|CAPÍTULO 26|
Si Cupido realmente existe, es un hijo de puta malvado y no un angelito tierno que reparte amor. O si tenemos cupidos individuales, yo tengo uno de los más irresponsables.
Detesto sentirme mal por lo que está sucediendo; dentro de mí me repito que tengo clases que debo atender, hermanas que cuidar, trabajo que realizar luego de estudiar y mil cosas más que son realmente más importantes que unos días de relación y un par de besos con Brad, y sin embargo, cuando lo veo, me siento fastidiada y traicionada.
Sé que es inmaduro intentar siquiera buscar explicaciones por cosas que pasaron antes de que él me conociera, y eso solo hace que no solo me sienta molesta, sino estúpida.
Mi plan de actuar como si nada pasara estaba basado solamente en no querer quedar mal como la dramática de un cuento pasado, pero hablando anoche con Cris, ella me hizo ver que no tengo porqué sentirme apenada de sentir lo que siento y mucho menos tengo que fingir que nada pasa cuando todo pasa, solo por preocuparme en qué dirán los demás. No está de acuerdo en que haga reclamos, eso se lo concedo, pero sí me dijo que si no tengo comodidad en algo, que busque cómo mejorarlo porque mi estabilidad debe estar antes de la de los demás.
Es por eso que le estoy pidiendo que cambie conmigo su cupo en el Club de organización de eventos para que ella tome en el de Ayuda a la comunidad.
—¿Estás segura? —pregunta. Estamos en el baño de chicas y ya que nos cercioramos de que no hay nadie más, podemos hablar—. ¿Con Samantha?
Su tono suena algo nervioso, como si Sam no le agradara. Eso es extraño.
—Sí, ¿qué tiene? No creo que vaya a negarse, ella es muy gentil.
—No sé... ¿sí crees que es buena idea?
—Solo es una idea, ni buena ni mala. Tengo el presentimiento que si voy a Kindly, Brad irá conmigo. En cambio en el club de Samantha no está ninguno de ellos.
Fresita me dedica una mirada triste, casi compasiva y que llega a incomodarme un poco.
—Si piensas que puede ayudarte, está bien. Te apoyo.
—Pues sí creo que puede ayudar, así que gracias.
En el ensayo con las porristas intento lucir lo más despreocupada posible; he seguido los pasos al pie de la letra, no me he salido de ritmo y estoy segura de que mi sonrisa es bastante creíble; nadie pensaría que lo que quiero es meter la cabeza en un hoyo en la tierra.
Como de costumbre, Brad y Ashley están en las gradas viendo tanto el ensayo de nosotras como el entrenamiento del equipo de Ethan; solo charlan y no lucen alterados de modo alguno; cualquier tipo de rencor que Ash le tuviera por compasión conmigo, ya no está. Era de esperarse, es decir, son mejores amigos desde hace mucho tiempo.
Hablé con Sam en el receso sobre cambiar mi electiva y ella estuvo de acuerdo sin problema alguno, pero no se lo he dicho a ellos dos por temor a que me pregunten muchas cosas y termine sacándoles los temas que ahora conozco gracias a 1 Fan.
No he hablado más con él desde que me contó todo, más que nada porque no sé qué decirle. No tengo muy claro cómo es nuestra ¿amistad? y ya que no sé ni siquiera quién es, no tengo idea de cómo sacarle conversación de nuevo. En este par de días se ha desaparecido pues no ha dejado más notas y no sé si es que ya no tiene interés alguno luego de todas las tonterías que dije o si me está dando espacio porque asume que no me siento del todo bien con la situación general.
Cuando Brenda decide que ya es suficiente ensayo, apaga la música y empezamos a dispersarnos. Brad y Ashley llegan a mí, ella sonriéndome y él con un poco de reservas. No le he preguntado a Ash si ya ha hablado con Brad sobre lo que pasó con Brenda en su fiesta, pero desde esta mañana se están hablando de nuevo así que, o Ash lo perdonó —aunque a ella no le faltó de modo alguno— o solo lo dejó pasar considerándolo poco importante. Prefiero no saber; lo último que quiero es crear conflicto entre ellos y para mí es mejor que sigan con su amistad de siempre.
—Oye, estábamos hablando —comienza Ash— y pensamos que mañana podemos ir los tres juntos a Kindly. Nunca estamos los tres al mismo tiempo, pero mañana se nos facilita y tú...
—Pueden ir con Cris —corto—. Ella cubrirá el voluntariado en el Orfanato, yo estaré en el Club de organización de eventos con Sam.
—¿Qué? —pregunta Brad—. ¿Por qué? ¿Ella te cambió de repente? Eso se puede discutir con...
—No, yo le pedí el cambio y Cris me cedió su lugar. Creo que puedo ayudar más acá con ella en cualquier cosa que en el Orfanato.
Ambos comparten una mirada interrogativa aunque no me responden. Les sonrío, pues realmente no quiero tener malos tratos con ninguno; ellos siguen siendo los que me quisieron cuando llegué y los que me ofrecieron su amistad desde el comienzo.
Fresita aparece por la puerta del edificio y al verme, ondea su mano. Llega hasta nosotros y nos saluda sonriente a todos.
—Mañana podrás ir con ellos dos a Kindly, Cris —le digo—. Es muy bonito, sé que te gustará.
—¡Genial! Odio ir sola por primera vez a algún lugar.
Mira a Ashley y sé que mi amiga casi la acusa con la mirada por cambiarme la electiva. Me alegra pensar que de cualquier manera, Cris está de mi lado antes que del de Brad —como Ashley— en todo momento.
Cuando no hay eventos importantes, como bailes, bazares o partidos, el club de Samantha se encarga de cualquier tipo de organización que el director o los profesores requieran. En este caso, clasificar y archivar los documentos de matrículas e historias estudiantiles de varios cursos. Estoy en el archivero, una habitación pequeña al lado de la del director. Me he sentado en el suelo y voy pasando los papeles con datos personales a las carpetas correspondientes. Sam me trajo, me explicó lo que debía hacer y se fue porque ella debía hacer lo mismo pero con el maestro de artes.
Luego de unos quince minutos, vislumbro una figura en el marco de la puerta. Levanto la mirada y veo a un chico delgado, desgarbado, de cabellos oscuros un poco más abajo de sus hombros y con gafas que levanta su mano con un poco de incomodidad.
—Hola.
—Hola.
—Samantha me dijo que viniera a ayudar —comenta.
—Ah, bueno, sigue —cedo, ya que veo que no se moverá de ahí si no se lo digo—. Me llamo Emily.
—Lo sé.
—¿Lo sabes?
—Bueno, creo que los nombres de las porristas son de dominio público —responde sin mirarme, mientras se sienta en el suelo, lo más alejado posible de mí—. En especial de las que se habla tanto.
—Nunca pensé que mi nombre sería popular en algún lado —admito—. En mi antiguo colegio apenas dos maestras conocían mi nombre.
—Pues supiste hacerte famosa acá.
—No realmente. Me hicieron... —la palabra famosa suena pretenciosa en mi cabeza— conocida a la fuerza. Yo preferiría que a nadie le importara mi presencia.
El chico suelta una risa mientras mueve sus manos sobre los papeles, sin dejar de clasificar. Con su índice se cala sus gafas y con aparente indiferencia, dice:
—Hay algunas personas, las que sí son invisibles acá, que dirían que estás loca porque ellas anhelan ese reconocimiento.
—Dime una sola persona que quiera ser reconocida por salir por Ethan y con Brad y que todo haya salido mal con ambos.
Por primera vez, me mira a los ojos. Los suyos son marrones y sin mucha gracia; su nariz es pequeña y sus labios delgaditos; tiene un par de manchas en la pálida piel, como cicatrices viejas de acné que no se supo cuidar. Me sonríe un poco, muy poco, de hecho, como si le diera vergüenza —o fastidio— el dirigirme la palabra.
—No daré nombres, pero sí hay chicas que desearían haber tenido algo con alguno o con ambos, así esa relación se hubiera ido por el caño después.
—Pues si alguna te pregunta alguna vez, dile que no vale la pena. Que lo que tienen de lindos, lo tienen de tontos.
—¿Sabes qué es lo peor? Que creo que lo saben. O sea, son conscientes de que ninguno de los dos es lo que se llama ideal en el amor, pero bueno, son atractivos, así que...
—Las personas a veces somos estúpidas —replico. Bajo de nuevo la mirada a los documentos para seguir trabajando mientras hablo—. Nos dejamos guiar mucho por la apariencia pero a la vez defendemos el amor que se debe tener a los defectos.
—Así es siempre. Es un pensamiento bastante hipócrita pero el que diga que nunca lo ha sentido así, miente. Para que alguien feo tenga oportunidad, se necesita que la otra persona conozca primero la personalidad y eso se consigue rara vez. Nunca he escuchado que alguien diga que tuvo un amor a primera vista con un feo.
—Eso del amor a primera vista no existe. Es más atracción a primera vista, o deseo a primera vista. —Unas motas de polvo me hacen picar la nariz y estornudo suavemente. El chico susurra muy bajito un "salud" y sigo hablando—. Supongo que esa hipocresía viene incluida en todos nosotros.
—¿Crees que es más decepcionante saber que alguien apuesto es un idiota, o saber que alguien interesante es feo?
—Creo que es más decepcionante que mi mente se fije en lo que no debe.
Se ríe y me contagia la risa a mí. Lo observo por unos segundos mientras él está concentrado en lo que hace; lo analizo un poco y recuerdo que vi una foto suya en el instagram cuando estuve buscando sobre mis amigos. Era él quien estaba en lo que parecía una estación de radio escolar, pero prefiero no preguntar porque esa foto es de hace meses y puedo quedar en evidencia como la acosadora de la cuenta de Instagram.
—¿Estás en tercero? —cuestiono.
—Sí. Pero rindo algunas clases de segundo. No soy lo que se dice un estudiante ejemplar.
—¿Compartimos alguna clase?
Dios, si dice que sí, eso es un indicio más de lo inconsciente del mundo que puedo llegar a ser... sé que soy así, pero es chocante a veces.
—¿Debería sentirme ofendido de que no me recuerdes de ninguna clase?
—No. Aparte de mis amigos cercanos, no miro nunca quién más está en el salón —confieso—. Lo siento, de todas maneras.
—Pues sí compartimos artes y biología. Y matemáticas... y filosofía.
—Mi padre siempre ha dicho que debo ser más consciente de la gente que me rodea.
—Si no es necesario, no le veo el motivo.
—Tú sí te has fijado en que estoy en clases contigo.
—Es distinto. Yo soy demasiado quisquilloso conmigo mismo y debo saber siempre lo que me rodea. Sé el nombre de todas las personas con quienes comparto clases, aunque menos de la mitad de esas personas conocen el mío. No es un modo espeluznante como en Mentes Criminales con fotos y datos de todos en mi habitación o algo así, cabe aclarar.
Cuando termina de hablar, ha llegado a ser apenas un susurro; luego muerde su labio y logro ver que se sonroja un poco. Desvío la mirada para no hacerlo sentir incómodo y sigo la charla.
—Quisiera tener esa capacidad retentiva.
—Muchos quieren —responde risueño—. Si te hace sentir mejor, tú eres parte del porcentaje mayoritario de los que no saben ni quienes son sus compañeros.
—De hecho sí me hace sentir mejor, gracias.
Ambos tenemos el mentón agachado, mirando los papeles que esperan ser clasificados pero cuando sonrío, por reflejo lo miro sin levantar la cara, solo una ojeada y lo encuentro mirándome de igual manera. La incomodidad de ese choque de miradas nos devuelve la vista de inmediato abajo y no se discute el tema.
Con la ayuda y la conversación, la hora se pasa rápido y el trabajo se acaba a la misma velocidad. En la mitad del tiempo de lo que me hubiera tomado a mí sola, terminamos con todos los documentos. Nos levantamos del suelo y trastabillo al sentir la pierna derecha dormida. Termino apoyada en la pared junto a él, haciendo una mueca de dolor.
—¿Qué pasa?
—Nada. Solo se me durmió la pierna.
—Despiértala.
—Ya en un minuto suena la alarma, dale tiempo. —Mi mal chiste lo hace sonreír—. Es horrible que pase.
Estando más cerca de él, detallo que tiene una camiseta de superhéroe y un jean negro. Sus brazos están descubiertos y lucen muy pálidos y delgados. Lleva una manilla hecha de hilos de colores oscuros en cada muñeca y un anillo plateado y grueso en el dedo índice. Es una imagen curiosa, especialmente porque evita mirarme directamente. Yo no doy miedo, no soy mala, no entiendo su actitud que aunque amable, es temerosa.
—¿Ya pasó? —pregunta luego de una pausa.
Muevo mi pie y ya el cosquilleo es mínimo y manejable.
—Sí. ¿Para dónde vas ahora?
—A casa. Ya hoy no hay más qué hacer acá y casi son las cuatro.
—Entonces vamos, yo también voy saliendo. Vamos hasta la puerta, no es que me haya auto invitado a tu casa, cabe aclarar. —Asiente inexpresivo y cerramos la puerta de la oficina del director. Por los pasillos solo hay silencio y calma—. ¿Hace mucho estás en el club de organización?
—Desde primero. Es el único club que no requiere mucha interacción con gente desconocida. Es como estar detrás del telón: participas en la obra pero nadie lo sabe.
—¿No te gusta interactuar con gente?
—No es que no me guste, es que no es mi fuerte.
Así que por eso su timidez. Bueno. no es experto en comunicación, ni ganará premios por conversacionista, pero dentro de todo ha sido gentil.
—Yo soy una desconocida y te veo bien.
—Yo no considero desconocidos a quienes veo cada día —aclara—. Es que no me veo yendo a hacer voluntariado, o intentando jugar a ser artista en el Club de artes, o siendo bilingüe o algo similar. Ni la actividad física ni la artística ni la social son lo mío y ya te dije que no soy estudiante ejemplar; soy más para la organización.
—Si te sobra un poco de esa capacidad de organización, te pido que me la des. Soy sumamente desordenada en casa, en mi casillero, en mi cabeza...
—Lo tendré en cuenta.
Llegamos a la puerta de salida y al estar afuera, me detengo para despedirme.
—Te veo entonces en clases... —Abro mucho los ojos y cambio mi despedida por una pregunta—: ¿cómo te llamas? No te lo pregunté, discúlpame.
—No te preocupes. Me llamo Franco; puedes decirme Fran... o Franco.
—Fran me gusta. Te veo mañana.
—De acuerdo.
Con toda la impersonalidad del mundo, da media vuelta y se va. Es poco expresivo, cohibido al parecer, pero atento. Me agrada. Quizás si dejara de prestarle atención a los lindos del salón, vería que hay varios compañeros y compañeras más interesantes con quienes se podría tener una amistad sin tantas montañas rusas.
Mucho lof, nos leemos ☺♥
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