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Capítulo cuatro.✔️


Los descendientes de la joven condenada vivían con el peso de la historia sobre sus hombros, sabiendo que en algún momento tendrían que enfrentarse a su destino y sacrificar a uno de los suyos para mantener encerrado al ente oscuro. La llegada de cada siglo traía consigo el temor y la incertidumbre, sobretodo para que aquellos que vivían en la ignorancia y sin saber lo que algún día les correspondería presenciar.

Un cuento de hadas....

Un sueño hecho realidad....

Un sueño que como todo, tendría su final.

¿Sería feliz o sería triste?

No tenía ni idea. Tampoco me importaba.

Aquella noche me fui a la cama como en una nube de espuma. Me sentía sumamente feliz. Y no tan solo eso, por una vez en mi vida, me sentía atendida, reconocida por alguien.

¿Era apresurado? Tal vez. Pero no tenía todo el tiempo del mundo, que digamos. Aquel era como el cuento de la misteriosa Cenicienta, en un par de días me llegaría la media noche, se acabaría la magia, y volvería a ser la misma de antes. Una Holdom, una bastarda.

Me sumí en un profundo y bonito sueño. Uno donde el príncipe le pedía a la muchacha que se casara con él, y justo cuando ella estaba a punto de dar su respuesta, alguien... algo... me despertó.

Me incorporé sobre mis codos al mismo tiempo que abría mis párpados y mis orbes se acostumbraban a la oscuridad. Mis ojos se desviaron casi solos hacia los pies de la cama. Al sillón que reposaba un metro más allá. Un escalofrío recorrió mi columna vertebral. Estaba oscuro, pero la silueta de la mujer sentada allí era inconfundible.
La misma que había visto desde la fuente, tal vez...

—¿Quién eres? — tartamudeé en la penumbra con voz temblorosa, al mismo tiempo que llevaba la mano hasta la lámpara y la prendía.

La luz trémula reveló un rostro bañado en lágrimas, el dolor y el anhelo reflejados en su mirada.

¿Todavía seguía soñando? Si era así, ahora sí que quería despertar.

—¿Quién eres? —repetí, con un poco más de firmeza.

Mi corazón latió desbocado. Una angustia irreabsorbible se diseminó por todo mi pecho.

Cuando creí que no lo haría, respondió.

—Soy... tú —murmuró la figura, su voz cargada de una desesperación que hacía eco en el silencio opresivo. Una lágrima brillante y solitaria se deslizó por su mejilla—. Y ahora... tú eres yo.

Sus manos se aferraron con fuerza al sillón, su respiración se volvió pesada y frenética, levantó sus iris al techo y cuando volvió a clavarlos en mí, mi garganta se cerró.

—Tienes que irte. Sálvate. Sálvanos.

Esta vez quién levantó la mirada hasta el techo fui yo.

Justo ahí comprobé que no. No era un sueño, era una pesadilla... Y parecía bastante real.

La sangre se heló en mis venas, un presagio de un destino terrible. Antes de que pudiera responder, unas sombras inquietantes se proyectaron sobre el dosel de mi cama. Manos largas y retorcidas con garras afiladas amenazaban con destruir todo a su paso.

Retrocedí por instinto. La lámpara se hizo añicos en el piso cuando me la llevé por encima al caer de la cama, sumiendo la habitación en una negrura impenetrable.

Grité con fuerzas.

Aquello estaba pasando. Escuchaba los latidos de mi corazón en los oídos. Era real.

No sabía cómo pero había terminado debajo de la cama. ¿De verdad mis defensas involuntarias no podían encontrar un refugio menos patético?

Me llevé una mano a la boca y sentí mis mejillas mojadas. Nunca había encontrado un silencio tan aterrador como el de los siguientes doce segundos. Lo sé porque los conté.

Las sombras se movieron de nuevo. La sábana que sobresalía por el borde de la cama se balancearon. Iba a atraparme. Lo que fuese que estuviese allí iba a...

Grité y arañé la alfombra cuando una mano envolvió mi pierna y me arrastró fuera, de debajo de la cama.

—Soy yo, soy yo, soy yo...

Detuve el grito, patadas y demás movimientos frenéticos cuando registré la voz y los brazos que me sostenían.

Jack.

Enterré la cara en su hombro. Estrechó mi cuerpo tembloroso con más fuerzas.

—Tranquila, ya pasó. Ya está.

—Había algo —fue lo primero que dije, aún sobre él y entre sollozos. Aquello era vergonzoso, patético, y sí, súper tenebroso—. Había alguien, Jack.

—Tranquila —deslizó su mano tranquilizante una y otra vez por mi espalda—. Mags, ¿puedes prender las lámparas, por favor?

La habitación se llenó de claridad.

Me aparté lentamente aún en un transe de dificultad respiratoria, y recorrí visualmente la estancia con precaución.

Jack y yo estábamos al lado de la cama, aún en el piso. Yo entre sus piernas y siendo rodeada por sus brazos. A mí derecha esparcidos los cristales rotos de la lámpara. Mags con cara de lástima junto a la puerta. El sillón al pie de la cama, lleno de ropas. Y nadie... ni nada más.

—Había... Había una... Una mujer aquí dentro.

Me ayudó a levantarme y le hizo señas a Mags. Ella debió entenderlo cuando unos minutos después se encontraba recogiendo los trozos de cristal.

—¿Estás segura?

Asentí con vehemencia.

Se volvió y revisó cada rincón de la alcoba, incluyendo el vestidor y el baño.

El bochorno empezó a hacer mella en mí. ¿Y si me lo había imaginado todo?

Caminé en silencio hasta Mags y me arrodillé junto a ella.

—Señorita...

—Tal vez, era alguien del servicio —interrumpió el pelinegro—. Les he dado permiso para adelantar sus quehaceres mientras dormimos. ¿No crees Mags?

La recién mentada trabó sus ojos en los míos. Un montón de emociones diferentes cruzaron por su rostro. No pude decodificar ninguna, ya no me quedaban energías para eso ni para nada más en aquella noche.

Asintió desviando su mirada a la base de la lámpara que sostenía, era de madera. Lo único que no se había roto.

Las muchachas del servicio.... Recordé la noche anterior.

Al parecer mis paranoias no me dejarían tener una noche tranquila en aquella casa.

Y tampoco sabía por qué, pero sin premeditación alguna, una pregunta había escapado de mis labios. Culpé al shock de lo sucedido. Sin embargo no me arrepentí. No cuando volví a soñar con el príncipe y su amada, y está vez ella había respondido con un contundente sí.






Pero y esto qué cosa e'? Se estarán preguntando... Bueno señoras y señores esto no es un cuento de hadas y ya nuestra pobre Mal se está dando cuenta. Quién creen que estuvo en su habitación? O simplemente todo es producto de su imaginación? Venga, quiero teorías...
Besos aterrorizados de Lis 😘

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