CAPÍTULO 12
—Tr... Troye - pronuncio sorprendida, rápidamente reacciono bajando la mirada. — Disculpe, señor Magazzani.
Él ríe y creo que me quedé sin aire.
— Dime Troye, tan viejo creo que no estoy. — bromea con un guiño. Éste hombre quiere matarme.
— Lo... Lo siento — murmuro avergonzada.
— No hay de qué, señorita Culligns.
— Sus zapatos — lo señalo y él le resta importancia con un gesto de manos. Me digno a mirarlo directo a sus ojos, me quedo inmóvil al notar sus llamativos ojos, un suspiro se me escapa. Troye aparta la mirada para verlos y luego vuelve a mirarme con una pequeña sonrisa.
— No tienen importancia, tengo otro par en mi coche. Aunque me preocupa más su estado. — dice con una mueca sin apartar su mirada de mí, lo que me pone nerviosa.
— Oh, no se preocupe creo que estaré bien, supongo que es hora de regresar a casa — pienso en voz alta masajeando mi sien.
Troye suelta una risa echando su cabeza hacia atrás, haciendo notar su manzana de Adán y a su grueso cuello. Trago saliva con esfuerzo.
Había que admitir que este hombre es un dios griego. Traía puesta una camisa azul con pequeños puntos blancos y los primeros botones sin prender, mostrando la piel de su formado pecho, dejando dejando a la imaginación mucho. Abajo traía un jean negro que le quedaban ajustados, y sus zapatos... arruinados por mí.
— Creo que, tengo que... salir de aquí — digo con el rostro ruborizado. La calefacción está muy fuerte.
O él está fuerte.
— La acompaño — dice de inmediato con ganas de ayudar a ésta pobre chica borracha, pobre iluso.
Tengo que mandar ordenes a mi cerebro para que mis piernas funcionen y salir de ahí sacudiendo la mano hacia Troye.
Cuando estoy fuera del baño de hombres, - que por suerte ningún otro chico había entrado- logro soltar el aire que estaba reteniendo.
Mierda, eso sí que fue una escena muy vergonzosa.
Aún me siento mareada cuando veo a la multitud de gente, parece que mientras más tarde se hacia más gente entraba al local.
Alguien toca mi hombro y me volteo a ver a Troye. Levanto una ceja sorprendida, creía que no querría ver a la chica que vomita sus zapatos.
— Yo quería ofrecerme para llevarla a su casa, no creo que usted pueda sola en ese estado — habla el apuesto hombre con una pequeña sonrisa. Hasta ahora podía notar de la cercanía en la que estábamos, y debo retroceder unos centímetros para poder articular alguna palabra.
De todas formas, estaba sorprendida por la gran caballerosidad de Troye.
Y se preguntarán, ¿Por qué tanta sorpresa? Y es que en las revistas más compradas de ésta ciudad el famoso Troye Magazzani es descrito por el más patán y mujeriego que alguien puede haber sido. Que no tiene nada de caballero y solo usa a las mujeres para una sola salida de noche, luego las bota sin piedad dejándolas destrozadas.
Todo como un actor de las novelas turcas que pasan por las tardes.
Niego muchas veces viendo a los lejos a Lore y Fer juntas haciendo señas con los dedos, en una mano un círculo y el dedo índice...
Oh...
Malditas puercas.
—No, no querría interrumpir su noche, de ante mano lamento mucho el incidente. — hablo finalmente sonrojada por el calor que hacía, claro...
Troye ríe, las esquinas de sus ojos se hacen pequeñas arrugas que forman la perfección de este hombre.
— Hagamos una cosa, olvidamos el incidente de los zapatos si me deja llevarla — habla con una sonrisa coqueta.
Que me pellizquen si no soy la única que piensa que me esta seduciendo.
Aparto la mirada sintiendo el calor subiendo por mí rostro, otra vez...
Rachel, para.
— Bueno... sí. — acepto finalmente con una sonrisa.
(.)
Luego de despedirme de Lore y Fer salimos del club, no sin antes recibir muchas advertencias de las dos chicas, ellas eran unas pervertidas.
Me quedo a un lado del Jeep Renegade, esperando a Troye que conversaba con un hombre mayor.
Discuten de algo porque los brazos del hombre no se quedaban quietos y parecía que le reclamaba algo mientras Troye está cruzados de brazos en una posición recta y la expresión en su rostro era neutra. En un momento me señala disimuladamente y el hombre se queda callado observándome, luego niega repetidas veces con una deje de decepción en su rostro.
Creo que voy a vomitar otra vez.
En unos minutos ya estábamos arriba del Jeep en una dirección que no sé.
