Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 26

DEAN ©
Capítulo 26

—¿A dónde estamos yendo exactamente?

La miro de reojo, sorprendido por haberla escuchado después de tres horas en un silencio tan molesto como incómodo. Hoy no lucía como otras veces, tres días habían pasado desde que leyó la carta y, desde entonces, todo lo que creía conocer de ella había desaparecido. Ya no era capaz de apreciar el brillo en su mirada, tampoco pude deleitarme con una de sus sonrisas, esas que había tenido la suerte de que me regalase. Tampoco había rastro de sus bromas, de ese entusiasmo por vivir. Simplemente todo se había esfumado, tan rápido como la vida de su padre, esa que yo extinguí y que me pesaba como ninguna otra.

—¿Puedes hablar? Creí que en sueños te había cortado la lengua —bromeo, esperando cualquier vestigio de humor por su parte, pero, simplemente, vuelve su vista al exterior. Suspiro, aferrándome con fuerza al volante.

En cualquier otro momento, con cualquier otra persona, no me estaría esforzando de este modo. Joder, lo único que habría hecho sería mandarla a la mierda. Sin embargo, Amor me importaba tanto que, dejarla tirada sin tenderle la mano, era algo que se alejaba demasiado de mis planes.

Aun sin saber cómo solucionar el mayor error de mi vida, pensaba dar todo de mi por volver a ver la bonita mueca de una sonrisa sobre sus labios. Y, es tal vez por eso, que la estaba llevando a ese lugar tan desconocido para muchos, pero tan doloroso para mí.

No sabía con certeza qué era lo que estaba haciendo, ni siquiera tenía claro qué hacía conduciendo en esa dirección, mucho menos por qué la llevaba conmigo. Mucho menos tenía por seguro que, lo que pretendía a hacer, fuese a funcionar. Pero quizás necesitaba demostrarle que después de toda la oscuridad, sí es posible visualizar esa suave luz que nos puede salvar.

»—A un sitio muy especial —musito, perdido.

Reduzco velocidad cuando ese camino terroso aparece en mi campo de visión. Con demasiada dificultad nos introduzco en él, dejando que el espeso bosque nos rodee y que los altos árboles nos priven de la calidez del sol.

El ambiente pareció cambiar en cuanto nos sumergimos en él, todo se encontraba húmedo, repleto de charcos, un frío lastimoso y una sensación de muerte impregnada en el aire. Nada había cambiado, el lugar seguía adaptado a todo lo que había sucedido y, por mucho años que pasasen, parecía no ser capaz de cambiar.

Todo ello era el vivo recuerdo de lo que pasó aquel día, el día que el bosque se tiñó con la sangre y el sufrimiento de quien más quería. El día que todos fueron testigos de mi condena.

Me aferro al volante con fuerza, por muchos años que pasasen, el volver aquí siempre tendría poder sobre mí. Todos los recuerdos, el dolor y la agonía me atacaban de golpe, con fuerza, luchando por derrumbarme, por hundirme sin piedad. Y yo, incapaz de otra cosa, me dejaba arrastrar por todo ello porque me lo merecía, más que nadie en este mundo me merecía sufrir.

Respiro con fuerza, lastimándome. Ni siquiera soy consciente de lo que pasa a mi alrededor, mi vista se ha nublado y solo veo oscuridad. Esa que, durante tanto tiempo, había sido mi única compañía. Esa que siempre me recordaba por qué era ella la única en estar a mi lado.

—¿Dean? —su suave voz se escucha lejana, como si no estuviese aquí —¡Dean! —un fuerte golpe en la mejilla me hace volver, el camino vuelve a reflejarse frente a mis ojos y entonces soy consciente de la velocidad tan exagerada a la que estaba conduciendo.

Freno de golpe, aun con la respiración agitada y el malestar sobre mi pecho. A lo lejos podía visualizar la destrozada construcción y, a pocos metros, el viejo cementerio que ya nadie utilizaba.

»—¿Estás bien? —sin preguntar toma mi rostro entre sus manos, obligándome a mirarla. Su ceño fruncido, sus ojos inquietos y esa preocupación exagerada en su mirada me hacen sentir todavía peor.

—¿Me has golpeado? —inquiero, ignorando su pregunta.

—Sí, te he dado un puñetazo de hecho —se centra en mis ojos, una pequeña sonrisa adorna sus labios y no necesito más para lanzarme sobre ellos.

