|CAPÍTULO O9|
Parece que eso de "esconder a simple vista" algo solo le funciona a mi papá cuando cambia la clave del wi-fi y la escribe por ahí donde debo encontrarla y nunca lo logro a pesar de que está en mis narices. Supuse dentro de mi ingenuidad que colocándome un suéter enorme con capucha enorme de color negro pasaría desapercibida pero al parecer no funciona, ni ha funcionado estos dos últimos días.
Desde que me bajé del autobús el día miércoles he recibido toques amistosos en el hombro, chocolates de chicos de no sé dónde, una chica en biología me hizo la charla como si fuéramos amigas de siempre, Samantha me abordó en preguntas y Ashley ha estado entre compasiva y avergonzada por lo ocurrido.
Me he cruzado varias veces con Ethan pero no he sido capaz de mirarlo a los ojos por el bochorno que siento al pensar en él el martes, sentado en Nice esperándome y eso sumado a que he sido incubadora temporal de virus como lo había predicho, me hacen casi esconderme de él. Sé que tengo que disculparme aunque no estoy muy segura de cómo o cuándo hacerlo.
Al haber desistido de mi camuflaje malísimo el día de hoy y ya sintiéndome un poco menos enferma, me he quitado la capucha y he andado con la frente lo más en alto que puedo dadas las circunstancias.
Me siento mal por Ethan, no por mí. Él quedó como el rechazado, yo quedé como una heroína, aunque no me guste admitirlo.
Cuando llego a la cafetería y muy similar a ayer y antier, no tardo en atraer involuntariamente las miradas, incluso algunas conversaciones se detienen en lo que me aproximo a nuestra mesa de siempre y no es hasta que me siento, que noto que dejan de tomarme como centro de atención. Ashley arrastra por la mesa hasta mi lugar frente a ella un trozo completo de pizza que obviamente ha comprado acá.
Me observa con una mirada de cachorro arrepentido.
—Es una compensación —informa—, no pensé que lo de Ethan...
—Déjalo así, después de todo fui yo quien no asistió, no tú.
Con su humor un poco más animado que de costumbre, como lo ha tenido desde el miércoles, Brad llega, se sienta junto a mí y me planta un beso en la mejilla.
—¿Te he dicho que te amo? —Sí, eso también lo ha dicho por dos días cada que me ve.
—Si basas tu amor en lo mucho que hagan sufrir a tu hermano, gracias, pero paso.
—Pasa si quieres, te sigo amando.
Brad da un respingo a la vez que veo un sutil impulso de Ashley al otro lado, lo que significa que lo pateó bajo la mesa.
—No sigas, Brad. Han pasado más de dos días, ya no es gracioso —increpa Ash.
—¿Por qué?
—Me siento muy mal por lo que hice —mascullo—. Lo dejé en ridículo.
Brad guarda su buen humor en el bolsillo y enseria su expresión, volviendo a la neutralidad común.
—No fue para tanto.
—Dijiste que me amas —le digo, usando sus palabras—, así que no me mentirías. ¿Ethan ha dicho algo al respecto?
Mis dos amigos comparten una mirada extraña y Ashley le abre mucho los ojos, indicándole que no hable. Brad la ignora.
—Porque lo hayas plantado como tal, no. Pero cuando vio su foto en IG se puso furioso.
—Me odia, ¿verdad?
—Compartimos una pared y por eso sé que estaba enojado pero no es que nos hubiéramos puesto a hablarlo con una taza de café, así que no lo sé con certeza.
En el ambiente se siente un ligero cambio de sonidos cuando muchos de los presentes guardan silencio. Por instinto dirigimos la mirada hacia donde todos lo hacen y notamos que el ambiente se perturba por la entrada de Ethan al igual que cuando entré yo, la diferencia es que él no se ha acercado a la cafetería estos dos días así que su aparición levanta curiosidad. Aún sabiendo que es imprudente, no puedo dejar de mirarlo al igual que el resto, pero cuando sus ojos se cruzan con los míos se detienen dos segundos para juzgarme en modo mute.
Ethan llega a la mesa donde las porristas comen todos los días y para sorpresa de todo el mundo, nada más él se sienta, Brenda, sus dos amigas y los dos jugadores que las acompañan, se retiran, dejándolo solo.
Es increíble hasta dónde puede llegar una baja de popularidad por algo tan mínimo como una cita fallida.
Cuando los cinco que se han ido se acomodan en otra mesa, las miradas al solitario Ethan duran un poco más y luego el flujo de voces vuelve a la normalidad. Giro mi vista a Brad.
—Brad, deberías acompañarlo.
Él bufa.
—Estás demente, no te amo tanto.
—Vamos, mira lo que le hicieron.
—Cada quien recibe lo que merece, pregúntate cómo ha sido él en la vida.
—Me vale qué ha sido y si la vida le cobra pues genial, pero lo del día de hoy sí ha sido mi culpa y no creo que me quiera a mí sentada a su lado, y tú eres su maldito hermano.
Brad se encoge de hombros con el más mínimo interés. Sea lo que sea que haya pasado con Ethan debió ser demasiado grave para que ahora lo trate así. Resoplo y Ashley es quien gruñe a la vez que se pone su mochila al hombro y toma su bandeja.
—Con esto me sentiré reivindicada contigo —dice con aplomo a la vez que se aleja, hasta llegar a la mesa de Ethan.
Él levanta la mirada y ella se sienta a su lado, con la espalda derecha y le murmura algo a lo que él responde con un asentimiento y vuelve la vista a su comida como si nada.
Los vítores de docenas de estudiantes, maestros, algunos padres y ambos equipos de fútbol americano se mezclan con el sol de las dos de la tarde y la coreografía que intentamos seguir desde hace poco más de media hora, cuando el partido comenzó.
Es el primer partido de este semestre y no nos ha ido tan mal y a mí personalmente, el sol y la música me ayudan a acabar de aniquilar el virus que me habita. Se han jugado dos cuartos del partido y el marcador va bastante parejo, aunque tenemos un par de puntos a favor.
Los jugadores de ambos equipos se reúnen con su entrenador y algunos toman un poco de agua mientras las porristas nos mantenemos en movimiento pero en un relativo descanso durante estos minutos de pausa.
Pongo una de mis manos de visor sobre mis ojos para protegerme del sol y a lo lejos veo a un jugador que camina hacia los vestidores dentro del gimnasio. Es el número 66, que hoy supe que es el de Ethan.
Si llevamos un marcador imaginario de mis interacciones con Ethan, estamos empatados en plantarnos, pero en disculpas estamos desiguales. Él se disculpó y me dio una buena excusa para no ir, y si bien yo no tengo más excusas que la sucia venganza, debo disculparme también, así que decidida a que sea ahora, empiezo a caminar hacia donde él se dirige para darle una explicación que aún trato de acomodar en mi cabeza.
—¿A dónde vas? —pregunta Brenda, sorprendentemente, sin malicia—. El partido aún no acaba.
—Voy a... por una soda, el agua no me gusta.
Brenda se desinteresa del tema y asiente, volviendo a la conversación/calentamiento con sus amigas. Entro tras Ethan a una distancia lo suficientemente prudente para que no se note como si fuéramos citados allá ni para que parezca un acoso con tentativa de homicidio.
Los vestidores de los chicos y de las chicas están separados por una gruesa pared pero para ingresar al área como tal solo hay una puerta doble y asumiendo que Ethan ya entró, lo hago yo también.
—¿Ethan? —llamo, asomada a la división de los chicos.
Se hace un ligero eco que no es respondido a la primera. Intento dos veces más y a la tercera me contesta.
—¿Emily?
Puede que tenga muchas ganas de hablarle pero no voy a entrar ahí.
—Sí. ¿Podemos hablar?
Escucho sus pasos y luego sale con todo su uniforme menos el casco, el cual lleva en su mano. Al verme no se detiene, más bien alenta el paso para que yo vaya a su lado.
—¿Qué?
—Quiero disculparme contigo.
—¿Por qué?
—Por no haber ido a nuestra cita.
—Estamos a mano, ¿no? —El desdén que usa me hace sentir como la peor persona del mundo—. No importa. Bastaba con que me dijeras que no, ¿sabes? Yo no me habría molestado en absoluto.
Traspasando los límites del espacio personal y antes de que salga de nuevo al campo, lo tomo por el codo y cuando logro que se detenga, me posiciono frente a él.
—Yo no quería decirte que no... es solo que... —No había realmente pensado en esto por estar concentrada en la culpa que me carcomía pero realmente no es del todo mi culpa y si hay un momento de discutirlo es... sinceramente después, porque solo quedan como dos minutos del descanso pero ya lo tengo en frente así que no pierdo nada—. Es que tú estabas con Brenda el lunes y saliste en una foto...