Me siento nerviosa, y no por estar con un desconocido en un auto con vidrios polarizados, sino porque su presencia con su aroma varonil hacía sentirme así de extraña.
— Lamento que hayas precensiado lo de mi padre...
Genial, el hombre con quien discutía era el padre.
— Ten por seguro que así es siempre.
Había una mueca en su hermoso rostro.
Algo se remueve en mi estómago.
— Y algunas veces es muy terco, no hay manera de que cambie de decisión a la cual yo me niego rotundamente... — sigue hablando. — Algunas veces mi madre me recuerda que soy muy parecido a él, y por eso chocamos en nuestras conversaciones... — El semáforo marca rojo y se detiene, me mira por un largo rato y yo me obligo a sonreír. — Lo siento, cuando estoy nervioso hablo de más — ríe disculpándose, noto unos hoyuelos marcándose en su mejilla derecha. ¿Por qué no había notado antes eso? Es la octava maravilla en el mundo.
También quiero sonreír pero mi estómago se revuelve.
-Quiero vomitar — digo apresurada.
De inmediato él estaciona el coche, me bajo con cuidado y vomito todo lo que puedo.
Siento una mano en mi espalda, me estaba dando golpecitos y me tiende un pañuelo blanco. Le agradezco y me limpio todo el resto con asco.
— Lo siento muchísimo. — le digo abochornada, para mi sorpresa él empieza a reír, también lo hago encontrándole la diversión a esta escena vergonzosa. — Esto es tan... —. Me interrumpe.
— Único — termina por mí algo errante. Le sonrío divertida. — Es bueno que no estés muriendo de vergüenza, digo... no es para subir mi ego, pero todas las chicas tartamudean y se avergüenzan rápidamente. — habla sin parar, luego me sonríe apenado por lo que dijo, rasca la parte de atrás de su nuca apartando la mirada.
Rio. — Tranquilo, igual estoy muriendo de la vergüenza aunque fueras una chica. Conste que no soy así, tienes que conocerme.
— Lo haré. — asegura mirándome profundamente con esa sonrisa coqueta.
Mi estómago se revuelve, y estoy segura de que no es una advertencia a vomitar otra vez.
Me enderezo y él también lo hace, quedamos al lado del otro mirando la ruta en la que paramos, a pesar de ser muy tarde muchos autos transitaban.
—¿Te encuentras mejor? — me pregunta con una mueca de preocupación. Noto que dejó de tutearme.
— Sí, gracias por lo que has echo por mí, otra persona me hubiera insultado por vomitar sus lindos zapatos — admito señalando su parte de abajo, él ríe y se acerca la puerta del copiloto, la abre y con una pequeña sonrisa me subo.
— Me siento alagado por mis zapatos, ¿no hay otra cosa linda que tengo? — coquetea descaradamente cuando ya sube a su asiento, arranca el coche y sigue el rumbo entrando al centro de la ciudad, donde vivo.
Todo. Pienso.
— Bueno, tu camisa... — murmuro, odio que se haya escuchado.
Más bien, como le queda la camisa.
En el coche se escucha la risa de Troye.
Le digo donde es mi dirección notando que no iba a ninguna parte en particular. Él asiente y va en velocidad baja tomando mis direcciones.
Cuando llegamos frente al edificio, Troye se queda mirando una ventana cerca de mi piso, lo miro confundida.
— Mi hermano vive en el edificio — explica dándome su atención.
— Oh, no creo haberlo visto, me he mudado hace muy poco.
— Lo dudo entonces, sin embargo, él también lo hizo hace tres semanas. — habla tranquilamente, su voz era baja y ronca, las luces de afuera que eran las únicas que alumbraban, ya que, las del coche estaban apagadas, le daban un perfil tan atractivo. — Vendré a visitarlo seguido — Me guiña un ojo luego de lo dicho y entiendo su indirecta.
— Ah, yo... eh...— Muerdo mi labio para dejar de decir incoherencias estúpidas. — Tengo que subir. — digo señalando afuera. Troye asiente, yo también lo hago, él sonríe y copio su gesto. — Salir, si...
Finalmente abro la puerta, con la que tengo ganas de golpearme para reaccionar.
— Otra vez, gracias por traerme, Troye — digo.
— De nada, señorita Culligs, espero que el destino quiera que nos encontremos nuevamente... — añade con una sonrisa encantadora.
Embobada cierro la puerta y camino hacia la puerta del edificio, veo que cuando estoy adentro, el coche se enciende y desaparece de mi vista.
Oh, mierda. ¡Qué guapo!
Esperen...
¿Cómo sabía mi apellido?
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro