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|CAPÍTULO O5|


Algo que no cambia con el paso del tiempo, la tecnología o las personas, es la velocidad con que las palabras vuelan y se convierten en chismes que rozan en lo absurdo, muchas veces, saliéndose de lo que en verdad pasó. Llevo quince minutos desde que me bajé del autobús y ya he recibido dos felicitaciones por golpear a Brenda, sí, GOLPEARLA, una chica queriendo saber qué fue lo que le dije, otra que pregunta si soy la nueva capitana de porristas e incluso escuché a un chico que decía que yo me le había declarado a Brenda luego de gritarla.

Intentando hacer oídos sordos a toda esa sarta de mentiras, llego a mi casillero donde una chica de cabellos rubios oscuros y mirada arrepentida me intercepta y empieza a hablar nada más la veo.

—¡Lo siento mucho por lo de ayer! Brad me contó que tu mamá era porrista y te juro por todos y cada uno de los dioses en los que creo que mi intención no fue ofenderte a ti o a tu madre de alguna manera, es solo que Brenda no me agrada, pero si tú quieres ser una de ellas y su mejor amiga o lo que sea, está bien...

—Cálmate, Ashley, estamos bien —afirmo—. Brad me dijo que eras temperamental y ya pasó. No importa.

—¿No me odias?

—No negaré que ayer te odié.

Ashley muerde su labio y baja ambas cejas a cada lado, con una expresión de culpa inmensa.

—Lo siento. Te compensaré... iré a tus ensayos si quieres.

—No es necesario.

—Quiero hacerlo, de verdad, no es que odie el concepto de porrista, odio es a Brenda y sus amigas, pero...

—No es necesario porque no estoy en su equipo —explico.

—Pero... —duda por un momento—, te vimos con Brad ayer... lo hiciste genial...

—Sí, pero ese equipo no me interesa. Hice la audición por... fue un error, digamos, pero yo iba para el aula de Ayuda a la Comunidad cuando me los crucé a ustedes. ¿Crees que aún haya un espacio para mí allí?

Ashley me dedica una mirada fraternal que me afirma que sí tengo lugar allí. A pesar de lo que suceda no puedo olvidar que fue ella la primera persona amable que de hecho me brindó una mano cuando necesité y... mal humor lo tiene cualquiera de vez en cuando.

Ya con la consciencia de Ashley tranquila y conmigo incluída en un club tranquilo para las electivas puedo dar por solucionadas un par de cosas. Abro mi casillero y una nota de color verde cae al suelo; Ashley se apresura a recogerla y me la tiende con el brillo de la curiosidad pero con el respeto de la privacidad. Desdoblo el papelito y veo cómo está escrita hoy con marcador azul.

A pesar de que no tenías el uniforme puesto, eras la más bella de las porristas.
1 Fan.

—¡Déjame ver! —exige Ash y con las mejillas ruborizadas, le tiendo el papelito que no tarda en leer—. Parece que tienes un fan muy querido.

—Sí. Te conté ayer que Ethan me había dejado otra nota.

—Oh, cierto. No te presté atención en esa parte por... —Parece intentar recordar el motivo de su distracción, entonces cambia de tono y de tema—. ¿Vas a salir en fin con Ethan?

Negaré completamente si me preguntan si es lo único en lo que he pensado, pero así es. Anoche solo estaba él y nuestra cita fantasma en mi mente, y digo fantasma porque no se volvió a hablar del tema y parece que solo yo lo recuerdo pero siguiendo mi gusto sincero por él, voy a hablarle en el receso para que cuadremos la hora porque se supone que es hoy.

—Creo que sí... le voy a preguntar en el receso.

—Ya me ha quedado claro que no escuchas un consejo cuando de Ethan se trata —dice, una vez cierro mi casillero con mi libro de Idiomas en la mano—, así que no puedo hacer más que desearte suerte.

—Él no tiene malas intenciones, yo lo sé y... —El timbre que anuncia la entrada a clases me deja la palabra a la mitad—. ¿Qué clase tienes?

—Idiomas.

—¡También yo! —exclamo, tomándola del brazo para encaminarnos al aula—. Super, porque ni sé en dónde está el aula.

La clase dictada por un maestro joven, flacucho y con gafas es de hecho entretenida; se ha ahorrado el rollo de las presentaciones y fue directamente a la lección lo que, al menos para mí, es un punto a favor. Ashley se ha sentado un asiento delante de mí y para mi buena suerte, Ethan lo ha hecho detrás de mí. Ya empezaba a temer que no compartiéramos muchas clases.

