Capítulo 24
DEAN ©
Capítulo 24
Mis puños se aprietan con fuerza sobre el volante, a medida que nos acercábamos mis ansias de sangre aumentaban, consumiéndome, nublando por completo cualquier rastro de cordura que pudiese tener y dejando una única cosa latente en mi interior: la sed de venganza, la necesidad de asesinar y hacer sufrir, de acabar con esos hijos de perra que trataron acabar no solo conmigo, sino con Amor.
La oscuridad hacía varias horas que se había comido el día, la espesa lluvia la acompañaba, dándole el toque final a esta noche donde la masacre final se producirá.
Varios de mis hombres nos escoltaban desde sus propios vehículos, todos venían preparados con sus armas y no dudarán en vaciar el cargador contra cualquier persona que yo desee. La orden ya está dada, hoy estamos de caza y, cuando los lobos salen a por sus presas, no hay ni una sola que quede con vida.
Reduzco velocidad y dejo que mis hombres me adelanten y exploren el perímetro antes de poner un solo pie en el viejo almacén donde, según una banda aliada, tendría lugar una pequeña reunión en la que, tanto Abruzzi como ellos, acudirían. No estábamos seguros de nada, en cualquier otro momento ni siquiera se nos habría ocurrido presentarnos aquí y, a pesar de que mi gente se cercioro de que eso era cierto, nunca se podía estar seguro del todo. Pero la desesperación por la seguridad de la niña me consumía a diario, no era capaz de conciliar el sueño al saber que esos hijos de perra seguían sueltos y a la espera de dañar a lo que, a día de hoy, más me importaba.
No fue demasiado difícil para ellos averiguar con qué pueden joderme de verdad, lo que no han tenido en cuenta es que, si alguien toca o daña lo que es mío, no tendrán segunda oportunidad para volver a hacerlo.
Abandono la calidez y el espeso silencio del coche cuando Rudy me indica que todo está en orden. El frío de la noche me golpea el rostro con tanta fuerza que parece cortar mi piel, sonrío ante ello, es solo el inicio de todo lo que espera. Seguido por Tyler y Volkov avanzo hasta alcanzar la entrada, todo está sumido en un silencio perturbador, a penas soy capaz de apreciar algo más que no sea la espesa y profunda oscuridad. Pero no me asusta, esta noche tenía un objetivo y más me valía cumplirlo si no quería estar nuevamente como al principio.
Mis hombres se despliegan a mi alrededor con las armas en mano, cargadas y preparadas para estallar cuando sea necesario. Es mi turno ahora de tomar la pistola de mis vaqueros y caminar hacia el interior con el objetivo fijado en mi retina. No soy el primero en entrar, sería estúpido exponerme a una posible trampa, es por eso por lo que, diez de mis veinte hombres ingresan cuidadosamente. Les sigo, y no es hasta que cruzo el amplio portón que las primeras voces llegan a mis oídos.
Una macabra sonrisa se expande por mis labios, la sangre se acelera sobre mis venas, el latido de mi corazón se intensifica, y entonces, se detiene de golpe.
—¿Qué sucede, jefe? —Tyler aparece a mi lado, parece perdido por mi actitud y no demora en tomarme del hombro en busca de respuestas.
—Esa voz —camino decidido, importándome una mierda el poder acabar con una bala en la cabeza. Mi gente me sigue, como siempre fieles, pero ya no me importa que estén aquí, porque para lo que acababa de escuchar no podía ser protegido.
No me detengo hasta tener a los dueños de las voces frente a mí, justo delante, bajo una tenue luz y en medio de toda la mierda que se reparte por el almacén está el doctor, parece nervioso, se pasea de lado a lado mientras gesticula de manera exagerada. Junto a él se encuentran varios hombres a los que rápidamente reconozco por el dibujo de sus cazadoras: son los estúpidos conejillos que la banda delatora ha engañado para ayudarnos. Ninguno de todos ellos se llevan mi atención, no cuando mi vista cae en la persona que se encuentra enfrente de todos ellos. Parece relajada, incluso se permite el lujo de acariciarse el canoso pelo mientras su otra mano descansa en la gastada muleta.
En ese momento ni siquiera me importa no encontrar al hijo de puta de Abruzzi aquí, todo cuanto tenía planeado a la perfección, se fue a la mierda.
