Segunda parte
Ok, por culpa de una emboscada de unos malditos bandidos, Senku, de solo trece años, había acabado separado de sus padres, perdido en un bosque lleno de bestias asesinas.
Y la bestia asesina más peligrosa de todas resultaba ser también su única salvación.
El único refugio que Senku logró encontrar, era la guarida de un león, que, incluso siendo una cachorra que no había alcanzado del todo la adultez, era la criatura más temible allí, superando a las hienas y a los rattos, que eran como murciélagos piraña y la razón por la cual Senku no podía viajar indefenso de noche o moriría.
Como estaba demasiado lejos de cualquier pueblo o rastro de civilización, Senku necesitaba prepararse para ir de expedición, y necesitaría tiempo para ello. Y resulta que por mientras, necesitaba a esa leona cachorra haciendo de su guardián e impidiendo que las hienas o los rattos invadieran el castillo semi-derrumbado que actuaba como su refugio.
Cuando la leona fue herida por expulsar del castillo a las hienas que casi matan a Senku, él casi la deja morir, pero al final se dio cuenta de que solo podría seguir vivo mientras ese animal espantara a las otras bestias, así que la curó y luego se encerró en la única habitación buena del castillo en ruinas.
Curarla había sido su mejor opción para seguir vivo, aunque también lo más estúpido que había hecho, porque esa bestia seguía siendo lo más peligroso del bosque, y podría matarlo en cualquier momento y sin ninguna dificultad.
Aun así, la necesitaba con vida, y por esa misma razón salió al día siguiente para buscar comida tanto para él como para la bestia.
Ella siempre se dormía cerca de la única salida del castillo, pero como seguía herida Senku no sintió tanto pánico al tener que pasar cerca de ella para salir.
Cuando se separó de sus padres, solo llevaba una mochila con suministros médicos y algunos pergaminos mágicos de su madre, que era una hechicera, pero tenía un poco de cuerda, así que la usó para hacer una trampa para algún animal pequeño y por mientras se dedicó a afilar piedras para intentar hacer una lanza y así quizás pescar algo en el río.
Afilar piedras era más difícil de lo que pensó, pero por suerte pronto una liebre cayó en su trampa, por lo que pudo suspirar aliviado y regresar al castillo luego de llenar sus dos botellas con agua.
Planeaba darle la mitad de la liebre a la bestia para que no muriera de hambre, aparte de darle agua, pero... cuando entró al castillo, vio a la leona sentada, mirándolo fijamente.
Entró en pánico, sin querer que la bestia hambrienta le saltara encima, así que le arrojó la liebre entera y se estremeció cuando la bestia se lanzó sobre el animalejo a devorarlo.
Tragó saliva y, con las manos temblándole, rápidamente llenó un cuenco con agua, lo pateó en dirección a la bestia y luego se fue corriendo fuera del castillo, esperando que no lo siguiera para usarlo como postre.
Ahora sí terminó de crear su lanza y estuvo horas y horas pescando en el río, y volvió cerca del atardecer solo porque esa era la hora en la que los rattos comenzaban a salir, y no quería encontrarse con esas pirañas voladoras que siempre atacaban en manada, sería su fin, era por eso que necesitaba a la leona, porque le temían, y además no podían dañarla por su piel tan gruesa.
En otras palabras, estar fuera en el bosque de noche era un suicidio, así que no tenía idea de cómo haría para intentar regresar a la civilización en una pieza.
Tendría que usar todo su ingenio.
Entró al castillo con cautela y vio a la bestia despierta, lamiendo su pata herida.
Tragó saliva, tomó los dos pescados más grandes que había sacado del río y se los arrojó, para luego marcharse corriendo a su habitación segura.
Solo pudo respirar tranquilo a encerrarse allí, y entonces usó el mini caldero mágico de su madre Lillian para cocinar los peces y por fin poder saciar su hambre del todo y con algo decente.
A la mañana siguiente, asomó la cabeza por la puerta y casi se desmaya al ver a la bestia caminando en su dirección.
Cerró con cautela y apoyó la oreja contra la puerta, abriendo solo un minuto después de escuchar sus pasos alejarse.
Salió de la habitación y del castillo, internándose en el bosque y explorando la zona, buscando los árboles más altos mientras trabajaba en trenzar unas lianas para hacer una buena soga que lo ayudara a escalar.
Encontró el árbol más alto de la zona y se trepó lo más alto posible, aprovechando esa posición para observar todo a su alrededor.
Nop, ni rastros de civilización, tal como sospechó.
Definitivamente salir de aquel bosque le tomaría más de un día, y viajar de noche sería un suicidio a menos que estuviera bien preparado. Entonces tenía que quedarse en el castillo que era el único lugar seguro para preparar todo, y para que el castillo continuara siendo seguro, necesitaba a la bestia.
Como no era un hechicero, dependía de la ciencia como su herramienta, pero la ciencia requería de tiempo, más ahora que estaba solo. Y no estaba seguro de cuánto pasaría hasta que la fiera decidiera que quería tenerlo de desayuno, porque si las hienas casi rompieron su puerta de madera ayer, para la bestia no sería nada complicado terminar el trabajo.
Era obvio lo que necesitaba hacer: atar a la bestia.
Y debía aprovechar ahora que no se recuperaba del todo de sus heridas.
Atándola con cierta movilidad, limitada, cerca de la puerta que era donde siempre dormía y donde había más huecos por donde podrían entrar los rattos, podría usarla como perro guardián y a la vez mantenerla controlada y sin poder alcanzarlo mientras lo protegía. Era el curso de acción más lógico.
Decidido, empezó a juntar lianas y a trenzarla como cuerda, asegurándose de que fuera lo suficientemente fuerte para no romperse porque su vida literalmente dependía de esta cuerda hecha a mano.
Cuando regresó al castillo, la bestia estaba durmiendo, cosa que lo hizo suspirar aliviado.
Ahora venía la parte difícil...
No podía atarla de su cuello, no quería que se lastimara o se matara a sí misma intentando librarse, y eso también podría darle una desventaja al proteger el castillo de las hienas y los rattos, así que debía atar la soga como un arnés, por delante y por detrás de las patas delanteras.
Así que debía mover el cuerpo de la bestia dormida mientras la ataba...
Oh, esto era un suicidio... pero era su mejor opción.
Calculó bien dónde atar el otro extremo y la distancia de cuerda óptima para que su plan fuera exitoso, ató la soga al lugar seleccionado y luego se arrodilló al lado de la bestia y comenzó a atarla con la soga restante, sudando frío.
Aterrado no alcanzaba para describir lo absolutamente lleno de terror que se sentía en ese momento.
No despiertes, no me comas. No despiertes, no me comas. No despiertes, no me comas. No despiertes, no me comas. No despiertes, no me comas. No despiertes, no me comas. No despiertes, no me comas. No despiertes, no me comas. No despiertes, no me comas. No despiertes, no me comas.
Terminó de atarla con las manos temblándole y luego rápidamente se alejó al otro lado de la sala.
—Listo, atada, ya no puede devorarme a menos que yo entre como idiota en el rango que calcule, lo que no va a pasar. —Sacó una piedra caliza de su bolsillo, una que había encontrado en el bosque, y la usó como una tiza para marcar con una línea blanca el límite que había calculado de hasta donde llegaría la bestia atada.
Confiaba en su capacidad para calcular, más cuando su vida estaba en juego, así que estaba bastante seguro de que sus cálculos eran correctos y que la bestia solo tenía la mitad de la habitación para ella, lo perfecto para que él pudiera entrar y salir sin riesgo de que lo matara.
Una vez con ese asunto resuelto, fue a buscar más comida, tanto para él como para la bestia, y al regresar le dejó otro cuenco de agua y un par de peces, luego fue a su habitación a encerrarse para comer y dormir, preparándose para otro día.
Al despertar al amanecer, comió unas frutas de desayuno y bajó, encontrando a la leona luchando por librarse de las cuerdas, que por suerte estaban tan bien hechas que no podía ni desgarrarlas con sus poderosas garras.
Al verlo acercarse, por primera vez ella se mostró completamente agresiva y con ganas de matarlo, lanzando zarpazos en su dirección y tratando de ir más allá de la línea blanca. Por suerte, sus cálculos fueron correctos y ella no llegaba más lejos que lo que había calculado. Estaba a salvo... aunque no se sentía así, la verdad. No era bonito tener a una bestia asesina luciendo desesperada por destriparlo.
Se quedó contra la pared unos buenos diez minutos, sudando frío y temiendo por su vida, antes de ganar el suficiente valor para salir fuera del castillo.
Bien, ya tenía controlada a la bestia, ahora solo necesitaba una forma de darle alimento y agua sin que lo destripara. Con la comida era fácil, pero con el agua no tanto. Ya le había dado los únicos dos cuencos que tenía.
Oh, bueno, solo usaría un palo para recuperar los cuencos e iría intercalando entre uno y otro.
Y podía hacer más cuencos con barro o arcilla, de todos modos necesitaba muchas cosas para preparar su expedición fuera de ese maldito bosque mortal.
Los siguientes días se la pasó trabajando en hacerse más herramientas y utensilios útiles, y de paso pensando en un plan para evitar a los rattos, que eran su mayor problema para poder escapar.
Con el paso de los días, la bestia se curó por completo y Senku todavía sentía miedo solo de pasar cerca de ella, a pesar de que sabía que no podía hacerle nada, pero ella siempre le gruñía con odio al verlo.
