EPÍLOGO
Alessandro
Seis meses después.
Creía que la vida no podía ser mejor, pero desde el segundo en el que Carina y yo nos convertimos en marido y mujer, fue como si todo lo bueno se multiplicara.
Hemos creado una dupla perfecta, unas semanas después de la boda nos mudamos a uno de los barrios céntricos, en una casa que enamoró a mi esposa desde el momento en el que la vio.
Mi esposa.
Aún no puedo creer que nos hemos convertido en una familia, que nuestra vida ahora es compartida por completo con el otro. Parece como parte de un sueño del que pronto despertaremos, pero con el día a día, mientras más tiempo pasa, más confirmo que es real.
Ahora no puedo imaginarme viviendo de un modo distinto, y sé que no hay otra vida que desee más que esta.
Yo sigo impartiendo clases en la universidad, he encontrado mi sitio para estar y he descubierto que la docencia es lo que quiero seguir haciendo por el tiempo que me sea posible. Carina por su parte, se mantiene tan exitosa como siempre con los casinos, la asociación con Dave funcionó y ahora ambos lideran el negocio de los casinos.
Así que a mi parecer, todo ha marchado absolutamente bien. Y tal vez estaba a punto de mejorar...
—Cari, no puedes quedarte ahí adentro para siempre —dejo un par de toques contra la puerta —¿estás segura de que va todo bien?
—¡Lo está! —responde en un grito —es solo que no consigo encontrar el instructivo para esta cosa.
Resoplo, una sonrisa se filtra en mis labios mientras elevo la mirada al techo.
—¿Por qué no me dejas ayudarte? —inquiero —llevas una eternidad encerrada en el baño, ¿por qué no sales y...?
—¡No! —dice pero como si quisiera contrariar a sus palabras, la puerta se abre —¿Y si es una falsa alarma?
Mi sonrisa se vuelve divertida.
—¿Realmente crees que es una falsa alarma? —arqueo la ceja.
Ella sale del baño por completo y suspira.
—¿No has mirado el resultado? —inquiero con suavidad —regina...
—Es solo que no creo poder soportar que sea una falsa alarma —dice en un suspiro entrecortado —lo sé, sé que es una tontería pero...
—Hey, escucha, si es una falsa alarma, no pasa nada.
Sus ojos se encuentran con los míos, ese par de luceros celestes que me enamoran cada vez que los miro.
Hace dos semanas que Carina tuvo retraso con su periodo, hace una que empezó con nauseas y mareos, he intentado convencerla de ir al médico pero mi esposa es tan terca que no ha escuchado ni una sola sugerencia.
Sospechamos de un embarazo porque todos los síntomas coincidían, pero incluso para eso, había tenido que obligarla a hacerse una prueba.
—Supongo que podemos mirarlo juntos —dice en un suspiro —es tu culpa que ahora no deje de pensar en bebés, si es una falsa alarma...
—Si es falsa entonces haremos que la siguiente sea verdadera —la molesto y eso funciona porque deja un golpe contra mi pecho
Toma mi mano y tira de mí hasta meterme al baño, la prueba está a menos de un metro, a su lado la hoja arrugada de las instrucciones. Carina toma el pequeño plástico pero lo mantiene volteado.
—Puedo mirarlo primero si quieres —sugiero —vamos, regina, no pasa nada.
—Claro que pasa —dice mordiendo su labio inferior.
Ladeo la cabeza, no puedo retener la sonrisa y eso la hace resoplar.
—A veces odio que seas tan optimista —dice con las comisuras levemente elevadas —¿listo?
—Desde el segundo en el que entraste al baño —confieso.
Ella suelta una leve risa pero no pierde ni un segundo, y voltea la prueba. Ambos clavamos la vista en la pequeña pantalla que se muestra y el silencio cae sobre nosotros.
—¿Qué habías dicho que significaban dos rayitas? —inquiero.
Ella eleva la mirada, de un segundo a otro sus ojos se cristalizan, la emoción explota en ellos antes de susurrar:
—Positivo.
Me toma dos segundos reaccionar, cuando lo hago, cuando realmente entiendo que ella está embarazada, todo en mi interior colapsa.
—¡Vamos a ser papás! —exclamo.
Ella asiente con frenesí y se lanza a mis brazos, no sé como salimos del reducido cuarto de baño y tengo la libertad de tomarla por la cintura y girar, nuestras risas se combinan, llenan todo el espacio y creo que nunca me he sentido tan emocionado, ansioso, feliz...todo al mismo tiempo en cantidades iguales.
Cuando sus pies tocan el piso, desliza las manos dejando la prueba entre nosotros. Tiene una sonrisa preciosa que me eclipsa casi de inmediato, Carina tiene una habilidad innata para hacerme perder la cabeza, una que parece perfeccionar con cada día.
—Vamos a ser papás —dice con suavidad, pero con la misma emoción —vamos a tener un bebé.
—Creo que tenemos que llamar a todos —sugiero.
Mis manos acunan su rostro, le acarician las mejillas mientras me inclino hacia adelante, atrapando sus labios entre los míos en un beso suave, pero lleno de sentimiento.
De un sentimiento que nunca le he ocultado, que ella conoce tan bien como yo.
—Van a volverse locos —dice apartándose. Sus manos se colocan sobre mi pecho y eleva la mirada —esto es increíble, Sandro.
—Lo sé.
—Una mini yo, o un mini tú —susurra —tendremos mucho trabajo por delante.
—Claro que sí, pero estaremos bien, siempre lo hemos estado, ¿no es cierto?
Asiente levemente con una sonrisa.
—Tendremos que comprar un nuevo libro. Y más papel fotográfico.
—Todo el que sea necesario —me inclino para besarla otra vez —vamos a estar bien, y todo será genial, te lo prometo.
—Lo sé, confío en ti.
Vuelve a abrazarme y yo la apego a mí, rehusándome a soltarla, porque Carina es todo lo que he deseado en este mundo.
Porque lo que está por venir, solo llegará para completar nuestra felicidad, o tal vez hacerla más grande hasta el punto en el que no podríamos imaginar.
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¡No puedo creer que hemos llegado al final!
Mis niños significaron tanto que no puedo creer que tengamos que decirles adios.
¡NOS FALTA UN EXTRA!
Lo subiré por la tarde, así que estén pendientes!
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