Carina Lombardi.
Entre mentalizarme para la "cita a ciegas" que Abbie está coordinando y la gala del casino, las horas de mi día se ven reducidas a nada. Para cuando me doy cuenta, el sábado por la noche ha llegado y yo tengo que prepararme para enfrentar al insufrible de Dave Ricci. Tengo que confesar que no esperé tener una respuesta cuando mi equipo de Marketing le envió la invitación, considerando que su propia gala se celebraría el mismo día, no creí posible que asistiera, pero lo hará.
Recibimos la confirmación de asistencia por parte de su asistente, y no vendrá solo. Lo único que espero es que no se le ocurra aparecerse con una acompañante que ame los escándalos, y que no sea tan insufrible como él.
—En serio creo que esto es una mala idea —suelto un suspiro mientras examino mi reflejo en el espejo.
El vestido rojo que porto fue herencia de mi madre, a pesar del tiempo aún conserva su elegancia y clase, no suelo usar prendas demasiado reveladoras en las galas, una mujer tiene que cuidarse las espaldas, eso es lo que mi familia siempre decía, y mucho más cuando está sumida en un mundo dominado por hombres.
He perdido la cantidad de hombres a los que hemos sacado porque han considerado que es buena idea soltar comentarios inapropiados para hacerse los interesantes, he tenido que lidiar con ese tipo de cosas toda mi vida, cuando mi padre aún era el director, solía colocarme guardias personales cuando tenía que moverme por el casino, pero desde que fui nombrada directora, me deshice de ellos.
No quiero aparentar que necesito de dos gorilas para defenderme, la mayoría de las personas sabe que no debe meterse conmigo, mi padre se hizo de su reputación, yo estoy trabajando en la mía.
He optado por este vestido porque no es una gala en la que tenga que ser el centro de atención, quiero pasar desapercibida pero sin perder mi toque de elegancia y sensualidad, mi madre siempre ha tenido buen gusto, así que usar algo de ella...parece ser la mejor opción. El vestido es suelto, con el cuello cruzado lo que deja gran parte de los hombros descubiertos, y posee pequeñas piedras brillantes en la parte del pecho que le dan ese toque elegante.
—Si piensas que es una mala idea, definitivamente lo será —Abbie a mi lado se retoca el labial. Sonrío al mirarla parecer demasiado concentrada en la tarea y se toma varios segundos antes de mirarme.
—¿No lo crees?
—Creo que tu padre tiene algo de razón, si esto ayuda a que el idiota deje de serlo tanto...pues solo hazlo.
—Comienzo a creer que tu también eres partidaria de las malas ideas —objeto apartándome del espejo. Compruebo la hora en el reloj que cuelga de la pared y suspiro —creo que es momento de salir.
Afuera todo parece estar en orden, los empleados están comenzando a atender a los invitados que llegan, sé que debo gozar de mis escasos minutos de tranquilidad antes de tener que darle mi atención a todos los invitados que consideren necesaria una "charla amena".
Abbie suele hacerme compañía siempre en las galas, nos divertimos bastante y tiene una habilidad increíble para salvarme de los momentos incómodos, así que es más que evidente que la necesito esta noche.
Me concentro en asegurar que todo marche como debería, no me quedo demasiado tiempo en un mismo sitio, me paseo por las alas del casino y retengo la sonrisa cuando miro a mis hermanos discutir en la mesa de las cartas.
Parece que no todos nacieron con las habilidades de los juegos de azar. Sin embargo, cuando me doy cuenta de que el mayor de mis hermanos viene hacia mí, me preparo. Jacob porta un elegante traje negro, su cabello se encuentra perfectamente peinado hacia atrás y cuando está lo suficientemente cerca, me deja ver su encantadora sonrisa que seguramente fue lo que conquistó a Marcella, su prometida.
—Así que, ¿el misterioso chico no te acompañará esta noche? —resoplo.
—¿Crees que voy a pasearme de la mano con él sabiendo que todos ustedes estarían aquí? No gracias.
