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23.- Un resultado para el futuro

Alessandro.

Tengo que usar toda mi fuerza de voluntad para no explotar contra Dave cuando lo tengo frente.

—¿Qué derecho tenías? —inquiero —Confíe en ti y luego descubro que has hablado con mi familia sobre la decisión de llevar el tratamiento. ¿Con qué maldito derecho, Dave?

—¿Qué querías que hiciera? —cuestiona cruzándose de brazos —tenía a tu madre suplicando que te convenciera de aceptar los tratamientos, no podía ignorar la verdad. Pensé que debía decirle que su hijo tal vez no muera.

—O puede que si lo haga, y lo único que has hecho es alimentar una esperanza que no debe de existir en primer lugar.

—Amigo...

—No tenías ningún maldito derecho a intervenir en eso, Dave. Mis decisiones no tienen porque ser compartidas con mi familia.

—¡Es que ellos merecían saberlo, Alessandro!

—¡Pero no te correspondía a ti decirlo! —exploto —todo lo que he hecho ha sido pensando en su bienestar, ¿qué crees que les hará mantener una esperanza que al final va a apagarse?

Dave sacude la cabeza, claramente descontento con mis palabras.

—Entonces Carina tiene que saber que eres un mentiroso —objeta.

—¿Qué diablos tiene que ver Carina en todo esto?

—Le estás haciendo creer que vas a tener el tratamiento cuando la realidad es que estás resignado a morir —reta —estás haciendo con ella lo mismo que quieres evitarle a tu familia, no es justo y lo sabes.

—Ella está enterada...

—No —me interrumpe —ella cree que vas a intentarlo, ella confía en que todo salga malditamente bien, Sandro. Estoy completamente seguro de que Carina no sabe que estás resignado a morir.

Una punzada se me clava en el pecho porque tal vez tiene razón, intento replicar pero ¿qué puedo decir? Absolutamente nada.

—¿Vas a negarlo? —insiste Dave —¿o es que le has dicho que realmente no mantienes esperanzas de que algo sea distinto?

—Es diferente.

—¿Por qué tendría que ser diferente? Estoy seguro de que a esa chica le importas al mismo grado que a toda tu familia, si no fuese por ella ni siquiera hubieses aceptado el tratamiento pero tienes que ser jodidamente sincero, si no quieres que las personas sufran, diles la verdad Sandro, no intentes repartir la justicia de forma desigual, porque ninguno lo merece.

Hago el ademán de responder pero ninguna palabra brota de mis labios, en el fondo sé que se debe a que tiene razón. Estoy resignado a obtener un solo resultado, la diferencia es que no quiero que Carina lo sepa, pero ¿no es eso igual de injusto para ella?

—Tal vez no debí decirlo, no me correspondía, pero no podía quedarme con los brazos cruzados escuchando a tu madre llorar porque pensaba que su hijo puede morir.

—La próxima vez, considera guardar las confidencias que un amigo te hace —mascullo —no importa el porqué decidas revelarlas.

Me marcho sin darle la oportunidad de darme una respuesta, la realidad es que tal vez no quiero enfrentarme a lo que tiene por decir.

Es muy fácil escapar de una verdad que no quieres aceptar.

Sé que ahora que mi familia sabe sobre mi decisión acerca del tratamiento, debo hablar con ellos. Pero una parte de mí está cansada de escuchar palabras positivas sobre el resultado, supongo que cuando te has decepcionando tantas veces, aprendes que es mejor no esperar nada, así al final la perdida es más fácil de sobrellevar.

Salgo de los casinos de Dave, gracias al cielo no hay nada que me retenga por mucho más tiempo así que subo al auto sin saber muy bien a donde dirigirme. No quiero volver a casa, y tampoco me siento con la suficiente valentía como para ir a casa de mis padres, así que sin saber exactamente la razón, termino manejando hasta los casinos "Mia Regina".

Los guardias me permiten la entrada cuando pronuncio el nombre de Carina, no hacen preguntas lo que me hace cuestionar sobre si ellos saben de nuestra relación, o solo son lo suficientemente confiados como para permitirle la entrada todo mundo.

Hay varias personas jugando, el sonido de las máquinas ambiente todo el lugar y no puedo evitar mirar las diferencias que hay entre los casinos de Carina y los de Dave. Carina Lombardi siempre se ha preocupado por la elegancia, por la exclusividad. A Dave no le interesa nada de eso, él siempre se ha preocupado por el dinero, parece ser lo único que le interesa.