Al menos le estaba yendo mejor en la pesca, la practica realmente hacía al maestro, y para el fin de esa semana ya tenía tanto pescado que ni sabía qué hacer con él. Siempre le daba los más grandes a la bestia apenas llegar del río, pero ahora tenía mucho pescado cocinado y condimentado que podría pudrirse si lo dejaba así, por lo que decidió darle eso también a la fiera que tenía capturada.
Al día siguiente de darle los pescados cocinados y condimentados, extrañamente la bestia no le gruñó y simplemente lo miró con curiosidad, cosa que lo extrañó porque los gruñidos habían sido una constante desde que la había aprisionado.
No pudo evitar relacionar su comportamiento tranquilo a los pescados cocinados que le había dado, y decidió comprobar su teoría cocinando más y dándole uno recién salido del fuego, aunque claro que no tan caliente como para quemarla. Y también le arrojó un pescado crudo, para ver su reacción.
La bestia se lanzó desesperada hacia el pez cocinado y Senku alzó una ceja.
Una vez acabó con el pez cocinado, lo miró casi expectante, ignorando el pescado crudo.
Hmm, qué interesante...
Le lanzó más de los peces que cocinó y notó intrigado lo casi feliz que parecía de tener comida cocinada y preparada por humanos. Qué comportamiento tan extraño... ¿o es que los animales también preferían la comida preparada? No había leído nada de eso en sus libros.
Al verla comer tan complacida, no pudo evitar pensar que la bestia era un poco adorable...
Je, parecía que incluso un feroz león podía portarse como un simple gatito.
Desde ese día, comenzó a cocinar tanto para él como para la leona, no por consideración al animal, claro, sino porque le convenía no ganarse el odio de la cosa más peligrosa en el bosque, era muy reconfortante que ya no pareciera ansiosa de matarlo cada vez que le pasaba por al lado, más bien parecía contenta de verlo, aunque eso era ilógico.
—Oye, leona, la cena está servida. —Colocó una bandeja en el suelo con carne de conejo cocinada y bien condimentada y la acercó a su área con un palo, a lo que ella se lanzó felizmente a comer—. Je, ahora cada vez que cazó un conejo tengo que darte el 65%, comes mejor que yo. —Rio para sí mismo—. Aunque me es conveniente tenerte sana, así podrás con cualquiera que venga al castillo. —Lo cual era muy bueno, porque desde que la tenía encerrada parecía que las hienas cada vez se atrevían a acercarse más y más al territorio de la leona, cosa muy contraproducente para él.
A veces se preguntaba si tal vez podría entrenarla, domesticarla o algo así, porque ella de verdad parecía amar que le cocinara, y más cuando le daba la comida en bandeja y no solo se la tiraba al suelo.
A veces, cuando volvía, la veía merodear con tristeza en su área limitada, y algo en él hasta se sentía culpable.
Sin embargo, nunca podría soltarla, era demasiado riesgoso, y demasiado estúpido.
Un animal salvaje era un animal salvaje, no podía olvidar eso.
A los pocos días, sus temores se cumplieron y se encontró con las hienas de camino al lago, pero como logro verlas a tiempo tuvo tiempo de correr como loco al castillo, y aparentemente estaban tan asustadas de la bestia que no lo siguieron, por lo que pudo cerrar la puerta y respirar tranquilo.
Todavía agitado, retrocedió varios pasos, mirando en los huecos de las paredes, suspirando aliviado al ver a las hienas alejarse, sin duda por temor a la leona.
Al dejar de preocuparse por eso, su cerebro de repente le recordó dónde estaba, y la estupidez que había hecho.
Había retrocedido desde la puerta en la dirección a la que se suponía que no debía ir.
Miró hacia abajo, sudando profundamente, viendo que la línea de tiza estaba a medio metro de él.
Un miedo frío y profundo se apoderó de él, casi cortándole la respiración, y volteó lentamente hacia la bestia, palideciendo más al verla despierta, mirándolo.
Sin embargo... ella lo miraba tranquila, expectante, como esperando a que le arrojara su comida del día.
Algo en él se relajó de inmediato, pero luego se llamó estúpido por relajarse y rápidamente se alejó corriendo de la línea de tiza, recostándose contra la pared contraria y respirando agitadamente.
¡¿Qué mierda pasaba con él?!
Para colmo, la leona hasta parecía mirarlo con confusión, y él tuvo que abofetearse de nuevo.
¿Por qué de repente estaba tan seguro de poder leer sus expresiones? ¡Qué ilógico era! ¡Esa bestia era un simple animal salvaje y muy, muy letal, y ya!
