Capítulo 7: No más
Desperté esa mañana, pegada a Josh. Me sorprendió que el pobre me aguantara toda la noche, en especial cuando después de unos minutos yo lo había comenzado a apretujar.
—¿Estas mejor? —Josh estaba despierto.
—Sí, sólo me asuste un poco.
—¿Quieres desayunar?
—Claro.
Ambos nos levantamos de la cama y fuimos abajo, encontrándonos con la madre de Josh en la cocina.
—Hola, Heather —me saludó—. ¿Cómo estás?
—Bien, señora Hudson.
La madre de Josh era madre soltera. Era una mujer trabajadora y algo estricta, pero muy amable con los que no eran sus hijos.
Por otro lado, a Josh y a su hermana siempre los había presionado mucho en el sentido académico, aunque con Josh ya parecía haberse resignado.
Josh siempre había vivido en las nubes, pensando en cualquier cosa menos en la que correspondía y, por lo tanto, concentrarse en sus estudios le había costado demasiado... todo eso debido a su déficit atencional.
Josh había estado tratando su problema por un tiempo, pero luego se había aburrido de las pastillas y, cuando conoció la marihuana, comenzó a usarla antes de la escuela, lo que lo ayudó a concentrarse mejor... al menos por un tiempo.
—Josh, dale a Heather un buen desayuno, no le des cereales y ya.
—Pero mamá...
—Se un caballero.
Yo solté una risa y Josh me miró con los ojos entrecerrados.
—Está bien.
—¿Vas a ir a tu casa, corazón?
Yo negué.
—Tengo que volver al internado, mi mamá no me dijo que fuera a casa esta semana.
—Jazmín esta molesta.
—Lo sé.
—Debo admitir que yo también me moleste mucho. Se pasaron de la raya con su último jueguito.
Yo y Josh nos miramos incómodos.
—Sí, lo sabemos —respondí yo, fingiendo arrepentimiento.
—Lo importante es que aprendieron la lección.
—Claro que sí —mentí.
En realidad, si me ofrecían hacer explotar otra cosa tan grande como ese edificio, lo pensaría.
Cuando Josh terminó de hacer el desayuno volvimos a su cuarto y nos sentamos en la cama a comer.
—¿En serio aprendiste la lección? —me preguntó Josh.
Yo solté una risa.
—Aprendí que no debo hacer explotar un edificio con petardos, pero un auto abandonado o prenderle fuego a un...
—Heather, no deberíamos hacer otra estupidez como esa —me interrumpió.
—¿De qué hablas? Tú amas quemar cosas.
—No quiero que me arresten otra vez... pronto seré mayor de edad y no tengo el dinero que tú tienes para sacarme a la policía de encima... tampoco Kim, Derek o Michel lo tienen.
—¿Qué significa eso?
Josh trago saliva con fuerza.
—Lo hablamos y... —bajo la mirada—. Bueno, decidimos que no deberíamos seguir siendo amigos muy cercanos.
Yo no me lo creí en un principio, pero al ver que Josh estaba al borde de llorar, comprendí que no estaba jugando.
—¿Qué?
—Cada vez que estamos juntos tenemos malas ideas y compramos drogas y hacemos estupideces ilegales... ¿Recuerdas la vez que casi matamos a Kim con éxtasis?
—Sí, pero después se puso mejor —dije, restándole importancia.
Kim tampoco había tenido interés en dejar el éxtasis.
—Heather... si seguimos viviendo así la vida, no vamos a llegar a ninguna parte porque no maduraremos jamás o moriremos pronto.
Tal vez tenía algo de razón, pero la solución no era alejarnos de golpe y ya.
—¿Y ahora que? ¿Se ignorarán?
—No, solo no nos veremos fuera de la escuela. Nada de fiestas, explosiones, fuego, drogas... no más.
—Entonces..., ya que no vas a fumar más, ¿te sobró algo de marihuana?
Josh me miró con molestia.
—No —respondió cortante—. Solo cigarros.
Josh se paró y sacó una cajetilla con cigarros de su mesa de noche para entregármela.
—Espero que disfrutes tu vida desenfrenada y sin futuro, Heather.
Yo rodé los ojos por su exageración y dramatismo.
Después del desayuno, decidí irme al internado. Josh había seguido actuando extraño después de la conversación que habíamos tenido, por lo que preferí desaparecer de su casa para no tener problemas.
Agradecí no haberme encontrado a James por ninguna parte, probablemente el seguía en casa de su novia y esperaba que se quedara ahí todo el fin de semana, hasta que superara lo que me había sucedido con su cuñada.
Al ser fin de semana, el internado estaba un poco más vacío. Aún así, la mayoría de las personas que estaban, me miraban despectivamente por la ropa que llevaba.
Cuando entré a mi cuarto, me encontré con Zafiro recostada en su cama mientras miraba su celular.
—¿Te estabas prostituyendo? —me preguntó apenas entré.
—¿Tengo que ser prostituta para vestirme así?
Zafiro rio e hizo su celular a un lado.
—Era una broma, princesa.
Yo fingí una risa muy falsa y luego me tiré en la cama.
—Debes tener cuidado con lo que haces —dijo Zafiro de pronto—. A la mayoría aquí le gusta hablar de las vidas ajenas.
—Me da igual que lo les guste y hagan.
—No te dará igual cuando todo el internado comience a decir cosas de ti... cosas que tal vez sean falsas incluso, pero ¿cómo las desmientes?
—¿Te paso a ti?
—No, a mi antigua compañera —aclaró—. La cínica maldita de Estela esparció un rumor sobre qué se acostaba con un maestro. Despidieron al maestro y ella se tuvo que ir, pero solo yo, aparte de los implicados, sabía que era una mentira. El problema era que no había pruebas.
—Sabía que Estela era una desgraciada.
Bueno, no pensaba que era capaz de hacer algo como eso, pero sabía que no era buena persona.
—Tienes que tener cuidado con ella —advirtió Zafiro—. A los ojos de todos parece un angelito, pero en realidad es una maldita infeliz que es capaz de eliminar todo lo que le estorbe.
—¿Y por qué hizo eso con tu compañera?
Suponía qué algo había tenido que provocar que Estela hiciera algo como eso para que la expulsaran.
—Bueno, ¿conoces a Eiden?
—Es mi compañero de puesto —le recordé.
—Cierto... Estela lleva enamorada de él desde que yo los conozco. Al parecer sus familias son amigas, pero a Eiden no parecen interesarle las chicas.
—¿Es gay?
—No, tampoco los chicos. Solo tiene claras sus prioridades y las relaciones no son parte de ellas —hizo una pausa—. El punto es que a mi compañera le gustaba Eiden, pero de verdad, no como les gusta a todas porque es amable y lindo; ella quería algo con él y él, al parecer, comenzó a ceder... hasta que Estela se entrometió.
—¿Todo por un chico aburrido como Eiden?
—Oye, Eiden quizás no sea mi tipo tampoco, pero cualquier chica seria afortunada de tenerlo de novio —aseguró—. Es uno de los pocos hombres decentes que existen.
Zafiro volvió a tomar su celular y a mirar la pantalla, mientras yo me quedé pensando en lo que me había dicho. Yo no parecía agradarle a Estela, por lo que debía andar con cuidado con ella. Si un rumor falso se creaba en el internado y mi madre se enteraba, me mandarían a estudiar en una universidad en China.
Después de unos segundos caí en cuanta de algo: el pobre Eiden no lograría jamás tener una novia, no mientras Estela existiera en su vida.
«Que pena su vida», pensé yendo por mi laptop para ver una película y pasar el rato.
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