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Capítulo 12

DEAN ©
Capítulo 12

Mi polla salta, deseosa de cumplir con sus deseos, con los míos. Con demasiada valentía deja que su mano caiga sobre mi pecho, y con una lentitud tortuosa, la arrastra hasta el bulto tras los pantalones. No aparta la mirada cuando, con su fina y pequeña mano ejerce un fuerte apretón. Aprieto los dientes e inspiro con tanta fuerza que incluso mis fosas nasales duelen, pero jodida mierda, ese sutil e inocente gesto se ha sentido mucho más caliente que cualquier mano rodeando mi longitud.

—No hagas eso niña —ordeno, atrapando su mano y alejándola de mi segunda cabeza —. Si no se tratase de ti ya estarías de rodillas y con tu dulce boca ocupada con mi polla.

—¿Pero...?

—Pero aun es pronto y no pienso follarte todavía —hunde el ceño, la molestia pronto toma su mueca.

—¡No puedes dejarme así! —la agudez de su voz al gritar solo me hace reír, más aún por lo que se queja. Inocente y sucia, como la deseo.

—Puedo y es lo que pienso hacer —finalizo hastiado, sin embargo, no parece importarle ya que nuevamente replica.

—Bien, si tu no quieres hacerlo, estoy segura de que Kevin lo deseará —se apoya en mi pecho y se aleja, no demasiado ya que la aprieto con fuerza y la vuelvo a pegar.

—Vuelve a decirlo —sugiero frío, los celos y el enfado parecen consumirme tan rápido que apenas soy consciente de mis próximos actos.

—Lo haré con Ke... —sin cuidado elevo mi mano y la dejo caer con fuerza sobre su nalga derecha. Sus labios se quedan abiertos, a medias de acabar de hablar, sin embargo, lo próximo que escapa de ellos es un chillido.

—Otra vez —exijo, la sangre arde sobre mis venas, quema y parece rajar todos los canales por los que viaja. Arruga el rostro, el enfado timbra en su mirada y como la valiente que es vuelve a hablar.

—Escúchame bien, y no me interrumpas —sisea, tratando de tomar mis manos entre las suyas. Clava sus ojos en los míos, el deseo sigue en ellos, jodida mierda que esto la está calentando tanto como a mí. El problema es que la furia también está presente en mi organismo, y eso, no es bueno para ella —. Pienso acostarme con quien me dé la gana.

—Escúchame tu a mí, niña —mascullo demasiado cerca —. Eres mía, nadie te va a tocar, ¿entiendes? Eso es algo que me pertenece.

—No voy a esperar dos años —espeta con molestia, liberando mis manos y cruzándose de brazos.

—Claro que lo harás —aseguro convencido —. No tienes elección, eres mía. —recalco —¿O quieres que te castigue? —atrapa su labio inferior, evitando que la sonrisa que tira de sus labios se expanda —. Te gustaría, lo sé. Eres una niña demasiado sucia, ¿sabías? —ronroneo, rozando sus labios.

—Por eso, pienso dejar que me escuches mientras estoy en la ducha, o en la cama, quién sabe —abro los ojos con sorpresa, ¿dónde demonios se ha ido su inocencia?

—Como me gusta verte nublada por la excitación —averiguo en un suspiro —. Ahora córtame el pelo y sal del baño.

—¿Puedo mirar? —aletea las pestañas con coquetería. Niego con cansancio, dejando que una risa escape de mi garganta.

—Nunca me había negado a una mujer, ¿puedes comprender lo difícil que me está siendo esto?

—No te niegues entonces.

—Me negaré hasta que no alcances tu mayoría de edad, aunque hay muchas más cosas que no incluyen sexo y son jodidamente placenteras —mi mente viaja sin permiso por cientos de escenarios donde mis manos toman el control de ese inexperto y apetecible cuerpo. Joder.

—¿Ah, si? —ladea la cabeza curiosa.

—Niña, córtame el pelo de una vez y déjame solo —atajo. El dolor punza sin control sobre mi pene y como no le dé lo que quiere se volverá insoportable. Suspira con molestia pero, por fin, toma la máquina entre sus manos y comienza a arreglar su estropicio. Su ceño no tarda en arrugarse en una mueca concentrada, sonrío obnubilado, perdiéndome poco a poco en esos fuertes latidos que taladran mi pecho.

La niña me pone a mil, joder, me hace sentir como un enfermo. Con sus palabras indicadas, sus peticiones indebidas y sus movimientos torpes y atrevidos lograba hacerme estallar y perder la poca cordura que mantengo. Sin embargo, cuanto más la aprecio, cuánto más tiempo paso a su lado, más me doy cuenta de esos pequeños detalles que me hacen estar en el peor de los momentos y sonreír.

Adoro cuando arruga su nariz concentrada, cuando atrapa su labio y evitar reír, cuando menea la cabeza nerviosa, cuando sus mejillas se tiñen avergonzadas. Maldita sea, me vuelve loco esa boca sucia, aun más que no tema decirme todo lo que piensa a pesar de mis tontas amenazas. Me encantan sus caricias torpes y atrevidas, sus besos inexpertos pero intensos, era mirada qué taladra y parece dejarme K.O.