Sin embargo, no podía evitar tener la impresión de que ella parecía un poco... ofendida... al verlo tan asustado.
—No me mires así, leona —le habló casi sin pensar, con tono sarcástico—. Es totalmente comprensible que tema por mi vida. ¿Tienes idea de lo fácil que una sola de tus garras me abriría de lado a lado?
Ella hasta pareció bufar y él no pudo evitar sentir que ya se estaba volviendo loco.
Wow, la soledad realmente podía joder por completo el razonamiento ¿eh?
Y más loco estaba porque esa noche, mientras los dos comían peces ahumados a varios metros de distancia, no pudo evitar considerar la posibilidad de intentar domesticarla, ya que aunque el animal tenía todos los motivos para resentirlo parecía amansarse mucho con la comida, y si llegara a domarla podría tener una aliada muy valiosa para sobrevivir viajando de noche.
Sin embargo, por más que sería grandioso poder domarla, el riesgo seguía siendo demasiado grande, así que de nuevo descartó la idea.
Los días pasaron y él volvió a su rutina de prepararse para una expedición, ya más o menos con una idea para sobrevivir a los rattos, aunque arriesgada.
El único cambio en su rutina fue que ahora trabajaba en sus utensilios al otro lado de la línea de tiza, cerca de la bestia, y como ya se estaba volviendo loco, le hablaba como si fuera una persona, explicándole el proceso de construcción de sus materiales y hablándole de sus planes. Y lo peor era que una parte de él creía firmemente que ella sentía interés y curiosidad en sus habladurías.
Sip, definitivamente se le había zafado un tornillo, pero no le importaba demasiado.
Un día de esos, encuentra en el bosque unas hierbas que servían de condimentos, pero de gran calidad, y rápidamente las tomó y se esforzó en preparar algo mejor tanto para él como para la bestia, algo parecido al ramen pero con pocos ingredientes.
—¡Esto te va a encantar al diez billones por ciento, leona!
Le sirvió la comida en un tazón y casi se mete al otro lado de la línea para dársela, hasta que recordó que podría arrancarle un brazo y se la acercó empujándolo con un palo. Todavía no estaba tan loco ¿ok?
Ella pareció volverse loca de alegría con la comida mejor preparada que Senku había hecho en su vida, aunque no es que cocinara mucho, y desde ese entonces esperaba con todavía más emoción la hora de comer. A veces incluso le daba la impresión que ronroneaba de gusto cuando le daba su plato.
En fin, las cosas marchaban bien, hasta que la mala suerte de Senku atacó de nuevo...
Cuando estaba volviendo del lago con una buena pesca en una canasta, se encontró con un grupo bastante grande de hienas, y la sangre se le congeló en las venas.
Sin embargo, no se permitió quedarse paralizado, corrió como loco hacia el castillo, pero esta vez no tenía tanta ventaja y sin duda esos animales eran más rápidos que él, aun así corrió con todas sus fuerzas y logró llegar al castillo, pero por los pelos, y cuando quiso cerrar la puerta las hienas ya estaban saltándole encima, por lo que abrieron la puerta con su peso y él casi cae al piso, pero logró mantenerse firme en sus pies.
Estaba a segundos de morir, no podría correr al cuarto, no cuando ahora solo estaban a pocos centímetros de distancia, y aun si llegara sin duda romperían la puerta.
En ese momento, decidió que su única esperanza era la bestia, ni siquiera lo pensó dos veces y corrió hasta ella, cruzando línea de tiza.
Ella se puso en posición de ataque al verlo cruzar y por un momento creyó que iba a matarlo, hasta pensó que prefería ser asesinado por ella antes que por las hienas, pero... ella dio un enorme brinco y saltó por encima de él, dando un gran zarpazo hacia las hienas más cercanas, para luego colocarse defensivamente delante de él.
Senku se quedó completamente pasmado.
La bestia comenzó a pelear contra las hienas. Normalmente, esos animalejos ni querían acercarse a ella, pero como esta vez eran tantas se envalentonaron y la atacaron en grupo.
Senku tenía un montón de pensamientos frenéticos corriéndole por la mente, pero ignoró todo eso, al igual que ignoró su propio miedo por la bestia, y sacó su cuchillo para cortar la soga que la ataba, sin querer que estuviera en desventaja ante las hienas.
Aunque la bestia era una cachorra todavía, no del todo adulta, aún era lo suficientemente grande y lo suficientemente brava, aparte de inteligente. Senku notó impresionado como siempre apuntaba sus garras a los ojos de las hienas.
Sin embargo, estaba tan distraído viéndola pelear que no notó a una hiena acercarse a él.
Al verla tan cerca, alzó su cuchillo en un patético intento de defenderse, pero la leona se le lanzó a la yugular a la hiena de inmediato y luego se la tiró encima a las otras, dejando a Senku con la mandíbula completamente por el piso.
