22.- En un instante...
Alessandro.
—Creí que no harías esto —Dave ladea la cabeza —¿estás seguro?
—No —un suspiro brota de mis labios —pero, ¿qué podía hacer? Se lo debo.
Dave sacude la cabeza con evidente desaprobación.
—Tienes que dejar de hacer las cosas solo para cumplir los deseos de otras personas —se cruza de brazos —creí que lo hacías por ti.
—Tomé una decisión ese día en el hospital, no me sometería a ese infierno de nuevo y de no ser por ella...—sacudo la cabeza —de no ser por ella ni siquiera lo intentaría, pero quiero verla feliz. Y si tener el tratamiento hará que Carina sea feliz por al menos un tiempo, entonces lo haré.
—Esto se sale por mucho de todo tu plan, Alessandro...
—Se ha salido del plan desde el momento en el que nos encontramos en ese café, pero por primera vez siento que estoy teniendo una vida lejos del tumor, y de toda la mierda que eso ha traído a mi vida. Quiero poder sentirme como una persona sana tan solo por unos meses. Así que no volveremos a hablar del tema, ¿está claro?
Es evidente que no está de acuerdo con la decisión que he tomado, pero no dice nada más. Una parte de mí también me reprende el estar haciendo algo que me prometí no volver a hacer, no tengo esperanzas de que algo pueda cambiar con este tratamiento, el médico fue claro... tenía menos probabilidades de vivir cada que el tumor aparecía de nuevo. Para ser la tercera vez que está en mi cerebro...
Me resigno a que no habrá diferencia alguna en el resultado, pero al menos, habré hecho feliz a la única chica que siempre ha significado algo para mí. No quiero quitarle las esperanzas, así que simplemente esperaré hasta que ella misma se de cuenta de que no hay nada que hacer.
—No quiero molestarte con temas de negocios, pero... creo que sabes qué decisión he tomado respecto a la alianza con los Lombardi —dice incorporándose de su asiento —lo he pensado, y creo que podría beneficiarnos.
—Siempre te he dicho que no vale la pena perder el tiempo enemistándonos con los competidores —le recuerdo —Carina te está ofreciendo un tratado de paz, y serías realmente un idiota de no considerarlo.
—¿No me estás diciendo eso porque ahora ella es tu novia? —arquea la ceja —aunque tengo que admitir que supe a lo que me arriesgaba cuando te llevé conmigo esa noche.
Resoplo.
—Por favor, no quieras mostrarte gentil, nos presentamos a esa gala porque soy tu socio mayoritario, y porque también soy el más sensato de los dos —objeto —así que no quieras tomarte atribuciones que no te corresponden.
Una sonrisa cruza por sus labios.
—Te reencontraste con ella gracias a mí, así que como yo lo veo, claro que tengo que llevarme los méritos.
Me incorporo, no pienso mantener una discusión que solo terminará por alzar el ego a mi amigo, así que opto por marcharme.
—No voy a discutir eso contigo —afirmo —me marcho, llámame cuando tengas verdaderos negocios que discutir.
Dave dice algo por lo bajo a lo que no le presto suficiente atención, así que simplemente salgo de la oficina haciéndole un ademán con la mano. Avanzo por el pasillo que conduce hacia el elevador, he llamado a mi médico de cabecera quien parecía realmente sorprendido con el cambio en mi decisión pero que se mantiene estúpidamente optimista.
¿No fue el mismo médico que dijo que tenía menos del cincuenta por ciento de probabilidades de vivir?
Pero a pesar del sentimiento que el hombre me provoca con su seguramente falso optimismo, tengo que admitir que es el mejor en su área. Y reconocerle que me ha salvado la vida dos veces.
Corroboro que no tenga ningún mensaje de él mientras ingreso al elevador, aún no se muy bien como es que tengo que proceder con todo esto, así que solamente esperaré su llamada en donde me diga que es lo siguiente que tengo que hacer.
Estoy llegando al auto cuando el celular suena anunciando una llamada, pero no es del médico. Una sonrisa se extiende por mis labios cuando leo el nombre de Carina en la pantalla, respondo casi de inmediato mientras abro la puerta y me deslizo al interior del auto.
—Regina —saludo apenas respondo —no esperaba tu llamada.
—Ya sabes que me gusta sorprenderte —dice con tono juguetón —¿no estás demasiado ocupado para una llamada?
—En lo absoluto, ¿qué ocurre?
—Ocurre que tengo la tarde libre —admite —¿crees que pueda llegar a tu casa? Puedo llevar comida y algo para tomar, necesito olvidarme del trabajo un segundo así que por favor, di que si.
Una leve risa brota de mis labios.
—Claro, ¿necesitas que pase por ti?
—No, llego en auto —sonrío cuando reconozco su tono entusiasta —¡te veo pronto!
No me da oportunidad de responder, porque cuelga la llamada. Aún tengo la sonrisa en mis labios cuando aparto el celular de mi oreja y miro la pantalla.
No debería acostumbrarme a esto, no debería desear escuchar su voz continuamente, ni estar con ella a cada segundo. Mi plan era solo reparar aquello que dañé, y luego irme. Sin dolor, ni corazones rotos de por medio, pero a este paso... me temo que nada saldrá de acuerdo a lo planeado.
Porque he caído de nuevo ante Carina Lombardi, y solo espero que esta vez, el daño no sea irreparable.
Cuando llego a casa, reconozco el auto de Carina estacionado justo al frente de mi hogar. Ella baja casi de inmediato en cuanto me reconoce, y lucho por esconder la sonrisa cuando miro las bolsas de papas fritas en sus manos.
—Papas, soda y galletas —eleva las bolsas —¿suficiente para que me dejes entrar?
—Sabes bien que te dejaría pasar aún si trajeses una bolsa de piedras —objeto —¿a que se debe tu repentino entusiasmo? ¿Me echaste tanto de menos?
—No trates de darte demasiada importancia —resopla —simplemente estoy libre y quise venir a verte.
Reconozco el destello de preocupación en su mirada y entiendo el verdadero motivo por el cual está aquí.
No hemos hablado nada más desde que tuvimos la conversación del tratamiento. No sé como abordarlo, es decir, es como si fuese sencillo pero a la vez tan difícil. Porque sé lo que eso significará, sé que inevitablemente la esperanza estará ahí y odiaría que la perdiera de la misma forma en la que yo la he perdido antes.
—Estoy bien, Cari —aseguro extendiendo las manos para tomar las bolsas de compra —¿entramos?
Solo avanzo cuando ella lo ha hecho primero, no dice nada mientras ingresamos a la casa y dejo las bolsas sobre la barra de la cocina. Me tomo el tiempo para servirnos la variedad de papas que ha traído consigo y abrir un par de latas antes de volver con ella al salón.
—No quiero que pienses que he venido aquí solo para eso —dice mirándome brevemente —es solo que no puedo evitar preguntarlo. Supongo que lo entiendes, ¿o no?
—Claro que lo entiendo —respondo con una sonrisa suave —es solo que no quiero que te preocupes de más. Sé que no me crees, pero estoy bien. He hablado con el médico.
Sus ojos destellas con ilusión y su sonrisa se apodera de nuevo de sus labios. No quiero sentirme culpable por eso, ¿Cómo puedo pedirle que no tenga ilusiones después de todo?
—¿Y qué ha dicho?
—Bueno, el resultado no ha cambiado, pero dice que podemos intentarlo. Tengo que ir al centro médico en dos días para los análisis, es posible que sugieran la cirugía, pero no sé si sea una opción que tome de inmediato.
—¿No crees que sea lo mejor?
—¿Una cirugía que puede matarme? —mi tono sale más brusco de lo que pretendo y ella suspira.
Aprieto los párpados, odio sentir que en ciertas cosas comienzo a perder el control, detesto herir a las personas que no lo merecen en lo absoluto.
—Lo siento —extiendo la mano, ella mira el agarre antes de elevar la mirada y conectarla con mis ojos —no quiero pensar en una cirugía ahora porque es demasiado riesgosa, si sale mal, me quitaría la oportunidad de tener más tiempo con las personas que me importan. Quiero asegurarme de que cuando la tome, sea porque el porcentaje de éxito es suficiente como para tomar el riesgo.
—Supongo que has llamado a tu familia, ¿no es verdad?
No respondo. Lo cierto es que no he llamado a nadie, los recuerdos de mi discusión con ellos vuelven a mi mente tan frescos que no sé como gestionarlos, mi boca se amarga y siento una opresión en el pecho que solo se hace más y más fuerte.
—¿Sandro?
—No los he llamado, a ninguno.
—¿Qué? ¿Por qué?
—¿Realmente me preguntas por qué? Ellos dejaron muy en claro que es lo que opinan al respecto. No quiero...
—No puedes culparlos —dice con suavidad —a veces el dolor nos hace decir cosas que en realidad no sentimos, y ellos son tu familia, te aman, así que no podemos culparlos por reaccionar de la forma en la que lo hicieron.
—Me temo que mi padre habló muy en serio. Y si los llamo y después de todo nada resulta bien...
—Ellos sabrán tan bien como tú, que luchaste con todo hasta el final —sonríe con suavidad mientras aprieta mi mano —¿no crees que después de todo merecen saberlo?
Sonrío levemente. Me muevo del espacio en el que estoy para conseguir estar cerca de ella, mi mano descansa en su cintura mientras la apego a mí.
—Desearía haber escuchado a mi corazón ese día —confieso —debí escucharlo mientras gritaba que no te dejara atrás. Todo hubiese sido tan diferente, tenerte lo habría hecho menos doloroso.
—No podemos cambiar el pasado, pero ahora tienes la oportunidad de hacer las cosas diferentes, no hagas lo mismo que conmigo, no los apartes. Te aseguro que ellos te aman, y les duele tu decisión.
—¿No se supone que la familia apoya todas las decisiones sin cuestionar?
—Se supone, hasta que ves a alguien que amas sufrir y tomar un camino que lo apartará de ti para siempre. A veces somos egoístas Sandro, pero es solo porque amamos demasiado.
Me inclino hacia ella atrapando sus labios, el sabor de su labial se esparce por mi paladar, mis manos envuelven su cintura aprisionándola contra mí. Sus labios se mueven contra los míos y de pronto necesito más de ella, de pronto el deseo se extiende por todo mi cuerpo, recorre cada vena llegando hasta el último rincón.
El sonido del timbre haciendo eco por toda la casa nos obliga a apartarnos. Tiene la respiración entrecortada y un ligero color rosado en sus mejillas. Es una imagen tan preciosa que tengo la tentación de grabármela para siempre en la memoria.
—¿Esperabas a alguien? —pregunta tomando una inhalación.
—No, y juro que voy a dejarlo esperando en la puerta —aseguro acercándome a ella de nuevo.
Cuando mis labios toman los suyos otra vez, el timbre vuelve a sonar. Un gemido brota de mis labios mientras me aparto y considero seriamente el ignorar a quien sea que está interrumpiendo este momento.
—Tal vez es algo importante —dice Carina con una sonrisa —anda, no me iré a ningún sitio.
—Claro que no irás a ningún sitio —sentencio —no me tardo.
Ella asiente con una sonrisa, casi corro hacia la puerta para poder atender a quien sea que está del otro lado, sin embargo, cuando abro, me encuentro a Román del otro lado.
—¿Qué...?
—No sé a que diablos estas jugando esta vez, pero basta —exige empujándome con ligereza para hacernos entrar a la casa —¿después de todo lo que hemos hecho por ti es así como nos agradeces?
—¿De qué mierda hablas? ¿Qué es lo que...?
—¿No planeabas decirnos que harás el tratamiento?
Hago el ademán de responder pero ninguna respuesta sale de mi boca, ¿Cómo carajos se han enterado? Quiero pensar que tal vez Florence tuvo algo que ver, después de todo es demasiado cercana a mi familia pero no creo que se atreviera a cruzar una línea de ese tipo.
—¿Ahora no dirás nada? —inquiere —joder, Alessandro, ¿qué mierda ocurre contigo? ¿Por qué de pronto nos haces a un lado?
—No los hago a un lado, yo solo...
—¡Claro que lo haces! —grita perdiendo el control ante mí —¿qué acaso no hemos estado para ti cuando lo has necesitado? ¡Hemos estado a tu lado! Y ahora nos enteramos por Dave que después de la mierda que le hiciste pasar a nuestros padres, ahora quieres hacer el tratamiento.
—¿Dave hablo contigo? ¿Qué carajos? —estallo —¡Si no les dije directamente fue por algo! ¿Realmente crees que quiero todo lo que ha pasado? Lo menos que quiero, es hacerles pasar por lo mismo otra vez.
—¡Pero necesitamos saber! —grita y sus manos golpean contra mi pecho —eres un maldito egoísta, prefiriendo a personas que nunca han estado para ti, en vez de tu familia que lo ha dado todo por ti.
—¿Ahora que dices? Joder, Román, ¿de qué mierda hablas?
—Esa chica —dice e inmediatamente algo en mi se enfurece —te convenció de hacer el tratamiento, lo estás haciendo por ella, por una chica que nunca estuvo a tu lado y...
—Mas vale que cierres la boca —advierto —porque no tienes ni puta idea de lo que hablas.
—No, claro que la tengo. Tengo la idea bastante clara de que prefieres a una mujer que tal vez te abandone cuando estés en esa cama y apenas puedas levantarte, ¿crees que se quedará contigo cuando vea todo lo que significa el tumor? ¿Realmente crees que va a quedarse?
La furia se va, toda la molestia desaparece porque tal vez tiene razón. Mis hombros se desploman y él se da cuenta de lo que ha dicho. Lo sé por la manera en la que la culpa se filtra en sus ojos, por como intenta acercarse pero retrocedo.
—Hermano, yo no quise...
—Todo lo que he hecho ha sido porque no deseo que pasen lo mismo otra vez —confieso con la voz temblorosa —porque me siento tan culpable de haberles jodido la vida a nuestros padres y a ti, perdiste a tu esposa por cuidar de mí, mamá casi enferma por mi culpa, si no quería el tratamiento... si me negué es porque consideré que no podría ver de nuevo a mi familia sufrir algo como eso.
—Sandro...
—Y si, tal vez ella no se quede cuando esté muriendo pero al menos esta vez le dije la verdad. Si no estuvo antes, es porque no se lo permití, no trates de culparla por algo de lo que no tienes conocimiento. De todas las personas en el mundo, ella es quien menos debe cargar con la culpa.
—¿Así que ella merece saber todo pero tu familia no? —inquiere casi con dolor —no merecemos esto, Sandro. Lo sabes bien.
—Y yo tampoco merezco que me eches en cara todo lo que han hecho por mi —espeto —¿crees que yo he querido esto? ¡No lo pedí! Y estoy harto de sentir que no dejo de arruinar las cosas, así que por favor, no necesito más de esto.
—Llámalos —pide retrocediendo —tal vez no quieras que sufran, pero lo hacen más creyendo que no quieres que estén a tu lado.
No me da oportunidad de responder, simplemente me da la espalda y el sonido de la puerta cerrándose con fuerza me indica que se ha marchado. Solo cuando la soledad me envuelve, creo que todas las fuerzas se van de mi cuerpo.
—Está bien, está bien —siento sus brazos rodearme antes de que pueda colapsar y hasta este punto, había olvidado que ella estaba aquí.
—Él tiene razón —susurro con la voz rota —él...
—Él se equivoca —dice —¿Cuántas veces tendré que decírtelo? Ese no era tu hermano hablando, ese era el dolor hablando por él. Tienen miedo, Sandro, y no puedes culparlos, ¿o sí?
—Ellos tiene miedo, pero yo estoy aterrorizado, Cari —me atrevo a admitirle —aterrorizado de perder esta vez, tan jodidamente asustado de que todo se acabe en un instante.
Sus manos acunan mi rostro.
—Un paso a la vez, cielo —dice obligándome a mirarla —vamos un paso a la vez, ¿de acuerdo? No importa el resultado, y tampoco me importa cuantas veces tenga que repetirlo. Voy a quedarme, sin importar qué, ni quien.
Sacudo la cabeza.
—Eres demasiado buena para merecerte.
Una sonrisa cruza por sus labios, sus manos acarician mi rostro mientras se coloca en puntillas, sus labios rozando los míos.
—Eres un hombre afortunado entonces.
Las lágrimas acuden a mis ojos porque tiene razón, soy jodidamente afortunado. Tanto que si aún perdiera esta batalla, si al final todo se acaba en un instante...
Al menos la tuve a ella.
Y para mí, eso es más que suficiente.
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¡Hola, hola!
¿Creen que nuestro Sandro pueda ganar su pelea?
¡Me encanta leerles en comentarios!
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