|CAPÍTULO 12|
Usualmente la paradoja de siempre es ser escéptico a temas del amor hasta que ¡zaz!, te gusta alguien. Es cuando ves a tus amigos sonriendo como lelos y suspirando y piensas "qué estupidez", pero luego llega alguien especial al lado de un amigo llamado karma. En mi caso resultó al revés, me encanté tanto con Ethan que suspiré por él y sonreí pensando en él, luego la que llegó con el karma de la mano fue Cristina y ahora tengo que aguantarla suspirar mientras piensa en él.
¿Recuerdan que había dicho que yo soy muy poco apegada a las redes sociales? Pues Cristina es extremista en ese aspecto, ella ni siquiera tiene teléfono, según dice, no quiere volverse una esclava más de esos aparatos porque supuestamente dañan la vista, la espalda y atrofian el cerebro... pero ahí la ven leyendo libros en la oscuridad. En fin... eso me ha servido para que no se entere de los chismes populares de que ella y yo somos pareja, lo que sí no entiendo es por qué Ethan no se ha enterado, y si se enteró, por qué sigue con el cuento de conquistarla... bien, lo único que hizo —y que de paso alborotó el corazón de la pobre princesa— fue darle una manzana en la mañana. Es un detalle estúpido, pero es un detalle estúpido que no tuvo conmigo.
—Por muy romántico que me parezca —empieza Brad, sentándose con recelo en el suelo—, no entiendo por qué comemos acá.
—Emily se esconde de Fresita —confiesa Ashley, sacando un sandwich de su mochila—. Porque, ya sabes, cobarde se nace.
Ruedo los ojos y Brad me observa directamente. Estoy en ese limbo con Cristina en el que no tolero sentarme a mirarla botar baba por Ethan pero tampoco tengo el corazón para pedirle que se aleje, así que... escondernos. Y qué mejor lugar que debajo de la gradería del campo, nadie viene por acá y nos resguardamos del sol.
—Yo creo que es linda —dice Brad—. Compartimos una clase y la saludé, es muy amable.
—Ya. Lo que sucede es que es una especie de prima de esta loca —Ash me señala— y como que no se llevan de maravilla.
—¿Y eso por qué?
Antes de que yo pueda responder con buenos argumentos, Ashley responde, bastante distraída:
—Al parecer a Ethan le gusta y ella está embelesada con el idiota, así que está cansona con eso.
—Parecía que a Ethan le gustaba Emily, ella estaba embelesada y cansona y no por eso nos escondimos —razona Brad.
—Es diferente.
—¿Por qué?
—Fresita me pone de los nervios... es muy fresa, Emily es más como un chico, entonces me siento más cómoda con...
—¿Qué? —intervengo por vez primera. Ash parece recordar que estoy acá y esboza una sonrisa de disculpa—. ¿Cómo que un chico?
—No es un insulto.
—Pero es cierto —concuerda Brad—. No es que parezcas hombre, es que no eres lo que se llama femenina... no sé, no eres delicada en exceso, no eres... —Chasquea la lengua buscando un adjetivo. Ash completa:
—Fresa, la palabra es Fresa.
—Exacto.
—Yo sí soy femenina —defiendo—. ¿Por qué creen que no?
Brad y Ashley se miran entre ellos y luego, descaradamente me analizan de pies a cabeza pese a que estoy sentada —al igual que ellos— en el suelo. Luego sueltan una carcajada compartida. Cuando ven que no río con ellos, Ashley se enseria.
—Ah, ¿es en serio?
—Ajá.
—Vamos, Em... femenina quizás no era la palabra. O sea, eres linda y la cosa —dice Brad—, pero... ay, por favor, solo mira como estás sentada.
—¿Desde cuándo sentarse con una pierna a cada lado y completamente encorvada mientras comes ensuciándote los dedos es poco feme...? De acuerdo, entiendo.
Brad sonríe.
—Pero no es malo. Cristina es la representación visual de la delicadeza, y tú la representación gráfica de una adolescente normal que odia su vida. No suena tan mal para mí.
—Qué halagazo —ironiza Ashley—. Lo que quiere decir es que ella es ella y tú eres tú. Al menos conmigo, Fresita no encaja de a mucho, solo con verla siento que debo levantar el dedo meñique y tomar el té. Ella es más del tipo de Brenda, pero con bondad.
Esa es una de las razones por las que no congenio mucho con ella; Cristina es belleza y ternura y perfección y yo... lo que dijo Brad. Al menos a ellos les agrado más yo, pero durante toda mi niñez fue al revés y los "Deberías ser más como Cristina", "Ella sí se porta como una niña", "No juegues con tierra, eso no es de niñas, mira a Cristina" me dejaron un desazón constante con su presencia.
