, él ríe y besa el dorso de mi mano.

Terminamos la comida y Troye insiste en pagar, le advierto que en el próximo almuerzo pagaré yo y él rueda los ojos robándome un beso en la mejilla.

Aún con la manos entrelazadas salimos afuera y un aire frío golpea nuestros rostros. Troye se saca su chaqueta y me la pasa.

- Tómala, mi departamento queda cerca.

Era la excusa más tonta que había oído porque me acompañó hasta mi casa.

Sabía que estaba haciendo todo mal, mi lado racional ya me odiaba por hacerle esto. Mi lado tonto solo quería recostarse en el sofá porque mis pies estaban muy hinchados.




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