Capítulo 32: Verdad
—¡Heather! —Bella corrió a darme un abrazo—. Que bueno que estas aquí.
—¿Por qué? ¿Qué pasó?
Guardé mis llaves del auto de Briden en el bolsillo de mi chaqueta. Acaba de salir de terapia unas horas atrás y había decidido pasar a casa de Eiden.
—Eiden está limpiando el establo. Tienes que reírte con nosotras.
Yo solté una risa y le di un empujón juguetón por ser tan malvada con su hermano.
—Vamos.
Resultó que mi plan no funcionó. Ir lento no era lo mío y me aparecía en la casa de Eiden todos los viernes y a veces sábados después de mis sesiones.
Eiden estaba en el patio trasero, limpiando el establo, mientras sus hermanas lo molestaban.
—¡Tomas esa carreta como una princesa, hermano! —gritó Kat.
Eiden la miró furioso.
—Lamento que esto no sea lo mío. ¿Por qué no mejor lo haces tú?
—Tu novia está mirando —le dijo Katy.
Eiden soltó la carretilla con el heno, tirándola al suelo.
—Ahora entiendo porque no es tu novia de verdad —comentó Kat.
Eiden se sacó los guantes de goma y se los tiró a Kat.
—Tengo que atender a mi "novia" —hizo comillas con los dedos—. Termina tú —le dijo con una sonrisa burlona.
—¡Cuando tenga novio, harás lo mismo por mí!
—Sí, claro.
Eiden se acercó a mí y me dio un beso en la mejilla.
—Tengo que darme un baño primero, ¿te molesta quedarte sola en mi cuarto un rato?
—Sabes que no, pero anda tú primero. Saludaré a tus hermanas.
Eiden asintió y entró a la casa. Yo saludé y conversé con todas sus hermanas un momento y luego subí a su cuarto.
Me quedé viendo televisión, sentada en la cama y cuando salió del baño, solo con ropa interior, varios pensamientos impuros cruzaron por mi mente.
—No me mires —me dijo él.
—No tienes nada que no haya mirado ya, ¿o sí?
—No, pero eres una degenerada.
Yo reí y le tiré un cojín en la cara.
—¿Por qué no me avisaste que ya venias? —preguntó.
—Lo siento. Estaba practicando para la presentación de fin de año y luego salí de inmediato. Tenía ganas de verte —mentí.
Bueno, la parte de que tenía ganas de verlo no era mentira. Prefería pasar el tiempo con él que en mi casa, donde lo único que hacía era aburrirme y hacer nada productivo relamnrte.
Después de vestirse, Eiden se sentó a mi lado. Yo apoyé mi cabeza en su hombro y abrace su brazo.
—Oye —me llamó. Pude notar que sonaba algo nervioso.
—¿Qué?
—Lo he estado pensando y no sé...
—¿Qué pasa?
—Pues ya ha pasado un tiempo y... ¿T-te gustaría ser... mi novia? De verdad novia —preguntó con mucha dificultad.
Yo sonreí. Se había demorado bastante para mi gusto.
Agarré su rostro con ambas manos y le di un beso en los labios.
—¿Por qué tan nervioso? ¿Creíste qué diría que no?
—No lo sé.
—¿Cómo diablos iba a decir que no?
Yo pasaba la mitad de mi semana con él. Lo besaba, lo abrazaba, lo tomaba de la mano y teníamos sexo... Para mí, ya era como mi novio.
—Te quiero —dijo dándome un beso en la frente.
—Yo a ti.
[...]
Estaba intentando quedarme dormida, pero definitivamente no podía hacerlo.
Tenía una ansiedad tremenda y las ganas que tenía de fumar algo ni siquiera las podía espantar tragando comida sin control.
Me levanté de mi cama y comencé a dar vueltas por la habitación, pensando en que hacer y entonces vi un encendedor entre mis cosas en una repisa.
Sabía que, aunque hubiera revisado mi habitación, no habían encontrado algunos escondites con cigarrillos y quizás una bolsa de marihuana, por lo que tomé el encendedor sin pensar más.
Fui a mi baño y saqué de detrás del espejo una caja con hisopos, la que tenía también unos cigarrillos en caso de situaciones como esas.
No era ninguna droga fuerte, no podía ser tan malo.
Con mis manos temblorosas, encendí el cigarrillo y lo llevé a mi boca para aspirar.
En mi cabeza me seguía diciendo que eso era mejor que otra cosa, pero sabía que no podía consumir nada de drogas, ni las legales.
Después de unos minutos, la puerta del baño se abrió de golpe, tomándome por sorpresa y mi madre se acercó a paso seguro a quitarme lo que quedaba del cigarrillo.
—¡Heather!
—Perdóname, mamá, es que no puedo... —no puede evitar soltar unas lágrimas—. Es que no podía dormir ir...
Mi madre tiro el cigarrillo al inodoro y luego me miró comprensivamente.
—Lo entiendo, mi amor —dijo, acariciando mi cabello—, pero no puedo dejar que hagas esto. Si quieres podemos probar con los parches de nicotina, ¿te parece?
Yo me apoyé en su pecho, a la vez que ella me abrazaba y asentí.
Aunque no estaba segura de que eso me fuera a ayudar. Quizás, simplemente no podría. Jamás podría curarme y era cuestión de tiempo para que recayera con drogas más fuertes.
[...]
Podía sentir la mirada de odio de Estela sobre mí. Claramente no le agradaba que yo estuviera tomada de la mano con Eiden y que le diera besos de vez en cuando, pero a mí, su enojo solo me motivaba a seguir haciendo esas cosas.
¿Estaba celosa de Estela? No, no tenía porqué. Solo la detestaba, la detestaba porque ella veía a Eiden como más que un amigo y, lamentablemente para ella, él era mi novio.
Más me tenía preocupada que alguien se percatara del parche que tenía puesto en el brazo, debajo de mi manga.
Mi madre me había comprado los parches de nicotina para intentar quitar mi ansiedad por fumar, pero no podía asegurar que me sintiera mejor, en especial porque eso solo me alejaba del tabaco, no del éxtasis o la hierba.
Estábamos en la hora del consejo de curso. Eiden estaba dando por cerrados los temas importantes que había que conversar, hasta que Estela levantó la mano.
—Estela.
—¿Puedo hablar algo?
—Sí, claro —Edien la miró extrañado y luego se sentó junto a mí—. ¿Qué diablos quiere hablar?
—A mí no me preguntes.
Estela se paró en frente y dio una de sus sonrisas hipócritas.
—Queridos compañeros, hay algo que creo que debemos tratar.
Estela se acercó al ordenador, el que estaba conectado al proyector, y comenzó a buscar algo en YouTube.
«Oh, no... no, no, no... ».
El video de la noticia sobre la explosión que hubo en un edificio abandonado, apareció sobre el telón blanco.
—¿Sabían que teníamos una delincuente entre nosotros? —preguntó.
Todos comenzaron a cuchichear, mientras yo no sabía que hacer. Estaba en estado de shock.
La noticia comenzó a reproducirse.
—Está noche, ha ocurrido un terrible acontecimiento —dijo la reportera—. Cuatro menores y una chica mayor de edad, bajo los efectos de las drogas, botaron un edificio abandonado de la compañía Sweet Home.
Mis manos comenzaron a tiritar. No le había dicho a Eiden que yo había causado ese desastre, tampoco le había confesado lo de mis terapias, solo le había dicho que iba a psicólogo para tratar un déficit de atención. Me había acobardado y mentido, y estaba por pagar las consecuencias de mis actos.
—Al parecer, los cinco adolescentes tenían todo planeado. La mayor de ellos, Heather Murphy, fue reconocida como la artista intelectual...
Me paré de mi asiento y salí corriendo de ahí. No quería seguir escuchando sabiendo que faltaban bastantes detalles.
Me metí en un pasillo y me apoyé con la espalda contra la pared para luego deslizarme hasta quedar sentada en el suelo.
«Debí hablar antes con él».
Zafiro me lo había advertido. No sólo me ganaría el rechazo de Eiden, sino que también un golpe de Zafiro.
Ya tenía todo un plan. Me mudarían a Canadá y comenzaría una nueva vida entre nieve y hielo. Tomaría rehabilitación allá y si no lo lograba, me mudaría a una zona libre de Berlín en donde dejaban que la gente de se drogara de forma segura. Sí, era el mejor plan hecho en dos minutos.
No quería oír a Eiden mandándome al diablo, aunque fuera de manera sutil, por lo que me paré de donde estaba y corrí en dirección a mi cuarto lo mas rápido que pude.
Saqué mi mochila de mi dormitorio y la colgué en mi hombro para luego salir e ir hacia el muro que alguna vez ya había pasado.
Sí, me escaparía. Podía parecer una cobarde, pero no tenía una mejor idea en ese momento.
Pasé la mochila al otro lado del muro y luego yo escalé, tirándome hacia el otro lado, fuera del internado.
Volví a colgar mi mochila en mi hombro y corrí hacia la parada de autobús más cercana.
No pretendía ir a mi casa tampoco, sería demasiado obvio que me había escapado y eso no era suficiente para que mamá me enviara lejos, solo lograría molestarla un poco. Estaba siendo tan comprensiva, que probablemente ni siquiera me castigaría.
Tenía que hacer algo más, algo que la molestara lo suficiente como para tener la fuerza de sacarme del país y así poder aprender las cosas por las malas.
Tenía que hacer que me arrestaran de nuevo. Mi madre lo había intentado todo y no había logrado reformarme por completo. Solo quedaba ir al extremo y rezar porque mi pasado no influenciara mi relación con las demás personas.
¿Quien podía confiar en una delincuente juvenil? ¿En una drogadicta? ¿En una persona como yo? Lo más probable era que terminaría casándome con un rockero drogadicto que vivía en un cuarto y dormía en un colchón. Nadie en una mejor situación querría convivir conmigo.
Tenía que irme de ahí. Lejos. Al menos fuera de mi país a nadie le importa lo que había hecho alguna vez.
No sabía si ese sentimiento era sólo por lo que podía pasar con Eiden o por el dolor que le seguiría causando a mi madre, sino que, muy en el fondo, sabía que jamás sería una mejor persona que esa que habían nombrado en el video.
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