
Capítulo 9: Problemas con Kim
-¡Heather! -Kim se acercó a mí, tambaleante-. Te había extrañado.
Kim me dio un abrazo como si no nos hubiéramos visto en toda una vida. Yo la abracé nerviosa, si abría la boca, tendría que firmar mi sentencia de muerte.
-Oye, Heather -me llamó uno de los amigos de Kim-. ¿Tú y tus nuevos amigos no quieren algo? -me dijo, dándome una clara directa.
-No, no...
-¿Algo como que? -preguntó Estela.
«Esta puta entrometida...».
-Pastillitas -dijo él-. Tengo de distintos colores y formas.
Los seis me miraron estupefactos... ¿Dónde se firmaban las sentencias de muerte?
-No, no quieren, yo tampoco... Tú sabes que no me gusta -intenté que él entendiera la indirecta para que me siguiera el juego.
-¿De qué hablas? Kim y tú son mis mejores compradoras.
Yo fruncí mi ceño debido al gran estúpido que tenía enfrente de mí. Kim parecía estar muy alegre y animada, por supuesto que había consumido éxtasis.
-Bien, nos vamos -dijo otro de los amigos de Kim-. Tenemos cosas que hacer. Te dejamos a Kim.
Yo asentí con los labios apretados. Claro, ellos no eran verdaderos amigos de Kim, para ellos solo era una chica linda, simpática y con suficiente dinero para comprarles sus porquerías... el problema era que no lo había captado hasta ese momento.
Kim se despidió con un movimiento de mano algo torpe y los otros desaparecieron de mi vista.
-Kim -ella había comenzado a bailar sola-. Kim.
-¡Estoy bailando!
-Sí, ya lo sé -comencé a notar que no se veía muy bien-. ¿Qué tal si nos vamos?
-¡¿Estás loca?!
-No se ve muy bien -me dijo la novia de James.
«Ya lo sé, Einstein».
-Sí, también lo noté.
-¿Consumió esas pastillas? -me preguntó Estela, cómo si fuera mi madre-. ¿Consumió drogas?
-Sí.
-No debería comprar esas cosas, son demasiado... -interrumpí a Eiden.
-Ya lo sé, ahórrate el sermón.
El que me reprendieran a mi como si yo fuera la tutora de mi amiga solo me ponía mas nerviosa y no me dejaba pensar bien en que hacer para sacar a Kim de ahí.
Kim se acercó a mí tambaleante y con la respiración muy acelerada, y se apoyó en mi hombro.
-No me siento bien -dijo.
Entonces, un recuerdo llegó de vuelta a mi cabeza.
Era el cumpleaños número diecisiete de Kim. Josh y Derek habían logrado conseguir que entráramos sin hacer fila a Neon Lights y todos habíamos comprado nuestras pastillas favoritas para festejar.
Lo bueno que tenía el éxtasis, la droga del amor o del abrazo, era que te provocaba una euforia tremenda. Podías bailar toda la noche sin problema y si querías tener sexo, se sentía como ir al paraíso por un momento.
Kim adoraba las pastillas más que la marihuana. Ella amaba sentirse eufórica y animada, no torpe y decaída como Derek y Josh.
-¡Feliz cumpleaños, Kim! -dijo Josh levantando su vaso con agua.
Los cinco pusimos las pastillas de colores en nuestras bocas y nos empinamos los vasos de agua para tragarlas.
En cinco minutos, pude sentir mí corazón latir como su estuviera corriendo una maratón.
Comencé a bailar con un chico, con él que terminé besándome y tocándome en pleno club. Todo iba perfecto y estaba a punto de ir a los baños con él, cuando sentí la voz de Michel:
-¡Heather!
Miré hacia dónde había oído el grito y divisé a Michel y Derek sosteniendo a Kim inconsciente.
Corrí hacia ellos y comencé a remecer a Kim.
-¿Está bien? -preguntó Derek.
-Solo no llamen la atención o tendremos problemas -advirtió Michel.
Buscamos rápidamente a Josh y nos llevamos a Kim al hospital lo más rápido que pudimos para que la desintoxicaran.
No nos habíamos dado cuenta, pero ella había bebido bastante después de consumir la pastilla y la mezcla no le había hecho bien.
Había vomitado en una bolsa en el auto y sudaba frío, al mismo tiempo que su cuerpo temblaba como si muriera de frío.
Todos mentimos diciendo que la habían drogado sin su consentimiento para evitar tener problemas con la ley y nos habían creído.
Estuvimos horas en el hospital esperando a que ella se mejorara y cuando despertó, todos nos reímos aliviados, como si lo que hubiera pasado hubiera sido una buena anécdota que después le contaríamos a nuestros hijos.
