29.- El corazón siempre lo sabrá.
Carina.
Nunca he sentido un pánico tan grande, como en el segundo en el que escuché el ensordecedor sonido de los autos impactando, y luego la línea en silencio. Una parte de mí parece saber exactamente lo que ha ocurrido, y aún cuando conduzco con rapidez hacia el hospital, aún cuando Dave me ha llamado diciendo que lo contactaron del hospital, me niego a creer que en realidad ha sucedido.
Me niego a creer que Alessandro tuvo un accidente.
Sus últimas palabras siguen clavadas en mi mente, lo desesperado de su voz al decir que no podía ver, mi cerebro ha pensado en los peores escenarios pero me he convencido de que al llegar, descubriré que él está bien, que no ha sido tan malo.
Siento mi pulso volverse cada vez más y más rápido, los latidos frenéticos contra mi pecho, y la sensación de angustia que solo crece más y más. No me molesto en corroborar si he estacionado bien el auto, simplemente bajo y corro tan rápido como soy capaz hacia el interior del hospital.
Cuando llego, estoy sin aliento y mi corazón late a prisa, tanta que creo que puede detenerse justo ahora. Reconozco a Dave apenas me aproximo a la sala, a su lado están los padres de Alessandro, y Román.
—¿Qué ha pasado? —mi voz brota desesperada, ansiosa por tener una buena noticia.
—No tenemos información —dice Román con los ojos llenos de preocupación —lo único que sabemos es que estuvo involucrado en un accidente, no sabemos cómo, nosotros...
—Él dijo que no podía ver —aprieto los parpados —estábamos hablando y de pronto dijo que él no podía ver nada...
Creo que he dicho la peor de las noticias porque el rostro de todas las personas frente a mí se descompone con algo parecido a dolor.
—El tumor —la madre de Sandro suelta un sollozo —él estaba bien, esto no puede estar pasando.
—¿El tumor?
Román me mira por unos cortos segundos antes de acercarse.
—Es probable que el tumor esté afectando su visión, ya le ha pasado antes, y tuvieron que operarlo de emergencia para evitar que perdiera la vista, si él te dijo eso lo más probable es que el tumor esté mucho más grande de lo que siquiera pensamos.
—Pero la operación es en dos días —susurro —él...
Por la forma en la que todos me miran, sé que temen lo peor. Si el tumor se ha vuelto más grave, puede volverse inoperable. Y si eso ocurre...
Mis ojos arden cuando las lágrimas se acumulan en mis ojos, la respiración se me corta y apenas soy consciente de que el padre de Sandro se ha acercado. Solo lo noto cuando coloca su mano en mi espalda baja y me dice que respire.
—El estará bien —dice y es como si se tratase de convencer a él mismo —conozco a mi hijo tan bien como tú, y ambos sabemos que va a salir de esto.
No me creo capaz de hablar, así que simplemente asiento intentando por todos los medios el no desmoronarme justo aquí. Cuando el padre de Sandro se aparta, me desplomo contra una de las sillas de la sala, cierro los ojos mientras me doy cuenta de que todo está saliendo tan pero tan mal. No se supone que esto resultar así, había planes, cosas establecidas.
No tengo oportunidad de seguir torturándome porque un médico se acerca pronunciando el nombre de Alessandro, es como si mi cuerpo reaccionara por si solo y me aproximo con rapidez hasta donde el hombre se encuentra.
—¿Cómo se encuentra nuestro hijo, doctor? —la madre de Sandro pregunta de inmediato —por favor, díganos que se encuentra bien.
—Me temo que no puedo decirle eso, señores Santori —mi pecho se estruja y la respiración se me corta —me temo que la situación de su hijo es delicada, el tumor está oprimiendo el nervio óptico, tenemos que operarlo de emergencia para evitar que el riesgo sea mayor.
—Pero su operación estaba programada para dentro de dos días, se supone que extraerían el tumor...
—Señores, no podemos perder tiempo esperando, necesitamos entrar en su cerebro ahora si queremos salvar la vida de su hijo. Si no lo hacemos, es probable que pierda la visión por completo y una vez que eso suceda, no habrá nada que podamos hacer. Solo hay una oportunidad para operar el tumor, y es ahora.
—¿Cuáles son los riesgos? —pregunta Román.
—Me temo que son tan altos como la última vez, la cirugía no garantiza que podamos extraer el tumor, no sabremos con exactitud que tan grave es hasta que estemos dentro, y como lo establecimos al inicio, al estar situado tan cerca del hipotálamo, el riesgo de pérdida de memoria es muy elevado.
—Si no operan ahora...
—Corremos el riesgo de que se vuelva inoperable.
