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Recuperación

Capítulo III


—... Erick...

El muchacho comenzó a abrir sus ojos, sentía como si se estuviese despertando de una larga y reconfortante siesta, pero, rápidamente su cerebro le advirtió que no se moviera, después de todo, lo último que recordaba era su mano ensangrentada.

—Hijo, has despertado. —escuchó la voz de su madre.

El pelinegro pasó la vista rápidamente por su cuerpo, solo veía como una manta le cubría, observó a su madre, quien tenía los ojos brillosos y unas prominentes ojeras.

—M-amá —pronunció de forma ronca. La sensación de no haber usado sus cuerdas vocales por un largo periodo de tiempo se había dado a conocer, lamentablemente, el pequeño esfuerzo que realizó al intentar moverse le atacó con una punzada de dolor en alguna parte de su abdomen, definitivamente no había salido ileso de la batalla—. Auch —se quejó.

—No intentes moverte —se apresuró a decir la señora Nicole mientras movía una de sus manos para apartar algunos cabellos rebeldes que caían por la frente de su hijo—. Mami está aquí para moverse por ti.

—¿Qué pasó?, ¿en donde está papá? —preguntó el muchacho pasando la vista por la habitación.

—Lo qué sucedió es que quisiste jugar a los gladiadores y escogiste al peor contrincante. —le reprendió, logrando que Erick recordase la épica paliza que se había llevado.

—¿Dónde están los demás? —volvió a preguntar, pensando en sus compañeros de batalla.

Su madre frunció los labios, estaba molesta, no le agradaba la idea de que su hijo se siguiese juntando con personas problemáticas, aun así, corrió la cortina que estaba detrás de ella, dejando ver a Peter con el cabello alborotado y entretenido con algún juego en el móvil.

El alemán dejó el dispositivo de lado en cuando sintió las miradas posadas sobre él, movió su cabeza lentamente hasta encontrarse con el rostro de su amigo pelinegro.

—¡Estas vivo! —se burló el rubio mientras le regalaba una sonrisa.

—Si, bueno —murmuró la señora Nicole mientras se ponía de pie—. Iré a buscar a tu padre —le avisó a su hijo. Antes de salir de la habitación le dirigió una mirada a Peter, no podía odiar al chico, le era imposible.

Cuando la madre de Erick salió, el pelinegro miró expectante al rubio.

—¿Por qué me ves así? —cuestionó Peter—, ni que te hubiese matado.

Antes de que Erick le pudiese responder con un nivel de sarcasmo apropiado, la puerta fue abierta dejando ver a los padres de ambos chicos conversando con total naturalidad mientras la señora Nicole les seguía el paso reprochándoles su conducta infantil entre murmullos.

—Erick, me alegra saber que estás despierto —sonrió el señor Vogel en dirección del pelinegro—. Me disculpo por el comportamiento indisciplinado de mi hijo.

Pero, sorprendentemente, Erick negó, captando la total atención de los presentes— en realidad yo fui quien lo provocó, me lo busqué —habló. Peter no pudo disimular la impresión que le provocaron esas palabras, su amigo no era de esos que podían aceptar fácilmente la culpa de algo—. Me lo tenía merecido. —murmuró más para sí en cuanto hubo recordado las palabras rotas de Emily.

—Al parecer has educado a todo un hombre, Williams. —felicitó el padre de Peter.

—Tu hijo también ha sido muy valiente —asintió el padre de Erick captando la atención de su hijo—. Gracias.

—No hay de que, señor, debía responsabilizarme de alguna forma. —respondió Peter, desconcertando aún más al recién despertado pelinegro.

—¿De qué hablan?, ¿qué pasa?

La señora Nicole tragó grueso, aunque su corazón le gritaba que Peter no era malvado y era un excelente amigo, su cerebro le estaba haciendo la mala pasada.

—El joven Peter te dio parte de su hígado —comenzó a explicar la señora—, el tuyo sufrió una perforación severa debido al vidrio... —Nicole quiso continuar con total calma, pero el recordar como vio a su hijo mal herido y el pensamiento constante de lo cerca que estuvo el muchacho de los brazos de la muerte la aterraba—... de la botella... que...

—Está bien, cielo, seguro ya entendió. —le interrumpió su esposo mientras le daba un abrazo, tratando de tranquilizarla lo más rápido posible.