Jodida mierda, en solo una cría puedo ver muchísimo más que un cuerpo. Más que eso puedo sentir, sentir a mi corazón renacer, como la oscuridad se aleja dejando paso a la felicidad que lo ilumina todo. Maldita sea, la jodida niña me hacía sentir vivo. Lograba menguar mis demonios y hacerme creer que a su lado no soy un monstruo.

Y eso es un gran problema, porque nunca me he sentido así y no tengo ni puta idea de cómo afrontarlo. El miedo a cagarla estaba tan latente que incluso arañaba, porque eso nunca me había importado, jamás había querido que algo funcionase. Pero, por primera vez en la vida, ansío no perderla, no consumirla. Quiero hacerla feliz porque, joder, ver su sonrisa es lo que produce la mía.

Porque ella es mía, lo será por siempre. Y, maldita mierda, pero yo también soy suyo, y pienso serlo hasta mi último aliento.

Arrancó las paredes que consumían mi corazón y lo ayudó a latir, alejó el huracán de mi interior y lo convirtió en un océano en calma. Sufriría mil balazos más si con ello puedo estar aquí con ella, ya no me importa mi vida, solo la de ella. Y pienso cuidarla, protegerla y darle todo lo que, mi corazón solitario, desea ofrecerle.

—Dean... —emito un sonido de garganta ante su susurro. Pestañeo varias veces, volviendo a la realidad y enfocándola. Muerde su labio como es costumbre y me observa demasiado intensa —. Con el pelo así estás más bueno, ¿cómo es posible? —cuestiona en reproche —. ¿Es que nada te luce mal? ¿Qué maldito pacto has hecho con el diablo?

—Demasiados —sonrío de lado ante su mueca. Lentamente se incorpora alejando el calor que había entre ambos, haciéndome luchar contra mis ganas de volver a tenerla sobre mi. Su mirada cae sin pudor a mi entrepierna, sus mejillas se tiñen rápido y su respiración parece cortarse. Sí, mi polla sigue erecta e hinchada, y seguirá así hasta que no la libere —. ¿Quieres? —con socarronería le propino un leve apretón sobre la tela.

—No seas malo —gruñe sin apartar la vista —. Dúchate, después iré yo.

Gira sobre sus talones y abandona el baño. Cierra la puerta demasiado rápido, dejándome solo, excitado y jodido. Me carcajeo derrotado, esta niña es peor que cualquier mujer.

Me incorporo, ansioso por entrar en la ducha. En cuanto me enfoco en el espejo sonrío, tiene razón, estoy jodidamente caliente con el pelo así. Rápidamente me deshago de mi ropa y, sin esperar a que el agua tome la temperatura indicada, ingreso. Mi mano viaja sola a mi erección, gruño frustrado cuando parece no ser suficiente; la quiero a ella. Quiero su boca, sus manos, su coño... joder lo quiero todo.

Cierro los ojos, me apoyo en la mampara y tallo toda mi longitud sin detenerme. Rápido, brusco, imaginando sus labios sobre mi carne, volviéndome loco por su lengua, por su mirada sucia. La imagino de tantas maneras, mientras me estrujo con velocidad. Gruño bajo, maldigo y, cuando la imagino con su lengua fuera, deseando mi corrida sobre ella, me libero.

—Joder... —no detengo mis movimientos hasta pasados unos segundos. Mi pecho sube y baja demasiado rápido, y extrañamente, esta vez no ha sido suficiente. No lo es imaginarla cuando la he tenido tan cerca, la he tocado y sé lo que deseo.

Solo quiero pegarme un puñetazo por darme de cuenta de que, durante dos años, será así. Gruño ante el simple pensamiento, abro el grifo de agua fría y lucho porque el control regrese a mi jodida cabeza.

—Solo son dos años, 730 días de mierda —mascullo. Cierro los ojos y dejo que el agua impacte contra mi rostro.

Si mi mano no es suficiente, tal vez la suya lo sea.

(...)

La niña me mira con recelo desde su cama, desde nuestro caluroso encuentro en el baño no me he vuelto a acercar a ella. Y ella, extrañamente, tampoco lo ha intentado.

Parecemos dos críos pequeños –de hecho ella lo es–, haciéndonos los duros, evitando reírnos y, en este caso, ella avergonzada por su descontrol. Si bien su faceta inocente me tenía a sus pies, ese lado guarro me hacía querer arrodillarme y probarla entera. Es la combinación perfecta; dulce y sucia. Inocente y pícara. Vergonzosa y atrevida.

No sé cuántas pajas debo hacerme para dejar de pensar en su cuerpo desnudo y expuesto para mi.

La puerta se abre sin previo aviso dando paso al gilipollas de turno; el doctor.

—Felicidades Señor Kellerman —exclama con alegría. Entrecierro los ojos, confuso.

—¿Qué coño pasa?