—Respecto al accidente...—mi voz brota temerosa de lo que pueda revelar.
—Está consciente —un pequeño peso se va de mis hombros —el accidente no ocasionó lesiones graves, más que un par de contusiones y una herida en la cabeza que ya hemos tratado.
—¿El ha dado su consentimiento para la cirugía?
El medico nos mira, y luego...luego asiente.
—Nos ha pedido que le informemos del procedimiento, conoce los riesgos, y me temo que si queremos que recupere la visión, tenemos que operar de inmediato.
Un silencio se extiende entre nosotros
—Podrán pasar a verlo antes de que lo llevemos al quirófano.
Cuando informa que solamente una persona puede acceder, todos me miran. Creo que debo resignarme a no poder verlo antes del procedimiento, pero entonces la Román se acerca y coloca la mano en mi hombro.
—Estoy bastante seguro de que eres tú a quien espera.
Mi visión se vuelve borrosa por las lágrimas, el pecho se me oprime y tengo que emplear toda mi fuerza de voluntad para no echarme a llorar justo ahora.
—Gracias —susurro con la voz rota antes de que el médico diga que tengo que seguirlo.
Me tallo los ojos eliminando el rastro de lágrimas, tomo un par de inhalaciones obligándome a ser tan fuerte como siempre lo he sido. Porque Sandro no tiene porqué saber que estoy pendiendo de un hilo para no romperme.
Conforme avanzamos por los pasillos, comienzo a pensar en todo aquello que no hicimos, en las horas que nos quedaban por delante y que ahora no podrán recuperarse, que se supone que deberíamos estar cenando en casa de mis padres, no en un maldito hospital.
Cuando al fin llegamos, el médico me informa que su visión es nula, y que lo comenzarán a preparar para la operación así que solamente contamos con unos pocos minutos. Cuando la puerta se abre y mis ojos lo miran, las lágrimas son inmediatas.
Tiene los ojos cerrados, una venda le rodea la cabeza y las enfermeras monitorean las máquinas de su costado. Abre los ojos cuando escucha los pasos pero tiene la mirada desenfocada y creo que realmente voy a quebrarme aquí mismo.
—Hola —no sé como mi voz brota tan estable, él gira la cabeza hacia mí pero sus ojos no me enfocan —soy yo...
—Cari —dice y extiende la mano hacia mí, no dudo en tomarla, en aproximarme hasta donde se encuentra y aferrarme a él —lo siento tanto...
—No, no —extiendo la mano para acariciar su rostro —no tienes porque disculparte, está todo bien.
—No debía ocurrir así —dice y su voz se rompe —no se supone...
—Shh... está bien, cariño —parpadeo alejando las lágrimas —no debía ocurrir así pero está pasando, y estarás bien.
Las lágrimas se acumulan en sus ojos mientras sus manos se aferran a las mías.
—Desearía poder verte una última vez —dice y su voz se rompe —realmente desearía poder mirarte justo ahora, regina.
Un sollozo brota de mis labios y no puedo hacer nada por retenerlo, nuestras manos se aferran a las del otro como si de esa forma pudiésemos dejarle saber al otro que estamos aquí.
—No importa —susurro con suavidad intentando no romperme más de lo que ya lo he hecho —estoy aquí, y estaré aquí cuando salgas, lo juro. Haremos los planes que hicimos, y tenemos las fotos, ¿lo has olvidado? Estaremos bien, cariño.
Sacude la cabeza y aprieta los párpados.
—No —susurra —no quiero olvidarte, Cari, sé que es la única manera pero no quiero que ocurra.
—Yo nos recordaré por ambos —le prometo —haremos que los recuerdos vuelvan, o crearemos nuevos. No me importa que me olvides, me importa poder tener un futuro contigo, siempre podemos crear nuevos momentos, pero necesito que vivas.
Las lágrimas se escapan de mis ojos.
—Y si al salir tu memoria se ha ido, entonces me encargaré de recordarte cada cosa que hemos vivido, y te hablaré de lo mucho que me quieres —un sollozo me rompe la voz —te hablaré del momento en el que nos conocimos, te hablaré de todas las cosas que te gustan y de las que no, te diré nuestras bromas, y los momentos en donde fuimos felices. Te contaré absolutamente todo y sé que entonces sabrás lo mucho que te amo.
No proceso que he pronunciado las palabras que he dicho hasta que una sonrisa se filtra en sus labios.
—¿Me amas?
—Siempre te he amado —susurro —desde esa cabaña, en donde me entregué a ti, te he amado.
Hay un corto silencio antes de que él deje un apretón y la tensión se vaya de su cuerpo.
—Es bueno saber que el sentimiento es correspondido —susurra —porque yo te he amado desde siempre, y sé que lo sabré, sin importar qué, sabré que tu eres la única mujer que quiero para el resto de mi vida.
Me inclino hacia él atrapando sus labios, es un beso agridulce, uno que sabe a tantas confesiones pero también a una despedida porque es probable que cuando nos volvamos a ver...él no sepa quien soy.
—Te amo, regina —susurra cuando nos apartamos —tal vez mi mente lo olvide, pero mi corazón siempre lo sabrá.
El médico ingresa, me obligo a apartarme cuando él comienza a hablar diciendo lo que ocurrirá, y como será el procedimiento. No suelto la mano de Sandro en ningún momento, ni siquiera cuando comenzamos a movernos, ni mientras avanzamos por el pasillo hacia el quirófano, no la suelto hasta que llegamos a un par de puertas en donde no puedo pasar. Las enfermeras se detienen, yo me quedo a su lado, le acaricio el rostro mientras me inclino hacia él y dejo un corto beso en sus labios.
—Te amo, Sandro —susurro —asegúrate de volver conmigo, ¿quieres?
Sonríe.
—Lo haré.
Tengo que apartarme cuando las enfermeras empujan la camilla, me quedo ahí, mirando como se lo llevan y las puertas se cierran justo frente a mí. La fragilidad me envuelve y entonces me permito ser tan débil como necesito, le permito al miedo llenarme por completo y a las lágrimas escapar tanto como desean.
No puedo hacer nada más que permanecer de pie frente a las puertas de metal con el corazón destrozado, rogándole a Dios que Alessandro volviera a mí.
He pasado las últimas tres horas sumida en un estado casi automático. No puedo hacer mucho, simplemente intentar ganarles a todos los pensamientos aterradores que luchan por adueñarse de mi mente.
Mi padre ha llegado, Dante está a su lado, ambos están dándome el apoyo que necesito, su compañía impide que me rompa como tengo la sospecha que lo haría si no los tuviera aquí conmigo.
La familia de Alessandro está al otro lado de la sala, Florence también ha llegado, ella y Dave se han mantenido más cerca pero ninguno habla, todos estamos en una espera casi agonizante.
—Le prometí que me quedaría —susurro sintiendo de pronto la necesidad de hablar —le dije que sin importar qué, me quedaría.
Mi padre y hermano me miran.
—Pero, ¿qué pasa si realmente olvida lo que siente por mí y es él quien no desea quedarse?
—Cari...
—Si él olvida sus sentimientos hacia mí, nada le impedirá irse —los miro sintiéndome tan desesperada —yo cumpliré mi promesa, y me quedaré, pero si él no desea hacerlo, no podré obligarlo. Y lo que me rompe el corazón, es que no será culpa suya.
La mano de mi padre se envuelve en la mía.
—Sí, esa es una probabilidad —dice con calma —como también la es que aún sin recordar, se de la oportunidad de saber porque decidió estar contigo. No podemos controlar todas las cosas en este mundo, la suerte no siempre esta de nuestro lado, pero, ¿Qué es lo que siempre digo?
—Que todo puede mejorar en la mano siguiente —Dante y yo hablamos al mismo tiempo y eso nos hace sonreír
—Que una partida salga mal, no significa que en la siguiente no puedas ser el ganador y llevarte el premio mayor, ¿no es cierto? Nadie tiene la certeza de que pasará mañana, o en el siguiente minuto. Pero tendrás la certeza de que en presente, has hecho todo cuanto estuvo a tu alcance, él lo sabrá, el amor no desaparece de un día a otro, no olvidas con tanta rapidez a alguien a quien amas tanto.
—Incluso si su memoria se va, habrá algo ahí que lo hará recordarte —dice Dante con una sonrisa tranquilizadora —habrá algo que le hará saber que tú eres a quien quiere.
—Y si no, entonces se lo diremos tantas veces que no le quedará más remedio que creernos —dice papá bromeando —o quien sabe, tal vez pueda hacerlo firmar otro acuerdo en donde finja ser tu novio otra vez, siempre podremos tomar medidas extremas, Stellina mia.
Una corta risa brota de mis labios.
—Gracias, a los dos —tomo una inhalación —aprecio mucho que estén aquí.
Papá me abraza y me refugio en sus brazos, repitiéndome que pase lo que pase, estaré aquí, aguardando y cumpliendo la promesa que le hice. Porque cuando amas tanto a alguien, no importa el futuro, importa el aquí, y el ahora.
Tal vez Sandro olvide su amor por mí, pero yo nunca olvidaré que él es el hombre de mi vida. Y que sin importar qué, siempre lo será.
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