La saliva se seca sobre mi garganta, el corazón se detiene sobre mi pecho, los pulmones parecen contraérseme y la furia, esa que me había traído hasta aquí, desaparece. En cuestión de segundos me reduzco a nada, todo se derrumba en mi interior, golpeándome con fuerza en el proceso y, entonces, la daga atraviesa la bola de mi pecho sin previo aviso. Por un momento me siento caer, mientras observo a la mujer que me dio la vida y comprendo que ella también está detrás de esto, también desea verme muerto.
La odiaba tanto, durante todos estos años no he sentido nada más que repulsión hacia ella, asco y rencor por como condenó la vida de Holly y como destrozó la mía por su jodida avaricia y su egoísmo. Pero ahora que la veía con los enemigos, con esas personas que tanto deseaban verme muerto, la decepción abría cada arteria de mi cuerpo y me obligaba a sufrir como un jodido imbécil.
—¿Qué hacemos, jefe?
—Seguir el plan —pronuncio gélido, únicamente centrado en mi madre.
—Es su madre, ¿Está seguro...?
—Haz lo que te ordeno Tyler, no es hora de que te hagas el psicólogo —le encaro, demostrándole con tan solo una mirada la realidad de mis palabras.
He venido aquí a acabar con los enemigos, ella siempre ha sido uno y es hora de hacerla desaparecer también.
»—Atacar, pero a ella dejármela a mí.
En cuanto acabo de dar la orden mis hombres estallan en gritos y disparos mientras avanzan hacia ellos. Ni siquiera tienen tiempo de defenderse, así que los primeros en caer, tal y como hemos acordado, son los conejillos de indias que han enviado. El doctor pretende disparar en contra de los míos, pero no es lo suficientemente rápido, así que no tarda demasiado en caer al suelo con una bala en su muslo.
Dejo de observar la escena cuando Volkov avanza hacia él, sabe lo que tiene que hacer. Me centro en mi madre entonces, mira a su alrededor alarmada, el miedo se refleja en sus orbes y para cuando trata de huir, ya es tarde.
—Hola madre —me interpongo en su camino, una sonrisa siniestra toma mis labios y entonces me doy cuenta de que me he perdido. Ya no queda rastro del Dean que aparecía con la niña, ahora mismo el monstruo se había hecho el dueño de mi mente, mis pensamientos más retorcidos y de ese dolor que parecía convertirse en ira.
—Dean...—balbucea. Disfruto del miedo que marca su voz y de cómo en sus ojos se refleja el destino que le espera.
—Se te olvidó invitarme a la reunión familiar, ¿qué me he perdido?
—No es lo que parece hijo, solo...
—¿No? Entonces explícame, madre, ¡qué coño haces reunida con los hombres que me están dando caza!
—¡Negociar! —exclama con desesperación, tratando de tomarme el rostro.
—Mírate, eres patética —escupo con asco —. Nadie, jamás, podrá acabar conmigo.
—Solo quiero salvarte hijo, escúchame.
—No —miro a mi alrededor, todos los presentes yacen muertos a excepción del doctor y mi madre. Mis hombres esperan mis próximas órdenes y no pienso hacerles esperar demasiado —. Meterlos en la furgoneta, el sótano nos espera.
(...)
Tranquilo, me paseo por toda la longitud de la habitación. El olor de la sangre de la última víctima todavía está en el aire y eso me hace sentir aun más placer al estar aquí. No sabía cuánto tiempo llevaba sin entrar, pero si el suficiente como para haberlo extrañado más que nada en este mundo.
Le propino la última calada al cigarro entre mis labios antes de lanzarlo a cualquier parte. Entonces vuelvo sobre mis pasos y enfoco al cerdo del doctor sobre una silla, atado, magullado y con la sangre corriendo a chorros por su pierna. Su rostro apenas estaba reconocible, me desquité con él en cuanto tuve ocasión.
Ahora estábamos solos, el silencio nos rodeaba y únicamente era interrumpido por sus quejidos, unos que se sentían como música para mis oídos. Ansiaba torturarle hasta extinguir su miserable vida, sin embargo, necesitaba información, así que no me quedaba otra más que buscar cualquier tipo de control si no quería cagarla y perder la jodida oportunidad de encontrar a Abruzzi y acabar con esto de una vez por todas.
—Roy Mccan, hombre listo, pero no lo suficiente —canturreo frente a él —. ¿En serio te creíste capaz de acabar conmigo? La muerte de esa zorra inestable te ha hecho creerte capaz de todo, y, a decir verdad, no eres más que una mierda insignificante que no vale para nada. Ni siquiera para proteger a su hija.
—Te vas a arrepentir de todo el dolor que has causado —su voz es pastosa y torpe por los golpes que le había propiciado. Aun así, tiene la fuerza suficiente como para alzar la cabeza y observarme con una cruda sonrisa.
—Dime doctor, ¿qué se siente? —tomo una silla y la acomodo de manera que quedamos cara a cara —. ¿Cómo es la vida de un hombre que falló como padre? ¿Qué sientes cuando te ves? Porque yo te miro y solo soy capaz de apreciar al hombre que dejó a su hija morir. La muy zorra pedía a gritos ayuda y tu no la ayudaste, ¿y ahora quieres ir de padre? Tu hija está bajo tierra, no te parece que ya es tarde para eso.
—Hijo de puta, ¡todo fue culpa tuya! —brama con odio.
—Lo admito, tuve la culpa de follarme a esa loca obsesiva con falta de atención —me carcajeo en su cara, disfrutando demasiado del momento —. Pero no estamos aquí para hablar de los muertos, dime dónde está Abruzzi y te daré una muerte rápida.
—Púdrete en el infierno.
—No olvides que ese es mi hogar —siseo inclinándome hacia él. El olor de su sangre se cuela por mis fosas nasales, inspiro con fuerza y no dudo en clavar la mano en la herida de su muslo.
Grita desconsolado, lucha por alejarse mientras se retuerce, consiguiendo únicamente que ejerza más presión.
»—Dónde está Abruzzi.
—¿Tienes miedo Dean?¿Temes por Amor? —ríe, varias lágrimas resbalando por sus mejillas —. Haces bien, esa pobre niña tiene los días contados y todo por tu culpa. ¿Qué se siente? Aun no lo sabes, pero pronto descubrirás lo que es vivir sin la persona que más quieres. Si consideras que tu vida es un infierno, espera a despertar cada día con el peso de su muerte sobre tus hombros. Te consumirá y acabará contigo, diablo.
Le callo de un puñetazo, con todas mis fuerzas estampó mi puño contra su mandíbula, esta parece crujir, pero no es peor que el golpe seco que recibe cuando cae al suelo. La sangre brota de sus rotos labios, y, aun así, no para de sonreír. Él sabía algo que a mi se me escapaba, y estaba seguro de que aun sabiendo que va a morir, no me lo dirá.
—Vas a morir doctor, y vas a sufrir como la mierda que eres. Y antes de que tu último aliento escape de tus labios me tendrás frente a ti, será la última imagen que te lleves a la tumba, la del hombre que destrozó tu familia, que disfrutó con ello y que ahora, disfruta de acabar contigo. Morirás con el diablo frente a tus propios ojos, y lo harás como el inútil que se va habiendo perdido todo.
No le doy tiempo a más replica, lo tomo del pelo y lo levanto hasta volverlo a dejar sobre la silla. Varios mechones se quedan sobre mi mano, pero ni siquiera se queja, el muy hijo de puta parece haber aceptado su destino demasiado rápido. Con el placer recorriendo cada canal de mi cuerpo y uniéndose a la rabia que me consumía, camino hacia la mesa y admiro cada elemento de tortura, dudando en qué usar con él.
»—He pensado, y créeme doctor, me ha costado decidirme, pero qué mejor muerte que la que le diste tu a tu hija —enfoco la filosa navaja sobre la mesa de metal —. La muy inútil se cortó las venas en la bañera de tu casa mientras tu disfrutabas de una noche con tu amante, y te preguntarás, ¿cómo lo sabes? ¡Pregúntamelo! —bramo, lanzando un puñetazo a la mesa.
—¿Cómo lo sabes? —inquiere débil, observándome con tanto asco que me hace sonreír.
—Tu hija lo grabó doctor, y me lo envió. Claro que, cuando recibí ese paquete de su parte, lo primero que hice fue tirarlo a la basura. Por suerte, Volkov lo recogió y lo guardó, a saber qué pasó por la cabeza del ruso para hacer eso, pero sin duda, ha sido una de las mejores decisiones que ha podido tomar.
—No lo hagas —la suplica destila en su voz cuando me giro hacia él con la navaja en la mano.
—Tyler, pon el vídeo.
Sale de entre las sombras, empujando una pequeña estantería con una vieja tele sobre ella. La coloca frente al doctor y, con solo mi asentimiento, presiona el botón que hace que la pantalla se ilumine. Lo primero que aparece es la bañera vacía, segundos después aparece ella, una cuchilla en su mano mientras ingresa en la tina.
—Por favor, te lo suplico Dean, no me hagas esto —las lágrimas resbalan por sus mejillas. Las observo con admiración, sintiendo como todo en mi interior estalla en éxtasis ante su sufrimiento.
—Disfruta de la película doctor, la he visto un par de veces y está muy bien —bromeo antes de tomar su muñeca y propinarle un profundo corte. Grita de dolor, siento placer.
Me paseo por su alrededor, jugando con la navaja entre las manos, empapándome de la sangre de esta y sintiéndome como el enfermo psicópata que soy.
—Le destrozaste la vida —lloriquea, haciéndome rodar los ojos.
—Solo escúchala, estaba loca. ¿En serio todo eso por mí? ¿Qué creía, que iba a hacer lo mismo que ella? Fue ridícula y estúpida.
—Amor no tiene culpa de lo que le va a pasar, pero te aseguro que sufrirá como nadie.
—¡Nadie la va a tocar! —tomo su otro brazo y hundo la cuchilla en él, la retuerzo en su interior y entonces la dejo correr por la carne, desgarrándola y abriéndola en canal.
Vocifera desconsolado y, viendo las imágenes que se reflejan frente a sus ojos y que no es capaz de dejar de ver, comprendo que ni siquiera es capaz de prestarle atención a las heridas que le estoy haciendo. En sus ojos se refleja el mayor dolor que he podido ver jamás, se mezcla con ese odio que siente por sí mismo.
Cansado de esto rajo más venas de su cuerpo, y solo cuando creo que es suficiente me alejo. Tiro la navaja sobre la mesa y me acomodo junto a esta, cruzo mis brazos y, como siempre toca, espero. No apartado la mirada de él mientras se lamenta y sufre por su hija, va a morir y lo único que tendrá en su cabeza será la muerte de ese enferma. Lo observo con detenimiento, disfrutando de su dolor, complacido al verlo morir lentamente pero no sin antes destrozarle el corazón.
No sé cuánto tiempo pasa hasta que el último aliento, acompañado del llanto, escapa de sus labios. Suspiro entonces y enfoco a Tyler entre la oscuridad.
—Ya se ha acabado la diversión, deshaceros del cuerpo.
—Estaba demasiado seguro de que la niña va a pagar por lo que usted les hizo —camina hacia mí.
—Estaba desesperado, diría cualquier cosa en total de desestabilizarme.
—¿Y si no solo lo dijo por eso?
—Nadie la va a tocar, Tyler —aseguro. Sin embargo, un repentino martilleo dudoso ataca mi corazón —. Reforzaremos la seguridad, ninguno dormirá hasta que no demos con Abruzzi.
Finalizo, tratando de abandonar la habitación. No sabía por qué, pero la necesidad de ver a la niña y cerciorarme de su seguridad acababa de dominar todo mi cuerpo.
—¿Y su madre? —interrumpe mis pasos, recordándome eso que luchaba por olvidar.
—¿La tenéis donde os ordené?
—Sí jefe.
—Entonces no os preocupéis, más tarde le haré una visita a esa hija de puta.
• • •
OMG, ¿alguien se esperaba que su madre estuviese detrás? 😳
Y el doctor, al final Dean cumplió con su palabra...
Hoy no hay doble actualización, tengo muchas cosas que editar y cambiar en los próximos capítulos y, por el momento, no he tenido tiempo. Así que, espero que el capítulo de hoy os haya gustado.❤️
¿Os imagináis esta maravilla?😍
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