36.- La vida a futuro
Carina
6 meses después.
Dicen que con el tiempo aprendes a vivir con aquello que no puedes cambiar. Y en los últimos seis meses, he comprobado esa oración.
—¡Sandro, se nos hace tarde! —exclamo mientras miro la hora en el teléfono.
—¡Ya voy! —resoplo cuando escucho su voz en el piso superior.
Pasan algunos segundos antes de que las pisadas apresuradas se escuchen, una leve sonrisa se filtra en mis labios cuando lo veo aparecer a paso rápido, se está terminando de colocar el abrigo y sostiene con una de las manos la caja de regalo que hemos terminado esta mañana.
—Creí que no habrían llamadas de trabajo hoy —le recuerdo con la ceja arqueada —esos estudiantes tuyos pueden arreglárselas sin su profesor un día.
Una corta risa brota de sus labios cuando llega al final de la escalera.
—Lo sé, pero podría ser algo urgente —se encoje de hombros —en todo caso, estoy listo, ¿nos vamos?
Asiento levemente, me acomodo el saco mientras salimos de la casa y me aseguro de colocar la llave antes de dirigirnos al coche. Hoy es el cumpleaños de mi padre, y mamá ha organizado una comida familiar, aprovechando la ocasión para invitar a toda la familia.
—Espero que lleguemos a tiempo, o mi padre no nos perdonará nunca el haber llegado tarde —murmuro mientras me acomodo el cinturón de seguridad —¿has colocado todo en el maletero?
—Por supuesto —sonríe —no nos podemos permitir olvidar ni una sola cosa o tu padre nos patearía el trasero obligándonos a volver.
Ambos compartimos una risa.
—Ángelo Lombardi es un hombre al que le debemos temer —dice en broma pero comienzo a sospechar que eso es realmente algo que él cree.
Avanzamos por la avenida y me permito admirarlo por unos segundos, durante los últimos seis meses, hemos vivido más cosas de las que siquiera puedo enumerar. Pero lo más importante, es que hemos aprendido a vivir con aquellas cosas que sabemos que nunca cambiarían.
La memoria de Alessandro no volvió, dos meses después de la revisión con el médico, aquellos pequeños fragmentos de recuerdos que nos acompañaban, se detuvieron. Fue complicado al inicio porque todos manteníamos la esperanza de que su memoria volviera con el tiempo, sin embargo, tuvimos que aceptar que eso no sucedería. Alessandro pareció querer poner una distancia entre nosotros pero no lo permití.
Estuve cerca de perderlo una vez, no quería arriesgarme a que eso sucediera de forma definitiva, así que estuve a su lado incluso cuando él parecía desear la distancia, me quedé, y valió por completo la pena.
Ha vuelto a dar clases en la universidad, sus alumnos parecen amarlo y él cada vez está más cómodo enseñando frente al grupo, poco a poco las cosas comienzan a ponerse en su sitio y yo ruego tanto porque esta vez se queden ahí, sin moverse, dejándonos vivir de la manera en la que nos merecemos.
—¿Crees que tus hermanos esta vez decidan dejarme en paz? —inquiere rompiendo el silencio —a poco menos de un año, ellos parecen seguir queriendo darme un puñetazo.
Una risa brota de mis labios.
—No lo sé, esos chicos son impredecibles, y me temo decir que no has hecho mucho por ganártelos.
—¿Qué no he hecho mucho para ganármelos? —inquiere casi con indignación —le he regalado boletos a Mateo para una de las carreras más importantes de la F1...
—¿Olvidas que Alessio, es decir, su cuñado, es uno de los pilotos más importantes de la F1? —Alessandro resopla.
—¿Eso que tiene que ver? —me rio de nuevo —ha pasado casi un año y ellos parecen apenas tolerarme.
—Bueno, deberías estar contento de que al menos Jacob ya no quiere golpearte.
—Si, porque está demasiado preocupado por su futura paternidad —Sandro rueda los ojos —sino estoy seguro de que sería como un molesto dolor en el trasero.
