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14.- Un significado


Carina.

Compruebo mi imagen una última vez en el espejo, mi reflejo me devuelve la mirada y tengo que convencerme de que es el atuendo adecuado. No sé porque de pronto me siento tan nerviosa de salir del cuarto de baño, como si el hombre que se encuentra afuera fuese a significar algo más de lo que en realidad es.

—Carina, se hace tarde —su voz impaciente se escucha del otro lado de la puerta —¿estás segura de que todo va bien?

—Si —suelto un suspiro mirándome de nuevo —salgo en un segundo.

He escogido un vestido rojo para la ocasión, la despedida de soltera de mi cuñada ameritaba que fuese con un buen aspecto, y nunca antes eso hubiese significado un problema, pero ahora...

Sacudo la cabeza y trato de apartar la sensación nerviosa que no termino de entender del todo, no es como si fuese a salir exclusivamente con Alessandro, ¿por qué entonces me pone nerviosa que él opine algo sobre cómo luzco?

Mis pasos suenan contra las losas debido a los tacones que porto, tomo una respiración antes de abrir la puerta, y encontrarme de lleno con un par de ojos azules que tan pronto como abro la puerta, no dejan de mirarme.

—Wow —una sonrisa se filtra en sus labios, soy consciente de la forma en la que su mirada recorre cada centímetro de mi cuerpo, como sus pupilas parecen encenderse y el silencio que le sigue a la corta palabra que pronunció me deja muchísimo más nerviosa de lo que siquiera preví.

Salgo por completo del cuarto de baño, Alessandro sigue manteniendo su mirada sobre mí, y mi corazón comienza a latir con más fuerza cuando sus ojos al fin encuentran los míos.

—Luces espectacular —admite —el rojo te sienta bien.

—Gracias —sonrío levemente —lamento haberme demorado, pudiste haberte adelantado.

—¿Qué clase de novio sería si salgo antes que tú?

Una leve risa me invade, me permito admirarlo, porta unos pantalones azul marino y una camisa blanca con las mangas arrolladas hasta los codos, su vestimenta es formal pero al mismo tiempo relajada, lo que lo hace lucir tan apuesto.

Tengo que obligarme a dejar de pensar en lo mucho que las prendas le favorecen, y me concentro en darle una respuesta inteligente.

—Vamos a lados distintos, así que nadie hubiese sospechado nada.

—Sí, pero mi sentido de la caballerosidad no me lo permite —dice encogiéndose de hombros —además no quería enfrentar más cuestionamientos de tus hermanos, ¿estás segura de que no quieres venir con nosotros? O mejor aún, ¿no ir en absoluto y tener un nuevo plan?

Esta vez es una corta carcajada la que abandona mis labios, y que a él no parece agradarle en lo absoluto.

Entre todas las ocupaciones que habíamos tenido durante la semana, apenas nos dimos cuenta de que la despedida de soltera de Marcella, y por consiguiente también la de Jacob, había llegado, y no podíamos hacer demasiado para librarnos de eso. Alessandro no se mostraba demasiado entusiasmado con la idea, y me causa gracia como parece haber abandonado su misión de convencer a todos y ahora solo desea estar tan alejado como le fuese posible.

—No tienes que preocuparte, sobrevivirás —lo molesto mientras se acomoda la chaqueta de cuero lo que lo hace lucir como todo un chico malo, a pesar de que ya no somos unos adolescentes.

—Debiste haberme advertido muchísimo más sobre tus hermanos —reclama girándose hacia mí —te quedaste bastante corta cuando dijiste que eran difíciles de convencer.

—No es mi culpa que creyeras que eres una especie de chico encantador —bromeo —te dije que sería un trabajo complicado.

—Pero tienes que admitir que hasta ahora, estoy ganando.

—Nos descubrieron, así que has perdido la apuesta, campeón —le dedico un guiño —deberíamos bajar, nos deben de estar esperando.

—Sí, y conociéndolos, no tardarán mucho en subir para averiguar porque demoramos tanto en bajar —dice caminando hasta la puerta, la abre y me hace un gesto con la mano para que sea la primera en salir.

Él viene detrás de mí, no hablamos mientras avanzamos y cuando estamos por llegar a las escaleras, se acerca lo suficiente como para permitirse tomar mi mano entre la suya, el contacto me toma desprevenida y mi primer impulso es apartarlo, antes de que mi parte racional diga que es por las apariencias.

—No me dejes como el novio cursi que siempre está detrás de su fría novia —dice inclinándose levemente para hablarme en susurros —tengo una imagen que cuidar, regina.

—¿Tengo que recodarte que no me llames de ese modo? —inquiero rodando los ojos.

No tiene tiempo de darme una respuesta porque localizamos a mis hermanos, parece que ninguno quiere arriesgarse a ser escuchado así que mantenemos la boca cerrada hasta que llegamos a la sala.

Bella, Antonella, Marcella me lanzan una mirada curiosa cuando nos detenemos frente a todos.

—¿Están listos para una noche divertida? —inquiere Marce con una sonrisa entusiasta —vamos a pasarlo genial.

—No te preocupes por tu chico —Jacob sonríe con inocencia —lo cuidaremos bien.

Suelto la mano de Alessandro para apartarme unos cuantos pasos.

—Creo que en realidad es él quien cuidará de ustedes —objeto —mantén vigilado a este chico, ¿quieres, Sandro?

—Espero que seas la mente sensata del grupo —dice Lía apareciendo de la cocina —porque estos chicos juntos, son un desastre.

—No se preocupen chicas, todo estará controlado —Dante da un paso al frente y tengo que obligarme a retener la sonrisa porque claramente con Dante todo se mantendría bajo control.

Ese chico daría su vida antes de permitir que alguno de nosotros se metiera en un escándalo.

—Bueno, es hora de irnos —informa Antonella —así que... ¡andando!

Apenas tenemos tiempo de despedirnos antes de que me vea arrastrada por mis hermanas hacia la puerta, dos camionetas se encuentran estacionadas justo al frente, una para cada grupo lo que me deja muy en claro que ninguno tiene planes de ser el conductor designado esta noche.

Antes de subir a la camioneta, volteo hacia Sandro, él tiene la mirada puesta en mí y cuando nota que tiene mi atención, sonríe y me dedica un guiño antes de subir, solo entonces yo lo hago también, dispuesta a tener una noche de diversión, o al menos... intentarlo.

Claramente en mis planes no estaba beber tanto, sin embargo, en medio del club en el que nos encontramos, vacío el contenido de mi copa sabrá Dios que número, mientras disfruto de la música que nos envuelve.

Marcella baila en el centro del grupo, con la corona y el velo que le hemos colocado a modo de distintivo. Varios extraños nos han invitado a los tragos como celebración por la futura novia, y a pesar de que al inicio estaba un poco recia a disfrutar...justo ahora me parece que es lo mejor que puedo hacer.

Alessandro me mandó un par de mensajes informando sobre su propia fiesta en otro club, y ha enviado un par de fotografías dejando bastante en claro que él, contra los pronósticos, también lo está pasando bien.

—Parece que lo estás pasando bien —Marcella se acerca con un par de copas, me entrega una y se lo agradezco con una sonrisa —creí que estarías preocupada por tu chico.

—Oh, lo estuve, pero creo que sabe cuidarse solo —me rio —Sandro puede defenderse de los chicos.

—Ya lo creo —se ríe también y le da un corto trago a su copa —tenía razón cuando le dije a Jacob que estabas diciendo la verdad, él insistía en que solo estabas inventando todo pero si hay algo que Carina Lombardi no hace, es mentir.

Lo genuino de mi sonrisa se borra y me tengo que obligar a mantener el gesto en los labios. Bebo de mi copa en un intento de apaciguar el repentino malestar.

—Alessandro parece un buen chico, me alegra que te hayas dado la oportunidad. Aunque, ¿puedo darte un consejo?

Apenas asiento.

—Nunca dejes que la opinión que los demás tengan de ti, dependa de lo que haces, o dejas de hacer. No importa como decides vivir tu vida, te lo dice una mujer que ha decidido casarse en sus cuarentas.

Sonrío con más sinceridad cuando la escucho hablar así, si hay alguien que pueda ser comprensiva, esa es Marcella.

—Tu hermano y yo somos un ejemplo de eso, apenas vamos a casarnos y no tenemos planes de tener hijos, y eso nunca ha significado un problema, así que... no dejes que nadie te condicione, ¿de acuerdo? Diriges un imperio, Cari, que no se te olvide.

Cuando has pasado mucho tiempo tratando de ser lo que las demás personas esperan, olvidas que a la única persona a la que debes serle fiel, es a uno mismo.

—Gracias, Marce. Jacob es muy afortunado de convertirse en tu esposo.

Sus labios se amplían en una sonrisa.

—Dime algo que no sepa —me guiña un ojo y toma mi mano con la suya que tiene libre, me arrastra hasta la pista en donde mis hermanas y las amigas de Marcella se encuentran, y nuestra conversación parece olvidarse entre copas de alcohol y música que hace vibrar el pecho.

No nos preocupamos mucho por la hora, ni por el tiempo que permanecemos en el club, pero si sé que cuando volvemos a casa, estoy mas ebria de lo que debe de ser razonable.

Espero que los chicos aún no lleguen, así que cuando llegamos a la casa y los encontramos en la sala, es una verdadera sorpresa.

Jacob parece más sobrio de lo que esperé y es quien se encarga de tomar a su prometida y reclamarnos el hecho de que se suponía que eran ellos los que harían algún desastre.

Apenas consigo dar unos pasos estables antes de que un par de brazos fuertes se apoderen de los costados de mi cuerpo.

—Parece que has bebido mucho —su voz consigue desestabilizarme muchísimo más de lo que esperé.

—No me digas que sigues vetando al alcohol —hablo con las palabras arrastradas y me sorprende el poder siquiera formar una frase coherente —¿en serio?

—No juzgues mis decisiones —dice divertido —venga, te llevaré a la cama.

Tengo el instinto de replicar pero la pequeña parte razonable que queda en mí dice que mejor mantenga la boca cerrada porque estoy borracha, y no quiero terminar echándonos de cabeza.

La mano de Alessandro se coloca detrás de mi cintura, me apega a su cuerpo e inconscientemente, o no, coloco las manos contra su pecho. No presto mucha atención a nuestro alrededor, ni al hecho de que estamos rodeados de todos mis hermanos, simplemente me dejo guiar por el hombre que me conduce por las escaleras, hacia nuestra habitación.

—Se supone que tú eres la responsable de la relación, regina —escucharlo llamarme de esa manera hace que el corazón me de un vuelco.

—No me llames de esa manera —exijo mirándolo.

—No le veo problema —dice cuando hemos llegado a la cama, suspiro deslizándome sobre el colchón, tengo la tentación de quitarme el vestido porque comienza a ser incomodo, pero aún no estoy lo suficientemente sobria como para hacerlo por mi misma y no terminar enterrando los dientes en el suelo.

—Pues yo si —confieso —así que no lo hagas más.

—¿Por qué? —su ceño fruncido me da ganas de golpearlo.

—¿En serio? ¿Realmente lo preguntas? —elevo la espalda del colchón y lo miro enojada —no puedes llamar de forma cariñosa a una persona que no significa nada para ti.

—¿Qué...?

—Me llamas del mismo modo en el que mi padre llama a mamá —le admito con un dejo de valentía —pero mi padre adora a mi madre, ellos se aman, ¿entiendes? Ese mote tiene significado para ellos, no quiero que me llames de una forma que no tiene ningún significado para ti.

Retrocede levemente, siento como si de alguna manera el alcohol hubiese bajado en mi sistema porque me siento lo suficientemente estable como para levantarme.

—Sabes bien que lo tiene —debate —pero no voy a discutir contigo mientras estás ebria, así que será mejor...

—¿Ignorarlo? —reclamo —porque parece que eso es lo único que se te da bien.

—¿Por qué de pronto estás tan enojada? —inquiere con confusión —¿solo por una palabra? Sabes bien porque te llamo de ese modo, te he dicho así desde siempre y nunca te molestó, ¿por qué ahora...?

—¡Porque ya no tenemos dieciséis, Alessandro! —exclamo —¡Porque cada que me llamas de esa forma es como si volviera a esa época y no quiero hacerlo!

El silencio cae entre nosotros, cierro los ojos porque es evidente que estoy perdiendo el control y ahora no estoy en las mejores condiciones para hacerme responsable de lo que pueda provocar.

Pero el alcohol me ha desestabilizado mucho más de lo que siquiera pude prever. Y todo el torrente de sinceridad que llevo atorado desde que lo he vuelto a ver, amenaza con brotar sin consideración.

—Escucha, lo entiendo, pero estás ebria ahora y no quiero discutir contigo —dice con tranquilidad —así que creo que deberías tomar una ducha, y dormir.

Quiero debatirle, quiero gritarle que no, que no puedo seguir ignorando el hecho de que su presencia en mi vida está significando muchas cosas que no entiendo. Que está significando cosas que no deberían ocurrir.

Porque Alessandro Santori pertenece a mi pasado, y ahí debió de haberse quedado.

No respondo, simplemente me doy la vuelta e ingreso al baño, mis ojos arden y me siento tan fuera de balance que por largos minutos solo me quedo frente al espejo, tratando de recuperar el control que siempre está conmigo.

Ese que me he obligado a mantener siempre. El que nunca me doy la oportunidad de hacer a un lado. Pero que ahora ni siquiera puedo tomarlo, es como si se me escapara de las manos, entre los dedos, entre los pequeños espacios fisurados que quedan de mí.

Muy a mi pesar, le hago caso al idiota que está al otro lado de la puerta y me quito la ropa con el propósito de darme una ducha. Mi mente está lo suficientemente nublada como para tomar decisiones y me repito que ahora, él más sensato de los dos, es él.

No sé en realidad cuanto me demoro en el baño, me sorprende no terminar teniendo un accidente justo en medio de la ducha, pero el agua parece haber bajado considerablemente mi nivel de alcohol, porque cuando decido salir, tengo la mente más despejada, aunque la sensación molesta de mi pecho no ha desaparecido en lo absoluto.

Siento su mirada en mí todo el tiempo mientras me paseo por la habitación, evitando el momento en donde tengo que estar en la cama con él. Hemos sobrevivido estos días porque es como si ambos ignoráramos la presencia del otro, pero ahora no podemos hacerlo.

No hablo cuando me deslizo dentro la cama, y la oscuridad nos envuelve.

—Carina...

—No quiero discutir —lo interrumpo antes de que tenga la oportunidad de decir algo más —tienes razón, es mejor fingir que nunca pasó.

—Yo nunca dije que tuviéramos que fingir que nunca pasó —se defiende —solo quiero dejar de pelear contigo —dice casi suplicante.

Un suspiro brota de mis labios, cierro los ojos y trato de convencerme de que esto sigue siendo tan buena idea como en el principio, que si estamos aquí, bajo el mismo techo y compartiendo cama, es porque tenemos una razón para hacerlo.

—Dijiste que me darías la oportunidad de demostrarte que puedes confiar en mí, no parece que estés haciendo esto justo ahora.

—¿Y te parece que puedo hacerlo? ¿Realmente puedes culparme por no hacerlo?

—Joder, ¿qué es lo que quieres, Carina? —se incorpora de la cama, y a pesar de la oscuridad puedo ver sus rasgos definidos, puedo percibir lo intenso de su mirada, y me siento tan afectada porque una parte de mí aún sigue sintiéndose como esa chica de dieciséis con el corazón destrozado.

No soy capaz de darle una respuesta, porque ni yo misma lo sé.

—No voy a seguir fingiendo que puedo hacer esto, porque no creo ser capaz de mostrarle a todos una faceta, pero que tú parezcas odiarme cada día más. Creí que teníamos un acuerdo, ¿no es cierto?

—Yo no...

—Así que dime de una maldita vez si realmente estás dispuesta a continuar con esto —su voz firme se siente como un balde de agua fría. Mi cuerpo reacciona y termino incorporándome, quedando justo frente a él —de lo contrario, no vamos a llegar a ningún sitio.

—He estado dispuesta a hacer esto desde el primer día.

—No es cierto, dices que estás dispuesta pero constantemente estás enojada conmigo, y lo sé, lo merezco, pero... es imposible reparar mi error si no me das la oportunidad.

—¿Y quién dijo que quiero que lo repares? —espeto —esto es solo por tres meses, Alessandro, no es para siempre. Tu mismo lo dijiste, luego de esto te irás y no volveremos a vernos, ¿no es verdad? Hace mucho que dejé de desear que repararas algo porque, ¿sabes qué? Llegaste tarde.

—Cari...

—No necesitas reparar absolutamente nada, pero lo más importante, no quiero que lo hagas y no quiero...

—Basta —me detiene con firmeza —no quieres que lo repare, pero yo si quiero hacerlo, porque no voy a poder vivir conmigo mismo si no lo hago. Y estás tan equivocada, porque claro que significas algo para mí, Carina, significas más de lo que crees y es por eso que estoy aquí.

—¿Qué...?

—Tengo que reparar lo que rompí —dice e inmediatamente siento el pinchazo en el corazón —dame la oportunidad de enmendar mis errores, pero una oportunidad real, porque de otro modo, creo que nunca podré conseguirlo.

—Solo tres meses —mi voz brota en apenas un susurro —después de eso, te irás.

Una sonrisa cruza por sus labios, pero es distinta, no llega a sus ojos y trato de entenderla, trato de saber porqué para él es tan importante enmendar algo que pasó hace años entre dos adolescentes.

—Tienes mi palabra.

—Eres muy malo cumpliendo promesas —le recuerdo en un susurro.

Extiende la mano a través de la distancia que nos separa, y envuelve la mía contra la suya, no me aparto, permanezco sintiendo su piel contra la mía mientras susurra:

—Eso está por verse, regina. 

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