
Capítulo uno.✔️
La leyenda de los hijos de la tierra se convirtió en un relato lleno de misterio y sacrificio, donde el poder y la magia se entrelazaban en un juego peligroso que perduraba a lo largo de los siglos.
Suecia 1809.
Exhalé con alivio y alisé delicadamente las arrugas de mi vestido azul. Después de atravesar la mitad Este del continente y cruzar el impresionante puente de roca que se alzaba majestuoso sobre el Mar Báltico, una construcción milenaria erigida por los nativos para unir la Isla Gotland con Nynäshamn, finalmente había llegado. Frente a la imponente mansión... No, corrijo, palacio. Frente al palacio más deslumbrante que mis ojos habían contemplado nunca.
-Venga, cierra. Que no quiero que hagas el ridículo tan pronto ahogándote con una mosca -Malcolm me dió un manotazo en la barbilla sacándome de mi ensimismamiento. Y cerrándome la boca, que no sabía que había abierto, por cierto.
Me volteé con toda la intención de propinarle un empujón acompañado de un par de ofensas. Al final me contuve de hacer ambas y terminé fulminándolo con la mirada. Tenía razón, no debía estar haciendo el ridículo y mucho menos por culpa suya. Después de todo en quien papá se fijaría todo el tiempo sería en mí.
Enfoqué sus ojos dorados, distintivos de nuestra sangre.
-Será mejor que te limites de tus malos comportamientos, Malcolm.
-No me regañes Malicia, que he venido para serte de compañía -su tono de voz aniñado y sus muecas inoportunas no hicieron más que enfurecerme.
-No estoy bromeando. No me llames así. Y nunca dije que necesitara compañía -terminó de sacar las maletas del carruaje y colocarlas en el suelo-. ¿Por qué no te largas?
-La que está faltando a su distinguida educación ahora eres tú cariño, expulsando a personas de casas ajenas.
Bufé y volví mi vista al frente. ¡Madre mía, pero qué casa! En medio de un tapiz esmeralda, se erigía una mansión victoriana. Un coloso de cuatro pisos con torres que terminaban en picos antiguos y ventanas relucientes; sin dudas un testimonio del abrazo armonioso entre lo clásico y lo contemporáneo. Las puertas dobles, guardianas negras de entrada, prometían opulencia y misterio. El largo camino pavimentado, custodiado por hileras de pinos y arbustos florecientes, guiaba como un sendero encantado hacia el corazón de un reino de ensueño, donde cada momento prometía ser un capítulo dorado en la historia de una vida. Afuera gritaba lujos por todas partes, no quería esperar a ver lo que habría dentro. Quien viviese ahí debía tener un título político de escándalo.
Y si allí sería donde me hospedaría durante mi estadía en la isla, ya podía augurar que pasaría los mejores cinco días de mi vida.
-¿Quién necesita a tanta gente para hacer la colada? -murmuró Malcolm frunciendo el ceño.
Había un montón de criadas. Todas uniformadas. ¡Pero qué adelanto!
-¿Es que no vez el tamaño de la casa?, seguro que sabes sumar dos más dos...
-Ja, ja.
Sin darle tiempo a mi comprensible, nótese el sarcasmo, hermano, tomé el camino de piedresillas que llevaba hasta los escalones de la entrada principal, y era precisamente por lo anonadada que iba viendo a todo mi alrededor, que sin darme cuenta tropecé con una de las muchachas del servicio y tiré la caja que llevaba en sus manos derramando su contenido.
-Lo siento, lo siento, lo siento -pedí disculpas arrepentida por no haber tenido tanto cuidado y me agaché junto a ella a recoger los papeles esparcidos por el piso.
-Lo siento Señorita, discúlpeme usted a mí. Y levántese por favor, esto ya lo hago yo -el desesperado tono de voz de la joven me hizo arrepentirme el doble. Le estaba fastidiando su trabajo. Seguro que la castigarían por mi culpa. Yo en carne propia había vivido aquel escenario varias veces. Gretha podía ser muy cruel cuando se lo proponía, lo sabía de sobra.
La risa divertida del idiota de mi hermano me puso más nerviosa todavía.
Lo peor de todo era el hecho de tener que pagar los platos que había roto alguien más. En nuestra época, los bastardos y el servicio tenían los mismos derechos. Para la Suecia del siglo XVIII, donde las líneas entre el privilegio y la opresión se dibujaban con tinta indeleble, la justicia se convertía en un juego cruel y retorcido, bien lo sabía yo que lo había sufrido. Como un cuervo ominoso, la injusticia se cernía sobre los inocentes, obligándolos a soportar el peso de los errores de los poderosos. La nobleza, envuelta en capas de seda y arrogancia, se erigía como una fortaleza inexpugnable, sus acciones protegidas por un escudo impenetrable de impunidad. Mientras tanto, los sirvientes, atrapados en un ciclo interminable de servidumbre, eran condenados como chivos expiatorios, y su dignidad y derechos pisoteados bajo el peso de un sistema despiadado. En conclusión, la servidumbre jamás tendría la razón y el miembro de la nobleza nunca sería encontrado culpable.
-¿Cómo te llamas? -varios mechones de su cabello oscuro se deslizaban del moño perfectamente recogido.
-Belice, Señorita.
Tomé un montón de los papeles e intenté ordenarlos lo mejor posible. Parecían pinturas, o mejor dicho, retratos.
-Bien, Belice. Me aseguraré de que no....
-¿Qué ocurre?
Me sobresalté ante la nueva voz y me levanté apresurada.
Pertenecía a un hombre vestido con ropas finas que retorcía un pañuelo blanco entre sus manos.
-Ha sido un accidente Señor, y ha sido mi culpa. Lo siento...
La mirada de reprensión en el rostro agrio, del cincuentón como poco, me hizo querer encogerme en mi sitio.
-Ha sido una imprudencia de gran magnitud -aseveró con enfado, llevando las manos detrás de la espalda y adoptando una actitud acusadora. Malcolm se colocó despacio a mi lado. Ya no le hacía tanta gracia aquel espectáculo-. Debería usted, deberían ambas...
-¿Sucede algo, Roderich?
Del sendero que serpenteaba hacia el bosque y en el que hasta ahora me fijaba, emergió un hombre de majestuosa estatura y se acercó despacio. Mostraba una sonrisa ladeada que adornaba un rostro bastante agraciado, donde el ébano de sus cabellos contrastaba con la nívea palidez de su tez. Aquellos ojos que brillaban con un verdor tan intenso que parecía desafiar la naturaleza, se clavaron en mí. Sus facciones, varoniles y delicadas a la vez, poseían una belleza casi sobrenatural. Vestía con elegancia y distinción, su presencia irradiando un aura de nobleza y encanto que cautivaba la mirada.
Mis mejillas se calentaron un montón por la vergüenza.
Estaba haciendo el ridículo frente al hombre más guapo que había visto en mi vida.
-Ha sido mi culpa. Me disculpo nuevamente.
Logré articular sin tartamudear y quedar aún peor.
-Para nada, Señorita...
Dejó la frase en el aire.
-Hethenvay. Señorita Hethenvay -añadí con timidez. Como si estuviese contando una pequeña mentira.
El muchacho, porque sí, parecía bastante joven, abrió los ojos en reconocimiento. Debía haber escuchado el apellido de mi padre antes. Que no era mío, claro está, pero que si estaba allí en representación de la familia, debía portar como si lo hubiese llevado durante toda mi existencia.
-Malena Hethenvay -sonrió. Yo tragué en seco. ¿Qué sonrisa tan deslumbrante era aquella? Como si todo en ese hombre hubiese sido hecho para impresionar, para hipnotizar...-. Bienvenida, y no se preocupe por el percance. No hay de qué disculparse.
-Pero mi... -el tal Riderach, Roderich o como se llamara abrió la boca para decir algo más. Una sola mirada de nuestro acompañante y la cerró sin refutar. ¿Quién era ese hombre?