El sonido de su risa me hace mirarlo de nuevo. Jacob es mucho más alto que yo así que aún con tacones, tengo que elevar la mirada.
—Sé que mientes, Cari, pero tranquila, puedo guardar el secreto.
—¿Qué...?
—Solo diré algo, muero de ganas por ver como es que vas a engañarlos a todos ellos —hace un ademán con la cabeza —y me sorprende que incluso hayas conseguido convencer a papá.
—Me temo que te equivocas, porque no he engañado a nadie. Siempre tiendes a pensar que todo el mundo te engaña, eso no es culpa mía.
Chasquea la lengua.
—No había necesidad de inventarte a algo como eso, no eres la única mujer que irá sola a la boda, lo sabes, ¿no es cierto? Ser una solterona no es el fin del mundo.
—Eres un idiota —espeto con molestia —mejor aléjate ante de que te patee el trasero.
Mi hermano eleva las manos y se aparta aún manteniendo la sonrisa burlona en sus labios. Su comentario me ha sentado peor de lo que debería, y ahora el mal humor parece querer adueñarse por completo de mi sistema, y eso no es algo que pueda permitir.
Esta es mi gala, es una noche estupenda, no dejaré que mis hermanos lo arruinen.
Sin embargo, parece que el cumplimiento de mis planes tendrá que esperar porque en el segundo en el que miro hacia la entrada, lo veo ingresar.
Dave Ricci, y no viene solo.
Esperaba ver a una mujer a su lado, a alguien queriendo acaparar toda la atención posible, pero no me preparé para mirarlo entrar en compañía de otro hombre. Ambos ingresan y en la distancia, solo puedo reconocer a Dave.
Me aclaro la garganta y me mentalizo para acercarme, tener que aparentar amabilidad con semejante idiota será lo más complicado de la noche, pero puedo hacerlo. Un dejo de irritación me invade cuando reconozco la forma en la que observa todo el casino, sus ojos críticos no perdiéndose ni un solo detalle.
Su acompañante se escabulle antes de que pueda acercarme, pero Dave se queda en su sitio. Tan pronto como sus ojos se fijan en mí, una sonrisa petulante se deja ver por completo.
—Carina Lombardi —mi nombre brota de sus labios con un tono de fingida educación —Que placer verte de nuevo.
—Dave —coloco la mejor y más falsas de mis sonrisas —me alegra ver que al final nos has honrado con tu presencia.
—He de admitir que cuando mi asistente dijo que Carina Lombardi había extendido una invitación para su gala, no sabía que esperar. —No pierde el gesto petulante y tengo la tentación de borrárselo con un golpe, pero me las arreglo para disimularlo bastante bien. —No es común.
—Creo que sabes que no soy alguien que se apegue a lo común —sonrío —considera esta invitación como una oportunidad para hacer crecer los negocios.
—Ya decía que no podía simplemente ser una invitación de pura cortesía —sus ojos chispean con diversión y toma una de las copas que uno de los meseros me ofrece —¿Me darás el placer al menos de jugar una ronda de cartas? He escuchado que es tu especialidad.
Esta vez sonrío con sinceridad, no hay nada mejor que aplastar a un hombre con un ego inmenso en una partida de cartas.
—Estaré encantada, ¿quieres un recorrido por el casino?
—Solo si eres tú quien lo dará —ruedo los ojos con fastidio al reconocer el tono coqueto que emplea —aunque considero que tal vez es mejor que tengamos esa charla privada ahora, ¿no lo crees?
Tengo que hacer uso de todo mi autocontrol para no hacer una mueca.
—Yo nunca dije que fuese una charla privada, de hecho, tendremos a todo el equipo —sonrío —deduzco que no viniste solo para una noche social, ¿Dónde has dejado a tu acompañante? ¿Él se divertirá por ti?
—Estoy bastante seguro de que estás enterada sobre que soy un experto en la diversión.
—Y en los escándalos también, ¿no es cierto? —pregunto burlona —podemos hablar de lo importante ahora y amargarnos la noche, o puedes disfrutar de mis casinos, estoy seguro que te encantarán.