Cuando llego a la oficina de Carina, la puerta está abierta y ella se encuentra demasiado concentrada en los documentos que están frente a ella. Su cabello cae hacia adelante, tiene el entrecejo fruncido y parece que en cualquier momento pueda terminar clavando la pluma en el papel.

—¿Llego en un mal momento? —eleva la vista de inmediato cuando escucha mi voz, parece sorprendida al inicio pero luego el gesto es sustituido por una sonrisa.

—Hola, no esperaba verte por aquí —cierra la carpeta y se incorpora —¿todo en orden?

—Sí, no tenía nada mejor que hacer así que quise venir a ver a mi chica —soy consciente de como sus mejillas se encienden cuando termino la frase —aunque si estás ocupada, puedo volver más tarde.

—No en realidad, solo estoy revisando unos informes que debo tener listo para el final del mes —confiesa acercándose.

Mis manos se posan en sus caderas cuando la tengo enfrente, me inclino hacia adelante atrapando sus labios por un par de segundos.

—Te eché de menos —admite —por tu culpa, me he convertido en toda una cursi.

Una carcajada brota de mis labios.

—No trates de culparme, todos saben que en el fondo tienes un corazón —la molesto —parece que tienes sentimientos después de todo.

Deja un golpe contra mi pecho antes de apartarse. Camina hasta llegar a los sillones y me acerco, imitándola cuando ella toma asiento en ellos.

—Hablaste con Dave, ¿no es cierto? —ladea la cabeza y comienzo a cuestionarme como es que parece saber tantas cosas.

—A veces me pregunto como es que haces para saber absolutamente todo —admito.

Una leve risa brota de ella.

—Soy una mujer de casinos, he agudizado mis sentidos —dice entre risas —así que la respuesta es afirmativa.

Apenas asiento, el recuerdo de la conversación que mantuve con Dave vuelve a mi mente y eso consigue causar un malestar en mi pecho.

—Dice que no tuvo más que decirle a mi madre la verdad, aunque quiero entenderlo, realmente confiaba en él y ahora no sé si vaya a terminar diciendo todo lo que sabe —suspiro —eso sería un problema.

—Dave puede ser un idiota, pero me parece que es un buen amigo —dice suavemente —tal vez debes darle el beneficio de la duda.

—A veces confiar en las personas acaba muy mal.

Carina sonríe, su mano se desliza hasta tomar la mía y ese simple gesto me reconforta. Es increíble como una persona puede conseguir hacer que te sientas en paz, como con tan solo un toque consigue devolverte la fuerza y los ánimos para continuar.

—No podemos evitar que las personas nos lastimen, a veces tenemos que dar fe ciega, esperando que sea reciproco. ¿No lo crees?

Una sonrisa crispa mis labios.

—Ahora entiendo porque eres la dueña de todo un imperio —confieso —eres increíble.

Sus ojos me miran casi enternecidos.

—No tienes que darme halagos —dice con una sonrisa —a veces las personas que se preocupan por nosotros, actúan por razones que nunca entenderemos y debemos aprender a vivir con eso, ¿no lo crees?

Asiento levemente.

—Supongo que sí.

El recuerdo de las palabras de Dave vuelve a mi mente, no he sido completamente justo con Carina, ella merece mi honestidad pero no me creo capaz de confesarle que estoy casi resignado a un resultado.

Pero tal vez si ella escucha el pronóstico...

—Tengo cita con el médico en dos días —sus caricias se detienen sobre mi mano —me harán estudios, para saber cual es la situación.

Soy consciente de como su cuerpo se tensa, sin embargo, parece que se recompone con rapidez porque en cuestión de segundos sus manos continúan acariciando mi piel.

—Ahí sabremos si hay algo que hacer o no, hace dos meses no quise considerar mis opciones, ahora...

—No lo sabremos hasta que tengamos esos resultados —dice suavemente —si hay más opciones, entonces podrás tomar una decisión.

—Quiero que vengas conmigo —susurro —quiero que estés ahí cuando el médico me de una respuesta.

Su mano envuelve la mía, no sé en realidad cual sea el resultado, quiero creer que sigue siendo el mismo, que tal vez así ella entienda el porqué de mi decisión y esté bien con eso. Porque no quiero ilusionarme con una vida a futuro, no quiero pensar en mi futuro para luego darme cuenta que será inalcanzable.