—No puedes decir que no te lo advertí —objeto —sabías a lo que te enfrentabas.
Una corta risa brota de sus labios.
Mis hermanos parecían haber vuelto a su faceta de protectores, Sandro tenía que soportar ser el blanco de las indirectas amenazantes aun cuando había hecho todo lo posible para que lo aceptaran. En el fondo, sé que mis hermanos ya lo han hecho pero consideran divertido el molestarlo.
—Lo sé, y créeme, realmente vale la pena.
Su mano busca la mía y entrelaza nuestros dedos. Se queda así mientras conduce y el silencio que cae sobre nosotros no es incómodo, simplemente disfrutamos de la compañía el uno del otro hasta que llegamos a la casa de mis padres.
Hay varios autos estacionados así que deduzco que hemos llegado lo suficientemente tarde como para que mi padre no lo pase inadvertido. Sin embargo, cuando ingresamos con todas las cosas en mano, él parece apenas darse cuenta porque se encuentra bastante entretenido con mis sobrinos.
Saludo a mis hermanas y a mi madre, quienes son las primeras en recibirnos y luego me aproximo hasta mi padre, él me recibe con una sonrisa mientras abre los brazos, alejando su atención de los niños que parecen ansiosos por retomar su juego.
—Stellina mia —dice mientras me estrecha entre sus brazos.
—Feliz cumpleaños, papá —sonrío —te hemos traído un regalo.
—No era necesario...
—Claro que no, pero quisimos hacerle uno —esta vez es Sandro quien habla, el cumpleañero lo merece.
Papá sonríe un poco más mientras toma la caja y quita la cubierta, examinando el interior. Soy consciente de como su mirada se ilumina cuando observa el regalo.
—Esto es...—deja de hablar para mirarnos —es más de lo que hubiese imaginado.
Toma el retrato que hemos mandado a hacer especialmente para esta ocasión. Consta de una pintura al óleo de mi padre, y todos mis hermanos recreando una de las últimas fotografías que nos tomaron, pero no solo eso, sino que detrás tiene el rostro de cada uno de nosotros cuando éramos apenas unos niños.
Mi padre luce conmovido, aunque es bastante bueno ocultándolo. Da un paso para estrecharme de nuevo entre sus brazos, y luego hace lo mismo con Sandro.
—Significa mucho para mí —confiesa —de verdad.
—Bueno, siempre dices que somos tus pequeños desastres sin importar la edad que tengamos, así que creo que esto es una buena manera de demostrarlo, ¿no crees?
Papá se ríe.
—Ahora entiendo porque ustedes son tan felices juntos —dice mirándonos —porque siempre encuentran una manera creativa de decir lo que sienten.
Antes de que podamos dar una respuesta, mi madre se acerca informando que ahora que estamos todos, es el momento adecuado para el pastel.
—Hablamos más tarde —dice dedicándome un guiño antes de que mi madre se lo lleve hasta el sitio en donde Bella comienza a poner las velas.
Alessandro no suelta mi mano en ningún momento mientras la tradicional música de cumpleaños comienza a sonar, y mientras todos cantamos a coro, observo a mi madre acercarse a papá y a él sonreírle con tanta adoración que no debería sorprenderme que la mire igual a pesar de los años.
Y supongo que de eso se trata la vida, de encontrar a personas dispuestas a tener un largo viaje contigo sin importar cuanto tiempo vaya a tardar. Porque al final no importa el tiempo, o las distancias, importa si es el viaje que deseas emprender, aún cuando no conoces el destino.
Inconscientemente me apego a Alessandro, siento su brazo rodearme la cintura mientras me apega a él y cuando despego la atención de mis padres para mirarlo, me doy cuenta de que él lleva mirándome todo el rato.