—¿No te pareció más prudente preguntarme por la foto?
—No. No somos nada y no tengo el derecho ni el deseo de reclamarte.
—Pues yo quería que fuéramos algo —confiesa.
No me da tiempo a asimilarlo y me rodea para seguir su camino hacia el campo. Salgo solo un par de metros después y me ubico en mi posición. Ni siquiera alguien tan distraída como yo es capaz de no notar las miradas que nos dieron a los dos al salir casi al tiempo. Brenda no es tan sutil.
—¿Y tu soda? —desdeña.
—La olvidé —respondo cortante.
Ethan se ubica en su posición detrás del central y espera el pase de la pelota. Brenda dirige la coreografía pero la concentración ya no me da para mucho. El tercer cuarto finaliza con el marcador igual de cercano como lo hemos llevado, con la diferencia de que ahora es el equipo contrario el que lleva una mínima ventaja.
Volteo a mirar hacia la gradería y Ashley me saluda aunque por su rostro puedo suponer que sabe que algo me sucede. Brenda pretende no dejar de moverse pero a mí no me da más el entusiasmo y opto por sentarme en la primera grada y esperar los dos minutos para que el otro cuarto empiece para cumplir con mi rol e intentar hablar después con Ethan.
A los pocos segundos Brad llega y se sienta a mi lado. Me tiende un vaso que recibo y bebo sin mirar qué es.
—¿Cómo te has sentido?
—¿Con el equipo? Super, no he dañado la coreografía, así que... super.
—Te ves bien —halaga—. Y no solo el uniforme, que a propósito se nota que es nuevo y te luce, sino que de verdad te has adaptado a Brenda y eso es mucho decir.
Las palabras de Brad logran sacarme una sonrisa justo cuando el último cuarto del partido va a empezar.
—Debo ir a animar —anuncio y me levanto.
Vuelvo junto al equipo y me ubico en la última línea, donde Brenda me puso nada más el primer ensayo. No me molesta, digo, alguien debe ir atrás y si soy yo, pues ni modo.
En la primera salida, Winston no logra avanzar más de dos yardas lo que nos deja dependiendo de Ethan y de que haga un touchdown para sobrepasar el marcador de la otra preparatoria para ganar. El entrenador los reúne unos segundos para darles el tipo de jugada que deben hacer y todos se enfilan en el campo. El número 66 gira la cabeza en nuestra dirección y, a pesar de que lleva el casco puesto, puedo notar que me busca a mí con la mirada. Sacando de momento la tensión que hay ahí en medio de los dos, le sonrío con el fin de darle ánimos.
Ethan, el mariscal de campo, se inclina y espera el pase del jugador central. La multitud calla, a la expectativa; las porristas de ambos equipos detenemos la coreografía para mirar lo que puede ser el momento decisivo de este juego.
De repente siento unas manos en mi hombros, miro fugazmente y es Brad, que tiene la vista en los jugadores. Sonríe y luego me observa. Sintiéndome extrañada con eso, lo ignoro y me concentro de nuevo en el campo, solo giré por dos segundos y justo cuando enfoco a Ethan, la jugada empieza y Brad se acerca a mi oído sin soltarme los hombros.
—Ya verás que vamos a ganar.
No sé si era necesaria tanta cercanía pero eso sí da ánimos y sonrío ampliamente. No sé si lo imagino pero al momento de tomar impulso para lanzar, el 66 observa una milésima de segundo de nuevo hacia acá. Ethan trastabilla como si perdiera el equilibrio por un instante pero antes de ser derribado por su oponente lanza la pelota ovoide hacia nuestro receptor al otro lado. No hay que ser un experto en fútbol para darse cuenta de que esa jugada fue una completa falla y que la hizo terrible pero con una llamita de esperanza, contengo la respiración al igual que el resto de los presentes durante el tiempo que la pelota permanece en el aire.
Como era de esperarse, no llega a las manos del receptor sino que cae en las de uno de los jugadores de la defensa. Las porras de ánimo del equipo contrario se sobreponen a los jadeos de la derrota y las maldiciones del nuestro.
El jugador corre sin ser derribado por Winston hacia nuestro lado hasta que llega al final y anota el touchdown que les concede la victoria.
Brad me suelta al tiempo que la celebración del otro lado estalla en gritos y ovaciones mientras nosotros guardamos silencio.
El equipo de Winston se reúne a donde Ethan está y uno de los compañeros lo empuja y al quitarse el casco suelta una acusación seguida de un insulto. Ethan pretende devolver el empujón pero el entrenador se coloca entre ambos.