—El gran día ha llegado, podrá abandonar el hospital esta misma tarde —esa sonrisa que se dibuja en su cara solo me incita a borrarla de un puñetazo.

—Aún no es viernes —mascullo bajo.

—Es usted un hombre sano —se encoge de hombros, observando el papel entre sus manos —Ya no necesita medicamentos, sus heridas están cerradas. ¿Para qué retenerlo más?

—¿Te vas? —el suave y triste susurro de la niña me hace buscarla. La enfoco sentada sobre su cama, observándome. Rápidamente me incorporo, acercándome a ella y tomando su rostro entre mis manos. Sus ojos brillan a tan corta distancia y solo quiero volver a abrir las malditas heridas.

—Así es Amor —interrumpe —. Tú compañero ya no necesita de nuestros cuidados. Es su hora Kellerman.

—No quiero que te vayas —con fuerza cubre mis manos con las suyas.

—No me voy a ir a ningún lado niña —aseguro con una pequeña sonrisa. Asiento en busca de su tranquilidad, una que parece llegar y que la voz del gilipollas lanza bien lejos.

—No puede seguir aquí.

—Cállate la boca —volteo en su dirección, acercándome —. Pienso estar con ella el tiempo que me dé la gana, ¿te queda claro?

—¿Qué clase de enfermo eres? —inquiere con asco, retrocediendo ligeramente —. Es una niña Kellerman, una persona inocente y pura. ¿Qué pretendes hacer con ella?

—Cuidarla como una jodida reina —aprieto mis puños con fuerza, luchando contra todos los instintos que gritan en mi interior.

—¿Y cuando te canses? ¿Piensas desecharla como a todas?

—No me conoces —siseo furioso.

—No es difícil de averiguar lo que los monstruos como tú le hacen a las mujeres, ¿a caso crees que Amor puede recomponerse como todas? ¿Piensas consumirla y esperar a que vuelva a brillar por sí sola? —su cuerpo tenso, el enfado en su mirada y no necesito más para saber que desea golearme tanto como yo a él.

—Si no quieres que me meta en tu vida, en tu familia —traga duro ante la sola mención. —, olvídate de mi, de Amor y de lo que a partir de ahora hagamos. ¿Te queda claro, doctor?

—Ten mucho cuidado Amor, los monstruos pueden apaciguarse, pero siempre estarán ahí —exclama con asco, observándome con el odio latente antes de abandonar la habitación y dejarme con un sabor amargo.

—No pienso, jamás, hacerte daño niña. Antes me pego un tiro, ¿claro? —inquiero tosco, encarándola. Me observa desde la cama, sus ojos bien abiertos; las dudas clavadas en ellos. Asiente en respuesta, compungida.

Con desespero me acerco a ella, no le doy tiempo a reaccionar, atrapo su cuerpo bajo el mío y consumo su boca tanto como deseo hacerlo con su cuerpo. Saboreo sus labios, juego con su lengua, lamo, muerdo... pierdo la cordura ante su entrega. No rechista, no me aparta, simplemente se esfuerza por seguir mi ritmo y, joder, eso me ponía aún más.

»—¿Lo tienes claro? —su respiración agitada golpea contra mis labios, me enfoca perdida, sin embargo, vuelve a asentir —. Habla.

—Confío en ti Dean, no me importa lo que digan. Sé que no me dañarás —cierro los ojos, la tranquilidad abordándome con fuerza. La felicidad golpeándome sin control, esas malditas palabras se han sentido mejor de lo que jamás habría imaginado. Con dulzura atrapa mis mejillas, acunándome. Busco su mirada, y cuando la encuentro, veo mis malditos sentimientos reflejarse en sus orbes.

—Mi reina, intocable.

• • •

JAJAJAJAJAJAJAJAJAJA me parece ✨maravilloso✨, lo hizo mi mejor amiga y me hizo reír de verdad. Si queréis hacer algo así podéis pasármelo por Instagram, lo estaré subiendo.

No tocaba actualización pero como con el capítulo anterior os volvisteis realmente —y no exagero— locas, os dejo este por aquí.

Por cierto, ¿hace falta que os recuerde que Amor tiene dieciséis años? Al principio estabais algo "indignadas" por su edad y ahora estáis locas porque se acueste con Dean. En fin, pervertidas.

Queréis sexo, lo sé, sois una marranas. Lo tendréis, lo prometo, pero más adelante. Como dice Dean —aunque ni él mismo cumpla con su palabra— hay que hacer las cosas bien. De momento, disfrutar de los momentos intensos entre estos dos.

Y muchas gracias por todos los comentarios que me dejáis en los capítulos, por los mensajes privados que me mandáis y por estar siempre pendiente de la historia. Sois las mejores lectoras y os quiero un montón. No sabéis lo mucho que me animáis y las ganas que me dais de seguir escribiendo, porque aún queda muchísimo por delante amigas.

Por último os quería pedir un favor, ¿podéis dejarme en comentarios a qué actor o famoso os recuerda Dean? ¿Y Amor? Porque me gustaría hacer algún edit sobre ellos y no sé a quién poner. :(

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