—Entonces estaré ahí —dice con una sonrisa —y lo enfrentaremos juntos.

—Juntos —repito envolviendo su mano con la mía —gracias por esto, regina.

Su gesto se vuelve mucho más suave, se acomoda en el asiento consiguiendo estar mucho más cerca, luego sus manos acunan mi rostro y sus ojos se conectan con los míos.

—No tienes que darme las gracias, esto es lo que haces por las personas que quieres.

Una sonrisa asoma en sus labios.

—Y yo te quiero demasiado, Sandro.

Mi pecho se contrae con emoción, con un sentimiento que arrasa conmigo por completo y me hace desear tener un resultado distinto solo para poder escucharla decir eso por muchos años más.

Pero contengo todos los sentimientos, y simplemente me permito decir:

—Y yo te quiero más, regina.


Carina.

Dos días después nos encontramos en el consultorio del médico de Alessandro, hace algunas horas le han practicado los estudios y ahora estamos aquí, esperando por las respuestas.

Sé que está nervioso aunque intenta ocultarlo, lo sé por la manera en la que su pierna se mueve, por como retuerce los dedos cuando cree que no lo estoy mirando, está asustado y yo me obligo a mi misma a aparentar una calma que no poseo porque él no necesita tener una novia sentimental ahora.

—Deberíamos hacer una apuesta. —dice de pronto.

—¿Una apuesta? —inquiero mirándolo —¿sobre qué?

—Los resultados.

—No me parece que sea una buena idea —objeto —¿qué clase de apuesta sería esa?

Se encoge de hombros mientras mantiene la vista fija en el reloj frente a nosotros.

—Así al menos podremos suavizar un poco el momento, ¿no lo crees?

Resoplo.

—Yo creo que solo quieres evadir el resultado —murmuro —solo debemos tener paciencia y...

—Si el resultado es malo, me devolverás mi motocicleta.

Sacudo la cabeza reteniendo la sonrisa.

—¿Y si los resultados son buenos?

—No lo sé —parece pensarlo —¿qué es lo que tú quieres?

Me permito considerarlo por un par de segundos. Una sonrisa tira de mis labios mientras llego a la conclusión.

—Si los resultados son favorables, adoptaremos un perro.

—¿Un perro?

—Nunca he tenido una mascota, podemos adoptar uno juntos. —palmeo su rodilla —¿qué dices?

—Creo que tenemos una apuesta, señorita Lombardi.

Antes de que pueda responder, la enfermera aparece diciendo que podemos entrar, siento el nerviosismo llenarme por completo mientras nos incorporamos, y avanzamos por el pasillo hasta llegar al consultorio en donde el médico nos espera.

Alessandro ingresa sin dudarlo, saludamos al médico y nos colocamos en los asientos que nos indica, a pesar de que Sandro aparenta estar tranquilo, noto por el movimiento en sus manos que está más nervioso de lo que quiere aparentar.

—Me alegra ver que estás mejor, Alessandro —dice el médico con una sonrisa —¿ha habido más molestias?

—Las normales —admite —nada a lo que no esté acostumbrado.

—Entiendo, es una buena señal —dice juntando las manos —¿estás preparado para escuchar los resultados?

—Doctor, creo que hemos estado aquí antes —dice con una sonrisa casi triste —¿qué encontró esta vez?

El silencio que le sigue a eso hace que el corazón me de un vuelco furioso, tan fuerte que creo que dejo de respirar.

—El tumor ha vuelto, tal y como mostraron los estudios anteriores, pero se ha expandido hasta estar cerca del hipotálamo.

Mi pecho se hunde y siento las lágrimas picar en mis ojos, pero me rehúso a mostrarme afectada.

—¿Qué opciones tengo ahora?

—Lo mejor sería tener radiación y quimioterapia, eso te garantizaría al menos cinco años buenos.

—¿Hay otra opción? —me atrevo a preguntar —¿cirugía?

—La hay, podemos operar pero conlleva un gran riesgo. Para poder sacar el tumor tendré que hacer cortes, los resultados pueden ser perdida de la memoria y la personalidad, hay una gran probabilidad de que olvides absolutamente todo, Alessandro. Sin hablar de las complicaciones que podrían hacer que no despiertes.

Silencio.

Voltea hacia mí, sus ojos están húmedos y mi corazón se parte cuando extiende la mano hacia mí y con una sonrisa triste dice:

—Creo que he recuperado mi motocicleta, regina. 

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