La beso con necesidad, deleitado por su sabor, derretido por su inexperiencia, alocado por su mismo deseo. Sin cuidado la tomo de la nuca, presionándola contra mí, exigiendo más aun sabiendo que eso no era posible. Me moría por hacerla mía una y otra vez, a cada jodido momento y me mataba el tenerque controlarme de este modo.

»—Si sé que para tenerte así solo necesito golpearte, lo haré más a menudo.

—¿Ahora bromeas? —tanteo sobre sus labios.

—No sé exactamente dónde estamos ni qué hacemos aquí, pero si algo tengo claro es que esto te afecta y, aun así, lo estás haciendo por mí —de manera tierna roza nuestras narices —. Así que, aunque no entienda nada, muchas gracias gusanito.

—Pronto lo entenderás niña, confía en mí —le regalo un último beso antes de alejarme y retomar el corto camino que nos queda hasta lo que una vez fue mi hogar.

La angustia seguía presente, sin embargo, la pequeña y cálida mano de la niña sobre la mía reducía considerablemente esa incontrolable sensación de descontrol.

Pocos metros después nos encontrábamos frente a los restos destrozados y quemados de la casa donde me crie. Nadie se había molestado en arreglarlo, la malla policial aun seguía rodeando el terreno y los escombros ya se había mezclado con la salvaje maleza.

Cuando era pequeño me parecía hermoso vivir aquí en el bosque, en medio de la nada. Podía jugar por donde quisiese, pues sabía que no corría peligro ninguno. ¿Cómo imaginar que el peligro se encontraba dentro de mí casa?

Eran pocas las visitas que recibíamos, y cada vez que alguien se acercaba al lugar lo hacía únicamente por el viejo cementerio que se encuentra justo al lado. A día de hoy solo un cuerpo yace allí, los demás restos habían sido trasladados u olvidados tras el incendio.

—Ven conmigo —salgo del coche, seguido por ella. Me toma de la mano en cuanto se acerca, y entonces, tengo el valor para caminar.

—¿Qué es este lugar? —sus grandes ojos barren el desastre frente a nosotros con desconcierto, su mano aprieta la mía con fuerza y su cuerpo se ciñe contra mí.

—Aquí pasé mis primeros años de vida antes de ingresar en el internado —suspiro, observando el caos frente a mi y reviviendo cada risa, cada abrazo, cada momento de felicidad tras esas paredes. Momentos que demasiado rápido se ven cubiertos por los agonizantes sucesos de aquel ocho de noviembre.

—¿Es tu casa?

—Lo fue.

—No tienes por qué volver a recordar eso —replica.

—¿Acaso crees que es algo que puedo olvidar? —me giro hacia ella, enfocando sus orbes —. No decirlo no significa que desaparezca. No decirlo no acaba con cada sentimiento de odio que me ataca a cada jodido momento.

—¿Por qué me dices esto?

—Porque quiero que entiendas que, por mucha mierda que pases, siempre habrá algo que te haga seguir adelante. Nada está perdido niña, por mucho dolor que sientas ahora mismo.

—¿Qué te hizo seguir a ti? —sugiere, atrapando su labio.

—La necesidad de venganza —acoto. Nos desconecto y la insto a caminar junto a mí, dejando atrás la destrozada construcción para introducirnos en el recinto cerrado por una vieja verja donde las lápidas viejas y rotas lo cubrían todo.

—Esto me está dando escalofríos —se aferra a mi brazo con fuerza.

—¿Tan cagada eres?

—No te rías de mí, a cualquier persona normal le dan miedo los cementerios, más si están abandonados.

—A mi no.

—Pues lo que he dicho, a cualquier persona normal. Tu no eres normal —responde con obviedad. Niego con lentitud, esbozando una sonrisa —. ¿Vas a matarme o algo? —cuestiona minutos después, mientras seguimos avanzando entre tumbas vacías y féretros saqueados.

—¿Crees que por atraerte a un lugar remoto que nadie conoce y alejarte de cualquier rastro de civilización quiero matarte?

—¿Es posible?

—Voy a matarte niña —me mira alarmada, quizás por la calma en mi voz. Tal vez soné demasiado psicópata —, pero de gusto. Y para ello solo tienen que pasar un par de años, y cuando pasen, joder, morirás cada día de puro placer.

—¡No digas cosas así en un cementerio! —farfulle, el rubor ascendiendo por sus mejillas.

—¿Crees que a los agujeros en la tierra les puede ofender?

