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|CAPÍTULO 19|

Es un terrible defecto del ser humano el ser terco cuando los ojos están ilusionados con alguien. Desde que conocí a Ethan le he llevado la contraria a mis amigos y me puse durante un tiempo en contra de Fresita que en realidad no ha hecho nada malo. Viéndolo desde ese punto, soy afortunada de que nadie me haya mandado a volar aún; eso sí, siento que les debo un poco de mi casi inexistente dignidad a cada uno.

Hablaré con Ash y con Brad el lunes; sé que ellos pueden pensar que no les debo nada, pero es una espinita que debo sacarme luego de la confesión Ethan. Por ahora solo puedo remendar un poco las cosas Fresita.

Es domingo y ella ha salido a dar un paseo por el parque cercano, según dijo, le gusta caminar a ratos sola para pensar. Sigue siendo rara a mi parecer.

He aprovechado esas horas desde que salió para darle una buena limpieza a mi habitación intentando lo mejor que puedo sacar cualquier pelo y olor de mis perros; no es justo que llevando casi un mes acá, Fresita siga durmiendo en la sala.

He aspirado, pasado el trapeador con desinfectante con olor a lavanda, cambiado las cobijas, sábanas y sacudido peluches o suéteres por allí regados. He organizado mi armario dejando dos de los cinco cajones desocupados y la mitad del espacio mayor donde se cuelgan los ganchos; igual con la mesita peinadora, he desocupado la mitad. Incluso he sacado a mis tres hámsters al pasillo, en una repisa alta donde los perros no los toquen.

Cuando son casi las tres de la tarde, escucho la puerta de abajo abrirse y bajo las escaleras. Cris al verme detiene un poco su sonrisa y entonces reparo en que debo verme terrible con el moño mal hecho, sin maquillaje (aunque no uso mucho con frecuencia) y con una sudadera más vieja que mi padre.

—¿Qué estás haciendo? —cuestiona, algo incómoda con mi aspecto.

—Limpieza. Es domingo de limpieza.

—Llevo varios domingos acá y no sabía que era de limpieza.

—Ahora lo es. Ven, te tengo una sorpresa.

Con un poco de escepticismo deja su pequeño bolso en su mueble/habitación y me sigue escaleras arriba. Cuando llegamos, le digo que pase y con un gesto de admiración sonríe. Admiración porque nunca lució tan ordenada mi habitación, no porque sea bonita.

—Te quedó muy bonita —halaga.

—Cris, te he hecho un espacio en mi armario y en todo. No duermas más en el sofá; mi cama es doble y cabemos perfectamente mientras conseguimos una aparte.

Se toma varios segundos de silencio y luego gira levantando sus cejas como si no terminara de creer lo que le digo.

—¿No es una broma?

—No. Ya limpié todo rastro de los perros y no los dejaré entrar más. —Retuerzo mis manos, un poco incómoda por la mirada de agradecimiento extremo que me da—. Pues si quieres, claro, emmm...

Esta es una de las pocas ocasiones en que veo a Cristina titubear y no saber muy bien qué responder. Abre su boca pero se arrepiente de hablar así que la cierra, pero su sonrisa no flaquea. Finalmente se acerca y pregunta dubitativa:

—¿Te puedo abrazar?

Me encojo de hombros y ella no espera para acercarse, parece que omite mi aspecto y no quiere negarme su gesto de afecto. Entonces para mi sorpresa se aferra con fuerza, como si le hubiera dado la cura para todas las enfermedades existentes. Somos casi igual de altas pero ya que ella se ha agarrado a mi cintura, no me queda de otra que abrazarla por el cuello. Dura cuatro segundos así y entonces la escucho sollozar. Esto es algo exagerado por media cama.

—Cris, calma, es solo una habitación.

Niega con la cabeza sin soltarme. Siento su cabello en mi mejilla y entonces solloza más fuerte.

—Es más que eso, Emily.

—¿Qué te pasa? —La separo de mí y verla hecha un mar de lágrimas resulta chocante—. ¿Qué tienes, Cris?

—Es que... —Sus ojos miran acá y allá con rapidez, el parpadeo constante le hace botar más y más lágrimas pero entonces como si fuera una opción que solo enciende y apaga, su llanto se detiene, niega con la cabeza y sonríe—. Nada, nada pasa. Muchas gracias por este gesto tan lindo.

