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Prólogo

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Un corazón roto bajo la lluvia

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Estefanía es una joven de veinticinco años, con una apariencia encantadora que incluye piel morena que iluminaba su rostro, cabello castaño que caía en suaves ondas sobre sus hombros y unos ojos marrones que parecían reflejar la profundidad de sus emociones. Desde hacía un considerable tiempo, llevaba en su corazón un amor silencioso por Rubén, un chico que había capturado su interés desde el primer momento en que lo vio. Sin embargo, la timidez y el miedo al rechazo habían contenido sus sentimientos, impidiéndole confesar lo que realmente sentía.

Todo cambió un día cualquiera, cuando, al salir a dar un paseo por la calle, vio a Rubén a lo lejos. La adrenalina y la emoción la invadieron; su corazón comenzó a latir con fuerza. Observó cómo él se alejaba, y una chispa de determinación encendió su interior. Sin pensar en las posibles consecuencias, decidió seguirlo, atravesando la ciudad hasta llegar a un descampado donde la soledad del lugar le daba una sensación de intimidad.

Finalmente, se plantó frente a él, respirando hondo para calmar su nerviosismo. Con una mezcla de temor y valentía, lo miró a los ojos, que reflejaban curiosidad por su repentina aparición.

—Rubén, necesito hablar contigo —dijo Estefanía. Su voz temblaba ligeramente, pero sus ojos se mantenían firmemente fijos en los de él, como si estuviesen conectados por un hilo invisible. En ese instante, se dio cuenta de que este momento podría cambiar su vida para siempre.

—Hmm... —Rubén dirigió su mirada hacia ella, observándola con atención. En su interior, se agitaban sentimientos de curiosidad y una palpable expectación por lo que ella estaba a punto de compartir—. Por favor, dime, ¿qué es lo que ocurre, Estefanía?

Tu nem sabes o que és p'ra mim
E eu nem sei como dizer o quanto eu gosto de ti
O quanto eu gosto de ti

Gosto de Ti — Sara Carreira, David Carreira

Estefanía, sintiendo la intensidad del momento, tomó una profunda bocanada de aire, como si esa inhalación le otorgara el valor necesario para expresar lo que durante tanto tiempo había guardado en su corazón. Con una voz clara, firme y llena de determinación, se preparó para revelar su más íntimo secreto:

—Yo... ¡Desde que estábamos en el instituto, he estado enamorada de ti! —declaró Estefanía, dejando escapar las palabras con un susurro que resonó en su pecho, mientras su corazón latía con fuerza, como si quisiera salir de su pecho ante la revelación que finalmente había decidido compartir.

Él, completamente deslumbrado por la revelación que acababa de recibir, la observó con una mezcla de sorpresa e incredulidad. Sus ojos reflejaban un torbellino de emociones que apenas podía procesar.

—¡Eh! —exclamó, retrocediendo un paso, como si las palabras de ella hubieran tenido un impacto físico, dejándolo aturdido—. No digas tonterías. No puedes estar enamorada de mí. Yo tengo novia y haría lo que fuera por ella. No puedo corresponder a tus sentimientos, no en este momento, Estefanía —respondió con una voz firme y decidida, tratando de mantener la calma en medio de la tormenta emocional que lo envolvía. En ese instante, las primeras gotas de lluvia comenzaron a caer del cielo gris, golpeando suavemente el asfalto y acentuando la tensión palpable que existía entre ellos. La lluvia parecía reflejar el conflicto que él sentía en su interior, mientras intentaba encontrar las palabras adecuadas para transmitir su verdad.

Te han visto llorar por las calles sin mirada

Te Han Visto Llorar — Antonio José

—Está bien...—murmuró ella, dejando escapar las palabras de su boca con un tono tembloroso y entrecortado. Sus ojos empezaron a humedecerse, y de ellos comenzaron a brotar lágrimas que resbalaban por sus mejillas. Era evidente que una profunda tristeza la invadía, un dolor profundo que no podía ocultar. —Lo entiendo...

Sé que
No debí quedarme a negociar
Y hacerme vulnerable
A tus disparos al aire

Disparos — Daniel Fernández

—Lamento muchísimo lo sucedido... —contestó él a la morena, su voz cargada de una profunda tristeza. Tras pronunciar estas palabras, dio media vuelta sobre sus talones y comenzó a alejarse del descampado. La dejó sola y vulnerable, sumida en sus pensamientos, mientras la lluvia seguía cayendo incesantemente de un cielo gris y nublado. Cada gota parecía resaltar aún más su desamparo, creando un ambiente de desolación que envolvía la escena. Conforme se alejaba, una intensa sensación de melancolía comenzó a invadirlo por completo. Su mente se saturó de pensamientos sobre un amor que jamás podría corresponder, y aquella profunda tristeza con la que había hablado se instaló en su pecho, generándole una abrumadora mezcla de dolor y desánimo. Esa tormenta emocional lo envolvía en una espiral de incertidumbre, llevándolo a cuestionar lo que le depararía el futuro.

En ese instante, el silencio que lo rodeaba se vio interrumpido por el sonido de su teléfono. Era una llamada de su novia, Karen, y eso lo tomó por sorpresa, ya que se encontraba profundamente absorto en sus propios pensamientos. Al sentir la vibración del móvil en su bolsillo, rápidamente lo sacó y, con un leve titubeo por la distracción, decidió contestar la llamada, respondiendo con la voz entrecortada por la sorpresa.

—Hola, cariño —saludó él con un tono suave y afectuoso—. ¿Qué es lo que necesitas? —inquirió, su voz ligeramente entrecortada.

—¡Es que no recuerdas que hoy teníamos una comida con mis padres! —le gritó desde el otro lado de la línea, claramente molesta—. ¿¡Dónde estás!? —preguntó, elevando la voz en un tono de desesperación—. Vamos a llegar tarde, cariño.

—¡Maldita sea! Ahora mismo voy, cariño. Estaré allí en unos 30 minutos. Tuve un pequeño inconveniente, pero luego te explicaré lo que pasó.

Después de pronunciar esas palabras, colgó el teléfono y se dirigió al lugar donde tenía aparcado su coche, el cual se encontraba a solo unas pocas calles de distancia. Una vez que llegó, subió al vehículo y se puso en camino para recoger a su novia. Tras recogerla, ambos se pusieron en marcha hacia el restaurante donde compartirían la comida con sus suegros.

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