Prólogo
Cuando el mundo le da la espalda a una mujer, es injusto cuando esa mujer solo quería a alguien que la entendiera. Pero, creo que es más doloroso cuando lo hace la persona a quien amabas. Y quién dejó en su vientre su semilla, la prueba de su "amor".
Entro al departamento gritando de dolor, golpeó su pared con furia, aventó vasos y una silla. A pesar de su notoria panza de embarazo no le fue difícil arrojar una cosa de un lado a otro incluso al ser pesados. Cuando arrojó la máquina de coser sintió un fuerte dolor.
Su vientre, su interior, pateaba, despellejaba, rascaba con uñas afiladas desde adentro. La hizo ponerse de rodillas y recostarse. Olvidó su enojo y sintió miedo. Miedo por ese dolor tan desconocido para ella, estando sola y lejos de toda civilización.
No quiero, no quiero, no quiero, no quiero, no quiero...
Entonces un agua torrencial fluyen entre sus piernas. La mujer entro en labor de parto. Se tira al suelo, se sentía la muerte, pero su instinto la hizo tomar una arriesgada decisión.
No quiero, pero quiero vivir. Señor, que tú luz sea mi guía, acompañe y guíame.
Un rezo por una mujer que siempre fue blasfema, sin embargo ahora pedía por ella, para poder parir sin morir.
La mujer respiraba de manera irregular. Algo se abría camino abajo, estira sus piernas y los dobla. Empieza a pujar, mientras tomaba aire con dificultad. Se parte y no para de encajar sus uñas en la piel de su rostro hasta arrancar una gran capa de piel.
Eso salía de si misma, ella grito y entonces subió y bajo su pelvis hasta golpear con violencia contra el suelo. Una y otra vez se golpeó la cadera con el piso. Una, dos, tres y así, hasta llegar al número veinte y dejar su rostro lleno de araños y rasguños sangrantes, hasta en sus piernas. Por un momento se terminó el dolor y hubo un silencio tranquilizador, agradable y de paz, entonces se escuchó un llanto.
— Estás vivo...— se incorpora para ver a su primogénito —. Más bien, viva. Que mala suerte otra mujer que viene maldecida, porque vienes a este mundo sin un apellido.
Y sin nombre.
Toma a la niña en brazos y la arrulla, para calmar su llanto y luego le da alimento. Conexión de una nueva vida reconociendo a su progenitora y una madre negando la existencia de su nuevo deber. Y cuando la niña se durmió, la acostó en su cama, la acobijo y acomodo para que tuviera un cómodo descanso. Sin demora, se cambió la ropa, se abrigo, encendió la estufa con una olla que puso a hervir, echo un gran pedazo de jabón en barra a la olla y salió del departamento.
Al salir llega a una tienda, toma un tinte negro para deshacerse de las raíces de un cabello extraño que jamás le gustó.
Llega a la caja y el muchacho se queda atónito mirando a la mujer — Que linda...
— Será este tinte negro, estás cuatro comidas instantáneas y...— mira atrás del muchacho los demás productos —. Ah, y una cajetilla de cigarrillos.
— Eh.
La mujer sonríe con coquetería — Por favor.
— Claro.
Hace su compra y agradece al chico, le da los "buenos días". El joven se quedó impresionado por aquella mujer.
La mujer era muy bella, cejas arqueadas, ojos grandes y azules, labios tan bellos y rosados, su piel era blanco como la nieve. Tersa y suave, una piel intacta...
Como si hace unos minutos no hubiera pasado por una terrible escena sangrienta de parto. Una mujer con algo muy peculiar.
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