Sé que no hay maldad en su corazón y que realmente me quiere pero así como no decidimos a quién amar, no decidimos a quiénes no. Si se pudiera escoger cómo distribuir los sentimientos y con quién, habría menos problemas... o sea, no conmigo, seguro yo metería la pata más de lo actual, pero en general sí sería más conveniente.
Por fuerza mayor —la incapacidad de guardar secretos—, le conté a Ash también la putada que Brad había hecho contra Ethan en el juego de hace unos días, pero al decidir no contarle a nadie más, no puedo despotricar odio a gusto mientras él esté presente. Aunque sí admito que con todo lo que está pasando, ya no le tengo tanto rencor a Brad, como que Ethan realmente se lo merecía.
El timbre de la salida unido a las ganas de no esperar a la princesa, me hacen salir corriendo y al pasar por el aula de Ashley —que convenientemente queda de camino a la salida—, la hago correr a ella también. En la carrera pasamos por mi casillero, pero decido omitir el guardar mi libro para no perder tiempo, prefiero llevarlo a la casa. Sin embargo, Ashley se detiene abruptamente, haciendo que yo lo haga también y se queda mirándolo. Miro hacia allí y de inmediato noto el sobre de papel pegado a la puertica metálica, sin pensarlo tanto acorto los pocos pasos a toda prisa, arranco el sobre y vuelvo para tomar a Ash y seguir corriendo. Ya estando una calle alejadas, Ashley se suelta definitivamente de mí.
—A la próxima como que corres sola y nos vemos al otro día —exclama jadeante—. ¿Te das cuenta de lo inmaduro que es hacer esto?
—Sí, pero lo ignoro. —Levanto el sobre para que Ash lo vea—. Mira...
—Sí, yo lo miré, si no se habría perdido.
Rompo el pequeño sello adhesivo dorado y saco una simple nota de color amarillo escrita con tinta azul.
Las malas lenguas dicen que quieres que alguien de barba de acompañe al baile. En el papelito con mi nombre puse mis esperanzas de ir contigo, pero creo que voy a sacarlas porque no cumplo con tu requisito. Pero no importa, con o sin ti allí estaré y verte de lejos en un vestido precioso será suficiente.
También escuché que tienes novia y que es muy bonita, pero digamos que voy a omitir ese chisme para que no me duela el corazón.
Pd: " Las malas lenguas" es Ethan, que lo dijo en el almuerzo y escuché.
Pd2: Si de verdad tienes novia o novio, lo respeto. Me duele, pero lo respeto.
1Fan.
Ante mi sonrisa de par en par, mitad divertida mitad intriga, Ashley se ubica casi sobre mi hombro para ojear las letras al mismo tiempo que yo.
—Podemos descartar como a diez chicos de cuarto con esta nota —deduce Ash—. Los que tienen barba, fuera de la lista.
—Necesito saber quién es, Ash. Es tan lindo... al menos con lo que escribe. —Un suspiro involuntario se me escapa. Luego, como si me lo cortaran de repente, el temor acude a mí con una posibilidad—: ¿Y si es una broma de Brenda?
Mi amiga arruga la frente, aunque no descarta inmediatamente la idea como esperaba que lo hiciera.
—La verdad no creo que Brenda sea capaz de algo así —dice tras una pausa—. Detesto defenderla, pero hasta la murciélaga esa tiene límites.
—Yo lo dudo.
—Además, ella no tiene la paciencia para hacer esto. Llevas muchas notas, Em y nada ha pasado. Brenda es más amiga de las bromas que producen efectos instantáneos.
—Entonces debería dejarse ver.
—Quizás su falta de vello facial lo intimidó —se burla—. Eres demasiado exigente.
Tener a Cristina de compañera de vivienda hace que quiera quererla más... pero verla siempre tan perfecta es algo extraño. En el sillón de mi sala donde se supone es para estirarse sin cortesía alguna para mirar una película, ella está con su espalda recta y las manos sobre su regazo. Son casi las diez de la noche pero dado que las gemelas durmieron más de la cuenta en la tarde, no tienen sueño y al ser su niñera, yo no puedo acostarme todavía. Optamos —sin muchas opciones— por ver una película de Pixar.
—No te vi hoy a la salida —dice.
—Estoy haciendo voluntariado en un... lugar y tuve que irme super rápido.
—¡¿Dónde?! Yo quiero...
—No puedes —corto—. Solo podemos ir de parte del colegio y el Club de ayuda a la comunidad está lleno.
Cristina se desinfla notablemente y me siento culpable por decirle eso. Ella no ha hecho en sí algo para que sea despreciada. Aunque me reconforta saber que ni se entera de mis desprecios por andar en su mundo de caramelo.
—Oh.
—Pero, como igual tienes que tomar alguna electiva por norma, puedes mirar si el comité de eventos del colegio está con cupos. Allí la directora es Samantha, una chica super amigable.
Pensándolo bien, si alguien encaja con la Princesa, es Samantha, son como dos gotas luminosas y animadas de agua.
—Mañana averiguaré —sentencia.
No vi a Ethan en el colegio —aunque fue mi culpa pues intenté no estar mucho rato por ahí donde habían muchas personas— y me abstuve de preguntarle a Ash si lo había visto porque no quiero demostrar a los cuatro vientos el interés que obvio aún le tengo, pero me mata la curiosidad de saber si pasó algo o no con Cristina.
—¿Y viste hoy a Ethan? —Doña sutilidad, me dicen.
Cristina suspira audiblemente y niega con la cabeza.
—Muy poco, pero sí lo vi.
Confundida y curiosa, modo ON.
—Ah, claro... ¿cómo es eso?
—A la salida estuvo por ahí. Dijo que en el receso estuvo con el entrenador y que por eso no había comido conmigo.
—Creo que hoy debían entrenar. —estoy segura.
La sonrisa soñadora de Cristina me responde antes que sus palabras.
—Sí, pero se escapó unos minutos a verme. Y a pedirme un número telefónico.
—Tú no usas teléfono.
—Ya lo sé —dice. En otras personas, eso sería sarcasmo, en ella sin embargo parece que no—. Le di la dirección y le dije que viniera temprano en caso de querer venir.
—¿Y vino?
—No. —Pule una mueca de decepción—. Le dije a mi tío por si venía y yo no escuchaba para que me avisara.
—¿Exactamente qué le dijiste a mi papá? —cuestiono, recordando que mi padre sabe de un Ethan que es mi "pretendiente" aunque tiene la imagen de Brad en su mente.
—Que era posible que un chico viniera a visitarme.
—¿No te parece imprudente darle la dirección?
—No —responde de inmediato, aunque parece pensarse bien la pregunta y muerde su labio inferior—. No lo sé, no creo. Yo estaba segura de que si venía, mi tío iba a estar acá, así que no vi problema.
—Aun así, me parece que...
Un golpecito agudo e instantáneo me deja en silencio. Por instinto ambas miramos hacia la ventana, a la derecha del sillón, de donde vino el sonido y esperamos, a los dos segundo se escucha de nuevo y ya se distingue que son unos nudillos contra el cristal. Cristina se levanta y se acerca a la ventana, corre la cortina oscura y veo cómo se le ilumina el rostro antes de quitar el pequeño seguro y abrirla. Deduciendo con facilidad la identidad del visitante, me levanto y me ubico junto a ella, pero al lado de la pared y poniendo un dedo en mis labios le pido que no revele que estoy acá; ella lo toma como una camaradería propia de dos chicas y mira de nuevo al otro lado.
—¿Por qué no tocas la puerta?
—Lamento mucho venir tan tarde —se excusa Ethan—. No pude hacerlo más temprano y como me dijiste que dormías acá en el primer piso, me pareció mejor tocar la ventana, me alegro de que aún no estuvieras dormida —Hace una pausa en que veo el perfil de Cristina resplandecer con su sonrisa—. ¿Cómo estás?
La ventana le da a Cristina un poco más arriba de la cadera, así que Ethan no logra ver cómo, bien enamoradiza, levanta uno de sus pies al hablarle.
—Muy bien. —La princesa pasa una mano por su cabello y bate sus pestañas—. ¿Cómo seguiste del hombro?
—Mejor, gracias. Emm... —Ethan titubea un poco y escucho el crujir de un ¿plástico? Cristina emite una especie de chillido emocionado—. Te traje esto.
Ella alarga la mano y recibe lo que parece ser una rosa roja artificial. Mi boca se expande en una «O» enorme que se balancea entre el enojo y la envidia. Estuve a su lado por unas dos semanas y obtuve chismes, una pseudo relación en secreto, una discusión con Ash y Brad y quedar de enemiga de Brenda; Crespina llega y al otro día ¿tiene una rosa? ¿en dónde es eso justo?
—¡Por Dios! Es preciosa. Muchas gracias, Ethan...
—Tú eres preciosa —responde el moco—. Cada que veas esa rosa, acuérdate de que estoy pensando en ti.
A Cristina parece no caberle la sonrisa ya en la cara. Por más que sienta rencor en este momento, no puedo ni odiar a Cristina, ni evitar que me duela Ethan. Aprieto los dientes, conteniendo una lágrima que no quiero derramar por él y la princesa responde:
—Es lo más lindo que me han dicho.