La multitud observa a los once jugadores reunidos y aguarda, aunque algunos empiezan a dispersarse conforme sienten que ya no tienen nada qué hacer allí. Pasan varias cosas pero mi atención solo puede centrarse en el 66 que está sudando a montones, tiene el cabello alborotado y está discutiendo con el entrenador.
Se da la orden de que vuelvan todos a los vestidores y mientras el jugador oponente que anotó los últimos puntos es alzado en hombros por sus compañeros, nuestro equipo cabizbajo empieza su marcha hacia adentro.
Ethan va al final de la marcha y ya que deben pasar frente a nosotros, me es fácil distinguir su enojo. En el trayecto me ubica con la mirada y me dedica un gesto furioso, mucho más que el que tenía hace un rato cuando hablamos.
Entonces Ethan se desvía y camina velozmente hacia el otro extremo del equipo de porristas de donde me encuentro, con las cejas fruncidas y los ojos llameantes. Rodeo a mis compañeras para mirar qué es lo que va a hacer justo en el momento en el que le da un fuerte empujón a Brad. Este se tambalea pero no cae, tampoco le responde el ataque, a cambio de eso le sonríe, a lo que Ethan le responde con otro empujón. Brad cae esta vez al césped y corro hacia ellos y contra todo instinto de supervivencia, me ubico entre los dos.
—¡Fue tu culpa! —le grita Ethan.
—Aprende a perder, Ethan, no hagas el ridículo —le espeta su hermano a la vez que se pone de pie sin pizca de vergüenza.
Pongo ambas de mis manos en la armadura de Ethan y cuando me mira a los ojos, le hablo:
—Cálmate, no fue culpa de Brad.
De un tirón brusco, Ethan quita mis manos de su uniforme. Enrojezco hasta las pestañas porque sé que todos lo están mirando y porque Ethan me mira de pies a cabeza con desdén y luego se retira con un gruñido.
Cuando le doy de nuevo la cara a Brad y al equipo y a las graderías, confirmo que efectivamente todos estaban mirando la escena. Ashley llega y me toma del brazo para alejarme de allí y, aunque trata de taparla, le da una mirada de reproche a Brad.
Llegamos al vestidor de mujeres desde donde podemos escuchar un eco amortiguado del discurso del entrenador aunque no se entiende mucho de lo que dice. De a poco el resto de porristas van entrando sin hacer comentarios.
—¿Qué rayos fue eso? —pregunto a Ashley, con la esperanza de que haya entendido algo de lo que acaba de pasar—. ¿El equipo de Winston siempre es tan mal perdedor?
—No es eso, Em, es que fue... fue como si Ethan hubiera fallado ese lanzamiento a propósito.
Bien que no soy experta en el deporte, pero es imposible que esa falla haya sido a conciencia.
—Es obvio que no fue así, míralo como se puso, nadie hace eso a propósito.
—Me refiero a que Ethan juega muy bien —explica— y ese tiro pareció el de un principiante, ¿entiendes? Por eso puso tan molesto al equipo. No es correcto, eso lo saben todos, pero las oportunidades de ganar cuando el partido va así como iba este, siempre recaen en el pobre Ethan. No es por ser mala, pero sin él ese equipo no vale ni un centavo.
Y si lo dice Ashley que no lo tiene como santo de su devoción, debe ser cierto.
—De todas maneras, todos tenemos malos días —mascullo—. Y además, ¿qué culpa tiene Brad? Él ni siquiera es jugador. Y otro además, Ethan me miró como si me odiara y tampoco es mi culpa.
—Solo está molesto por perder, dale un rato o habla con él después y verás que te aclara las dudas.
Al salir de los vestidores con Ashley logro ver a lo lejos a Brad que está con unos amigos de la preparatoria rival. Se está riendo, celebrando y la verdad es lo más alegre que lo he visto desde que lo conozco y me enoja saber que es por la derrota de su hermano. Estoy perdiendo el interés por lo que sea que hayan peleado los dos, en cuanto a mí solo puedo juzgar lo que pasa ahora y Brad a veces se porta como un real imbécil.
—¿Vas a esperar a Ethan? —pregunta Ash una vez salimos al estacionamiento.
—No. Debo irme ya porque tengo que trabajar... —Resoplo y calo mi mochila. Miro hacia la entrada esperando que Ethan salga por azares del destino, pero no—. Tendremos que hablar... no sé, el lunes.
—¿Quieres que te acompañe a casa?
—No, Ash, debo correr porque es tarde. Hablamos luego.
El cansancio físico y mental del día de hoy me hacen alabar al cielo cuando dan las nueve y la jornada laboral termina para mí. Me despido de mis compañeros y tras quitarme el vestido del uniforme, salgo con toda la intención de llegar prontamente a mi cama y dormir unas diez horas seguidas.
Afortunadamente el camino para llegar a mi casa no es tan largo ni oscuro ni solitario lo que me ha dejado en una rutina constante sin preocupaciones... al menos para mí. Mi padre sí me espera siempre afuera de la casa y al verme se acerca a acompañarme, si no fuera por las gemelas, me iría a recoger a diario al trabajo.
Llevo mis audífonos a un volumen no tan alto para saber lo que pasa a mi alrededor pero lo suficiente para disfrutar de buena música, mis manos en mis bolsillos y la mente despejada. Entonces recibo uno de los mayores sustos de mi vida cuando de una callejón sale un hombre encapuchado que inmediatamente levanta sus manos para que no me altere. Me quito los audífonos y pongo mis manos en el pecho.
—¡Me asustaste!
—No era mi intención. —Ethan se disculpa y hace una mueca similar a una sonrisa.
Mi gesto neutro le quita el suyo semi-sonriente y luego sigo caminando con él al lado.
—¿Cómo te fue hoy en el trabajo? —pregunta.
—Excelente, estoy cansadísima, pero me fue bien.
—Emily, te debo una disculpa —suelta.
Me detengo a mitad de la calle y lo miro fijamente. Ethan evade mi mirada.
—¿Por qué?
—Por lo de esta tarde —aclara—. Lo de Brad y lo tuyo.
—¿Qué es lo de Brad y lo mío? Yo no entendí nada de lo que pasó.
Ethan blanquea los ojos, como si solo pensar en eso lo sacara de quicio y le avergonzara.
—Fue culpa de Brad el que hayamos perdido —dice finalmente.
—Él ni siquiera es parte del equipo.
—Él me distrajo. Estaba por lanzar para ganar y él se quedó contigo... y te abrazó. Él sabía que me iba a despistar e iba a fallar y yo creí que tú tenías algo con él...
Me toma varios segundos asimilar eso y aún así no lo consigo.
—Eso no tiene sentido.
—Si vine acá es porque ya hablé... o más bien discutí con Brad y lo acepto y de paso me dijo que ustedes no tienen nada.
Rebobino en mi cabeza los minutos de ese momento decisivo en el partido y mágicamente todo encaja. Brad me abrazó, cosa que no hace seguido, y me habló al oído... De todas las posibilidades, el que eso fuera distracción no se me habría cruzado por la mente. Si antes creía que Brad se portaba como un imbécil a veces, ahora lo confirmo, pero me va a oír... el lunes.
—Ese hijo de...
—Lo siento —me interrumpe—. No debí gritarte... no debí plantarte la semana pasada... no debí haberte ocultado lo que significaba la foto con Brenda... no debí muchas cosas. No sé qué me pasa contigo que parece que todo lo hago mal.
—Tampoco lo sé.
Empiezo a andar de nuevo e Ethan me acompaña. No sé si será el cansancio o el cúmulo de todo lo que me dice, pero como que no tengo ese impulso de babear por él justo ahora. Se siente raro.
—Brenda y yo hemos estado allá y acá en el último año —confiesa, luego de un rato—. No somos precisamente algo, pero por... no sé, por chismes y por imagen, ya sabes, el jugador y la porrista —aclara—, todos nos tienen como una pareja y lo intentamos durante un tiempo. El día que nos tomaron la foto yo estaba, algo así como terminando con ella. No sé si terminar sea el término correcto dado que nunca fuimos nada, pero le estaba diciendo que de ahora en más solo quería una amistad.
—¿Y cómo salió eso?
—Ya lo sabes. Ya viste cómo me trataron todos en la cafetería.
—Creí que eso era por la foto de Instagram, esa en la que dicen que te planté —susurro.
—Pues no fue por eso. Aunque si puedo agregar, ellos lo disfrutaron. —Ríe sin pizca de humor y suspira—. Brenda no es exactamente mala, Emily, tiene sus problemas como todo el mundo solo que los canaliza a las malas con los demás. Ella en su posición es capaz de poner a todos en contra mía y eso hizo. No me odian, pero ya no se juntan conmigo.
—O sea que la gente prefiere ir detrás de Brenda que ir al lado tuyo.
—Algo así.
—Deberías considerar cambiar de amigos entonces.
—Podría decirse lo mismo de ti y de Brad —repone—. Yo entiendo que él no me quiera, pero no tenía porqué sabotear de esa manera el partido. Sabe lo mucho que me gustas y lo usó en mi contra, ¿qué clase de persona...?
—¿Te gusto?
La incredulidad de mi pregunta hace que su rostro se tiña de color rojo, tal vez se le salió sin querer en medio del desprecio hacia Brad aunque en realidad no me importa, en la práctica está confesando que le gusto y no puedo ni tengo intención de disimular la sonrisa y el subidón de orgullo que eso me produce.
Ethan suelta una risita nerviosa y pone sus manos en sus bolsillos.
—Con todo lo que hago como que no se nota, ¿cierto?
—Cierto. —Al levantar la vista, noto que estoy a unos metros de girar en la esquina que me lleva a mi calle y a mi casa y por ende, a la mirada de mi padre, así que me detengo—. Acá cerca es mi casa y mi padre debe estar por ahí esperándome.
—Entiendo.
—Pero podemos hablar unos minutos —propongo.
—Emily, cuando te dije que quería una cita contigo sin que nadie lo supiera es porque sé perfectamente mi posición en Winston y no sabes lo horrible que puede ser que todos sepan de lo que haces en la vida.
De repente me siento culpable por haber pensado que era que no quería que lo vieran en público conmigo. Los benditos prejuicios.
—Llevo dos semanas y ya he salido dos veces en las noticias como Orgullo LGBT. Puedo más o menos comprenderlo.
Ethan ríe.
—Al menos no saliste el primer día con la caída en la cafetería.
—No me lo recuerdes. —Niego con la cabeza al pensar en ese infortunado inconveniente.
Ethan saca una de sus manos del bolsillo y se acerca para pasar su índice por mi mejilla con mucha dulzura.
—Perdón por todo.
—Nada qué perdonar. Podemos hacer borrón y cuenta nueva.
Ethan niega con la cabeza y mi alegría baja de nuevo considerablemente.
—En este momento toda la preparatoria piensa que estuve con Brenda y contigo al tiempo, saben que me has plantado y hasta creen que te le vas a declarar a Brenda. Puedo apostarte que algo de lo que pasó hoy en el juego va a salir en esa estúpida cuenta de Instagram y tú o yo vamos a quedar mal. O ambos. Para la vista pública no es bueno que te vean conmigo, ¿entiendes?
—Pero a mí no me importa.
—A mí no me importa que hablen de mí, Emily, pero no quiero que te involucren. Tú me gustas pero te perjudicaría. Puede que Brenda la tome contra ti, que te digan ingenua, que pierdas a Ashley de amiga porque sé que no le agrado... Un nosotros justo ahora parece imposible.
La veracidad de sus afirmaciones me dejan pensativa aún cuando sé que tiene toda la razón. Si fuera un caso aparte y lo único que yo sé es que hay una chica que fue plantada, casi engañada y gritada en un partido y aún así sale con ese chico, la tomaría por una estúpida y aunque no sea así, la versión de una historia que más cree la gente es la irreal, la que hace quedar mal a los involucrados.
Un bombillo interno se enciende en la parte superior de mi cabeza y sin reflexionar en lo bueno o en lo ridículo que pueda sonar, suelto mi idea:
—¿Y si nadie se entera?
—Se van a enterar.
—No necesariamente. Podemos salir sin que nadie lo sepa y en la preparatoria hacer como que no nos agradamos, ya sabes, me plantaste, te planté, lo de Brad... en teoría nos odiamos.
Ethan primero resopla con duda, pero al ver mi gesto serio, empieza a considerarlo y luego sonríe de lado.
—¿Es en serio?
—¿Por qué no?
—Es una locura, Emily... —Hace una pausa y luego agrega, algo más convencido:— Aunque no te negaré que la idea de un romance secreto me gusta. Sería lo único no público de mi vida y si es contigo... pues maravilloso.
—Entonces no hay problema.
—Supongo que no... —Ethan toma una de mis manos con la suya y sonríe entre burlón y emocionado—. ¿Te gustaría salir conmigo a escondidas?
—Es la mejor propuesta que me han hecho.
Recuerda dejar tu estrellita. ✯✮✯✮✯✮
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