-Disculpe, no nos han presentado -comenté ya más relajada viendo al señor gruñón marcharse con mala voluntad y una última mirada despectiva hacia nosotras. No le agradaba, y el sentimiento era mutuo-. ¿Usted es...?
Otra vez la sonrisa ladeada.
-Jackson Gotland.
-¿Gotland como la isla? -me arrepentí casi al instante del soltar la estúpida pregunta.
Era obvio.
-Gotland de la Isla -extendió su mano hacia mí y yo casi sufro de un infarto.
¡Pero si era Gotland, ese Gotland, era el Marqués de la Isla!
Intenté hacer una reverencia pero él me detuvo atrapando mis dedos entre los suyos.
Un escalofrío extraño recorrió todo mi cuerpo. ¿Por qué estaba reaccionando de aquella manera?
Porque estás frente al linaje del que solo has escuchado a hurtadillas en las clases sobre Historia Antigua de tu hermano, tonta.
Uno de los linajes tan poderosos como misteriosos de la historia. Mi padre lo había mencionado en su larga perorata el día antes de partir, la verdad es que no le había hecho mucho caso, la mayor parte de sus palabras eran insultos y amenazas sobre si le hacía quedar mal.
-Es un placer, Malena. ¿Puedo tutearte?
Asentí.
-Por supuesto, mi Lord.
-Oh, si yo lo hago tú también. Llámame Jack, ¿sí?
Volví a asentir. Claro que no lo haría.
Cuando sentí un nuevo contacto en mi piel fui consciente de que el Marqués y yo seguíamos tomados de la mano. Malcolm había puesto la suya en mi antebrazo.
-¿Y él es...? -preguntó poniendo su atención por primera vez en el chico de cabellos tan rubios como los míos.
Quedé bloqueada sin saber qué decir. Malcolm era mi hermano, pero si soltaba aquella bomba entonces tendría que explicar porqué yo vestía como Señorita y él, como un simple criado, con ropas viejas y raídas.
-El encargado de su seguridad -respondió el rubio, evitándonos el mal trago a los dos.
-Aquí no será necesario -volvió a verme directo a los ojos-. En mis tierras la Señorita Hethenvay tendrá toda la seguridad merecida.
-Lo sabemos... -volteé y abrí los ojos aún más si podía ser posible. ¿Por qué le hablaba al Marqués? ¿Acaso estaba loco?
- Sus sirvientes estamos conscientes de ello, Lord. Aún así nos gustaría reposar en el pueblo de abajo mientras esperamos el fin de las festividades.
Jack no apartó sus ojos de mí. Gracias al cielo, porque mi hermano estaba siendo todo un insolente al dirigirse a él con tanta libertad. ¡Iba a matarle en cuanto tuviese tiempo!
-No hace falta. Aquí le proporcionaremos lo necesario cuando desee volver a Lund.
-No quiero molestar -susurré.
-Insisto -habló Malcolm destruyendo la complicidad del momento.
Ya no quería esperar a tener tiempo. Quería matarlo allí mismo justo ahora.
Jackson llevó su atención hacia él, sosteniéndole la mirada a mi hermano por unos segundos.
Estaba por volverse un poco incómodo el silencio cuando volvió a hablar.
-Por mi no hay problema. Si es lo que la Señorita desea...
Tomé aire profundamente y sonreí. Era la oportunidad perfecta para deshacerme del buitre. Si el Marqués le invitaba a marcharse no podría refutar. Pero también era cierto que el viaje había sido agotador...
-Por mí tampoco lo hay -terminé contestando sin darle más vueltas al asunto.
Sin saber que aquella sería la única decisión acertada que tomaría en esa miserable Isla.
Qué creen que vivirá Malena en esta isla desconocida? Será todo tan color de rosa como impresiona? Qué te parecieron los bastardos Holdom? Y el misterioso Marqués Gotland? Déjalo en los comentarios, te estaré leyendo...
Besos aterrorizados de Lis😘
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