—Creo que deberías decirme de una vez qué demonios hacemos aquí y por qué narices estás tan bipolar. Has pasado de desquiciado a dolido, para después regodearte en la lástima y acabar bromeando con acostarte conmigo en un cementerio desértico en el que nos introducimos cada vez más —finaliza con exasperación, deformando el rostro en decenas de gestos que solo quieren hacerme reír. Me encojo de hombros.

Caminamos en silencio pocos minutos hasta dar con el único lugar del cementerio completamente limpio y cuidado ubicado al fondo del terreno. La alta hierba pasa a ser una sutil capa que cubre la tierra, adornada con un pequeño camino de piedras, decorado por coloridas flores, que indican el camino hacia la pequeña y pulcra capilla.

»—¿Ahora salen disfrazados los de la secta?

—Ahí está mi hermana —su rostro se contrae de inmediato, la culpa no tarda en llegar a sus ojos y el balbuceo a escapar de sus labios —. Shh, tus bromas nerviosas son lo que me mantienen cuerdo —es mi turno de bromear y parece funcionar, pues se relaja considerablemente.

—¿Tu mantienes esto así de cuidado?

—Sí.

—¿Sabe tu madre que...?

—Lo sabe, pero tiene prohibido venir.

—¡Dean! Tu perdiste a tu hermana, pero ella perdió a una hija —me regala una mirada de desaprobación a la que no tomo importancia, mucho menos ahora que sé la clase de persona a la que durante tanto tiempo me he negado a matar, aun sabiendo lo mucho que se lo merecía.

—Esa escoria fue la culpable de la muerte de Holly, no se merece tener un lugar en el que llorarla —doy el tema por zanjado, arrastrándola hacia el interior.

Velas encendidas, flores por doquier, fotos de ambos juntos, todo perfectamente colocado y ordenado para dar paso a la pequeña urna en el fondo de la capilla, guardada en una vitrina, en la que descansaban sus restos.

»—Creo que nunca seré capaz de superar su muerte —suspiro, perdido en el vidrio que contiene sus cenizas, consumido por el dolor que esto me sigue produciendo —. Holly ni siquiera pudo empezar su vida, no tuvo la oportunidad de ser feliz, de llorar, de conocer a alguien al que amar locamente... Sin embargo, yo, el responsable de que ella esté aquí, he tenido todo eso y más en la palma de mi mano. ¿Y sabes lo peor? Que ni siquiera he sido capaz de disfrutarlo porque siempre he creído que no me lo merezco. Porque siempre me ha consumido la duda de qué habría pasado si, ese día, los únicos fallecidos hubiésemos sido ese hombre y yo.

—No vuelvas a decir eso —exclama, encarándome —. ¡No puedes pasar toda la vida lamentándote por lo que pasó! Mi madre está muerta y han sido incontables las veces que he deseado el poder cambiarme con ella, pero eso es lo más egoísta que podemos querer. ¿Sabes por qué? Porque a nuestro alrededor siempre tendremos a alguien que depende de nosotros para no pensar igual. Mi padre me necesitó en aquel entonces, no pude dejarme vencer. Y tú, después de tantos años, tienes que poder ganar a tus demonios Dean.

—Nunca he tenido a nadie por quien luchar.

—Ahora me tienes a mí —se quiebra —, siempre me vas a tener. Lucha contra todo lo que te consume porque te necesito conmigo.

—Me duele que me necesites, y me quema necesitarte tanto como lo hago —aprieto la mandíbula con fuerza, luchando contra esas inmensas ganas de romper todo cuanto hay a mi alrededor —. No soy bueno para ti Amor, sin embargo, tu eres lo mejor que me ha pasado. Y soy tan jodidamente egoísta que, aun sabiendo que te voy a consumir, no pienso alejarte de mí.

—No lo hagas Dean, no me importan tus miedos —acuna mi rostro, apreciándome con ternura —. Yo sé que el chico del que me he enamorado jamás me dañará, todo está en tu cabeza.

Esbozo una sonrisa sarcástica con la que me trago la jodida realidad que tanto temo que descubra.

—Hazme una promesa niña —me sujeto a sus caderas, enfocando ese verde tan intenso que demasiado rápido me consumía —. No te dejes vencer, lucha contra todo el dolor, hazlo por mí. Y yo prometo no volver a dejarme dominar por mi demonios, prometo luchar cada jodido día de mi vida por ti, por mi ángel.

Asiente, sus ojos brillantes y su sonrisa más pura —. Te lo prometo Dean, te quiero.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro