—Siempre dices esas cosas para molestarme, ¿verdad? —cuestiono tomando el remo disponible y metiéndolo al agua.

Le miro porque no sé para donde hacerlo, mientras mi cabeza elucubra una realidad que no puedo obviar y es, que no es difícil que siempre termine cayendo en sus juegos y que terminan siendo de algún modo, «románticos», convirtiéndose en alguna clase de poderoso imán, del cual es imposible evitar que me aleje...

—¿Qué cosas? —me devuelve la pregunta haciéndome resoplar, como es su estilo y seguido empieza a remar luego que impulsa la barca con los troncos del pequeño muelle.

Le miro intrigada, le reparo un poco mientras sigue remando y alejando la barca de la orilla. Lo cierto es que no quiero ir por allí, por el sendero romántico. No creo soportar que me rechace... de nuevo.

—Todo lo que haces, a veces solo creo que intentas confundirme —emito haciendo como que remo porque él, aunque parece un espagueti se nota que tiene mucha fuerza en sus bazos.

Eso me hace desviar mi mirada hacia su camisa, al tatuaje que se deja entrever y que le llega hasta el hombro y su brazo.

—¿Eso crees? —llama mi atención con su pregunta. Me obliga a mirarle.

—Sí, eso creo —afirmo perdiéndome en sus ojos.

Trago saliva, ahora es casi imposible evitar que me afecte. Espero a que responda, pero no lo hace, solo sigue remando y es cuando caigo en la cuenta que nos estamos alejando, y al otro lado se puede ver donde están divirtiéndose el resto de los chicos.

—¿Sabes a dónde vamos?

—¿Has cruzado al otro lado alguna vez?

—No —niego.

De verdad que no lo he hecho. Tampoco he tenido la curiosidad de hacerlo, aunque los chicos si lo han hecho pero como un reto. Al otro lado del lago los terrenos son privados.

—¿Lo dices en serio?

—Por supuesto que sí. No creo que tenga una buena razón para ir al otro lado —discrepo de su pregunta.

—Yo creo que sí —difiere algo engreído—, al otro lado hay un lugar especial —añade muy conocedor.

—¿Otro campo de luciérnagas? —increpo con sarcasmo, meneando mi cabezal al tiempo que ruedo mis ojos.

—Creí que te había conquistado con eso —emite y eso me hace resoplar pensando que Luke es realmente sorprendente y sabe cómo descolocarme cuando se lo propone.

—¿Otra de tus bromas? —repongo mirando lo que dejamos mientras más nos alejamos.

—No —responde tácito y eso hace que le mire por instinto reflejo.

—Deja de burlarte de mí —farfullo bajando nuevamente mi mirada.

No quiero que vea lo roja que me he puesto, mis mejillas arden y no es por el sol que nos acompaña. Es por sus palabras.

—¿Por qué crees que me burlo de ti? —su pregunta taladra una y otra vez mi cabeza como un bumerang que va y vuelve otra vez.

Quiero levantar mi rostro, pero no me atrevo porque no quiero que al final solo se ría de mí; sin embargo, lo hago, y, a diferencia de lo que espero encontrarme, una cara engreía. No lo hace, no se ríe de mí, me mira muy serio. Ladea su rostro haciendo un gesto que parece traducir que le de mi respuesta y le explique por qué pienso eso. Trago grueso. Exhalo hondo para darme ánimos.

—Tal vez... porque... no sé lo que quieres realmente...

—¿De ti? —completa con su pregunta como si supiera lo que iba a continuar diciendo.

Aprieto fuerte el remo para darme valor.

—A...sí es.

Mi cara ahora está ardiente.

—Si te digo que quiero que estés a mi lado por un tiempo, ¿te quedarías?

Vaya, la cara de Luke realmente luce seria con esa pregunta. Trago grueso de nuevo. No sé qué debo responder, parece otra de sus acertijos, pero a la vez no. Entreabro mis labios, pero la barca golpea con algo y me sobresalto cuando se mueve. Me lleno de un poco de pavor al pensar que puedo caerme al agua. Él estira su remo para acomodar la barca, hemos llegado al otro lado.

***