Capítulo 0: Nerón.
—“Dicen que el infierno es un lugar lleno de terror y que haces pagar tus pecados a cambio de verte; ya no tienes un lugar en el cielo, sino en el infierno.”
Un corpulento hombre de tez roja con cuernos en su cabeza de cada lado, ojos amarillos, en su barbilla tenía barba y bigote. Se hallaba escribiendo algo en un libro negro, siguió relatando.
—“Los pecadores deben pagar por sus malos actos...”— Pero se vio interrumpido por un toque en su oficina.
El Diablo frunció el ceño con molestia, mientras que una vena se asomaba por su sien.
—Señor Lucifer.— Y comenzó a echar más fuego por los ojos y boca, al oír uno de sus tantos sirvientes llamándolo por la puerta. —¿Tiene un momento?
—¡Estoy ocupado, Tokudame!
—¡Pe-Pero es sobre su hijo!
—¡¿QUÉ!?
Después de qué el gran Rey del Infierno diera ese grito, lanzó una gran llamarada a la puerta, por suerte el demonio/sirviente, se hizo a un lado con miedo de ser pulverizado por su majestad, seguía apenado por haberle interrumpido de quien-sabe-qué hacía.
El pelinegro de tez roja salió de su oficina molesto y enojado por la noticia que acababa de escuchar.
Con un aira amenazante y presencia imponente, se acercó a su sirviente con lentitud, dando grandes pasos. Con voz reacio, seco y serio lo llamó.
—Dime... ¿Dónde está?
El pequeño demonio vestido de mayordomo se puso nervioso ante la mirada perturbadora de su señor, viendo que una sonrisa en el Diablo posaba en sus labios.
—De-Debió escapar otra vez al mundo de los mortales... Lu-Lucifer-Sama.— Por más que trataba de tener la compostura no podía.
El Diablo suspiró con pesadez, para después golpear a la pared de su zurda dejando ver un gran agujero en ella, haciendo que el mayordomo del Rey Demonio gritara del miedo encogiéndose en su lugar.
—Ése mocoso...— Sin dejar su tono áspero y enojado con cólera. Giró sus pezuñas de caballo que apoyaba como piernas, dejando a un demonio inferior cagado de miedo.
—Di-Discúlpeme, señor. Pe-Pero...
—Iré a buscarlo. Recibirá un castigo que se merece.— Con voz severa dijo, desapareciendo; dejó en su rastro pequeñas cenizas y flamas, sorprendiendo a Tokudame.
—Espero que el Señor Lucifer no le haga nada malo. Rezo por todos los demonios del inframundo que,, aunque sea su hijo, no le coma su alma.— Después de que dijera eso, siguió con su trabajo ordenar el gran castillo junto con la ayuda de los demás demonios.
Mientras que en el mundo de los mortales...
Un adulto con traje bastante formal y a la vez apuesto, buscaba con la mirada un poco seria y preocupante, no quería admitir en su punto de vista que de verdad estaba preocupado por su hijo menor. Pero como Rey del Mal y aparte ser el padre de las mentiras, no podía dañar su imagen en el infierno, cuando se trata de su hijo, es una fiera.
Él mismo sabía que no podía preocuparse tanto por él, después de todo su hijo es muy fuerte, pero que él estuviese en el mundo de los humanos, era una mala costumbre. Muy mala.
—¿Dónde se habrá metido?
Se comenzó a desesperar. El (ahora) pelinegro de ojos rojos creyó que había salido a visitar México, ya que ese era uno de sus países favoritos aparte de ser un lugar acogedor. Sin embargo, al ya no sentir su presencia, se había ido a otro sitio, o inclusive a visitar al otro lado del mundo. Pensó en un lugar en específico donde acostumbraba ir, chasqueó los dedos acertándose.
—Estúpido niño Otaku. ¡Se fue otra vez a Japón el hijo de su...!
—Hola~.— Una voz femenina hizo oír los tímpanos de Lucifer.
—¿Eh?
—Oye, papurri. ¿No quieres disfrutar de un bizcochito cómo yo?
—Larguese, vieja lesbiana.— Mascuyó el hombre imponente de mirada seria, invitándola a que se fuera de su vista.
—¡Andale, no sea desaprovechado!
No sabía aún como las mujeres desperdiciaban su tiempo en hacerse las fáciles, pudo ver su pasado que ella vivió entre peleas familiares, alcohol, fumaderas, y bastantes hombres que querían aprovecharse de ella a temprana edad. Una vida miserable de hecho. Cada vez que terminaba sus “necesidades”, llora de arrepentimiento y frustrada de haber nacido en una sociedad tan hipócrita. Deseaba morir, pero el miedo la invadía.
—Oiga.— La mujer de cabellos castaños que había comenzado a fumar, volteó a ver al apuesto hombre con desinterés. Pero el Diablo vio en sus ojos que por dentro quería terminar con eso. —Deje de estarse cojiendo a cualquier hombre que se aparezca, en serio.
La mujer no supo como responder, aspiró el cigarrillo para después suspirarlo, mirando al pelinegro con molestia.
—¿Usted qué sabe, ah? ¡Nada! Así que... ¿Quiere que me lo coja o no?
Lucifer, ya arto de lidiar con otro problema verbal después de tantos siglos lidiando con la gente, tocó la frente de la joven, dejándola paralizada, haciendo que su cigarrillo se cayera.
—Sientete honrada que yo; el gran Lucifer, te diera un lugar en el cielo. Tus pecados se te perdonarán, ya que no mereces sufrir.— Dictó el pelinegro. Cuando separó sus dedos en la frente de la mujer pelicastaña, ella desapareció en la faz de la tierra. El Rey Demonio suspiró con pesadez. —Es un alivio que no haya nadie alrededor.
Sin más que añadir, se teletransportó hacia donde creía que estaba su hijo. Esperaba darle una buena regañada.
(...)
—¡Hmm~! ¡Esto está muy bueno!—. Aunque el menor no lo expresara, por dentro se derretía del exquisito sabor. —Disculpe, señor.
—Digame, joven.
—¿Cómo se llama lo que acabo de comer?—. Preguntó con un tono curioso y a la vez inocente.
—Se llaman Takoyakis.— Le contestó al ojigris con una sonrisa amable. Dándole otra muestra gratis.
—“¡Japón es tan genial!”— Agarró la otra muestra con gusto, rápidamente en sus fosas nasales lo cubrió un gran aroma que lo hizo ir por milisegundos en el cielo. Para después comerlo.
—Con que aquí estabas, engendro.— El pelinegro de estatura menor saltó de su lugar, pero al oír esa voz reconocible no se inmutó y volteó a encararlo con un rostro anodina. —¡¿Tienes idea de lo qué tuve que pasar para buscarte!?
—¿Por qué no me sorprende?—. Volvió a saborear con sus pupilas gustativas, suave por fuera pero crujiente por den...
—¡Hora de irnos!—. Tomó a su hijo de la mano con firmeza, pero se detuvo al sentir que el pelinegro resistía, y que al jalarlo con fuerzas guardadas no podía moverlo del lugar.
En cuanto a Nerón, miraba maravillado la comida mientras que el señor quien hacía los Takoyakis estaba asustado por el gran hombre apuesto casi alcanzando los dos metros quien se veía imponente. Aparte de que tenía ojos rojos como la sangre e intimidantes.
Nerón observaba con detenimiento a cada Takoyaki que había, observando cuidadosamente que no haya contaminación o gérmenes, al igual que los olía con su gran sentido del olfato. Ignoró la actitud miedosa del viejo vendedor y preguntó por el precio de la comida.
—¿Cuánto cuesta el Takoyaki?
El señor asustado por la presencia del hombre mayor, respondió. —S-Si los acompañas por Soba y un caldo, s-se convierten en una comida completa c-costando a 500(¥) yenes.
—Oh~. Sólo deme los Takoyakis. Onegaimasu.
—E-Entonces serían 350¥.
—Bien.— Saca una moneda de trescientos con cincuenta, dándoselo al caballero. —Esperaré por esa banca para que cocine a gusto.— El cocinero asintió.
Como dijo el ojigris, dejó que su padre lo llevara a la dichosa banquita donde ambos padre e hijo se sentaron abruptamente. Satanás cruzó los brazos con enojo, mientras que su primogénito estaba sentado derecho esperando su comida, ansiado de comércela.
Los Demonios se quedaron en silencio un par de minutos, hasta que el mismísimo Satanás habló quitando el ambiente incómodo que se formaba para él.
—¡¿Por qué diantres te escapaste de nuevo, engendro!?
El pelinegro mayor miró a su hijo con cólera, casi se le salían los humos del enojo al igual que sus cuernos, no quería oír otra excusa por parte del menor; quien respondió con un simple.
—Desde el inframundo escuché por parte de otros Otakus cómo yo que estaban promoviendo el último manga de Shingeki no Kyojin, así que no desaproveché la oportunidad de...
—Irte.— Completó la frase su progenitor, frunciendo el ceño. —Aún así tenías cosas más importantes de las qué debes preocuparte.
—Ejemplo...
—Ser el siguiente Rey Demonio.
La expresión desinteresada de Nerón era lo único que expresó cuando oyó eso último de su progenitor, como si ya se lo esperaba de él. Bueno, Lucifer siempre que está con su hijo tocaba el tema.
—Ya hablamos de eso. Padre.— El contrario chasquea la lengua molesto, no quería gritarle a su hijo en frente de toda la gente que pasaba. —Además, deja que viva mi vida eterna siendo joven, aparte; somos inmortales.
—¡Grr! Tienes cojones para responderme de esa manera, ¿eh, mocoso?
Al señor demonio se le oscureció la vista con ayuda de su flequillo, apretando su mandíbula reteniendo cualquier grito de ira para dirigirsela a su único hijo. Suspiró, contando hasta diez.