El señor Vogel de repente sintió el recuerdo de accidente de su esposa muy cercano, el pasado le había vuelto a abrazar como siempre lo hacía en los peores momentos, desvió la mirada hasta su hijo quien observaba con ojos tristes el abrazo de los padres de Erick. Su instinto paternal le hizo estremecer y se acercó hasta la cama de Peter, tomó asiento a su lado y sujetó la mano de su hijo, tratando de transmitirle todo el apoyo que podía.

—Gracias. —murmuró en rubio mientras apretaba la mano de su padre.

La puerta se abrió de repente, mostrando a una sorprendida Hally seguida de una preocupada Emily.

—¡Peter! —la rubia corrió en dirección de su novio.

Erick no supo que le dolió más en ese momento, si el puyazo que sintió en su abdomen cuando intentó moverse al ver a Hally entrar a la habitación, o que la chica sacase a relucir su notable preferencia sentimental hacia el alemán.

Realmente hubiese preferido estar muerto.

—Llegaron justo a tiempo —comentó el padre de Erick quien aún seguía de pie abrazando a su esposa—. Llevaré a Nicole por un poco de aire fresco.

Emily asintió en respuesta, dándole a entender que estaría al pendiente. La castaña desvió la mirada hacia Hally.

La rubia estaba hablando con los dos Vogel como si fuesen su familia, definitivamente era un cuadro bastante encantador.

—Lo lamento. —escuchó Emily la voz de Erick.

En breve la castaña movió su cabeza, enfocando su vista en el pelinegro que yacía en reposo— ¿es conmigo? —le preguntó en respuesta.

Inmediatamente Erick se sintió terriblemente mal, no sabía si era un efecto secundario por el dolor o los medicamentos, pero definitivamente esa pregunta le había hecho sentir culpable, «¿tanto daño causó en su amiga, que ahora ella dudaba de sus palabras?», se preguntó en silencio.

—Lamento haberte desplazado. —dijo, sorprendiendo a la castaña.

Emily sabía muchas cosas de Erick, y una de esas era que al chico le costaba aceptar sus errores y hacerles frente. Por un momento la castaña redarguyó su acción de madurez y crecimiento a los sedantes, o incluso a una especie de viaje astral que pudo haber tenido el muchacho durante las horas de inconciencia.

Ante el silencio de Emily, Erick decidió continuar— sé que fui un mal amigo, dejé de escuchar tus problemas y chistes malos, y no supe cuándo parar... —se señaló, recalcando su situación critica—... nos hice daño... —hizo una pausa, dirigiendo ahora la mirada a un lado, en donde se encontraban sus otros dos amigos escuchándolo—... a todos.

El padre de Peter seguía ahí, por un momento sintió como sobraba, así que, con cuidado salió de la habitación.

Los chicos se encontraban solos y en silencio, Erick había dicho lo que todos querían oírle decir, sin embargo, les tomó de sorpresa, jamás creyeron que lo hiciera de esa forma.

Emily suspiró, llamando la atención de sus amigos— creo que en algún punto todos actuamos mal. —un tono rojizo fue apareciendo en sus mejillas a medida que pronunciaba esas palabras, brindándole color a su rostro; la vergüenza le opacaba los sentidos.

—Supongo que al menos dijimos las cosas de forma sincera, quitándonos el peso del silencio —sonrió Hally.

Entonces, los chicos posaron sus miradas en Peter, indicándole que debía aportar algo a su sesión de sanidad. Peter no sabía que decir, de hecho, se sentía más como una víctima que como el agresor (solo si tomamos en cuenta que envió a Erick al hospital por defensa personal).

—Pudo ser peor —dijo, para luego sentir como Hally le daba un golpe—. ¡Auch!

—¿Podrías tratar de ser un poco más sensible? —le reclamó la rubia mientras las risillas de sus otros dos amigos comenzaban a brindarle un toque más divertido a la situación.

—¡Soy sensible! Le di de mi hígado a Erick —se defendió el alemán pasando la mirada al pelinegro—. Que, por cierto, proviene de una gran generación de catadores-

Pero Erick interrumpió lo que iba a ser un gran discurso sobre la ascendencia familiar de Peter— querrás decir alcohólicos.

La expresión de Peter fue más que suficiente para que Emily dejase salir la carcajada que llevaba rato aguantándose.

—Oye, deberías estar agradecido. —le reclamó el alemán con falso enojo.

—¿Agradecido después de que me perforaste un órgano?

—¡Pero lo repuse! —replicó el rubio.

—Era tu obligación. —respondió Erick.

—¿Por qué siento que he visto algo así antes? —le preguntó Emily a Hally.

—Tengo el mismo sentir —la rubia observó a su amiga, quien la miraba divertida—. En serio. —sonrió.

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