12. ¿Te gusta?
Max, observó aquellos ojos violetas y aquel rostro serio, su rostro reflejaba una mezcla de preocupación y enojo...
—Lamento haber interrumpido su conversación — le dijo pero el se encogió de hombros.
—Solo hablaba con Jael, le pedía que tranquilizara a mi madre — bloqueó el celular y lo dejó a un lado, sentándose mejor en la cama. Savannah lo observó, estaba sin camisa, con el amplio pecho desnudo, se veía increíblemente sexy, y Savannah tuvo que recordarse que estaba enfadada, muy enfadada con él. Se cruzó de brazos y se recargó en el umbral de la puerta, mirándolo fijamente. —Está realmente enojada, ¿no es cierto?
—Lo estoy—admitió— fue una imprudencia de su parte Neumann, pudo haber muerto.
—Pude, pero no pasó nada— ella resopló enojada.
—¿Que no pasó nada?, ¿A eso llama nada, Neumann?— preguntó enarcando una ceja— eso sin contar que me ha desobedecido.
—¿En realidad piensas echarme de tus tierras?— preguntó sabiendo que de su respuesta dependía el futuro de sus planes.
—Debería hacerlo, tu irresponsabilidad pudo costarme muy caro. ¡¿Cómo puede ser tan imprudente e idiota, Neumann?!— él presionó los dientes con fuerza para no responderle de mala manera, y ella suspiró con fuerza— estás tierras las heredé de mi padre, pero si hay algo que me hace sentir realmente unida a su recuerdo es precisamente Diablo... era su caballo— se enderezó, se metió la mano en los bolsillos y comenzó a rotar su peso de un pie a otro. Maximiliano pensó en que se veía realmente tierna a pesar de estar muy enojada.
—No quise profanar tu vínculo con tu padre, yo... solo quería demostrarte que era buen jinete y que... bueno ya sabes, supongo que orgullo de macho— encogió un hombro— pero mi tontería me dejó aún más humillado; dolor de cabeza y una costilla lastimada, por fortuna no fue una fractura.
—Por fortuna... deje de cometer tonterías Neumann, tengo demasiados problemas como para que usted se convierta en uno más, limitese a sus tareas, y si es imposible para usted obedecer... entonces debe marcharse.
—Lo siento... no volverá a suceder, lo prometo, pero permíteme quedarme— ella lo observó en silencio... aquellos hermosos ojos, aquel hermoso rostro... Neumann le gustaba y le gustaba mucho.
—Solo no vuelva a montar a Diablo y las cosas estarán bien. Es el caballo de mi padre y ahora es MI caballo...
—Lo entiendo— dijo y entonces ella asintió, se tocó la punta del sombrero.
—Descanse, Neumann — y dicho aquello se giró y se marchó dejándolo sumido en sus pensamientos, se sentía confundido... Savannah Brown lo confundía... a veces veía tanta bondad y nobleza debajo de esa actitud regia, en ocasiones hallaba ternura, empatía y no le gustaba, era mejor si seguía considerándola una mujer despiadada y cruel, así su venganza no se veía amenazada.
No podía permitirse sentir ningún sentimiento bueno hacia ella...
Savannah caminó directo a la casa grande, en cuanto atravesó el umbral, se quitó el sombrero, aquel hombre le gustaba y le frustraba en partes iguales...
—Estaba esperando por ti— Savannah se giró hacia George, el niño estaba sentado en el sofá y se acercó a ella sosteniendo un pequeño ramo de violetas que se las tendió, Savannah sonrió. por más enfadada que estuviese jamás podría demostrarlo con George, el niño era todo ternura y encanto.
—Muchas gracias, cariño. Me encantan— las olfateó disfrutando de su aroma.
—¿Estás enfadada?— preguntó con preocupación.
—Si, pero no contigo, es solo que...¡Ya sabes, cosas de adulto!
—Supongo que es culpa del foráneo — Savannah sonrió.
—Las noticias vuelan rápido. ¿No?— preguntó Savannah sonriendo.
—Tus hombres están preocupados. — el niño se encogió de hombros.
—Neumann está bien, solo ha sido un golpe aunque pudo ser mucho peor, el muy tonto se cree invencible. ¿Quieres tomar algo conmigo?, ¿o comer algo?
—No, aunque si me complaces —le sonrió — me gustaría cabalagar un poco contigo.
—Tengo aún faena, Pero no podría negarme a una cabalgata contigo— le sonrió y lo abrazó— vamos por esos caballos George.
Savannah y George cabalgaban por las tierras de Savannah, disfrutando del sol vespertino y la brisa fresca. Savannah sonreía mientras miraba a George, quien parecía perdido en pensamientos, como si quisiera iniciar una conversación pero no se atreviera.
– ¿Estás bien, George? –preguntó Savannah, notando la preocupación en su rostro.
George se encogió de hombros y miró hacia adelante.
– Sí, estoy bien –dijo, pero su voz no sonaba convincente. Savannah se rió y se acercó a él, obligando a Tormenta a acoplarse al paso del potro del niño.
– No me mientas, George –dijo, sonriendo–. Sabes que no me gustan las mentiras, me ponen de mal humor. Sé que algo te preocupa, vamos, somos amigos. Cuéntame qué sucede.
George suspiró y se detuvo en su caballo. Savannah se detuvo junto a él y lo miró con curiosidad.
– ¿Es sobre Maximiliano Neumann? –preguntó Savannah, adivinando la preocupación de George.
George asintió con la cabeza, su rostro serio.
– Sí –dijo–. Me preocupa que te estés enamorando de él.— Savannah se rió y se acercó a George.
– Oh, George –dijo, sonriendo–. No te preocupes por eso. Neumann es solo un trabajador, no estoy enamorada de él. Además cuando acabe su temporada aquí se irá.
George la miró con escepticismo.
– ¿Seguro? –preguntó–. Porque parece que te gusta mucho.— Savannah se rió de nuevo y se acercó a George.
– George, eres muy dulce por preocuparte por mí –dijo, sonriendo–. Pero no te preocupes, sé cuidarme bien.
—¿O sea que si te gusta?
—Me gusta—asintió ella— pero es un hombre bastante extraño y yo estoy muy ocupada para dedicarme al amor. — George asintió con la cabeza, aunque todavía parecía un poco preocupado.
—Es que no quiero que te hagan sufrir Savannah, no quiero que te rompan el corazón. Tu sabes que yo estoy enamorado de ti y que quiero ser tu esposo— dijo seriamente.
– Lo sé, pero ya hemos hablado de eso. –dijo Savannah, sonriendo–. ¿No te acuerdas?
George se sonrojó.
– Sí, me acuerdo –dijo–. Se que es verdad lo que dices, eres muy grande Pero eso no impide que yo te quiera y te admire mucho, eres muy buena y te mereces un buen esposo.— Savannah se rió y le sonrió de nuevo.
– Si decido casarme, sé que será con un buen hombre. Neumann... si, me gusta Pero no estoy segura de que las cosas funcionen, el corazón suele hacer malas jugadas. Pero te prometo que estaré bien. Y tú, bueno, quizás cuando seas mayor encontrarás a una niña muy hermosa que te hará muy feliz –dijo, sonriendo–. Y yo estaré allí para verte casarte.
George sonrió y se rió.
– Sí, eso sería genial –dijo–. Gracias, Savannah. Aunque no pienso rendirme tan fácil, mientras no tengas esposo, yo tengo oportunidad.— sonrió triunfante.
Savannah sonrió aquel niño sacaba lo mejor de ella, de cierto modo le recordaba a Mike.
– De acuerdo, George –dijo–. Ahora, ¿quieres seguir cabalgando conmigo?— George asintió con la cabeza y sonrió.
– Sí, quiero –dijo–. Me encanta cabalgar contigo, Savannah.
Savannah sonrió y se alejó con George, disfrutando del sol vespertino y la compañía del niño que tanto quería.
Aquella noche después de cenar, tomó una larga ducha y se fue a la cama, después de asegurarse de que le habían enviado la cena a Neumann. Peino su largo y abundante cabello y suspirando se metió bajo las sábanas, pero el tiempo transcurría y frustrada ella no hacia mas que girar de un lado a otro... se giró buscando el reloj y gruñó enfadada cuando vio que eran poco más de las diez.
Frustrada admitió que estaba así por Max. Desde que había pasado a su habitación después del accidente no fue a verle más y aunque las chicas de servicio aseguraron que estaba bien, ella estaba inquieta. Así que gruñendo bajo de la cama, se colocó un abrigo largo sobre el pijama y bajo a la primera planta para salir de la casa grande y encaminarse a las habitaciones, seguramente él estaría dormido, pensó en cuanto llegó a la puerta y levantó el puño para llamar...
"¿Qué haces, Savannah?, ¡no seas idiota!"
Se dijo con enojo, quedándose allí un par de minutos decidiendo si llamar o no, suspiró frustrada, aquella no era una buena idea... bajó la mano y se giró para marcharse. Pero solo había dado unos pasos cuando escuchó que la puerta se abría...
—¿Sucede algo?— preguntó él confundido entonces ella se giró quedando frente a un semi vestido Max...
¡Rayos, que foráneo más ardiente!
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