—¿Qué te pasa? Puedes...

—Arréglate y salgamos. Te invito a comer un helado o lo que quieras.

—Pero...

—Te espero abajo —interrumpe y sale.

Doy un paso para ir tras ella pero me detengo y prefiero no hacerlo, se veía realmente incómoda de que le preguntara. Cada que veo a Cristina en mi mente solo puedo pensar en cómo hace para ver siempre la vida tan azucarada porque es la única impresión que da; es la primera vez que la veo llorar por algo que aparentemente la hace sufrir y aunque no sé muy bien qué es, empiezo a creer que su sonrisa siempre perfecta es solo linda de ver, pero que no la siente realmente.

Cuando bajé, Cristina ya estaba perfecta de nuevo, el poco maquillaje que se le había corrido estaba en su lugar y para cualquiera que la viera sería imposible decir que estuvo llorando un minuto antes. Salimos con mis hermanas y tengo el presentimiento de que Cris se entretuvo de más con ellas para evitar que yo le preguntase algo. Fuimos al centro comercial y estuvimos por los juegos, las gemelas estuvieron en la piscina de pelotas y nosotras tomamos helado en silencio mientras las cuidábamos.

No tuvimos un solo minuto en toda la tarde para estar totalmente solas; no sé si a causa del destino o de ella que no se despegaba adrede de mi papá luego de llegar a casa, pero como sea, en este momento no le queda de otra que estar a solas conmigo, ya que no puede invitar al resto de la casa a que quepan en mi cama.

Ambas estamos acostadas boca arriba y mirando el techo; sé que no se ha dormido aún y a mí me pica la lengua por decir algo pero busco la manera de sacar el tema.

—Es más cómoda la cama que el sofá —susurra luego de un rato—. Acá puedo estirarme completamente.

Ya hemos apagado luces y no tengo televisor acá, así que apenas y logro ver sombras en mi habitación, casi nada, es una oscuridad casi completa. Pero sí siento el movimiento de Cris acomodándose.

—¿Quieres hablar sobre lo que pasó esta tarde? —murmuro. La escucho suspirar y removerse de nuevo.

—Sí.

—Te escucho.

—No quiero que pienses que soy una egocentrista.

—¿Por qué pensaría eso?

—Extraño a mi mamá. —Suelta el primer sollozo—. No quería decírtelo porque es obvio que tú extrañas más a la tuya y que son casos diferentes porque yo me alejé de ella por elección.

—El hecho de que los demás sufran por algo a mayor o menor escala no debe hacerte sentir culpable por sufrir, Cristina. Cada persona lleva sus propios sentimientos, está bien.

Se escucha un llanto silencioso, no de ese que corta del todo la voz y que remueve todo el cuerpo, sino de ese que solo deja caer lágrimas una tras otra sin hacer escándalo.

—Yo acostumbraba cada noche a despedirme de mi mamá, ella iba a mi cama y me daba la bendición. En las mañanas la escuchaba trajinar con su ropa y luego gritar desde su habitación que le prestara algún moño o un par de aretes. Cuando llegaba de la preparatoria la encontraba sonriéndome junto a mis hermanos. Sé que ya estoy grande pero me duele muchísimo no tenerla conmigo.

—Nunca se es demasiado grande para extrañar a la mamá y llorar. Yo lo hago —confieso—, muchas noches y algunos días recuerdo a mi mamá y lloro mucho.

—¿Has sentido alguna vez que estás sola, Ems? Yo tengo a muchas personas que sé que me aman pero siento que no tengo a nadie, por eso me cuesta llorar, me he repetido que debo sonreír cada día porque a los demás no les importa y lo hago, sonrío, pero a veces es difícil.

Mi, voy a admitirlo, envidia constante con Cristina deriva solamente de que siento que ella es más feliz y mejor en todo que yo. Siempre la vi como alguien demasiado inalcanzable de empatizar, mas escucharla débil es, irónicamente, lo que más me puede acercar a ella porque es más fácil verla del mismo lado de la página cuando deja su perfección de lado.

—No tienes que sonreír a todas horas.

—En casa sí debo. Mi mamá vive muy ocupada con los gemelos y lo mínimo que puedo hacer es sonreírle siempre. Ella lo hace; por más cansada que esté, sonríe.

Suelto una risita al serme curiosa la situación.

—Estás describiendo mi vida. Mi papá es igual y aunque no lo creas, yo también trato de hacerle buena cara cada día.

—Te creo. Te veo, Ems, y quisiera preguntarte de dónde sacas tanta fuerza. Yo no la tengo. Al primer problema mi solución fue venirme para acá porque no puedo enfrentar las consecuencias de mis actos o de mis emociones. ¿Qué tan patético es eso?

—¿Qué te pasó, Cristina? ¿por qué viniste? —Suspira de nuevo y pasa un buen rato en que no dice nada, solo escucho su respiración. Me volteó para quedar de frente a ella aunque ella sigue boca arriba. A tientas muevo mi mano y busco la suya—. Puedes contarme, o si no lo haces está bien, pero debes saber que me tienes a mí hoy o mañana o después. Cuando quieras.

Cuando no obtengo respuesta, pretendo levantar mi mano y girarme al otro lado para dormir, mas ella aprieta mi palma, decidida a no soltarme.

—Tengo un talento tremendo en fijarme en las personas que no me convienen y en enamorarme a la velocidad de la luz—comienza— y me fijé en uno de esos que menos convienen. —Hace una pausa sin soltarme y opto por quedarme callada—. Con quien más unida he sido en mi casa es con mi hermano, ya que solo me lleva un par de años, ha sido el hermano protector y alcahueta conmigo. Todo lo hacíamos juntos. Le pedí, casi le rogué un día que me llevara con él a una de las fiestas a las que lo invitaban. Luego de rogarle a mamá el permiso y de que él prometiera cuidarme, me dejaron ir.

»¿Imaginas mi emoción de ir a una fiesta que no fuera de la preparatoria? En parte mi deseo de ir era porque desde que se graduó, Samael se había alejado un poco de mí y creí que ir con él a los lugares que ahora le gustaban era una forma de no perder mi relación con él. Así que me llevó a esa fiesta y me presentó a sus amigas y a sus amigos. Todos gentiles, todos buenas personas y me recibieron bien, pese a que todos tenían más de veinte años y yo apenas iba saliendo de los dieciséis.

»Hubo uno que se presentó solo y fue quien más me gustó. Su nombre es Kurt. Deberías haberlo visto, Em. Alto, fuerte, de voz dulce, de unos ojos verdes que decían "admírame". Tiene uno de sus brazos lleno de tatuajes y tiene un auto negro que usa para conquistar. Había tantas chicas en esa fiesta que me sorprendió que se quedara conmigo toda la noche. Más tarde cuando ya estábamos en casa, Samael me dijo que no me relacionara con él, que era problemático y que no era amigo suyo pese a que en la fiesta lo saludó con cortesía.

»Eso fue por allá en junio, no te conté porque estaba todo el asunto de tu madre, ya sabes... nos alejamos. En fin, desde ese día él me buscaba y me llevaba detalles y salimos un par de veces. Se lo oculté a Samael y a mis padres, cada salida con Kurt era camuflada con salidas con mis amigas. Me tomaba de la mano y me besaba en público haciendo que me sintiera feliz de que me presumiera de esa manera. Me enamoré tan fuerte de él, Emily, fue ese amor sincero que solo se siente en esta edad, el primer amor. Ese que me hacía imaginar un futuro con él de todas las maneras posibles por más imposible que fuera.

»Samael se enteró por chismes y me reclamó sin que mis padres lo supieran; discutí con él, creyendo que solo lo hacía por sobreprotegerme y fastidiarme. Se lo conté a Kurt y él me prometió que no me iba a dejar por eso, que me amaba y que eso importaba más.

»Cumplió veintidós en años en noviembre y como ofrenda de paz con Samael, lo invitó también a su fiesta. Yo estaba contenta porque de verdad quería que ellos se llevaran bien; me dije que si eso salía de maravilla en esa fiesta, iba a presentar a Kurt a mis padres, pues era más fácil llevar a un novio que ya estuviera aprobado por mi hermano. Y además pensaba que ya teniendo diecisiete no me pondrían tanto lío en casa.

»Esa fiesta era muy distinta a la que había ido antes y Samael me dejó saber de inmediato que no le gustaba ese sitio. No habían adolescentes, creo que eso era lo único realmente diferente, todos los asistentes eran mayores, algunos muy mayores pero todos amigos de Kurt. No había sodas como en otras, solo había licor y algunos de ellos estaban consumiendo drogas, pero no Kurt, él no lo hacía. Samael empezó a beber conmigo. Yo no había pasado de una o dos cervezas antes de eso y siempre con él, pero esa noche no quería parar y Samael fue quien bebió poco alegando que si me embriagaba debía ser él responsable de mí. Mi hermano no se separó de mí casi en toda la noche.

Sus palabras han sido calmadas y sin más sollozos. El corazón me ha empezado a latir con fuerza imaginando el desenlace de esa historia; imagino que el tal Kurt o la engañó o la maltrató o incluso barajo la posibilidad extrema y terrible de que se haya propasado con ella. Dijo que era problemático, ¿y si estaba drogado o algo peor...?

Sacudo la cabeza y aguardo con paciencia mientras ella hace otra pausa.

—Me he recriminado por todo lo que pasó, Emily, te pido por favor que no me vayas a juzgar. Al menos no en voz alta.

Enderezo la espalda aunque sigo acostada. Ya me dieron nervios.

—Te lo prometo.

—Samael se levantó y fue al baño —continúa—. Kurt estaba al otro lado del lugar con unos amigos fumando cigarrillo y no estaba conmigo porque al parecer la fiesta no funcionó para que se hiciera amigo con mi hermano. Samael tardó mucho y una chica se sentó a mi lado; ella no estaba ebria porque era dueña de sus movimientos, yo por mi parte estaba muy mareada y risueña. Me saludó y me dijo que su nombre era Melissa. Lo segundo que dijo fue que le parecía que yo era muy niña para estar en esa fiesta, pero le dije que casi era mayor de edad y... —Cris aclara la garganta— bueno... te juro por Dios que estaba demasiado borracha y por eso Melissa me pareció hermosa.

—No veo nada de malo en que la vieras hermosa; yo te veo hermosa a diario y a Ash a veces y a muchas en Winston.

—Es distinto. Yo la vi hermosa porque me gustó —confiesa en un tono muy bajito—. Yo estaba enamorada de Kurt, lo sé, pero encontré demasiado atractiva a Melissa y eso nunca me había pasado así que me reí. Ella seguía hablándome y mencionó a Kurt que era conocido suyo y a otras personas que no conocía. Yo estaba tan encantada viéndola hablar que no sé cómo o por qué pero terminé besándola...

Calla de repente y en la oscuridad, mi boca se abre de par en par. Esto es lo más escandaloso que he sabido de Cristina.

—¿Besaste a una chica?

—A una chica como de veintidós años —corrige, con la voz temblorosa—, pero eso no es tan terrible. Entonces ella me lo correspondió y luego me halaron el cabello. Kurt me tomó con fuerza y me separó de ella, solo sentí el tirón y caí al suelo de rodillas. Me gritó muchas cosas que no planeo repetir porque fueron denigrantes y Melissa lo golpeó obviamente sin hacerle mucho daño, él pensaba devolverle el golpe y Samael entró y se pelearon los dos terriblemente. Salimos de esa fiesta porque varios de los asistentes sostuvieron a Kurt y otros nos ayudaron a salir, entre ellos Melissa que estaba más bien sobria y cabreada.

»No podíamos llegar a mi casa en ese estado; yo casi desmayada entre borrachera y dolor y llorando, y mi hermano con su nariz sangrando así que Melissa nos llevó a su casa que no era lejos. Ayudó a Samael y le hizo unas curaciones, él se lo agradeció. Yo seguía llorando, no sabía si por mi hermano o por el dolor de mi cabeza del halonazo o por Kurt en sí.

—Lamento que todo eso te pasara, Cris.

—Kurt evidentemente terminó conmigo por lesbiana. A pesar de que técnicamente me había agredido, me dolió muchísimo que me mandara a volar, y me odié porque llegué a considerar ir a pedirle perdón aún cuando entre los dos, el que peor actuó fue él, bien que tuvo su motivo pero...

—No lo tuvo. No hay motivo para hacer eso. —Hago una pausa mordiendo mi labio y aún cuando me siento demasiado indiscreta, no puedo evitar preguntar—. ¿Eres lesbiana ahora?

—No. Ethan me gustó de verdad cuando llegué acá. —Suspira—. Vi a Melissa otro par de veces luego de eso, como por las épocas decembrinas e inicio de año y seguía gustándome muchísimo. Hablar con ella es maravilloso, Ems, cuando la conocí un poco vi que su aspecto no era ni la mitad de hermoso que su corazón.

—No te ofendas, Cris, pero todavía no entiendo el motivo de venirte para acá.

—Me aterré.

—¿Tenías miedo de que Kurt te agrediera de nuevo?

—No. Me aterré de enamorarme de Melissa. Técnicamente estuvimos saliendo un par de meses, pero aparte de que yo seguía queriendo a Kurt, no me sentía cómoda de estar comenzando algo con una chica... o con alguien en general. Vi a Kurt después de eso y me miró con odio, ya no me insultó pero a cierto nivel esperaba que habláramos y volviéramos y entonces con los días dejó de torturarme ese amor y me asusté de estar pensando mucho en Melissa.

—¿Samael lo sabe?

—No. Nadie lo sabe. Para mi hermano, el motivo de todo fue Kurt, eso de que me dolía mucho verlo. A mis padres les dije al misma versión pero sin hacer énfasis en quién era el chico, solamente les dije "tuve un novio" y Samael respaldó eso, así que no cuestionaron más ni reclamaron el porqué se los oculté antes.

—¿Y Melissa?

—De ella no me despedí formalmente —confiesa—. Nos vimos la tarde antes de venirme para acá, estuvimos en su casa y me besó con cariño como siempre. Para mí eso fue una despedida; solo le dejé un recado con Samael que la ve como mi amiga, le mandé decir que la iba a extrañar, eso es todo. Ella ya está en la universidad, así que dudo mucho que le importe demasiado.

—¿Y tú estás bien con eso? —Le toma tanto tiempo decir algo, que puedo deducir que no—. Cris, ¿qué tenía de malo salir con Melissa?

—No creo que malo sea la palabra. Es raro para mí. No me había sentido atraída por una mujer antes y es extraño. Y aún así, no es por eso, no creo que necesite aceptación conmigo misma por mis gustos, no me siento mal de que me gusten las mujeres... o en este caso solo Melissa; estoy segura de que no es incorrecto, pero... no sé, Ems, era más porque acababa de terminar con Kurt y recordar todo lo que me dijo me hizo pensar. Creo que no era el hecho de que fuera una mujer, lo que me hacía sentir mal con Melissa era esa sensación de que estaba siendo una infiel. Es decir, no esperé nada para salir con alguien más y eso no es moral, aún quería a Kurt y empezaba a querer a otra, eso está mal. La gente no puede enamorarse tan fácil y desenamorarse tan rápido, no es normal.

—¿La extrañas?

—A veces —admite—. Tengo una pesadilla repetitiva. Melissa también tiene unos ojos verdes pero mucho más tiernos que los de Kurt. En mi sueño aparecen esos ojos y me siento atrapada, como en una jaula y tengo esa sensación de que no tengo a donde ir y no sé muy bien cómo interpretarla, a veces siento que es Kurt diciéndome que yo no debí irme de su lado y otras siento que es Mel diciéndome que no puedo alejarme de ella.

—Si te soy sincera, de todos los motivos que imaginé para que estuvieras acá, este es el último. Nunca se me ocurrió pensar en ti y en una chica...

—Ahí te haces a una idea de lo que pensé yo. Por el momento no me ha gustado ninguna otra, así que no sé si solo fue debilidad por el licor y luego el desamor o si realmente me gustan las mujeres. Solo supe que debía alejarme un tiempo para pensar. Luego conocí a Ethan y otra vez la burra al trigo me sentí muy atraída a él. Hui de casa para no enamorarme precozmente y llego a hacer lo mismo acá.

Suelta un chasquido incrédulo con sí misma.

—Te gustó mucho, ¿eh?

—Sí. Él es tan diferente a Kurt. Ethan es más como "el chico bueno", ¿sabes? A comparación, me refiero. Al menos de aspecto, porque medio picaflor sí salió.

—Lo vi igual al conocerlo. Fue muy lindo conmigo. Pero el jueves hablé con él y resulta que su supuesto gusto por mí fue un reto con Brenda —resoplo, recordando la ira que sentí... y aún siento—. Es tan imbécil.

—¿En serio? Qué idiota.

—¡Lo sé! Tiene el descaro de mentir diciendo que todo inició como un reto pero que luego sí le gusté. Tonto.

—Bueno... puede que eso sea cierto —afirma. Me suelto de su mano que ha permanecido allí todo el rato y me siento en la cama, haciendo que la cama se mueva. Ella hace lo mismo—. No lo estoy defendiendo, no vayas a pensar eso.

—Eso parece.

—Él habló conmigo esta semana, Ems. Me dijo que quería ser mi amigo y se disculpaba por tener otras intenciones pues realmente le gustas tú.

—A él no se le puede creer.

—Yo pienso que sí —susurra—. Eso no le borra los errores que ha cometido, Ems, pero creo que de verdad le gustas.

—Pues yo ahora salgo con Brad.

—No es cierto —replica. Trago saliva al notar que eso es cierto—. Oye, acá entre nos, ¿te gusta Brad ahora?

No respondo, pero mis mejillas se calientan y agradezco la oscuridad que nos envuelve. Cristina se ha sincerado tremendamente conmigo y eso me da un poco de valor para sincerarme con ella también.

—No lo sé, Cris. Cuando me besó en el baile me sentí muy bien pero me convencí de que solo era parte del plan.

—Ya ha pasado más de una semana, ¿cómo te sientes ahora?

Muerdo mi labio en una sonrisa que obviamente nadie ve y agacho la cabeza.

—Me gusta que todos crean que somos novios y que él actúe como si lo fuéramos, pero es extraño porque sigo viendo a un buen amigo. Y no porque no me guste, sino por que...

—O sea que sí te gusta —interrumpe con un tono socarrón.

Decirlo inconscientemente solo puede tomarse como verdad oculta, pero prefiero evadir la pregunta y continuar:

—Sino porque si pasa algo similar a lo que pasó con Ethan puedo perder su compañía y amistad. No quiero eso.

—No puedes compararlos.

—Lo sé. Pero, Cris, en realidad ni tú ni yo los conocemos a fondo, somos nuevas y parece que nadie dice las cosas completas cuando les pregunto. Sé que ambos eran buenos amigos antes de ser hermanastros. Y eran amigos con Brenda y con Ash.

—¡¿Con Brenda?! —sisea.

—Exacto. Es muy raro y ninguno me quiere contar qué ha sucedido. Solo tengo pedacitos de la historia y cada uno es más confuso que el otro.

Lo medita un poco.

—Todos tenemos pasado y no creo que sea algo a tener en cuenta en el presente. Te gusta el Brad de hoy y eres amiga de la Ash de hoy, ¿qué importan los de antes?

—Importan —replico con terquedad. Me recuesto de nuevo—. Creo que ya es demasiado tarde. —Rebusco mi teléfono sobre la mesita de noche y enciendo su pantalla que me encandila los ojos—. Son casi las dos, Cris.

La siento recostarse.

—Mañana seguimos hablando. Descansa, Ems.

—Descansa, Cris.

Cada una voltea a lados opuestos y a los pocos segundos, ella habla:

—Gracias por escucharme, tenía todo eso atorado en la garganta hace mucho. Lamento todo lo ocurrido con Ethan, pero piensa lo que te dije y te quiero mucho, Ems.

No respondo y nos dejamos llevar por el sueño.

Lo que me hizo falta a través de los años fue de hecho conocer a Cristina, hablar con ella, confiar en ella y dejar que confiara en mí; de haberlo hecho antes, habría notado que somos casi iguales, como las dos caras de una moneda, casi como su madre y la mía. Por ahora sé que todo lo acá dicho, acá quedará, pero el cambio marca porque ya no solo es Fresita mi prima indeseable, sino que ahora es una amiga. Una de las mejores. 

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♡ ¡Gracias por leer, Mazorcas! 

¿Qué les pareció el capítulo?  ►

io amo a Fresita ♡

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