—Eres la única que... —Una de mis hermanitas ha regado el vaso con agua sobre su regazo y grita por la impresión, al escuchar eso, Ethan interrumpe sus mentiras—. ¿Con quién estás?
Cristina se apresura a tomar a Valery en sus brazos. Yo estoy petrificada en mi lugar tras la pared pensando en qué hacer, si esperar a ver hasta donde llega Ethan o revelarme y ver qué hace entonces.
—Ellas son mis...
—¿Tienes hermanitas? Qué ternura, no te imaginaba como una hermana mayor —comenta Ethan—. Son tan lindas.
—No son mis hermanas.
—¿Entonces? Son tan preciosas como tú y...
Como si tuviera un resorte en la planta de los pies, doy unos pasos adelante y levanto a Nathaly también del suelo; veo a Cristina limpiando el líquido de Valery y luego observo a Ethan que parece congelado en su lugar, con sus ojos abiertos como platos.
—Son mis hermanas —farfullo—. Qué sorpresa, Ethan.
Pese a que mis palabras salen amables, el rostro de él se pone del color del papel y su manzana de Adán sube y baja cuando traga saliva. Cristina está con la mirada en la bebé pero la mía conecta directa y fugazmente con la de Ethan.
—Em... Emi...
—Emily —acoto—. Mi nombre es Emily.
Cristina termina su labor y se acerca de nuevo a la ventana. Las dos quedamos frente a él, cada una con una bebé en brazos. La sonrisa de la princesa se desvanece un poco al mirar de nuevo a su Romeo.
—¿Qué te pasa? Estás pálido.
—Yo... emmm... no sé...
—Creo que tiene frío —espeto—. Pobre. Son casi las once de la noche, qué tierno al tomarse la molestia de venir tan tarde.
—Es que él es muy dulce —responde Cristina. Ethan carraspea—. Creo que ustedes ya se conocen, ¿verdad?
—Sí, Cris, él es el capitán del equipo de fútbol. Todos lo conocemos.
—¿Y... y ustedes? —articula el Don Juan—. ¿Cómo es que...?
—Oh, ¿no lo sabías? —exclamo, con fingida sorpresa—. Cristina es mi prima.
Ella asiente efusivamente dándome la razón.
Cristina había dejado la rosa sobre el marco de la puerta para ir a tomar a Valery, ahora yo la tomo en mi mano y la levanto a la vista de él.
—¿Las compras individuales o por docena?
—Esto... yo...
Mi prima luce una expresión confundida ante mi pregunta mordaz, y aunque Ethan sabe a lo que me refiero, no voy a dañar su estúpido momento especial.
—Me refiero a que te salen más económicas por docena, ya que planeas, supongo, darle a Cristina una con frecuencia.
Pulo una sonrisa sin quitar mis ojos de los suyos y Cristina baja la mirada, avergonzada por mi aparente imprudencia con su pretendiente.
—Ah, sí, eso... no sabía que eran más económicas por docena... creo que tengo que irme...
Cristina pone a la bebé en el suelo alfombrado y esta gatea hasta el mueble. Le dedico a Ethan una última mirada, deseando por primera vez en mi vida poder leer mentes y saber qué rayos cruza por su cerebro de nuez enamoradiza; luego los dejo solos... bueno, solo camino el par de metros hasta el sofá y me siento con las dos niñas, fingiendo atención en la película que ya va por la mitad.
—¿Te veo mañana? —escucho decir a Cristina. Creo que el moco responde con la cabeza porque no escucho su voz—. Bien, gracias de nuevo.
Al cerrar la ventana, suelto el aire que tenía retenido en los pulmones. Una Cristina brincante llega y se sienta a mi lado, y como cosa muy rara, encorva la espalda para darme un abrazo sin motivo ni razón.
—Es taaaan lindo, Em —cuchichea, admirando su rosa.
El corazón se me divide entre lo que es mejor para Cristina y contarle, o dejarlo pasar y vengarme del moco. Lo pienso dos segundos y luego respondo, resoplando y decidiendo ser buena persona:
—Cristina...
Veo sus ojos tan brillantes que me abrasan y entonces me interrumpe:
—Ojalá tú encuentres uno igual a él. —Su tono suena más a lástima, como si presumiera una vez más que ella sí pudo con algo y yo no—. Solo ten paciencia.
A la mierda la bondad, eso no me lleva a ningún lado.
—Sí, eres una afortunada.
Por estas decisiones es que me iré al infierno.
♥ Gracias por leer, son un amorsh ♥
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