¡¿Qué tan inteligente podía ser un león?!
Luego de esa muestra de impresionante dominio y poder, las hienas finalmente entendieron quién mandaba allí y se fueron despavoridas.
Senku ahora estaba en el piso, todavía sosteniendo con fuerza su cuchillo, jadeando.
Ni él entendía bien qué acababa de pasar.
De repente, la bestia se giró hacia él, que se paralizó por completo al ver sus garras y su hocico manchados de sangre. En sus ojos azules sus pupilas parecían finas rendijas y ella resoplaba con fuerza.
Una parte de él quería alejarse de ella, huir despavorido, pero no lo hizo, porque, por más ilógico que fuera, sentía que ella no iba a hacerle daño.
Aun cuando acerco muchísimo su hocico a su cuello, no sintió temor.
Entonces, ella frotó su cabeza contra su mejilla, como si fuera un gato, haciéndolo reír incrédulo y sorprendido.
Alzó una mano y, con algo de duda, acarició su cabeza.
—Gracias —le dijo con suavidad, dejando de lado el pensamiento de que era ridículo hablarle a un animal—. Prometo cazar otro conejo para ti, mereces un gran banquete. —Rio, aliviado.
Ella siguió frotando su cabeza contra su mejilla, antes de acostarse en su regazo, todavía resoplando, aparentemente cansada.
Él notó que su pelaje tenía algunos arañazos de las llenas y no pudo evitar sentirse culpable de que saliera herida protegiéndolo, más porque él por un momento creyó que iba a matarlo ella misma.
Esperó a que se durmiera y luego salió para ir a buscar su mochila y curarla con los ungüentos mágicos de Lillian.
Al ver la soga cortada, se le pasó por la mente la idea de atarla de nuevo, pero acabó descartándola.
Estaba seguro de que ella no iba a lastimarlo.
Quizás solo lo quisiera por ser su fuente de alimentos deliciosos, pero sí lo veía como a un miembro de "su manada" quizás no era tan descabellado decir que podía estar seguro con ella.
De todos modos, prefería no dejarla pasando hambre, así que le dejó peces bien cocinados en una bandeja y más agua.
Luego de comer algo, un impulso ilógico lo hizo acomodar su almohada en el suelo junto a la bestia y dormirse allí con ella, que casi inconscientemente se le apoyó encima. Era un poco pesada, pero cálida, así que no la apartó.
Al despertar, lo primero que vio fueron sus fauces abriéndose justo delante de su cara.
Creyó que estaba jodido, pero ella empezó a lametearlo todo.
Él se rio, hasta que empezó a sentir el dolor.
—¡Agh, maldita sea! —La apartó, gimoteando—. ¡¿Qué clase de lengua tienen ustedes los felinos?!
¡Eso dolió, demonios!
Se pasó la mano por la cara, comprobando que hasta lo había hecho soltar unas pocas gotas de sangre, como la única vez que Byakuya le enseñó a afeitarse.
Se puso una venda en la cara y ella empezó a cabecearlo cariñosamente, casi como si quisiera disculparse.
—Sí, sí, disculpa aceptada, solo ya no lo hagas. —Le palmeó la cabeza—. Por cierto, desde ahora te dejaré libre, pero más te vale no comerme porque se te acabó tu chef personal, ¿entiendes? —Ella resopló—. Y nada de morderme ni arañarme así sea para jugar, porque me matarás al diez billones por ciento.
Ella volvió a resoplar, pareciendo ofendida.
Al darse cuenta de que de nuevo le estaba atribuyendo expresiones humanas, Senku volvió a regañarse mentalmente.
Demonios, definitivamente se volvió loco.
Ese día hizo su rutina normal de buscar materiales y preparar herramientas, solo que esta vez con la leona siguiéndola a todas partes.
Cada vez que se detenía a hacer alguna actividad laboriosa, ella aprovechaba para treparse a todo árbol y correr por todas partes, sin duda extrañaba estar libre, cosa que lo hacía sentirse mal por haberla mantenido encerrada tanto tiempo.
Llámenlo ilógico, pero estaba seguro de que había formado una especie de vínculo con el animal, y no podía evitar desear comportarse mejor con ella, ya que estaba vivo 90% gracias a ella.
Al mediodía, se puso a pescar para almorzar algo, pero se detuvo al ver a la leona llegar trotando felizmente hacia él con un antílope muerto colgando en sus fauces.
Su mandíbula cayó hasta el piso.
—Ah... creo que te dejaré encargada de la cacería desde ahora...
Claro, ahora tenía a una cazadora experta con él, lo cual era bueno ya que era un asco cazando.
