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Capítulo 3.

Pasó media hora y Violeta estaba sorprendida, llevaba un rato atrapada leyendo y no había sido capaz de parar en ningún momento.

Aunque no lo reconociera, el inicio del libro le había gustado. Dudó en dejarlo  por donde estaba pero su corazón le dictaba que siguiera leyendo. 

Es increíble como un libro que creía que no le iba a trasmitir nada le despertara tantos sentimientos que tenía ocultos.

Antes de seguir, sacó de su bolso una botella de agua mineral y se bebió más de media. 

Además de intrigarle, era sorprendente que leer le haya despertado tanta sed, nunca antes le había sucedido algo así ni había bebido tanta agua. Era consciente que era raro y podría parecer una tontería pero era cierto.

A continuación la muchacha guardó la botella en su bolso y siguió leyendo.

Tras digerir el mensaje, Anthony buscó en el cartel  la estantería o zona dónde podía encontrar esos cómics.

Después de mirarlo detenidamente , lo único que pudo apreciar es que abajo del todo habían unas letras escritas en amarillo fosforito, en cursiva y en mayúsculas.  Su contenido decía "Para más información, consulte a la persona de caja, gracias".

Sin pensárselo  fue donde estaba el mostrador de caja pero no había nadie para atender. Quiso maldecir algo o a alguien pero logró contenerse y ser paciente, no podía permitir que su curiosidad pudiera  más que el.

Tras esperar dos minutos vio un muchacho joven que debería tener alrededor de 19 años, este muchacho se sentó en el puesto del recepcionista.

Anthony dudó si era él quien atendía o si era simplemente un nuevo muchacho de prácticas. 

En los últimos años había visto a una joven mas o menos de la misma edad, de ahí vino la duda y la posible explicación.

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La joven se quedó en estado de shock, no era la primera vez que notaba  cosas extrañas. Empezó a temblar y a sudar muerta de miedo, aunque era bastante valiente no sabía cómo actuar en ese momento.

En ese instante se sintió el chirrido de una puerta y un grito, desde lejos notó que era el de una mujer.

La chica no pudo evitar gritar:

—¡Mamá! —exclamó.

Sin reaccionar, salió de la bañera lo más rápido que pudo.  En segundo lugar se puso el albornoz y cogió un objeto de cristal por si tuviera que defenderse.

Empezó a mirar cada rincón de  la casa y tras revisar toda la vivienda, se dio cuenta que no vio nada. Al terminar, fue al baño y se paró a reflexionar.

Esteban después de esa  sensación no se había quedado tranquilo,  hasta tal punto de que no se quedó  ni agusto consigo mismo.

Decidió dejar la mente en blanco y se dispuso a terminarse el café. Al finalizarlo, tiró el envase de plástico a la papelera y la diminuta cucharita que lo acompañaba.

No tenía ganas de hacer mucho, así que guardó los expedientes en el sitio pertinente y encendió su ordenador de mesa. 

Pasados cinco minutos volvió a mirar a ver si se le había quedado algo en el tintero y al ver que no tenía nada en la agenda, se puso a buscar las últimas noticias de la actualidad. Minutos después se puso a ver el diario Marca on-line.

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Javier y Rubén se apartaron lentamente mientras Rubén esperaba respuesta de su amigo.

—De acuerdo, te lo diré porque sino voy a  estallar  —contestó seguro.

Rubén se puso en alerta para escucharlo atentamente.

 —Puedes empezar, soy todo oídos  —añadió  para que su amigo procediera.

Javier respiró hondo.

—Pues tío, estoy harto de la rutina de siempre. De tantos problemas que hay en el club. No tengo bastante con mis problemas fuera del trabajo como para ir allí y salir mas agobiado. Necesito un cambio de aire.

Rubén asintió dándole la razón.

—La verdad es que se pasan ¿Te acuerdas de Álvaro?

Asintió Javier.

—Claro, simplemente porque no paró el balón y metieron gol los contrarios lo despidieron. Por si fuera poco, lo pagaron con los demás. Yo sintiéndolo mucho, no voy a consentir ni una vez más algo así.

Rubén no podía estar más de acuerdo con su compañero.

—Esta claro  —contestó.

De repente se le ocurrió una idea brillante.

—Tío, ¿Porqué no mandamos todo a la porra y probamos suerte en otra ciudad? —preguntó con curiosidad.

Esmeralda miró a su compañera.

 —¿Necesitas que te ayude en algo? —preguntó.

Jazmín le dedicó una pequeña sonrisa.

—No gracias, tampoco hay mucho que hacer.

Esmeralda asintió y se acordó de los recibos que había que preparar para entregarlos. Muchas madres no traían a sus hijos en un horario establecido, solo cuando lo necesitaban. 

En esos casos  muchas semanalmente se le debía de hacer el recibo y dentro de la semana que empezaba, debían abonar dicha cantidad.

—Nena,  los recibos de esta semana ¿No están hechos verdad?

Negó con la cabeza Jazmín.

 —No, los pensaba hacer cuando  vinieran a recoger este pequeñín    —dijo señalando al niño y este le sonrió tímidamente.

Esmeralda lo pensó mejor.

 —Pues no te preocupes, los hago yo y así tienes menos trabajo que hacer después.

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Arielyn se levantó y se dirigió al baño. Se lavó la cara y se volvió a recostar confusa. Seguidamente, confusa se tapó la cara con las manos.

Su cabeza estaba llena de preguntas sin respuestas. El interrogante mayor que habitaba en su mente era: 

 —¿Porqué ha sido todo tan real?.

Trató de buscar respuesta pero lo único que consiguió era hacerse más preguntas.

—¿Quién es ese chico?

 —¿Porqué desapareció cuando todo era perfecto?

—¿Porqué había sentido por él algo mágico y inexplicable si al fin y al cabo no lo conocía ni sabía su nombre?

Sintió una rabia e impotencia por dentro enorme. Si no se hubiese despertado quizás todo seguiría siendo tan bonito. La joven se puso a reflexionar, la vida no era justa para ella en realidad anhelaba amar. Definitivamente no pedía que fuese perfecto pero si algo real y sincero.

Si el existiera, ¿Porqué no debería de intentarlo?

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La madre de Michael contestó .

—Por favor dígame algo.

La recepcionista volvió a insistirle a la madre del muchacho.

—¿Puede venir ahora? El Dr. encargado de el  caso le informara de lo ocurrido y del estado del paciente.

La mujer estaba al borde de la desesperación.

—Si claro, facilíteme los datos del hospital y me pondré en marcha ahora mismo.

La recepcionista cogió una tarjeta que tenía a mano.

—De acuerdo  —dijo la recepcionista.

La empleada le dijo por teléfono los datos. se despidieron y cortaron la llamada telefónica. Por otro lado el padre de Michael se quedó mirando a su esposa angustiado.

—Cariño, ¿Quién era?

Ella alarmada contestó.

—Tenemos que irnos urgente al hospital, nuestro hijo está ingresado. No hay tiempo que perder.

El padre abrazó a la madre angustiado.

—Por favor que esté bien, es lo único que tenemos en esta vida.

La madre de Michael abrazó a su esposo.

—Confiemos en que no será nada  —dijo para tranquilizarse ella y a la misma vez a él.









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