—No me malinterpretes, amo la diversión pero no vine aquí para eso —su rostro se vuelve de pronto serio —¿qué quieres, Carina Lombardi?
Quiero que dejes de ser un maldito dolor en el trasero.
—Hacer negocios —establezco con serenidad, tragándome lo que realmente quiero decir —soy mujer de casinos, solo busco hacer negocios, creo que lo entiendes.
Sonríe divertido.
—Estoy ansiando escuchar lo que tienes para decir —confiesa —no tengo mucho tiempo, como sabes, tengo una propia gala que atender.
—En ese caso, no perdamos más el tiempo.
Dave asiente y nos encaminamos hacia el ala superior, le hago un gesto a Liliana cuando su mirada se encuentra con la mía y asiente, dejándome saber que todo está preparado. Nos conduzco hasta mi oficina, atravesamos todo el lugar bajo la mirada curiosa de algunos invitados que consiguen reconocer a Dave, supongo que les debe causar mucha intriga el motivo de su presencia esta noche en los casinos.
Cuando llegamos, Dave mantiene su atención en el celular.
—Lo siento, pero mi socio aún está en la planta baja, tuvo que atender una llamada.
Resoplo.
—Que poco profesionalismo, ¿no lo crees? —una sonrisa burlona crispa sus labios.
—Somos expertos en saltarnos la parte profesional —como si quisiera dejar una prueba clara de sus palabras, su mirada me recorre por completo con evidente lujuria.
Entorno los ojos y giro hacia Liliana.
—Encuentra al socio del señor Rossi por favor, e indícale en donde nos encontramos. No lo esperaremos.
Ella asiente con una pequeña sonrisa divertida, convencida seguramente de que dejarnos a Dave y a mí solos puede acabar en un homicidio, y aún soy demasiado joven como para pisar la cárcel.
En cuanto ingresamos a la oficina, Dave no espera invitación para colocarse cómodamente en uno de los sillones, yo me ocupo de ir por una botella de vino y por cuatro copas, como dije antes, no sería una charla privada. El idiota de Ricci trajo a su socio, y yo espero a James, mi cuñado, quien es el que se encarga de toda la parte publicitaria y define todas las estrategias de los casinos, las relaciones, con quienes nos reunimos, cada decisión que se toma ligado a eso, tiene mucho que ver con él.
Gracias al cielo James llega antes de que Dave pueda decir uno de sus comentarios inapropiados, al verlo entrar me relajo tan solo un poco porque sé que basta su presencia para mantener los límites a raya.
—Hablabas en serio cuando dijiste que no sería una reunión privada —dice Dave —¿traes a tu novio contigo?
—Ugh —James se acomoda el saco —eres tan idiota como dicen toda la prensa.
Dave sonríe socarrón.
—Oh vamos, debes admitir que la publicidad de mis casinos es mucho mejor —dice y parece casi orgulloso —tengo más prensa en mis casinos que tú esta noche.
—Preferimos evitar los escándalos —responde mi cuñado con una sonrisa educada —¿comenzamos?
Me lanza una mirada que me deja en claro que debemos acabar esto cuanto antes, así que me acomodo en el sillón de enfrente mientras James sirve el vino en las copas.
—Creo que es beneficiosos para ambos que los casinos tengan una buena relación, las personas aman los escándalos pero solo momentáneamente, y algo que he defendido siempre, es la buena imagen de mi negocio.
Dave le da un sorbo a su copa, observándome con atención. Espero encontrar la burla en sus ojos pero parece igual de interesado en lo que tengo por decir.
—Voy a ser honesta, Dave, estoy harta de que seas una piedra en el zapato. No sé si tus estrategias consisten en seguirnos el paso, pero tiene que parar.
—No entiendo a que te refieres.