Sorprendentemente, ella ni siquiera comió un bocado del animal, solo se lo trajo para que lo cocinara. Qué buen servicio...
Se esforzó en cocinarlo bien y ambos quedaron muy satisfechos con el resultado.
Ella pasó el resto del día feliz jugando en el agua, y Senku se sentía más seguro que nunca acompañado de la bestia más peligrosa del lugar, incluso aunque lo empapó por completo al salir del lago.
Él se rio, resignado, y le acarició la cabeza.
Verla tan contenta y tan libre era bastante agradable, de hecho.
—Ya no volveré a aprisionarte nunca más —le dijo, incluso aunque sabía que no podía entenderlo—. Lo prometo.
Esa noche, la dejó seguirlo a su habitación, pero, cuando ella se quiso subir a la cama con él, de inmediato trató de alejarla.
—Ah, no, eso sí que no, leona. —Intentó bajarla, pero ella ni se inmutó, dándole cabezazos cariñosos—. Si sacas las garras dormida será mi muerte segura, olvídalo.
Cuando dijo eso, ella de repente se le quedó mirando, confundiéndolo, antes de ponerle una de sus patitas en la cara, cosa que lo dejó boquiabierto.
¿Por qué presentía que de alguna manera quería decirle que no iba a lastimarlo de ninguna forma?
Realmente, realmente se estaba volviendo loco.
—Agh... está bien, como sea.
Se acostó y dejó que se le pusiera al lado, apoyando la cabeza en su pecho.
Durmió sorprendentemente cómodo.
Al día siguiente, Senku empezó a planear su estrategia para volver a la civilización ahora haciendo equipo con la leona, que sería muy útil para alejar a otros depredadores.
—Aunque no sé bien qué demonios haré una bestia salvaje en mi pueblo... la gente se volverá loca... Y además tampoco querría alejarla de su habitad, pero... —habló para sí mismo, hasta que la sintió ponerse de cariñosa con él dándole cabezazos suaves—. ¿Eh? ¿Acaso quieres ir conmigo? —De nuevo estaba humanizando a la bestia, pero como ella se le tiró encima abrazándolo con sus patas y dándole más cabezazos, decidió tomar eso como un sí.
Así los días pasaron y pasaron, igual los meses.
Como ahora era el consentido de la bestia más peligrosa del lugar, que era su fiel protectora, se sentía bastante intocable y con la confianza de explorar todo lo que quisiera incluso aunque atardeciera, y al ir explorando un día encontró señales de civilización.
Sartenes y ollas medio enterradas, un collar oxidado y roto, barrotes de ventanas y otras cosas metálicas hechas por humanos.
Empezó a gastar las siguientes semanas explorando esa zona, hasta que un día encontró los restos de una casa destruida, quemada hasta los cimientos.
—¿Qué rayos pasó aquí?... ¿Acaso el castillo tenía cerca un pueblo que fue quemado? —se preguntó, y de pronto la leona empezó a gruñir de forma completamente furiosa y amenazante, extrañándolo—. ¿Y a ti qué te pasa?
Por supuesto, el animal no iba a responderle, pero igual le gustaba hablarle.
Durante esas semanas, recolectó todo lo metálico de esa zona para tener material para fundir y crear herramientas más útiles para su expedición.
Pasaron otro par de meses y Senku finalmente tuvo todo listo para partir. Se fue muy temprano en la mañana, saliendo del castillo con la intención de no regresar, con la leona siguiéndolo fielmente.
Cuando se hizo de noche, creó una fogata para dormir a gusto, y por supuesto que los rattos aparecieron.
Bien, hora de probar su estrategia.
Sacó una manta recubierta de púas metálicas, se envolvió en ella y se hizo bolita en el suelo.
De esta manera, los rattos no podían atacarlo, y con la bestia allí matándolos con sus garras y sus poderosos colmillos, pronto se fueron y los dejaron en paz.
¡Bien, su plan funcionaba!
Sin la leona hubiera sido mucho más riesgoso, ya que no sabía que tan insistentes podrían ser los rattos al verlo envuelto en la manta con púas, y un solo fallo en su agarre podría ser letal, pero con ella espantándolos, y ya que no podían morderla por su gruesa piel, era la estrategia perfecta.
Ella había crecido más durante los últimos meses, así que ahora era todavía más mortal, la protectora perfecta.
Esa noche él insistió en dormir muy pegado a ella, para que pudiera salvarlo rápidamente si los rattos volvían. Ella pareció muy a gusto con la idea.
Pasaron varios días viajando sin muchos problemas, hasta que un día, de la nada, se toparon con un muro invisible.
Senku se dio cuenta rápidamente de que el muro no tenía fin, era una cúpula, y finalmente entendió qué pasaba con ese lugar.
Estaba atrapado en un bosque maldito.
