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|CAPÍTULO O4|


Tomando como mal presagio el hecho de caerme ayer en la cafetería y que eso pudiera repetirse si vuelvo a hacer fila, opté por traer hoy algo de merendar en lugar de ir a comprar. Quedó un poco de lasagna de la de papá anoche después de que cenamos y justo ahora, con las tripas sonando con ecos enormes en mi estómago, se me hace lo más apetecible. Ya que sigo sola, sin muchos amigos y trato de que la gente no me note, llegué de las primeras a la cafetería y logré tomar una mesa desocupada lo que me ha permitido ir viendo de lejitos pero detalladamente a la gente que ingresa.

Es increíble que en pleno siglo XXI la gente se siga dividiendo por sus gustos y por gente me refiero a adolescentes y jóvenes, y por división hablo más de la hipocresía, porque acá todos están con sus grupos y los de la mesa de los estudiosos son desdeñados por los que se sientan donde están los del equipo de fútbol, pero en redes sociales todos son amigos, todos se sonríen y reaccionan a sus fotos. La llegada de la tecnología como reemplazo de la interacción social y el respeto, bien puede calificarse como el fin de la civilización completa. Eso dice en un cartel de la pared.

En la mesa en la que me ubiqué, estamos cuatro personas pero cada una por su lado, los otros tres apenas y han levantado la mirada de su bandeja y yo ando bien pendiente de la puerta hasta que veo al grupo que yo denominaría como "Los populares", entrar. Ahí va Ethan y la rubia y las dos que vi anoche en el local y otros dos chicos no tan lindos como Ethan.

Quiero agradecerle a Ethan por la nota bella que dejó en mi casillero esta mañana pero hay mucha gente con él y las multitudes me incomodan. Estando en la parte posterior de la cafetería, tengo un buen ángulo de acosamiento sin ser vista y mis ojos no se han despegado de mi cita de mañana. Solo verlo respirar es algo atractivo, no hay nada que no sea lindo en él, incluso es muy alto y eso es una ventaja superior a cualquiera.

Una bandeja es estruendosamente colocada frente a la mía, haciéndome dar un respingo en mi silla. Con una sonrisita de satisfacción, Brad se sienta en la silla de enfrente y me tapa la visibilidad hacia adelante.

—Hola, rarita.

—Te dije que soy Emily.

—Perdón, rarita —responde. Mira mi rostro de no-diversión y levanta sus manos en gesto conciliador—. Ya, perdón, Emily.

—¿Cómo estás, Brad?

—Te acuerdas de mi nombre —afirma.

—Me lo dijiste ayer, no hace mil años.

—Así que Ethan te invitó a salir —suelta. Mi rostro adopta el tono carmesí, mas mi sonrisa se dibuja acompañada de un suspiro—. Tomaré eso como un sí.

—¿Cómo sabes? ¿Te lo dijo? —Mi tono se esperanza al pensar en que Ethan anda por ahí diciendo que saldrá conmigo.

—Sí, anoche.

—Oh, sí, estabas con él comiendo.

—Te veías bien vestida con tu uniforme —halaga.

—Gracias, ¿qué más te dijo?

Ante mi no tan disimulada expresión de ansiedad y querer saber, Brad mete comida con parsimonia en su boca, dejándome en ascuas. Mastica lentamente y cuando me resigno, encorvo la espalda y como sin tanta emoción. Brad toma un sorbo de su botella de jugo y cuando le pone la tapa, habla de nuevo.

—No deberías salir con él, rarita.

—¿Por qué no?

—No le interesas realmente.

—¿Y tú qué sabes? —espeto.

—Más de lo que me gustaría. Mira, Emily rarita, tú verás qué hacer, pero me siento mejor de haberte advertido.

—No estás advirtiéndome nada, solo me dices que no salga con él y no me das una razón.

—Eso es una advertencia —replica.

—Pero él es tu amigo.

—Irrelevante. —Su tono calmado me deja en una bahía de enojo y su falta de razones reales me invitan a replicar hasta que se acabe el mundo, pero decide cambiar así no más el tema—. ¿Qué electiva tomaste?

—¿Electiva? ¿Qué es eso?

Bran levanta sus dos pobladas cejas como si le hubiera preguntado de qué color es la piel de un habitante de marte. En eso, otra bandeja se acomoda en nuestra mesa y la que se sienta en una cara conocida. Se sienta junto a Brad, le sonríe y se saludan de beso en la mejilla.

—Hola, ¿cómo te acabó de ir ayer? No supe más de ti. —La chica que me sacó ayer de la cafetería y me salvó en parte la vida, me sonríe.

—Pues... bien...

La duda o más bien la queja que tengo respecto a la blusa que me dio se me atraviesa en la garganta cuando noto que decirle que estuvo mal dármela, es una muestra de desagradecimiento enorme y de paso de intolerancia que puede tomarse a mal. No obstante, de alguna manera, el universo se encarga de responderme cuando ella misma lo hace:

—Mi hermana me pidió su blusa amarilla ayer. La he cargado desde hace dos meses y solo ayer se acordó de ella, ¿puedes creerlo? —Usando su tono informal, hace su interrogante hacia Brad que tarda unos segundos en responder con una sonrisa.

—La puse en la lavadora anoche, mañana te la traigo. Pídele disculpas a tu hermana por mí.

—No te preocupes, ella no es de problemas. Solo que la pidió y ya.

Anoche divagué sola sobre la falta de respeto y educación de mis compañeros cuando fueron a Sesentas 60'! al no mirarme pero en este instante noto mi hipocresía cuando el mayor acto de descortesía está siendo efectuado por mí.

—Oh, por Dios, ni siquiera sé tu nombre. Lo siento muchísimo, me ayudaste ayer y ni siquiera te pregunté el nombre.

—Si te sientes mejor, yo tampoco pregunté el tuyo.

—Las mujeres son tan dramáticas —resopla Brad—. Ashley, ella es la rarita Emily; Emily, ella es la loca de Ashley. ¿Felices?

Ashley y yo compartimos una sonrisa de burla casi dirigida a Brad y este se rinde, dedicándonos una también.

—Me decías de las electivas —retorno el tema.

—¿No has tomado una? —pregunta Ashley, sorprendida—. Hoy es el último día de inscripciones. Y solo en algunas.

—No sabe ni siquiera qué es una electiva —apostilla Brad, entornando los ojos.

—En mi otra escuela no había eso, ¿pueden, por favor, decirme qué es?

—Es una actividad extracurricular obligatoria —explica ella—. En preparatoria debes hacer una actividad extracurricular cada año. Si no las haces, en último año debes compensar todo, es un requerimiento para graduarse.

Estoy empezando año y ya casi veo cómo voy perdiendo todo: hora de almuerzo, matemáticas, la electiva... Eso debe ser un nuevo récord.

—¿Y qué opciones tengo?

—A estas alturas, muy pocas —dice Brad—. Debías hacer eso ayer o desde el día de la entrevista con el consejero escolar.

—¡¿Debía tener entrevista con consejero escolar?! —suelto—. ¿Qué más necesito para estudiar acá? ¿Pelo de unicornio?

—Si entrabas a Artes de la fantasía, sí, pero yo creo que esa actividad ya está llena —ironiza Ashley—. Ya, miremos opciones. Los clubes de idiomas siempre se llenan primero, así que esos descartados.

—¿Pintura y dibujo? —propone Brad.

—Soy un asco de artista.

—Todos lo son, por eso estudian.

—Paso —reafirmo.

—Bien... eh, ¿defensa personal?

—No, por favor.

—¿Algún deporte?

—No.

—¿Porrista? —propone Brad. Es Ashley quien responde.

—Ella no es una superficial como las porristas, ¿verdad, Emily?

Guardo silencio unos segundos tanteando mentalmente mi respuesta. Mi madre fue porrista en su escuela de joven, y mi papá siempre cuenta con orgullo que se veía hermosa animando a su equipo, así que, no es que sea ofensivo, pero tampoco quiero quedar mal.

—¿Algo más?

—Bueno... —dice Brad—, nos queda el Club de ayuda a la comunidad. Ash y yo estamos ahí. Ya está todo lleno, pero...

—Pero podemos hablar y te hacemos un huequito —termina ella la oración, con evidente más alegría que Brad—. No es complicado, solo son tres días a la semana y ya tienes dos caras familiares.

—Eso suena perfecto. Muchas gracias, no tengo cómo agradecerles.

—Sí tienes cómo. —Brad estira su mano y toma lo que me queda de mi lasagna para embutirsela en un bocado ante la mirada incrédula de Ashley—. Favor pagado, gracias, Emily.

—Eres un cerdo, Brad —acusa Ashley.

—Es para que ella se vaya acostumbrando.

Brad y Ashley son dos caras de monedas diferentes en todos los sentidos y parecen ser amigos de toda la vida. Eso, sumándole lo... amables (dentro de lo que cabe) que han sido conmigo, los convierte en casi mis amigos.

Brad se levanta de la mesa a los pocos segundos con la excusa de tener que ir a hablar con un maestro urgente, así que Ashley se pasa a la silla junto a mí y se pone a husmear su celular mientras yo sigo admirando a Ethan de lejitos.

—¿Muy enamorada? —inquiere de repente, siguiendo la línea de mi mirada—. No te hagas muchas ilusiones.

—Me invitó a salir ayer —presumo. Ashley baja su teléfono para prestarme suma atención—. Y me dejó una nota en el casillero esta mañana.

—¿Ethan? ¿Ethan Williams? ¿Es en serio?

—No sé si es Williams, pero supongo que sí. Es ese. —Señalo a donde está sentado.

—No salgas con él —dice, con un gesto en su rostro de desprecio.

—¿Pero, por qué?

—Ethan es un picaflor de los peores, Emily —apostilla—. Nunca se sabe qué trama con la rubia esa y sus amigas. Parecen robots pendejos tras de ella y él tras de todas.

Esa sonrisa que Ethan me dedicó anoche no tenía absolutamente nada de malicia y además, se lució con el papelito de esta mañana, es imposible que haya algo malo en él.

—Exageras. Alguien con malas intenciones no deja una nota tan linda en el casillero de una chica.

—Alguien con ganas de jugar contigo es capaz hasta de pagarle a alguien para que haga una nota para tu casillero. Pero, ¿sabes qué? Tú verás.

—Brad me dijo lo mismo.

—Tómalo como una señal. —El timbre suena y Ashley se apresura en levantarse y tomar su mochila—. Aula A27, justo cuando suene el timbre de salida.

—¿Qué?

—El Club —responde con obviedad—. Es a esa hora.

—Ah, claro, el club.


A diferencia de ayer que las últimas dos horas fueron de la terrible matemáticas, hoy son de filosofía. La tranquila y buena filosofía. Además, la vida de la maestra es casi filosofía desde lo empírico contada por su voz suave y dulce de señora cincuentona sin hijos ni estrés, así que es de las materias más cómodas del mundo. Sin embargo, como nada puede ser perfecto, el aula, la maestra y la materia cómoda, deben nivelar con la entusiasta presencia de Samantha que no deja de levantar la mano y de dar su opinión, creo que varios del salón bien pueden tener sueños con su voz estridente y su sonrisa medio espeluznante.

—... y gracias a la filosofía es que el mundo no está tan acabado —sigue opinando Samantha ante la mirada interesada de la maestra—. ¿Se imagina, maestra, si los filósofos del pasado no se hubieran interesado en de hecho... interesarse por el mundo? Creo que son un ejemplo maravilloso de lo malo que es el conformismo; el conformismo es la ignorancia y la ignorancia nos lleva a guiarnos solamente por la fe vacía.

—¿Cómo es eso de la fe vacía, Samantha? —cuestiona la maestra, muy interesada. Creo que incluso todos estamos pendientes.

—Aclarando primero que creo plenamente en Dios, sé que si no hubieran existido filósofos, o algo que buscara una explicación a la vida, eventualmente solo tendríamos la base de la fe.

—Pero los primeros filósofos existieron mucho antes de Cristo —dice la maestra— y geográficamente alejados de Cristo.

—Sí, lo sé, pero imagine que no hubieran existido Sócrates, Platón, Tales de Mileto... o quien sea —replica Samantha—, supongamos por un segundo que nadie en el planeta se planteó nunca el cuestionarse sobre el origen de qué somos o por qué somos; entonces eventualmente Cristo hubiera existido y desde allí, que es donde nace la fe en lo intangible, solo tendríamos esa versión.

—Dices que de ser así, el mundo estaría más acabado, Samantha, ¿por qué?

—La cantidad de gente que no rige su vida a base de las creencias religiosas cada día aumenta, maestra, es decir, que más "filósofos" existen —enmarca la palabra en comillas—; de no ser así y tener solo religiosos, habría más guerras. Millones de muertes se han hecho en nombre de Dios por personas que no respetan su verdadero mensaje, guerras entre religiones, entre familias, entre razas... Ahora imagine que la versión de que todo es creado por obra y gracia de Dios de la nada es la única que existe, pero diferentes naciones adoptan un "Dios distinto" en el que se debe creer. Habría más enemistad por los diferentes "bandos"; como estamos hoy, al menos hay un porcentaje que prefiere ser indiferente a Dios y por ende, no se meten en las guerras religiosas de las personas. Las luchas siguen y seguirán, pero con menos gente. Puede que el cambio no sea super enorme, pero cambio es cambio.