No dice nada, ambos seguimos cantando hasta que la canción acaba y los aplausos llenan el ambiente. Y mientras todos felicitan a papá, Alessandro toma mi mano y tira de mí hasta llevarme a una parte del jardín, no tan apartada de la fiesta pero si con la suficiente privacidad para permitirnos hablar.
—¿Qué pasa? —inquiero —¿está todo bien?
—Lo está —dice con una sonrisa —pero he visto la forma en la que mirabas a tus padres y realmente no puedo continuar ocultando esto.
—¿Qué quieres decir? —ladeo la cabeza mirándolo con curiosidad —¿qué...?
—No estaba en una llamada con un alumno —confiesa con una sonrisa nerviosa, lo sé por como las comisuras de sus labios tiemblan al inicio del gesto y por como por pequeños segundos, se borra antes de volverse a formar.
—¿No? ¿Entonces por qué...?
—Estaba en una llamada con el doctor —mi sonrisa titubea un poco. —Lo he visto hace una semana para los últimos análisis.
—¿Hace una semana? ¿Por qué no dijiste nada? —inquiero casi indignada.
Él toma una inhalación antes de poder responderme.
—Porque quería asegurarme de que las cosas fuesen bien antes de compartirlas contigo —confiesa —creo que estos han sido unos meses maravillosos y no me hubiese perdonado nunca arruinarlos.
—Sandro, al grano —exijo con una pequeña sonrisa —¿son noticias buenas?
Él mira sobre mi hombro, todos los demás parecen ajenos a nosotros, las risas aún se perciben pero en menor grado y por alguna razón, siento que lo que Sandro dirá a continuación realmente marcará una diferencia en nuestras vidas a partir de este momento.
—Son buenas noticias —dice tomando mis manos —los análisis llegaron, ya no hay rastro de cáncer ni tumor en mi organismo, se ha ido, regina.
Me toma unos segundos procesar la importancia de lo que dice, lo que realmente significan esas palabras viniendo de él.
—¿Se ha ido?
—Completamente —dice con los ojos brillando de la emoción —me he curado, Cari.
Su voz tiene un dejo tembloroso, mi visión se nubla mientras siento el impacto de la noticia envolverme por completo. El cáncer se ha ido, no hay ningún otro tumor del cual tengamos que preocuparnos, no sé en que momento él me ha abrazado y me sostiene muy cerca de su pecho.
—Lo hiciste —susurro al cabo de unos segundos —Sandro, ganaste.
—Ganamos —corrige acunando mi rostro —tuve que pagar algunos precios para conseguirlos, pero justo ahora estoy feliz de estar aquí, porque joder, Cari, una vida contigo es todo lo que quiero y ahora...ahora realmente podemos tenerla.
Asiento reteniendo el sollozo porque no puedo creer que realmente esté pasando esto, que realmente él esté curado y que de ahora en adelante no tenga que preocuparse por la enfermedad. Porque después de todo, él realmente merece la oportunidad de tener una vida.
Merecemos la oportunidad de ser felices.
—¿No planeabas decirme? —inquiero limpiándome las lágrimas —¿Cuánto tiempo pensabas ocultármelo?
—Te lo diría hoy mismo al llegar a casa, pero cuando te vi mirando de esa forma a tus padres, no pude tolerar ocultarlo más. Porque mereces saber que ahora tengo la oportunidad de darte todo lo que te prometí, porque ahora puedo hacer promesas a futuro, seguro de que las cumpliré.
—Sandro...
—Y voy a darte la vida que mereces, aquella con la que siempre has soñado. No más médicos o enfermedades, solo tu y yo, y la vida que hemos planeado.
—Es un buen plan.
Sonríe. Se inclina hacia mí y atrapa mis labios en un beso suave para susurrar:
—Claro que sí, regina, es un buen plan.
Y simplemente, la beso una vez más.
_____________________________________________________________________________________
¡Hola! Sé que es un cap corto, pero era necesario y considero que si escribía demasiado se perdería aquello que quería transmitir.
¡No se olviden de votar y comentar! Significa mucho para mí.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro