Capítulo 10.
Anthony con mucha cautela logró salir del parque, no entendía porque le daba tantas vueltas a lo que estaba sucediendo si ella no iba a ser para él. Por más que soñara nunca iba a ocurrir, por momentos se sentía inferior a los demás. Una chica de tal calibre jamás se fijaría en un friki de los cómics como lo era él.
El muchacho empezó a rondar el parque por los alrededores por si la veía salir.
—¿Y si me toman por un loco?
Se preguntaba cada vez que lo pensaba. Lo que estaba haciendo no era nada normal. Y si.... era una ¿Obsesión? De nuevo que más da.. si solo con poder verla ya era hacía feliz.
Violeta sintió un escalofrío y una sensación muy extraña. Era como si ahora mismo necesitara huir del lugar y refugiarse en cualquier otra parte.
Sin pensárselo dos veces cogió sus cosas y salió del parque en dirección a su casa. El terror que sentía por dentro podía más que las ganas que tenia de leer o hacer otras cosas.
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Esteban al escuchar que llamaba a la puerta miró que la mesa estuviese ordenada para dar paso.
— Adelante —afirmó.
Minerva desde fuera escuchó al joven, cogió aire nerviosa y abrió la puerta. En su interior vio un despacho con mucha clase, no era uno común sino algo moderno y a la vez clásico. Nunca había visto la combinación pero para ser la primera vez le encantaba.
En el fondo sentado en un sillón de piel se encontraba Esteban. La muchacha se quedó mirando maravillada lo que la rodeaba pero, aunque no quisiera reconocerlo lo mejor de todo era él. Un joven guapísimo con un toque hipnotizante.
—¿Qué hago pensando en eso? Estoy aquí para pedir ayuda no para quedarme embobada mirándolo..
—Pero.. es perfecto. Ya basta Minerva, limítate solo a lo que has venido —se regañaba entre dientes.
Esteban miró a la joven con curiosidad.
—Tome asiento por favor —le ofreció con amabilidad.
Minerva se acercó a la silla y sin querer tropezó con la misma.
—Auch —se quejó. Maldita sea de nuevo metiendo la pata. Que vergüenza estoy pasando por segunda vez y que desastre soy —pensó.
Esteban le acarició la mano y se levantó por si necesitaba ayuda.
—¿Está bien señorita?
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Javier seguía anonadado por lo que tenía frente a sus ojos. No podía ni decir una mínima palabra.
Rubén miró a su amigo y se preguntaba que qué le estaba pasando aunque no era muy difícil de adivinar. La muchacha era preciosa no, lo siguiente.
—Gracias —sonrió Esmeralda.
Javier la miró y decidió romper el hielo. Ambos estaban nerviosos por el cruce de miradas que tuvieron hace unos instantes.
—¿Vas para Sevilla? —preguntó con curiosidad.
Ruben lo miró sorprendido.
—Vaya, ya era hora.
Javier y Rubén se miraron.
—¿Dijiste algo? —le preguntó Javier a Rubén.
Rubén miró a la muchacha y a su amigo.
—No no, hablaba sólo. Que qué hora es —dijo disimulando.
Javier se extrañó y ambos amigos miraron a la joven.
—Si ¿Y vosotros? —preguntó ella.
—También. Si gustas puedes sentarte con nosotros —sonrió tímido.
Esmeralda se sonrojó.
—No quiero causar molestias.
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Arielyn miró a los padres con la dulzura que la caracterizaba de por sí. Esto hizo que los padres del paciente se tranquilizaran.
—Acompáñenme por favor. En mi consulta los atenderé mejor.
Los padres asintieron.
—Adelante doctora la seguiremos —dijo el padre.
Arielyn los llevó a su consulta y los hizo pasar.
—Tomen asiento por favor —ofreció educadamente.
—Gracias —contestó la madre.
El matrimonio se sentó a la misma vez que Arielyn. La Dra. puso sobre la mesa todos los estudios que había realizado.
—Soy la Dra. Arielyn y estoy encargada del caso de su hijo —dijo cuando les ofrecía la mano a los padres.
Ambos saludaron cordialmente a la Dra. ofreciéndoles la mano.
—Nos gustaría saber que ha pasado —anunció la madre.
Arielyn sacó los papeles y los puso sobre la mesa.
—El joven llegó en estado de coma. Por lo que me comentaron iba conduciendo y tuvo un derrame cerebral. Su caso es de pronóstico reservado —les dijo lo más suavemente y tranquila que pudo.
Los padres como era obviamente se pusieron a llorar desconsoladamente tras escuchar a Arielyn.
—¿Se pondrá bien? —preguntó la madre mientras se secaba las lagrimas.
—Voy a hacer todo lo posible para que así sea. Como asignada en el caso mi deber es que este bien.
La Dra. le cogió a la madre las manos.
—Entiendo su preocupación. Tranquilícese porque haré todo lo humanamente posible para que se ponga bien. Personalmente me haré cargo de su recuperación y estaré exclusivamente dedicándome a él.
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