El aula se sume en un silencio de todos que Samantha adorna con su sonrisa de siempre. La cara de satisfacción de la maestra es capaz de alimentar el ego de cualquier estudiante y Samantha no es la excepción.

—Tiene ideas muy... peculiares, Samantha, pero es bueno que las expreses. Tiene sus fallos, pero para eso es esta materia, para aprender. Incluiré más pronto la lección de la diferencia entre Dios y la religión, eso puede cambiarle o añadirle puntos a sus opiniones. —La maestra hace una pausa, luego mira toda el aula y levanta sus manos—. Espero que todos ustedes sean así de participativos en mis clases, cuando yo...

Samantha asiente, entusiasta y la maestra, tras darnos un breve relato de uno de los lapsos de tiempo de su universidad, nos da el cronograma de actividades y temas del semestre. Entre opiniones, casi exclusivas de Samantha, y otras anécdotas de la maestra, las dos horas pasan volando.


Con mi mochila en mi hombro y con el revuelto de estudiantes a la hora de la salida que se reparten en todas direcciones, busco el camino a mi casillero para poner los dos libros e ir al Club de ayuda a la comunidad. A pesar de no ser la primera, me sorprendo para bien al ver otra nota al abrir la puertica del 666. Es de color verde y está doblada en dos.

Siento que el poco tiempo que te vi hoy en la cafetería, no es suficiente.
Estás linda hoy.

1 Fan.

Mis colores se enrojecen cuando caigo en cuenta de que Ethan pudo haberme visto mientras lo espiaba desde mi mesa. Claro, si yo podía verlo, él podía verme, es lógico. Por otro lado, me dijo linda. ¡Linda! Y eso solo confirma que no tiene malas intenciones. Puede que esta sea una novela juvenil y yo sea quien lo cambie para bien. Necesito agradecerle las dos notas y decirle lo mucho que me encantaron, pero por ahora solo puedo ir a buscar el aula A27. Guardo los libros y dejo la nota en mi bolsillo, junto a la otra que puse ahí esta mañana y me encamino hacia donde creo que es.

A la primera vuelta de esquina, me cruzo con el chico más gentil de esta escuela y no puedo evitar sonreírle. Una curvatura ladeada de sus labios es su respuesta.

—Hola, Ethan.

—Hola... no te he visto mucho hoy. —Su afirmación solo confirma que él puso la nota en mi casillero. Planeo agradecerle al respecto, pero habla él—. ¿Vas a pruebas de porristas? Yo voy para allá.

—Ehhhh, no, de hecho...

—Te debes ver muy linda con el uniforme.

—De hecho, busco el aula...

—Y yo soy parte de los que eligen las que quedan.

Sin darme cuenta, ya vamos juntos caminando hacia la explanada de césped tras las instalaciones donde queda el campo de fútbol. De repente las palabras de Ashley resuenan en mi mente "Ella no es una superficial como las porristas". ¿No lo soy? No se me había cruzado por la mente siquiera intentar entrar al grupo de porristas, pero eso parece agradar a Ethan. Quizás podría...

—Bien, espera acá tu turno.

Cuando las palabras de Ethan me devuelven a la tierra, noto que ya estamos en el centro del campo, con varias porristas en un lado y una fila de chicas no porristas esperando su ¿audición? Miro hacia atrás y la entrada al edificio se me hace lejana pero sé que es lo correcto, Ashley me está esperando y...

—¡Hagan una fila de este lado! —grita la rubia que siempre anda con Ethan, me dedica una mirada de cuestionamiento, seguramente preguntándose qué hago acá.

Las chicas que esperan siguen las instrucciones y caminan juntas como ovejas hasta donde la ovejera rubia les dijo. Yo, por el contrario, doy media vuelta y empiezo a desandar mis pasos.

—Hey... —La mano de Ethan me detiene y sus ojos me dejan quieta en mi lugar—. ¿A dónde vas?

—Lo siento, debo ir al aula A27.

—¿Al de Ayuda a la comunidad?

—Sí. Estoy ahí y...

—Debes audicionar, se ve que puedes quedar. Y... —Se acerca y me guiña un ojo—, ya tienes mi voto.

—No puedo, yo...

—¡Emily va primero! —grita Ethan y me hala de nuevo hacia la mitad de la cancha.

Cuando los ojos de los presentes, que incluyen a varios chicos del equipo de fútbol (asumo), mis nervios se hacen presentes y mi rubor intenso.

Bien, es de suponer que teniendo una madre que fue una orgullosa porrista en su juventud y un padre que alababa eso, me hayan inculcado el ser animadora desde pequeña. Y así fue. Mi padre tiene videos míos a los tres años con un tutú y un pompón en la mano animando las fiestas decembrinas y en mi antiguo colegio, fui porrista desde los ocho años. Dejé de bailar las rutinas desde que mamá murió, fue como que algo se desconectó y no sentí más deseos de hacerlo, además de que ver cualquier cosa alusiva a porristas, parece deprimir a mi papá.

Mi plan B (porque el A era huir y se arruinó) es fingir dolor de páncreas y sentarme, luego, sutilmente irme, pero si hay algo que me quita los nervios y los deseos de correr de cualquier lado, es una mirada desdeñosa que me rete a que no puedo hacerlo. Mirada que en esta ocasión viene de parte de la rubia que no se toma la menor discreción para mirarme de pies a cabeza y ubicarme en su mente en el último eslabón de dignidad o capacidad.

—¿Ella, Ethan? —Le dice la rubia sin la intención siquiera de bajar la voz—. Mírala.

Levanto el mentón y me planto frente a ella, bueno, frente a todas las porristas, donde se supone debo audicionar.

—Sí, yo —Me hago oír—. ¿Tienen música o así en silencio? Me da igual.

La rubia suelta una risita condescendiente y asiente sutilemente, a lo que uno de sus perritos falderos le pone Play con el mando a distancia a un estéreo que está ubicado a unos metros. Para suerte mía, suena una canción de Avril Lavigne que conozco, una a la que le hicimos coreografía hace un par de años con mi antiguo equipo.

Todas las porristas, siguiendo el ejemplo de la rubia que parece ser la abeja reina, ya me miran como si fuera un gusano que no pertenece ahí. Prejuicios. Espero unos segundos hasta donde la canción empieza la parte bailable y mirando directamente a la capitana del equipo, empiezo a moverme. Ando un poco oxidada en el tema, pero como montar en bicicleta, el animar nunca se olvida.

Con el paso de solo unos segundos, olvido que la rubia está, incluso que Ethan está y solo dejo que la música me envuelva. Bailar siempre había sido maravilloso para mí pero cuando mamá se fue, empecé a demonizar lo bello de la danza; siempre pensé que cuando volviera a moverme al son de la música, iba a encontrarme con el sentimiento de pérdida e iba a desmoronarme donde estuviera. Mas no es así. La música me llega a las venas y recorre cada milímetro de mi cuerpo, mis extremidades se mueven por instinto, dejando a mi mente libre de disfrutar el viento en mi cara y el movimiento sin ton ni son de mi cabello. Para hacer la última vuelta tomo aire y cierro los ojos, haciendo un hueco de sonido en mi cerebro por un par de instantes en donde no escucho nada más que mi respiración y pongo la imagen de mi madre sonriéndome en mi mente.

Cuando pasa el momento de mi gloria interna noto que realmente no hay sonido alguno y me preocupo. Abro los ojos y me hago consciente de todos los que me observan en silencio, de un par de bocas abiertas a la par con los ojos y de los dientes apretados de la rubia. Haciendo incapié en mi dignidad, me cruzo de brazos y le sonrío con autosuficiencia.

—¿Dónde aprendiste a hacer eso? —pregunta una de las chicas que espera audición, ya no me observa con desdén, más bien hay... ¿admiración?—. Estuvo genial.

Solamente el grupo de esas chicas que aún no son porristas se interesan en mí. Las que sí cargan el uniforme y son guiadas por la Capitana, solo la miran a ella, esperando su reacción para imitarla.

—Solo... practiqué para la audición —miento.

Me distraigo un momento para buscar a Ethan con la mirada y al hallarlo me sonríe, dejando visible su sorpresa y confusión. ¿Es normal sentirme tan bien porque él me mire así?

—Brenda, ella debe estar en el equipo —apostilla uno de los chicos presentes. Uno que porta el uniforme de las porristas (con pantalón, claro), así que asumo que es un animador, no un jugador—. Es genial.

La rubia, abeja reina, ahora Brenda, traga saliva y entorna los ojos, haciendo un gran esfuerzo por lucir una amabilidad y parcialidad que no posee.

—Aún faltan todas las audiciones —argumenta—, debemos darle oportunidad a todos.

—Pero ella...

—Reglas son reglas —interrumpe—, hasta que las audiciones no acaben, no hay porristas nuevas.

—Hay seis lugares —interviene Ethan. Brenda le abre los ojos como platos a modo de reprimenda pero él ni se inmuta—, ella solo ocupa uno y las reglas dicen que es en votación de todos los presentes, así que yo voto por ella. Que levante la mano los que estén de acuerdo.

Todos —a excepción de la abeja reina y sus más allegados— levantan la mano.

—Las que vienen a audicionar no tienen voto.

—Bien, esos no cuentan, pero tenemos... —Ethan empieza a enumerar a los jugadores del equipo y a los cuatro hombres animadores— uno, dos, tres... seis... ocho... yo creo que suficientes, Brenda. Emily se queda.

Habiendo demostrado mi punto y defendido mi dignidad lo mejor que pude, doy un paso adelante para hacer oír mi voz por segunda vez en este circo.

—Muchas gracias...

—Ella no... —interviene Brenda, pero doy un paso adelante y levanto aún más la voz, casi gritando.

—...PERO, no me interesa su equipo.

—¿Entonces para qué audicionaste? —espeta una de las porristas.

—No tenía nada qué hacer —resuelvo.

—Ser porrista no es un juego —defiende otra de las porristas.

—Lo es cuando tratan a sus aspirantes como juguetes. Si buscan respeto, respeten.

Empiezo a temer que a Brenda se le rompa una muela por lo apretada que tiene la mandíbula. Los jugadores, porristas y las aspirantes nos miran a Brenda y a mí esperando que alguna haga o diga lo siguiente pero parece que la rubia no tiene mucho más que decir.

La rubia le arrebata a su compañera el mando del estéreo y pone Play como si nada pasara y me da la espalda, poniéndose frente a las aspirantes.

—¿Quién sigue?

Sin esperar más palabrería absurda, doy media vuelta y camino hacia el edificio, allí, en la puerta, Ashley y Brad me observan mientras me acerco. Les sonrío pero mi gesto se borra cuando veo sus caras.

—Así que sí eres una de ellas —dice Brad, sin reproche pero tampoco con gusto.

—No, ya iba a buscar el aula...

—Ya no hay cupos en Ayuda a la comunidad —dice Ashley, con un tonito de reproche que me pica—. Igual, de haber sabido que venías a audicionar donde las huecas, ni lo habríamos intentado.

—No tienes el derecho de hablarme así —espeto.

—Tienes razón.

Y se aleja, dejándome con Brad. Él se encoje de hombros.

—Es temperamental, no la odies. Mañana se le pasará.

—Mi mamá fue una de las mejores porristas de su tiempo —digo, con el enojo a flor de piel por la escena con la rubia sumado a la escena con Ashley—. Y no fue ninguna hueca, quizás Ashley deba pensar antes de hablar.

—Está bien, Emily, en serio. Ashley es muy... diré explosiva, es como un fosforito. Ya verás que mañana llega llena de culpa.

—Y solo por eso, ahora no tengo cupo en Ayuda a la comunidad —digo, más para mí misma—. Y yo pensando que este día iba a ser mejor que ayer.

—Ya veremos qué hacer mañana.

La indiferencia mezclada con interés de Brad lo hacen especial. Es como que le importa cinco lo que pase pero no quiere que pase nada. Por la manera en que se lleva con Ashley puedo asumir sin mucho temor de equivocarme que son buenos amigos y por eso no quiere líos que la involucren. Además, por algún motivo, parece que también le agrado... algo así.

—Ahora debo caminar a casa, porque el autobús ya se fue.

—Sí, eso es lo malo de las electivas, te dejan sin transporte. ¿Vives lejos?

—Calculo que son unas... quince calles.

—No es mucho. Si quieres te acompaño...

Su frase queda a la mitad y enfoca su vista a mis espaldas. Volteo justo a tiempo para ver a Ethan acercarse hasta nosotros.

—¿A dónde la acompañas, Brad?

—A su casa. Debe irse caminando y debo esperarte, así que tengo tiempo. Alcanzo a ir y volver.

—¿Esperarlo? —interrumpo.

—Sí. Si no llego con él a casa, mamá me mata.

—No entiendo.

—Él es mi hermano —admite Brad, con un deje de fastidio.

Oh, eso es interesante. 




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