A riesgo de auto humillarme pero defendiendo mi teoría de que los hombres no siempre tienen que dar el paso, arranco un pedacito de papel de mi cuaderno, escribo un «¿La cita de hoy sigue en pie? :)» y luego de doblarlo y dando un sutil giro en mi asiento, lo pongo en su escritorio con la ansiedad a mil por esperar una respuesta.

Pasan diez segundos enteros en que no obtengo respuesta alguna hasta que siento el tacto de sus dedos en mi hombro, tiene otro papelito en su mano y sin girarme lo tomo; antes de devolver su mano, pasa la yema de su dedo suavemente por mi cuello, haciendo que un escalofrío me recorra. Intentando reprimir el suspiro y con una sonrisa que agradezco no pueda ver por estar yo de espaldas, desdoblo el papelito.

«No»

Caracoles, de todas las respuestas que pensé, esa no me lo esperaba.

Tanta es la sorpresa que, aprovechando que el profesor está de espaldas en el pizarrón, giro con un poco de brusquedad con el ceño fruncido y una interrogante preparada, sin embargo lo que encuentro es una sonrisa amplia y coqueta de Ethan, que con sus hermosas orbes cafés me quita lo enojada. Levanta con sus dedos un papelito un poco más grande que dice «Claro que sí» en letra más oscuras. Definitivamente Ethan no puede tener malas intenciones, es demasiado dulce para algo así.

Con la cara color nalga recién azotada, me volteó y continúo poniendo atención a la clase, esperando con ansias el receso para cuadrar detalles.

En las siguientes tres horas luego de Idiomas, no crucé clases con Ethan y tampoco con Ashley. Estuve con Brad y si bien su indiferencia es su carta de presentación, podría decirse que no me dejó sola en las aulas, lo que fue beneficioso porque ayudó indirectamente a evitar que más cotillas me preguntaran por el inconveniente con Brenda de ayer.

La hora de comer y la más esperada por todos llega sin que logre hacer el ridículo de alguna manera y sin que escuche más rumores a mi paso, aunque sé que todavía están por ahí. Cuando Brad y yo tenemos nuestra comida y buscamos mesa, vemos a Ashley concentrada en su celular sentada en la silla de una de las mesas del centro de la cafetería. Caminamos hasta ella y cuando levanta la vista y nos sentamos a su lado, me observa a mí con los ojos muy abiertos, la sonrisa dibujada y suelta una pregunta:

—¿Qué fue exactamente lo que pasó ayer con Brenda?

Su tono extasiado despierta la curiosidad en Brad.

—¿Por qué?

—¡¿No has visto el Instagram de la preparatoria Winston?! —exclama a su amigo.

—No, hace como tres días que no entro a...

—¡Pues mira!

Brad y yo estamos frente a ella en la mesa y estira su mano con el teléfono para ponernos la pantalla casi en las narices. Brad arrebata a Ashley el celular y lo baja a la altura de la superficie de la mesa, lo ladea un poco para que yo pueda mirar también y nuestra amiga nos observa con expectativa.

Hay una publicación centrada. Hay dos fotos, una es tomada de lejos de ayer en las audiciones de porristas, es del momento posterior a mi baile cuando Brenda habla y yo estoy enfrente viendo cómo intercambia palabras con Ethan que está a mi lado; Brad mueve la foto con su dedo y aparece la otra imagen, es también de ayer y también de lejos pero en esa aparecemos los dos luego de que Ashley se fue, Brad está sonriendo y yo estoy de espaldas en esa captura. Las fotos como tal no muestran gran cosa, pero la frase con la que las publicaron reza:

«Parece que finalmente le ha llegado competencia y rival a la bellísima Brenda Cooper, y no solo con uno de los hermanos más sexys del Winston, sino en el equipo de porristas donde parece que tendremos próxima capitana y la expulsión de ella si no permite y consigue que Emily Anderson ingrese, siendo que las demás se han negado a pertenecer si ella no está y sin porristas, no hay equipo. ¿Qué decidirá Brenda? Además, agallas no le faltan a la nueva integrante de Winston, que no dudó en confrontarla cuando se le intentó faltar al respeto. Por mi parte, le mando una felicitación a Emily, Orgullo LGBT e inspiración para muchos nosotros».

Cuando terminamos de leer, Brad pule una sonrisa de burla y yo una expresión de sorpresa y vergüenza a partes iguales.

—¿Leíste eso, Rarita? Soy uno de los hermanos más sexys de la preparatoria.

—¿Se refería a ti?

—Estamos juntos en la foto, ¿no es obvio?

—¡Cuéntanos qué pasó realmente! —chilla de nuevo Ashley.

—Yo no... bueno, sí es cierto que esa chica es una irrespetuosa, pero yo no pretendí confrontar a nadie y... ¿cómo es eso de que las demás no quieren estar si yo no...? ¿Cómo es que esas fotos...?

—Los chismes vuelan en las redes sociales, Emily —explica Ash, sin borrar su sonrisa—. Y más si tienen que ver con la engreída de Brenda.

—Pero... ¿de quién es esa cuenta de Instagram?

—De la preparatoria únicamente —responde Brad—. Se publican allí los chismes cuando hay pruebas... o bueno, fotos que dejen ver cualquier cosa que puedan hacer pasar por pruebas. Es amarillista y chismosa, pero nos ayuda a saber quién termina con quién, quiénes salen juntos y cosas así.

—Me refiero a quién la maneja.

—No se sabe —admite Ashley—. Esa cuenta lleva unos seis años activa desde que la crearon, casi desde que se inventó Instagram, antes estaba en Facebook pero era más práctico en Insta...

—¿Cómo es que nadie sabe quién publica? —replico.

—No le damos importancia. Se rumora que son varios porque los estudiantes de hace seis años no son los mismos de hoy, también se dice que puede ser un maestro o un solo estudiante pero que cuando sale de último año se la hereda a algún otro al azar.

Sonaré como una amargada del siglo XXI pero no soy fan a morir de las redes sociales. Me molesta el cinismo que puede esconderse detrás de un user falso y un nombre ajeno al propio y la seguridad que una pantalla y un perfil pueden darle a alguien que busque hacer el mal. No frecuento mucho las redes sociales, apenas y tengo Facebook y alguna otra red pero no soy de publicar todo cada día, eso no es lo mío. Y aún así, ahí estoy en Instagram, en una publicación que sobrepasa los trescientos corazones en la que me han enlazado con Brad, enemistado con Brenda y admirado mi Orgullo LGBT... y, ahora que lo pienso es el motivo de que todos sepan —o medio sepan— lo que ha sucedido ayer.

—Por eso hoy han habido tantos rumores —susurro para mí misma, pero Brad a mi lado lo alcanza a oír.

—Tienes todos los ojos en ti, Emily —dice—. Pero mira el lado positivo.

—¿Cuál es ese? —farfullo.

—Nadie recuerda o sacará el tema de tu caída del lunes. Es más, es una suerte que no la hayan subido a la cuenta, quizás el chismoso de Winston no estaba en la cafetería para ver tu vergüenza monumental, horrible, indignate y...

—Entiendo —corto—. Aún así...

Mi madre me enseñó algo que nunca olvidaré y que en días como hoy soy capaz de aplicar a la vida real confirmando su veracidad; son los conceptos de humildad y falta de ella.

Hay personas como Ashley que son humildes, que saben que un error es una acción y que una disculpa debería ser la reacción y así mismo, inspiran en los demás a actuar humildes como ella. Y hay personas como Brenda que no es que no sepan reconocer los errores, sino que realmente confían en que no cometen ninguno por estar tan subidos en la nube de su pretensión donde saben con certeza que son mejores que todos y hacen que te preguntes cómo en un cuerpo tan delgado cabe tanto egocentrismo y de paso, putería.

El orgullo humano siempre termina cuando los intereses propios se ven sumamente afectados y entonces el egoísmo lo sobrepasa haciendo caso omiso a veces hasta a la dignidad. En palabras de mi madre, es cuando "vuelve el perro arrepentido con la cola entre las piernas", es decir, cuando la maldad tiene que bajar la cabeza y hablarle a quienes considera inferiores.

La maldad, por si no lo habían notado, es Brenda y mi extensa explicación de la metáfora de mi madre es para darle sentido a la rubia, abeja reina, dueña de la preparatoria, capitana de porristas y arrogante Brenda que se acerca a nuestra mesa un rato antes de que suene el timbre de ingreso a clases. Toma asiento quedando frente a Brad y mío y junto a Ashley, quien sutilmente se aleja un poco.

—Hola —dice, casi atragantándose con dos sílabas.

—Hola, Brenda —saluda Brad—. ¿Cómo has estado?

Bien sé que ellos sí son amigos así que no es sarcasmo y la sonrisa que la rubia le da a Brad no es fingida. Cambia totalmente cuando me mira a mí.

—Hola, Brenda —digo.

—Entonces... —responde, claramente incómoda—. Venía a pedirte que estuvieras en el equipo de porristas —suelta, sin poder evitar entornar un poco los ojos.

No soy de las que disfruta de ver sufrir o pasar penas a los demás, pero al carajo, la rubia se lo merece.

—Oh, ¿en serio?

—Sí —espeta.

—¿Y, por qué, Brenda? ¿Por qué quieres que esté en tu equipo? —Mi tono de autosuficiencia no pasa desapercibido a Ashley, que pule una sonrisita.

—Tú fuiste la que audicionó —replica.

—Y fui la que dije que no me interesaba y que muchas gracias.

Brenda desvía la mirada, claramente tratando de buscar paciencia o dignidad para seguir hablando. Puede que el mundo me lo cobre más adelante, pero no puedo evitar gozar de su humillación personal.

—Emily, ¿cierto?

—A tu orden —respondo.

—Bien, Emily, verás... hay cinco chicas aptas para ingresar al equipo y que ya tienen la aprobación total.

—¡Eso es genial! —interrumpo, aún sabiendo lo que sigue—. Felicidades, Brenda.

—Sí, claro... en fin, el equipo requiere máximo seis integrantes más y... —Tose falsamente—, las demás no quieren estar si tú no entras —concluye en un susurro.

—Perdón, no te oí.

—Que no quieren estar en el equipo si no estás tú —repite, al borde de la impaciencia.

—Oh, entiendo. ¿Y qué quieres que yo haga? Yo ya rechacé la oferta.

Sus fosas nasales se abren más de lo normativamente permitido y Ashley no puede atajar la risa en voz alta. Yo sí me mantengo seria.

—Por eso estoy acá, pidiendo que entres al equipo.

—Oh, es eso. —Le sonrío con toda la confianza del mundo y Brenda, creyendo que he accedido, sonríe, hasta que...— Claro... que no, muchas gracias.

Sigo comiendo como si nada hubiera pasado y entonces el chico que literalmente me ha tenido desvelada, se sienta a mi lado, saliendo de no-sé-dónde, poniendo su mano sobre mi hombro en total confianza. Mi austeridad y sarcasmo se pierden para dar paso a la admiración por mi crush.

—¿Qué pasa, chicos?

—Ethan, Emily aún se rehúsa a ser parte del equipo —responde Brenda, fingiendo una mueca de cordialidad amistosa—. ¿No te parece una locura? Todas quieren ser porristas.

—Ella no —acota Ash.

—Vamos, Em... —murmura Ethan, acortando más el espacio personal—. Imagina lo popular que serías y además... un capitán de fútbol encaja a la perfección con la porrista más bonita.

—¿Y eso qué?

—Yo soy el capitán del equipo del fútbol, solo te muestro las posibilidades.

Es casi visible el humito que sale por mis orejas de los engranajes de mi cerebro moviéndose a velocidad tortuga coja cuando entiendo el piropo indirecto de Ethan y no logro hacer más que sonreír como retrasada y asentir.

El carraspeo poco sutil de Ashley me devuelve a la realidad y nada más por ver la cara de satisfacción de Brenda, puedo hacer que mi atontamiendo baje hasta el suelo. Esa rubia no merece nada.

—De verdad, muchas gracias, pero...

—Es una magnífica oportunidad —insiste Ethan—, podemos compartir mucho más tiempo durante los ensayos y mis prácticas. Además, acá entre nos... —Si bien estamos en una mesa comunal, se toma el atrevimiento de susurrar en mi oído—, eres la que mejor baila.

Su voz dulce y seductora me hacen soltar un suspiro e imaginar mi entrada al equipo de porristas; me veo a mí misma luciendo el bonito uniforme, usando cintillas en el cabello y bailando en un partido de Ethan para que cuando él anote puntos venga corriendo y me bese, me levante en el aire y todos suelten un "Awwww" al unísono y luego de graduarnos y casarnos podremos mostrar a nuestros hijos nuestras fotos con los uniformes, así como mamá y papá y...

—Entonces, ¿qué dices? —La voz chillona de Brenda me saca de mi fantasía de vida.

Ethan baja la mano de mi hombro para ponerla sobre mi mano y acariciar sutilmente con sus dedos. Si fuera un hielo ya me habría derretido con esa dulzura.

La única razón por la que estaría en el equipo de porristas sería por ver y estar con Ethan, pero no puedo ser egoísta conmigo misma; además, parece que a Ethan le gusto realmente así que no le importará mucho si me niego, ya hallaremos otra manera y tiempo de estar juntos.

—No, gracias.

—¿Por qué no aceptas, linda? —dice Ethan, sorprendido.

Decidida a decirle unas últimas palabras con fingida cordialidad a Brenda ya que entramos en gastos, respondo mirándola única y exclusivamente a ella:

—Porque el equipo de porristas de Winston está liderado por superficialidad y arrogancia, y no por entusiasmo y compañerismo como debería; puedo hacer algo mejor estando en el grupo en el que estoy, con Ashley.

Mi mini discurso pone un punto aparte con un silencio incómodo, y si bien no hablé tan alto como para que todos se enteraran, parece que hasta la cocinera me escuchó porque todas las voces se callan y así se mantienen hasta que el timbre parece reanudar la vida y el movimiento.

—Genial, entonces vamos —dice Ashley, que se levanta y rodea la mesa, Brad ya está de pie y luego de despedirse fugazmente de su hermano y de la rubia, salimos de la cafetería. Estando alejados, Ashley habla con su tono entusiasta—. ¡Por Dios! No puedo creer que le hayas dicho todo eso.

Al haberme distanciado de todo el lío y siendo ya capaz de pensar más claramente, los nervios y la adrenalina que no me atacaron allá adentro, se hacen presentes ahora. Me agarro del brazo de Ash.

—Me tiemblan hasta las uñas —balbuceo.

—Lo valió.

—Sí que lo valió —secunda Brad—, oficialmente he botado mi primera impresión de ti, Rarita. Eres mejor de lo que pensé.

Bien pude haberme echado a todo el equipo de porristas actuales de enemigas, pero sí... creo que lo valió.

—¿Salir a dónde?

La mirada perspicaz y celosa de mi padre me analiza desde la cocina. Le he pedido permiso para salir hoy; antes de salir de la preparatoria me crucé con Ethan y me dijo que nos viéramos en la heladería principal del sector llamada "Nice" a eso de las cuatro y son casi las tres y solo hasta ahora tuve el coraje de venir a decirle.

—Un compañero del colegio me invitó a tomar un helado.

Baja la cuchara con la que movía algo en una olla y gira su cuerpo completamente hasta mí. Incluso las gemelas me prestan suma atención hasta el umbral de la puerta donde estoy de pie con las manos atrás, retorciéndolas por los nervios.

—¿Qué compañero?

—Se llama Ethan y compartimos algunas clases.

—¿Y vendrá a recogerte?

—No, pa, nos vamos a ver allá.

—¿Qué clase de caballero no recoge a la chica en su casa?

—Todos los de esta década, pa. Vamos, no estamos en los setenta.

Su semblante luce igual de serio a que si le estuviera diciendo que estoy embarazada. Papá siempre ha sido celoso conmigo y más desde que quedó a cargo de tres mujeres totalmente solo. Si por él fuera, me mantendría en casa siempre para evitar que conociera chicos o... personas en general. No es sobre protector, solo es muy celoso y desconfiado hasta de su sombra.

—Los setenta eran una época mejor.

—Posiblemente, pa, pero no estamos allá —respondo—. No tardo, solo sería... de hecho menos de una hora porque debo trabajar a las cinco, ¿recuerdas?

Mi padre suspira y desvía la mirada, rindiéndose ante la falta de argumentos para dar una negativa.

—Bien... supongo que ya estás en edad de salir con amigos. Pero, amigos —Hace énfasis en la palabra—, ¿verdad, Emily?

—Sí, pa. Cuando consiga pareja serás el primero en saberlo, te lo prometo.

—Hasta que tengas veinte no quiero saber de novios —bromea, a la vez que se devuelve a su estufa y sigue en su labor—, o incluso después, hasta los treinta o cincuenta.

—¿Por qué mejor no me metes a ser monja? —ironizo y me alejo, para ir a mi habitación a arreglarme.

—Ya tengo los folletos, ¿quieres ojearlos?

—¡Ya me fui, pa! —grito desde el segundo piso.

Yo creo que todos tenemos —o deberíamos tener— ropa especial (a menos que seas de los que estrena ropa seguido, entonces no es necesario); son ese par de prendas que te pones solo en ocasiones especiales, para eventos o fiestas o citas. Yo lo tengo. Es un pantalón de jean realmente bonito que mamá me compró hace ya un par de años pero ya que la pubertad no me agarró tan duro, aún me queda; y una blusa color azul de la suerte con apliques amarillos. Ya que para mí esta cita puede ser el comienzo de la historia de amor más bonita, me he puesto la ropa adecuada y un poco antes de las cuatro ya estoy acá en la heladería esperándolo.

Los minutos pasan muy lentamente y me tomé el atrevimiento de ordenar dos helados en vaso y si lo del destino es cierto, habré adivinado que a Ethan le gusta el helado de chocolate como a mí. Aunque a todos les gusta, pero prefiero pensar que si atino, es el destino.

Evito por unos minutos iniciar el mío para poder comerlo con él, pero al ver que empieza a derretirse lentamente, prefiero dar la primera cucharada.

Me he abstenido de mirar la hora para no enojarme por el retraso de Ethan pero ya que tengo un horario establecido, no puedo darme el lujo de esperar por siempre así que saco mi teléfono y observo la hora. Las cuatro y veintiún minutos y la cita era a las cuatro. Decido pensar que quizás se retrasó un poco y sigo comiendo mi helado hasta que el vaso se desocupa. Cuando pasan otros veinte minutos me doy por vencida y acepto la realidad de que Ethan no va a venir.

El plantón me deja un nudo en la garganta y un ligero sentimiento de culpa por usar mi ropa bonita para esto. De verdad quiero convencerme de que el motivo de su ausencia es algo importante que le sucedió pero el eco de las voces de mis amigos que me dijeron que no saliera con él, me siguen susurrando que simplemente no quiso aparecer, y mi lado pesimista me insiste en que es mi culpa por no haber aceptado estar en el equipo de porristas; eso pudo enfadarlo o decepcionarlo y por eso no quiso ya salir conmigo. Aún así, me lo hubiera podido decir en el colegio y no hacerme esto.

Considerando que no hay manera digna de agarrar los dos vasos de helado e ir a tirarlos a la basura evidenciando la plantada que me hicieron, me resigno a hacerlo sin intentar ocultarlo. El de Ethan ya está hecho sopa y ni vale la pena tomarlo.

Suspiro y sé que no es disimulable mi gesto de tristeza; tomo mi teléfono y lo pongo en mi bolso, cuando lo cierro y me dispongo a ponerme de pie, una figura masculina se sienta en frente mío.

—No nos gusta mucho decir «te lo dije», pero creo que lo mereces. —Brad me sonríe y mira el vaso de sopa de helado sobre la mesa para luego hacer un gesto de asco. Me sonrojo por la vergüenza de que Ethan no haya venido y de que Brad esté acá para echarlo en cara—. ¿Acaso alguna vez oyes un consejo?

—¿Dijiste "nos"? —pregunto, saliéndome del tema principal.

—Sí. —Señala tras de mí y cuando miro, Ashley viene con dos helados en cono—. Llegamos tarde para compartir el helado, pero no vamos a perder la venida.

Ashley llega a la mesa y se sienta junto a Brad. Me observa pero en su mirada no hay burla como en la de su amigo, más bien hay compasión.

—Hola, Emily.

—Debí hacerles caso.

—Ya qué —dice ella—. Vinimos porque sabíamos que Ethan no iba a aparecer.

—Quisiera preguntarles por qué lo sabían, pero realmente no importa.

—Ethan no te conviene, Emily —apostilla Brad—. Lo conocemos, ¿por qué eres tan terca?

—No deberías hablar así de tu hermano.

—Es medio hermano; que mi mamá se haya casado con su papá no hace que Ethan sea mejor persona. No compartimos sangre ni vínculo alguno, solo compartimos casa.

—Quien te oiga decirlo así pensará que lo odias —sentencio con una risita.

—A veces se lo gana.

No usa el tono burlón que siempre usa lo que me despierta la curiosidad del por qué podría odiarlo en verdad. Pero en realidad no quiero saber, no quiero saber nada de Ethan, es un tonto y me dejó plantada, eso da un mensaje muy claro y sé que fue mi culpa.

Tal vez mi historia con Ethan no estaba destinada ni a empezar.

—En fin, ¿y a qué vinieron? Aparte de a comer helado.

—Ashley supuso que te ibas a sentir mal por esto —confiesa Brad— y dice que esto es lo que hacen los amigos.

Por primera vez en un largo rato, sonrío sinceramente con el corazón enternecido. Ashley me devuelve el gesto y Brad se encoge de hombros.

—Gracias, Ash... y a ti también, Brad.

—Ya eres nuestra amiga, Emily, no agradezcas. Harías lo mismo por nosotros —asegura Ash.

Claro que lo haría, este par de personas valen oro.



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