Algún brujo debió haber maldecido el bosque o bien el reino que alguna vez existió.
Era una maldición bastante típica, pero muy rastrera: una maldición donde cualquiera podía entrar a la zona maldita, pero nadie podía salir. Ni humano ni animal.
Por un momento se sintió derrotado, pero al sentir los cabezazos cariñosos de la leona se obligó a tomar aire y erguirse.
Las maldiciones no eran imposibles de romper, solo necesitaba saber qué tipo de maldición era y así podría encontrar la solución.
Sin embargo... no sabía cuánto tiempo podría tomar.
Frustrado, no tuvo más remedio que dar la vuelta y regresar al castillo.
Estaba atrapado en ese bosque, en ese castillo, con todos esos peligros rodeándolo... pero al menos no estaba solo.
Como seguramente tardaría mucho tiempo en averiguar el tipo de maldición, y por lo tanto mucho tiempo en el castillo, decidió que iba a mejorarlo.
Le tomó meses y meses, pero logró reparar la mayoría de paredes, techo y habitaciones de la primera torre del castillo, también limpiándolo y dejándolo en mejores condiciones con una cocina funcional y un baño funcional, cosa que agradecía especialmente.
También creó platos, vasos y vasijas, aparte de otras cosas para tener una mejor cocina.
De tanto limpiar el castillo encontró restos de que había sido quemado en el pasado, aunque no sabía bien hace cuánto y menos cuál había sido la escala del fuego, pero quizás ese era el motivo de que estuviera tan deteriorado...
Hmm... ¿quizás el reino no era tan viejo como él pensaba?
Creó lanzas, flechas y hasta una ballesta, y empezó a practicar su puntería para defenderse mejor de las hienas y rattos cuando la leona estuviera lejos.
Con el tiempo, el castillo comenzó a sentirse más como una casa.
Cumplió sus catorce años allí, solo en ese bosque, preguntándose cómo estaría su familia, esperando que supieran que estaba bien y que no se rendiría en buscar la forma de volver con ellos.
Pasó todo un año más y cumplió sus quince años, ahora ya bien instalado en el castillo como un lugar completamente seguro y sin huecos donde pudieran pasar los rattos, con puertas reforzadas para que las hienas no pudieran romperlas.
Tanto él como la leona crecieron. Ahora ella era mucho más grande que él, de hecho, tanto que lo aplastaba casi cada noche en su insistencia de querer dormir juntos, pero pudo acostumbrarla a solo apoyarle la cabeza en su regazo, cosa mucho más tolerable.
En ese año, creó papel usando hierbas y celulosa y trazó un mapa de todo el lugar, dándose cuenta de que efectivamente el lugar estaba maldito.
El muro invisible formaba un circulo perfecto, y en el centro estaba el castillo, así que la maldición fue al reino, no al bosque, pero eso no bastaba para saber el tipo de maldición.
Al cavar más en la zona donde encontró las ollas y sartenes descubre que efectivamente había restos de casas quemadas, así que realmente antes hubo un pueblo allí, y probablemente no hace mucho, porque no estaban muy enterrados.
—Bueno, oficialmente han pasado dos años desde que me metí en este lío, y desde que te conocí —le dijo a la leona mientras trabajaba en crear otro horno de fundición para crear más utensilios metálicos—. Ah, probablemente debería ponerte un nombre... ¿o te gusta que te siga llamando leona?
Ok, Senku oficialmente se había vuelto loco de tanto convivir solo con animales, porque a estas alturas podía jurar que ella siempre negaba o asentía con la cabeza a sus preguntas. En esta ocasión, ella negó.
Le sugirió varios nombres, pero ella le gruñó disgustada en cada uno, y al final no pudo encontrar ninguno que le gustara.
—Bien, entonces solo te diré leona, te queda bien, de todos modos. —Ella volvió a gruñirle disgustada, pero en esta ocasión él solo se rio y fingió no escucharla—. Bien, leona será.
Pasaron otro par de meses y su leona se convirtió en oficialmente toda una leona adulta, a lo que Senku ya se sentía completamente seguro e intocable en el círculo maldito, puesto que todo lo demás que vivía allí estaba aterrorizado de ella, y resulta que él era su consentido al que no dejaba que nada peligroso se le acercara a diez metros a la redonda, así fuera una hiena o una maldita rana.
La verdad, ella lo hacía sentir muy seguro, y muy apreciado también.
Con ella a su lado, definitivamente encontraría una forma de salir, juntos, tarde o temprano.
Hablando de ser apreciado, la verdad a veces era molesto que quisiera darle tantos mimos con sus cabezazos felinos tiernos, aunque debía admitir que a él también le gustaba acariciarle la cabeza de vez en cuando, cosa que la alentaba a seguir siendo tan pesada como era, pero además de cariñosa, ella era bastante juguetona, y uno de sus juegos favoritos era intentar robarle la comida antes de que la cocinara, aunque nunca se la comía sin cocinar, solo quería molestarlo.
Ese día, ella volvió a robarle comida, un trozo de carne, enganchándolo en sus garras. Y él, por confiarse demasiado, se la quitó sin pensar, logrando desgarrarse la mano con sus garras.
—¡Agh! —gritó al sentir la sangre correrle por los dedos.
La leona saltó lejos de él de inmediato.
Al verlo sisear, quiso acercársele, pero él volvió a gritar.
—¡Mierda! —Y ella retrocedió otra vez.
La miró confundido, y entonces ella se fue corriendo.
—¡O-oye! —Quiso ir tras ella, pero mejor primero fue a curarse.
Lo último que necesitaba era una infección.
Luego de vendarse, empezó a buscarla por todas partes.
Ahora que estaba solo sin su leona, se sentía muy desconfiado de ir al bosque, incluso con la ballesta.
La buscó por horas hasta que se cansó, entonces se sentó a descansar y... una hiena le saltó encima.
Creyó que allí moriría, pero entonces oyó un rugido ensordecedor y la hiena fue lanzada lejos antes de que pudiera tocarlo, antes de salir corriendo.
Respiró agitado, pero sonriente, porque delante de él estaba su leona, lista para progeterlo.
—¡Así que aquí estabas! —Rio, aliviado.
Ella no lo miró, sino que miró a los alrededores y luego se acercó a él con cautela para morder los bordes de su ropa y tirar de él en dirección al castillo.
—¿El castillo? Sí, volvamos. —Le acarició la cabeza, pero ella negó y volvió a tirar de su ropa, antes de intentar alejarse otra vez—. Oye. —De inmediato se puso delante de ella y se arrodilló para abrazarse a su cuello, sabiendo que de otro modo no podría detener a un animal mucho más grande y fuerte que él—. Sé que ya me volví loco por tanto hablar solo contigo, pero no me importa, así como tampoco me importa ese estúpido arañazo, fue un accidente. No fue tu culpa. —La escuchó resoplar—. Yo fui el que se descuidó, y ya estoy bien, ya todo está bien. Vamos a casa ahora... —Cerró los ojos—. Sabes que ahora eres todo lo que tengo...
No podía dejarlo solo, no solo porque ya no tendría quién lo protegiera, sino porque en verdad era todo lo que le quedaba desde que como un idiota se separó de su familia y se quedó atrapado allí.
Y ni siquiera le importaba estar hablando como un loco con un animal, ella era todo lo que tenía, su única compañía, el único consuelo de haberlo perdido absolutamente todo.
Y, loco o no, sentía que ella lo entendía.
Cuando sintió como le daba esos cabezazos cariñosos suyos, sonrió aliviado.
Sabía que esta era su forma de decirle que sí volvería con él.
Acarició su cabeza a modo de agradecimiento, luego hasta cometió la locura de darle él un cabezazo, cosa que lo hizo reír para sí mismo.
Luego... cometió una locura aún más grande.
Fue un mero impulso, producto de tantos años expuesto a la naturaleza cariñosa de la leona.
Besó su cabeza, justo por encima de sus ojos, lo que sería su frente.
Y entonces un destello casi lo deja ciego. Se paró de golpe, frotando sus ojos.
¿Qué demonios?
Cuando abrió los ojos, lo primero que vio fue cabello dorado, nada raro.
Pero entonces notó que lo que estaba viendo no era pelaje, sino cabello de verdad, cabello humano.
Lo siguiente que vio, fue unos familiares ojos azules, pero... no eran de su leona...
No eran de ninguna leona.
Allí, delante de él, había una chica rubia, delgada, voluptuosa y totalmente desnuda a gatas frente a él, con el rostro lleno de confusión.
De inmediato se cayó de culo al suelo.
—¡¿QUÉ MIERDA?!
Sí, ya no había ninguna duda. Definitivamente se volvió loco.
Continuará...
Holaaaaaaaaaaaaaa :D
Ok, ha pasado muchisimo tiempo desde q subi la parte 1, pero le debía la continuación a una amix así q aqui la tienen!
Lamento si es muy largo, pero no tienen idea de cuánto me costo pensar una forma para q Senku besara a la leona XD
Condenado Senku poco cariñoso! 7n7 Me complicas la existencia! :'c
Esto tiene elementos de la Bella y la Bestia y la Princesa y el Sapo, sí, pero no es adaptación de ninguna :P
Y bueno, ojala les haya gustado :'3
Espero continuar esto algún día, pero tambien depende de si les gusta, claro :')
Muy bien, me despido!
CELESTE kaomy fueraaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!
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