—Papá no quería que yo fuese el Rey del Infierno, que viviera mi vida y que podría convertirme en alguien más.— Nerón tomó la mano de su padre, sonriendo con desgano siguió diciendo con melancolía. —Apuesto a que él no quería que por su pérdida, estuvieses así de estresado.
—Cállate... Sólo...— Una lágrima traicionera iba a caer en su rostro, cuando escuchó el sonido en una campanita, en un santiamén se la quitó avergonzado.
—¡Jo-Joven! ¡Aquí está su orden!
El muchacho más que feliz olvidando lo de hace unos momentos, agradeció al señor no sin antes también disculparse con él sobre su padre.
Padre e hijo caminaron por las calles iluminadas gracias a los edificios de Japón, lleno de anuncios, promociones de anime, todo.
—Nerón...— Llamó el ojirrojo a su hijo, quien lo volteó a ver anodino, teniendo un takoyaki en la boca.
—¿Hm?
—Yo... cuando conocí a tu papá...— El pelinegro sonrió, poniéndose nostálgico. —Fue algo inolvidable y diferente. Hasta se parecía a ti.— De pronto, su vista se oscureció nuevamente. —Muchos consideraban a tu papá un fenómeno, después de que se accidentera en un día que no pude estar por tener unos asuntos con Dios, le trasplantaron unos órganos que coincidían con su cuerpo, pero... esos órganos no eran comunes.
—¿Ah, no?
—Los que trasplantaron a tu papá eran órganos femeninos que casualmente coincidían con él. Después de la terapia y año medio de que le dieran de alta... ¡Tch!—. Cerró sus puños, reteniendo el odio y resentimiento que tenía ahora. —Sus padres, sus amigos... su familia, lo dejaron de lado por ser un hombre que ahora podía concebir.
—Entonces, a lo que quieres llegar es que...
—Aunque no lo demuestre, me preocupo por ti porque heredaste lo que mi esposo una vez tuvo; hijo mío, tu puedes quedar embarazado.
—... Oh, ya.
—¿Eh?—. El Rey Demonio quedó impresionado por la simple y tranquila respuesta que recibió de su hijo. —¿Cómo que “Oh, ya”? Es peligroso. ¿Qué tal si un violador...?
—Padre, sé defenderme y si me hace daño lo mataré al instante cómo tu me enseñaste.— Lo mira con sus ojos grises, sonriendo de medio lado. —Después de todo soy el hijo del gran Lucifer.
El nombrado sonrió arrogante, sintiéndose orgulloso de su hijo menor. Sin que lo pudiese evitar, lo agarró desprevenido rascándole la cabeza despeinándola.
—¡Me alegra que aprendieras de tu padre, hijo mío!
—Oye, viejo. Sueltame.— Demandó sin quitar su tono neutral después de soltar un suspiro.
(...)
Lucifer y Nerón regresaron al mundo infernal, el segundo nombrado fue a su habitación a leer el manga de fantasía sobre Titanes y sobre la fuerza de los personajes principales, mientras que su Padre fue a supervisar la Ciudad Demoníaca.
—Ojalá pudiera estar en su mundo, combatir contra los Titanes, ser alguien importante como lo es Eren, aunque es una princesa en apuros. Pero sería grandioso.— Comentaba con ilusión el pobre mitad demonio... —“Un momento... A no ser...— Se levantó de la cama con gran rapidez, agrandando sus ojos de la sorpresa. — que podría crear un portal para verlo en primera persona y aventurarme en ella.”
Con una sonrisa poco notoria, se levantó de su cama, creando una nueva y loca idea de transportarse a ese mundo de anime que admiraba mucho. Agarró su mochila preparando todo, mientras tarareaba una canción y planeaba su instalación ahí.
—Bien, creo que eso es todo.— Dijo poniéndose la mochila en su espalda, con ayuda de su Magia Negra le metió un conjuro de peso, sólo el podía sostener lo que tenía en su mochila, si alguien más lo haría, el peso de la mochila grisácea aumentaría su peso. —“Sé que es tonto, pero quiero irme a una aventura sangrienta.”— Pensó coherente, sabiendo su realidad de que si se volviera a escapar, su Padre le daría una buena reprimenda.
El pelinegro suspiró pesado, levantó con su mano derecha creando así la Creación Vortex: la capacidad de crear vórtices a otras dimensiones, planos, mundos, etc.
Con una sonrisa se metió al portal, y en el acto se cerró dejando un sonido seco en la habitación. Milisegundos después la puerta de la habitación de Nerón fue tocada por Tokudame.
—Joven Nerón, es hora de sus clases de lingüística...
El pobre ojigris tendría una buena regañada por la idea tan disparatada que se le acababa de ocurrir.
Pero no sabían que los del mundo invadido por los Tirantes, ni la humanidad, tendrían otro salvador.
—¡HIJO MÍO TENÍA QUE SER ÉL! ¡LO MATARÉ CUANDO LO VEA!
—¡Se-Señor, cálmese!
O bueno, al menos no sin antes que su padre lo mate aunque sea inmortal.
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