—Es sabido que cada casino puede celebrar sus galas cuando mejor le acomode —esta vez es James quien habla —pero celebrar galas la misma noche, no parece una jugada justa. Sabes que las galas se hacen con el propósito de conseguir dinero, atención, publicidad. Si hay dos...eso se divide.
—Oh, ¿te sientes amenazada por mis casinos? ¿Es eso? Creo que debiste saber a que juego entrabas cuando decidiste involucrarte en un mundo de hombres, ¿no lo crees nena?
Una risa brota de mis labios.
—¿Mundo de hombres? Por Dios, Dave. No trates de darte grandeza a ti mismo, si me sintiera amenazada no estaría teniendo esta conversación, créeme. Quiero llegar a un acuerdo que nos beneficie a ambos, supongo que si hicieras tus propias galas, en tus propias fechas, tendrías el doble de asistencia, ¿no es cierto?
Dejo mi copa sobre la mesa.
—Además, odio las comparaciones. Nos vendría bien que en vez de que nos vieran como enemigos, seamos un ejemplo de alianza, ¿no lo crees?
Él está por responder cuando dos toques en la puerta se roban la atención. La puerta se abre e ingresa Liliana, doy por hecho que viene con el socio de Dave así que me incorporo y planto la mejor de mis sonrisas esperando que el hombre sea más razonable que el idiota de Ricci.
Sin embargo, cuando el desconocido ingresa por completo y se acerca, mi sonrisa se esfuma.
Es un hombre alto, mucho más que el idiota de Ricci. Porta una simple camisa blanca combinada con unos pantalones azules de vestir, lleva unos mocasines negros brillantes y el cabello ondulado acomodando a un costado, lo que le brinda un aspecto bastante relajado, en comparación a su amigo que intenta llevarse el premio al "mejor vestido".
Mi corazón sufre un vuelco tan salvaje que tengo que contener el jadeo, porque lo reconozco. No podría olvidar ese rostro jamás.
Siento de pronto una repentina oleada de nauseas y me recrimino a mi misma por dejar que tenga tanto efecto en mí, pero en el segundo en el que ese par de ojos azules se posan en mí...mi mundo se viene abajo.
De pronto todo desaparece, escucho que Dave habla pero no puedo prestarle atención, no puedo apartar la mirada del hombre que parece ser un fantasma, una aparición del pasado.
Puede que para él yo sea una desconocida, pero él nunca será un desconocido para mí.
Lo reconocería en cualquier sitio, sin importar los años...nunca podría olvidarlo.
Su mirada continúa conectada con la mía, no parece afectado, incluso es como si no me reconociera, como si de pronto de verdad fuésemos dos extraños, la cuestión es...que no lo somos en lo absoluto.
Bien lo dije antes, esto sería una mala idea.
Y solo lo compruebo cuando se acercan, cuando se aproxima, extiende la mano hacia mí y dice:
—Alessandro Santori, encantado de conocerla, señorita Lombardi.
Las grietas de mi corazón se quiebran de nuevo, toda la coraza que he construido desde hace ocho años se va y solo queda un frágil corazón. Él no se acuerda de mí.
Pero yo no lo olvidaré nunca. Alessandro Santori, el primer hombre al que le entregué mi corazón y que se encargó de hacerlo pedazos.
El chico que se esfumó como si la tierra lo tragase, ha vuelto. Está aquí, frente a mí, acompañando al idiota más grande que el mundo ha tenido la desgracia de poseer.
Sus ojos me miran, la frialdad latente en su semblante me deja perpleja porque nosotros....
Sacudo la cabeza, no, eso es pasado. Tengo que obligarme a reaccionar, a forzar una sonrisa y a tomar la mano que me ofrece, tengo que obligar a mi cerebro a olvidar absolutamente todo el pasado.
Si él parece no recordarme, no seré yo quien se ponga en evidencia. Así que sonrío lo mejor que puedo y tras un par de segundos respondo con firmeza:
—Encantada de conocerte.
Y mi falsedad nunca fue tan grande como en estos momentos, en donde me esfuerzo por aparentar, que yo tampoco tengo ni un solo recuerdo de él.
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