|CAPÍTULO 21| P1
PARTE 1
La casa de Brenda es enorme por decir poco. Es de esas casas que parecen salidas de MTV Cribs, pero no tan geniales. O sea, extravagantes a la vez que anodinas. Cuando creé a Brenda y basándome en años y años de la explotación del personaje de la porrista rubia y mimada, supe que la cualidad de ser millonaria no podía faltar. Una millonaria que estudia en una preparatoria normalita porque desea ser normal. Lo de siempre.
Lo bueno de esta casota es que es perfecta para juegos entre varios; imagino que un puñado de niños sería feliz jugando al escondite entre sus muchas habitaciones (cuéntese como habitación la cocina, la biblioteca, los baños y todo lo demás).
La sala de estar es sumamente espaciosa, y el día de hoy, que han retirado todo mobiliario para dejar espacio, se ve mucho más amplia. Es más grande que el gimnasio de Winston. Los chicos de tercero y algunos de cuarto han estado llegando desde hace poco más de media hora; en total son treinta y nueve personas confirmadas, más brenda y sus amigas (que ya deben estar en algún lugar de la casa), son cuarenta y tres adolescentes bajo el mismo techo. 43 adolescentes bajo el mismo techo, suena a título de reality sobrevalorado.
Los últimos en llegar son Ash, Brad, Fresita y Emily, que vienen juntos y tarde. La fiesta decía que a las ocho y ellos han llegado faltando cinco minutos para las nueve, por lo que se ganan desaprobación de varios que los están esperando.
En silencio ingresan y la puerta doble de la entrada es cerrada con un estruendo seco que los hace a todos mirar hacia allí. Medio segundo después, todas las luces se apagan y ya que las ventanas han sido cubiertas con papel periódico y bolsas negras (además de las cortinas), toda la sala queda en completa oscuridad.
Emily en reflejo, se apega más a Brad que la tiene rodeada con su brazo por la cintura.
—¿Qué pasa? —susurra Ash.
Al igual que ese, la sala se llena de susurros inentendibles para los que estén a más de un metro de distancia. Nadie se mueve, solo aguardan. Obviamente no temen, vamos, están en la casa de una porrista no en una mansión embrujada en medio de un bosque. Algunos incluso sonríen expectantes y sueltan alguna risilla entre dientes.
—Bienvenidos —suena la voz de Brenda, un poco distorsionada porque viene de algún micrófono y transmitida por varios parlantes que todos adivinan están en lo alto—. Muchas gracias por haber asistido a esta reunión. Ya que asumo que todos han pedido permiso para pasar la noche, las puertas de la casa serán aseguradas hasta mañana a las siete de la mañana. Si alguno no ha pedido el permiso o no desea quedarse toda la noche, dígalo ahora y puede retirarse. De no decir nada, aceptan estar encerrados por las siguientes horas.
Brenda aguarda y Emily está a nada de alzar la voz e irse, pero no lo hace. El brazo protector de Brad le da un poco de valor aunque la idea de una pijamada o lo que sea que esto es, ya no le resulta tan atractiva. Gallina.
—Entonces todos se quedan —afirma Brenda al solo recibir silencio—. La primera regla: dejan todos los teléfonos en un baúl que quedará al lado de la puerta. —Se oyen quejas—. Esta reunión es privada y no voy a arriesgarme a que tomen fotos y si el chismoso de la cuenta en Instagram está acá, no le voy a dar material para publicar. Una vez más, si alguien no está de acuerdo, hable ahora y sale ya por la puerta trasera.
Eso es precavido... quizás bastante. Puede que Brenda esté planeando algo y... no. No vamos a juzgarla, puede que solo quiera divertirse en su cumpleaños. Del fondo de la sala, dos luces alumbran y empiezan a moverse; son linternas, no aliens.
Dos hombres ya mayores y vestidos de negro (aunque nadie lo sabe porque están a oscuras) avanzan entre los adolescentes con el baúl en sus manos.
—Ellos son los adultos responsables —dice Brenda con sorna. Los dos hombres, en la oscuridad, blanquearon los ojos con fastidio—. Eso dicen mis padres. Nunca me dejan completamente sola en casa... en fin, ellos les recibirán los teléfonos.
Y así, cada uno va entregando su celular, algunos con más dificultad que otros.
—Tengo un mal presentimiento —murmura Ash que se apega más a Brad y este la rodea con su otro brazo. Em la siente al lado—. Quizás debimos no venir.
—Es solo una fiesta —tranquiliza Ems—. Vamos, es hasta buena idea lo de los teléfonos. Al menos yo que he salido más veces de las que quisiera en ese dichoso Instagram, lo encuentro razonable.
Los treinta y nueve teléfonos son encerrados bajo llave y el baúl puesto frente a la puerta, como un obstáculo que impide la salida. Los mismos hombres desandan los pasos y empezaron a repartir a cada adolescente un tubito delgado y de plástico.
Una luz es encendida, pero arriba, en la corona de unas escaleras que llevan al segundo piso. Allí está Brenda, luciendo una sudadera rosada de gamuza y sus tres amigas tras ella, como guardaespaldas. La luz está estratégicamente ubicada para que solo la alumbre a ella, por lo que los demás, congregados abajo, solo ven sombras entre ellos.
—¿Conocen el juego del gato y el ratón? —pregunta Brenda emocionada—. Digamos que hoy jugaremos una versión mejorada de ese juego. —Una exhalación comunal fue escuchada—. Tenemos tres equipos: los gatos, los ratones y los humanos. Todos los grupos tienen como finalidad encontrar el tesoro escondido, pero mientras lo buscan, es necesario jugar. Los equipos estarán conformados por la misma cantidad de personas y su misión es traer a su equipo tantos como se pueda de los otros equipos. Los gatos pueden atrapar ratones y de hacerlo, estos pasan a ser gatos, es decir más para ese equipo. Los ratones pueden ser liberados si un humano los encuentra y el ratón tiene un minuto para huir y seguir en la carrera como ratón. Si un gato es atrapado sin ratón por un humano, el gato pasa a ser humano y podrá ser liberado solo por otro gato. Y si un humano es hallado sin gato por un ratón, pasa a ser ratón y podrá ser liberado por un gato que espante al ratón.
—¿Entendiste? —susurra Fresita.
Em asiente, pero a la vez, murmura:
—No, nada. ¿Y tú, Brad?
—No.
Tampoco yo entendí ni madres.
Brenda retoma:
—Alrededor de la casa hay pistas sobre un tesoro, deberán seguirlas y cuidarse de no ser capturados.
—¡No entendí! —grita ese héroe sin capa que siempre da la cara por los de lento entendimiento en clases. Muchos suspiran aliviados.
—Gatos capturan ratones y el ratón puede ser liberado por un humano. Humanos capturan a gatos solos y el gato puede ser liberado por otro gato. Ratones capturan humanos solos y el humano puede ser liberado por un gato. Al final del juego, aparte del tesoro que deben hallar, su equipo debe tener la mayor cantidad de integrantes. No es complicado.
—¡Pido ser gato! —grita alguien entre risas.
—¡Yo humana!
—¡Yo ratón!
—¡Alto ahí! —interviene Brenda al verse superada por las voces de todos—. ¿Quién les dijo que eso lo deciden ustedes? —El silencio se hace de nuevo. Samantha, metida entre la multitud, piensa para sí misma que era esa manera de actuar es una venganza de Brenda porque ella no la había dejado decidir su pareja para el baile. Sonríe agachando la cabeza—. Le voy a pedir en este momento que se separen. —Ems entra en pánico y aferra más a Brad—. Es necesario. Si están con amigos o pareja, aléjense un poco, un par de metros son suficientes. La sala es grande y nadie sale todavía.
Los cuchicheos no se hicieron esperar pero ante la emoción que iba tomando todo, no se objetó. Ni siquiera Emily se quejó, ella solo hizo caso en silencio. Al terminar la reacomodación, la sala parecía un regimiento recién reclutado de futuros militares que no se conocen.
—El juego está a punto de comenzar —anuncia Brenda—. Un par de cosas: 1. No pueden andar en grupos. Los equipos son solo tres, pero mientras el juego esté en marcha, deben ir solos. El conteo de cuántas personas hay en cada equipo al final, se hará al llegar al tesoro. 2. No pueden cambiar de equipo solo porque les apetece. 3. Las luces de la casa se encenderán y apagarán de a poco y no todas al tiempo; no pueden ustedes intentar manipular los interruptores, eso lo hace el personal de la casa. 4. Todas las habitaciones de la casa (son tres pisos y la azotea) son libres para que ustedes entren, excepto dos: mi cuarto y el de mis padres, esas dos tienen una cinta amarilla en la entrada, así saben cuales son. Si rompen cualquier norma, serán descalificados, se les entregará su teléfono, se les dará para un taxi y se irán a casa, sin importar qué hora sea. Y 5. Mis amigas y yo estaremos por ahí en la casa caminando, pero no jugaremos como ustedes. Eso sí, tenemos el poder de liberar a cualquier jugador de las garras de otro. No la obligación, pero sí el poder de hacerlo. Última oportunidad, ¿alguien quiere irse?
Nadie dice nada. En este punto, hasta Ashley está sonriendo emocionada.
—Les han dado un tubito a cada uno. —Brenda indica. Todos parecen recordar que lo tienen en la mano y lo miran en las sombras—. Es una barra luminosa. Dóblenla para encenderla. Hay tres colores. Amarillos son gatos. Rojos son ratones. Y verdes son humanos.
Todos parten su tubito y los colores se revelan creando unas lucecitas esparcidas por la sala, como puntos flotantes. Emily saca uno rojo, Fresita también. Brad tiene una amarilla y Ash tiene una verde. Están separados por unos pasos pero aún así se miran lo poco que alcanzan y casi se ve pánico mezclado con diversión.
—Cada equipo en una esquina —ordena Brenda. Con la lucecita en mano, cada uno camina hacia donde se congregan los del mismo color—. Les daremos varias barritas del mismo color para que si llegan a capturar a alguien, se la den, así pasa a ser de su equipo. Sin trampas, gente. Recuerden: anden solos. Hay mucho espacio. Los ratones tienen un minuto de ventaja en la que pueden ir en cualquier dirección. Luego saldrán los gatos con treinta segundos de tiempo y luego pueden partir los humanos. Las pistas están por toda la casa; en cuadros, fotos, mesas y enseres. No están escondidas, no se preocupen, pero sí enumeradas. Son siete pistas en total, para dar sentido, las necesitan todas. La pista está adherida a su lugar, solo deben leerla, no llevársela. Si ven a alguien de su equipo, pueden transmitirle la pista, pero no andar juntos; al estar solos pueden hallar varias y luego juntar piezas. Deben llevar siempre su barrita en la mano, es lo que los identifica. No pueden gritar por ayuda si son capturados, el silencio es importante para no hacer trampa.
Hay algunos que entienden el juego a la perfección y hay otros que están confundidos como yo cuando me intentan explicar cómo se juega UNO.
Emily observa a las personas de las barritas rojas; al estar aún en penumbras apenas alcanza a distinguir a Ellie, a Fresita y a Samantha como conocidas. Todos sonríen. Antes de mirar de nuevo a Brenda, mira al otro extremo de su grupo (que son 13 chicos en total) y ve una cabellera castaña inconfundible. Ethan es un ratón... una rata más bien.
—¡Listos en 3... —Los corazones de todos empiezan a latir con fuerza, incluido el mío (sí, sí tengo corazón)— 2... —Los ratones se preparan para echar a correr. Em ya tiene el destino, irá hacia el segundo piso y luego verá si sube más. Ethan planea ir hacia la cocina y Fresita se irá por la izquierda, que da a una biblioteca con salida hacia otra habitación—. ¡3! ¡Fuera ratones!
Las barritas rojas se ven esparciéndose por ambas salidas de la sala y por las escaleras, pasando junto a Brenda. Solo se ven barritas corriendo, no se logran ver rostros.
Brad sí siguió a su novia con la mirada, así que ese gato ya sabe tras cuál ratón irá. Picarón.
Pasan cincuenta segundos cronometrados.
—¡Listos los gatos! —Pasan seis segundos—. ¡3...2...1! ¡Salgan Amarillos! —Luego de treinta segundos, la última tanda—. ¡Listos humanos, en 3,2,1...! ¡Salgan!
Al decir eso, la gran sala es iluminada; la araña del techo ha sido encendida. Dura veinte segundos y se apaga a la vez que se enciende la de la cocina. Y así, dura unos segundos, se apaga dejando en completa oscuridad y se enciende otra.
Las pisadas, los jadeos, las risitas y la paranoia se apoderan de los tres pisos de la casa, unos intentando buscar pistas y otros, menos confiados, solo deseando no ser capturados. Me encanta que la casa sea tan grande que es literal que pueden esparcirse casi cuarenta personas sin tocarse o verse. Necesito una casa de esas.
Por otro lado, casa enorme, adolescentes emocionados y oscuridad profunda por ratos... esto será interesante.
***
CONTINÚA
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