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*Veinte*

¿Quedarme a su lado por un tiempo?

De que va esa pregunta, y por qué querría eso si hablara... en... serio. El golpe con los troncos que quedan en pie del viejo muelle de esta orilla me hace espabilar. Agarro fuerte el remo por la repentina sacudida. Él se incorpora de pie y eso hace que la barca se tambalee más.

—Tranquila, no vamos a voltearnos —anuncia como si supiera que necesito saber eso para tranquilizarme y supongo que estaba un poco obnubilada para no ser consciente que atravesamos un lago con mucha agua.

Antes no lo había hecho. Él me hace un gesto para que le entregue el remo luego amarrar la barca. Lo suelto y se lo entrego. Los coloca a un lado a lo largo de la barca y seguido me extiende su mano. Acepto su ayuda, la tomo y me impulsa con ello a levantarme dejándome frente a él.

Trago saliva al mirar sus ojos otra vez de cerca. Son como un enigmático hipnotismo. Él se da la vuelta y es el primero en salir y poner sus zapatillas en la madera del muelle que, a diferencia de la otra orilla, el atracadero de este se adentra hasta una buena parte del lago. Después me ayuda a que lo haga, y salgo también.

—¿Qué hay de interesante en este lado? —pregunto una vez siento mis pies firmes sobre las tablas de madera vieja.

Me fijo en que hago una tonta pregunta, el muelle sigue hasta más allá de los terrenos y debajo hay como una especie de pantano y más allá la maleza del terreno boscoso.

—Sígueme, ya lo verás —anuncia y me alivia que no haya retomado su antigua pregunta.

Aunque me acongoja un poco pensar que tengo razón. Al final, solo dice esas cosas para molestarme. Él se adelanta hacia el comienzo del puente, seguido se detiene y me mira.

Suspiro hondo mirando hacia atrás, y pensando que seguro las chicas no demorarán en preguntar por mí. ¡Pero ya qué! Ya estoy aquí porque decidí una vez más seguirle la corriente. Sin más remedio, voy con él.

Una vez llego a su lado retoma el camino y sigue un sendero como si ya lo conociera muy bien. Eso me hace pensar —y no solo por lo que mencionó antes— que sabe dónde ir; sin embargo:

—¿A dónde vamos? —Vuelvo sobre mi pregunta con la incertidumbre.

—¿Tienes miedo? —devuelve mi pregunta con otra mirándome de reojo por sobre su hombro.

Ruedo los ojos.

—¡No! —exclamo irascible—, nunca he estado aquí, así que no sé con qué nos encontraremos —añado más irascible y me preparo para su sarcástica respuesta.

—No estamos lejos, falta poco para llegar —repone retomando el paso mientras aparta la maleza.

Pero es notable que hay un camino marcado. No dice nada más y seguimos el sendero hasta que se detiene y casi me pego a su espalda. Se ríe de mi torpeza y después vuelve su mira hasta el rellano al que hemos llegado y lo que hay al fondo cubierto de maleza. Papá alguna vez mencionó que estos terrenos tenían dueño, pero no imaginaba que hubiera alguna casa. Aunque lo que vemos delante de nosotros, es lo que queda de lo fue una enorme casa y ahora solo quedan ruinas.

—¿Está bien que estemos aquí? —cuestiono pensando en que alguien debe andar vigilando el lugar, aunque parece abandonado, como la enorme casa.

—¿Alguna vez escuchaste de los Carson?

—¿Qué Carson?

—La familia Carson, los dueños de estos terrenos —responde.

—No —digo y es cierto.

—Hace muchos años atrás, Douglas Carson vivía aquí con su familia compuesta por su esposa, y sus dos hijas. Y como ves, vivían apartados de la ciudad. Usaban el muelle solo para ir de compras cuando lo necesitaban o a hacer alguna diligencia. Eran una familia muy rara y ermitaña, no se mezclaban con nadie, hasta que un día el viejo Douglas descubrió que su mujer se escapaba para serle infiel citándose con desconocidos siempre a la media noche cuando él ya estaba dormido. Decidió darle un escarmiento, pero se le fue la mano y lo terminó quemando todo y a todos. Su linda casa, su esposa, sus bellas hijas y él terminó suicidándose al ver el horror que había cometido —relata y yo lo miro con algo de escepticismo, pero en el fondo muy horrorizada por lo que cuenta.

—¿Es realidad o solo un cuento de terror que te acabas de inventar?

—¿Qué crees tú? —cuestiona con mucha seriedad y yo resoplo por eso.

—¿Es cierto? —pregunto dudosa.

—¿Eso crees?

—¡Dios! Ahora no lo sé —exclamo sintiéndome muy confundida.

Él logra muy bien ese efecto que me confunde. Le miro espantada y él se echa a reír casi que a carcajadas. Esa reacción me hace fruncir mis labios y odiarlo.

—Deberías ver tu cara, realmente te creíste la historia —aduce y yo resoplo enojada.

—No es gracioso, ¿sabes?

—Lo siento, es que en serio deberías ver tu cara.

—Deja de burlarte —espeto y doy la vuelta, pero no logro alejarme, él toma mi mano y me detiene.

Le miro más furiosa. Él ya no ríe.

—Douglas Carson era mi abuelo paterno. Estos terrenos son suyos; pero no hizo nada de lo que dije, solo lo inventé para ver como reaccionabas. Me divierte inventar historias de terror sobre él.

—¿Entonces no quemó su casa, ni su familia, ni se suicidó?

—No. Pero casi enloqueció cuando mi madre se embarazó de mí, así que esa parte de la mujer escapando cada noche es cierta —contesta con una sonrisa divertida dibujada en su cara.

Suspiro aliviando mi tensión.

—¿Y dónde está ahora?

—En Summer Paradise.

—¿Dónde?

—Un lujoso hotel geriátrico.

¡Vaya con su abuelo! Pero es mejor eso a lo que contó. Luke realmente tiene una gran imaginación.

—¿Y está bien? —muestro un poco de interés.

—Sí, eso me cuenta mamá.

Eh.

—¿Tu madre? ¿y qué hay de ti?

—No quiere verme.

—¿Por qué?, eres su nieto, ¿no?

—Lo soy, pero sigue sin perdonarle a mi madre que no sepa quién es mi padre —aduce y eso me sobresalta un poco.

—Tú abuelo parece que es un poco prejuicioso.

—No lo creo, pero finalmente eso provocó la muerte de la abuela.

—¿Por qué me cuentas todo esto? —inquiero, lo cierto es que quiero saber de qué va con todo esto. Espeluznante y fascinante al mismo tiempo, dependiendo como él quiera contarlo.

—No lo sé, simplemente quería contarlo, aunque tú no pareces muy interesada en mis historias —emite y eso me hace resoplar de nuevo muy espantada.

Mis emociones con él, siempre están a flor de piel.

—¡Eso no es cierto! —mascullo girándome hacia él.

Él se vuelve mirándome de frente. Nuevamente con su mirada serena.

—¿Entonces si te agrado? —pregunta de igual modo.

Mi boca se abre por la sorpresa. Tengo que cerrarla de inmediato.

—Nunca dije que no me agradaras —me defiendo.

Pero sí que juegas con mis cabeza y emociones.

—Viniste obligada, antes no querías hablarme —repone.

—Eso... eso es porque siempre haces cosas que me confunden —estallo en palabras, seguido me calmo—, eres extraño... Luke...

—Prefiero Veneno —acota y eso me hace negar sonriendo tonta porque con él ya no hay caso—, ¿te gustaría probarlo? —la pregunta me toma totalmente desprevenida.

Abro mucho mis ojos.

—¿Q-Que... co?

Ni siquiera termino la pregunta porque él se inclina y como si ocurriera en esas escenas de libros de amor cliché juveniles, sus labios aterrizan sobre los míos haciendo algo que no esperaba, besarme...

***  

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