-Kim, si te sientes mal tienes que irte de acá -pude sentir su sudor frío en mi piel, lo que no me indico nada bueno.
Si le pasaba lo mismo que la otra vez, podía no tener tanta suerte.
-Creo que... -se separó de mi con los ojos adormilados y los demás se acercaron preocupados-. Creo que...
Yo la miraba esperando a que me dijera que pasaba, hasta que volvió a abrir la boca y no fueron precisamente palabras lo que salieron... sino que algo más líquido.
Los otros seis apartaron la mirada asqueados, mientras Kim vomitaba sobre mí. Yo levanté la mirada sin saber que más hacer... al menos estaba expulsando todas las sustancias tóxicas de su cuerpo.
-Lo siento... -me dijo con los ojos llorosos-. Heather...
-Tranquila, tranquila. Todo está bien -dije, mientras acariciaba su cabello.
Kim comenzó a perder el equilibrio, probablemente estaba muy débil, pero James la sostuvo para evitar que cayera al suelo.
-Kim, ¿trajiste tu auto?
Ella asintió y sacó las llaves de entre sus senos.
-Buen bolsillo -bromeó James.
Ella rio con las pocas fuerzas que le quedaban.
-¿Me ayudas? -le pregunté a James. Él asintió.
-Creo que necesitaras más que sólo a James -me dijo Zafiro, mirándome asqueada.
Yo asentí agradeciendo que me ayudaran.
Debido a que el baño de chicas siempre estaba más lleno que el de hombres, Eiden entró conmigo al baño de hombres y me ayudó a limpiarme con toallas de papel y agua.
Aún cuando me había limpiado, el olor a alcohol vomitado sobre mí, me molestaba bastante en la nariz.
-Necesito sacarme esta porquería -dije cuando llegamos afuera.
-Podemos hacer algo -me dijo James y luego miró la sudadera que Eiden tenía en su mano.
Él me miró de mala gana y yo le devolví la mirada de disgusto, pero luego me pasó la sudadera (cabe recalcar que nada feliz).
Yo la tomé y llamé a Zafiro. Ambas fuimos detrás de unos autos y yo me quite el vestido y el sujetador.
-Lindos senos. Aunque algo pequeños para mi gusto -comentó Zafiro.
-Lo dices porque tú tienes unos muy grandes -dije, mirando sus pechos.
Ella se rio y me entregó la sudadera que pasé por encima de mi cabeza.
Por suerte, Eiden era bastante alto y la prenda me llegaba hasta un poco más debajo de los glúteos.
-Bien, ya... -unos sonidos provenientes del auto que estaba a un lado de nosotras nos llamó la atención.
Nos quedamos oyendo hasta que quedó más que claro que había dos personas ahí dentro teniendo sexo.
-Que bien que alguien la esté pasando bien, al menos -dijo Zafiro yendo hacia el auto de Kim.
Yo la seguí, sacudiendo mi cabeza asqueada por lo que había oído. No era que fuera una persona inocente y pura, pero no era agradable oír extraños haciendo sus cosas.
Cuando llegamos de vuelta, Kim estaba dentro del auto y los demás estaban esperándome afuera.
-¿Sabes conducir? -preguntó Estela.
-Sí, pero dejé mi licencia en casa... no creí que la usaría estando en un internado.
En ese momento maldecía mi mala costumbre de no tener todos mis documentos juntos.
-Entonces no deberías...
-¿Me van a ayudar o no? -pregunté, interrumpiendo a Eiden, para que dejaran de quejarse por lo que hacía.
Todos asintieron en silencio. Yo subí al asiento del conductor y Zafiro al asiento del copiloto. Atrás, Estela se sentó en las piernas de Eiden, la novia de James sobre él y el "novio" de Zafiro tenía a Kim encima.
-Bien, llevaremos a Kim a su casa y luego...
-No... -dijo Kim con las fuerzas que tenía-. Mamá me degollará.
La madre de Kim no sabía que ella consumía éxtasis o benzodiacepinas con frecuencia, apenas sabía de la hierba... y ni hablar de la vez que Kim había probado la cocaína, eso era algo que apenas sabíamos sus amigos.
-Pues llevémosla a tú casa -me dijo Zafiro.
Yo sonreí nerviosa. Si decía que no, debía dar explicaciones y, además, no tenía más lugar donde dejar a Kim en ese estado.
-Bien, a mi casa entonces -dije encendiendo el auto.
«Dios, sé que no soy una mujer de plegarias..., pero te ruego, no, no; te imploro que ilumines a mi madre con bondad y comprensión... ¡Ah! Y desaparece los cuchillos de la cocina por si acaso».
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro