Capítulo 31: Familia
«¿Por qué no me llevó a comer?», me preguntaba cada vez que caía de golpe contra el hielo.
—¡Ya no soporto esto! —chillé, provocando las risas de algunas personas que estaban en la pista.
Eiden llegó a mi lado y me tendió la mano para ayudarme a levantarme del suelo. Yo tomé su mano y él me impulso hacia arriba, afirmándome.
—No te rindas tan fácil.
—Es la quinta vez que me golpeo el trasero... ya me bastaba con los moretones de la paliza que me dieron.
Eiden rio y luego me dio un beso en la mejilla.
—Te tomaré de la mano. Así no te caerás —agarró mi mano y comenzó a patinar, jalándome con él.
Eiden tenía experiencia patinando o eso parecía. Él no se había caído ni una sola vez aun si giraba o andaba bastante rápido.
Después de unos minutos, comencé a tomarle el gusto a patinar, más por poder tomar a Eiden de la mano que por patinar en sí. Cada vez que estaba por caerme, Eiden me ayudaba y evitaba que me cayera... como en las películas románticas.
«Ahora entiendo porque me trajo a patinar».
Al principio tuve algo de miedo acerca de esa cita. Pensé que saldría mal o que simplemente me daría cuenta de que Eiden definitivamente no me gustaba, pero había sido todo lo contrario. Hacía mucho tiempo que no me divertía con un interesa amoroso de verdad.
Cuando salimos de la pista, fuimos a comer algo. El invierno en nuestra cuidad no era muy frío y aún cuando llovía, no hacía frío del todo; por lo que, aunque fuera un día nublado, comimos helados.
—¿Quieres ir a mi casa? —me preguntó Eiden, mientras caminábamos por la calle comiendo nuestros helados—. Te iré a dejar después.
—¿Tú o alguien de tu familia contigo?
—Yo.
—¿En auto?
—Claro.
—¿Tú?
—Puedo manejar por si no sabes.
—¿Tienes licencia?
—Por supuesto —dijo con obviedad—. ¿Parezco la clase de persona que conduciría sin licencia?
—Definitivamente no —dije con una risita.
Nos sentamos en una banca en la parte al aire libre del centro comercial y hablamos hasta terminar los helados. Después salimos a la calle para ir a la parada de autobuses.
Tomamos un autobús hasta la parada más cerca de la casa de Eiden y luego caminamos hasta llegar al destino.
Cuando entramos a la casa, la hermana mayor de Eiden nos recibió.
—¡Eiden! —chilló su hermana—. ¡Hice pasteles!
—¿Más?
—Claro. Ofrécele a novia, no seas mal educado.
Yo me sonrojé levemente.
—No es mi novia... —aclaró él, sin mucho ánimo.
—Bueno, lo que sea... Solo ofrécele algo.
La hermana de Eiden fue hacia la cocina, la cual tenía un estilo americano, y luego volvió con una bandeja de pastelillos que le entregó a Eiden.
Subimos a su cuarto y dejamos la bandeja sobre la cama.
—Estudia repostería —me explicó—. Apenas nos deja entrar a la cocina. No le gusta que usemos "sus implementos de trabajo" —hizo comillas con los dedos.
—¿Y tus otras hermanas?
Se encogió de hombros y mordió un pastelito.
—Por ahí.
—¿No me las vas a presentar? Aun no se como se llama tu hermana mayor.
—Eliza —respondió con la boca llena—. Y si quieres conocerlas...
Me hizo una señal para que lo siguiera, pero luego se detuvo.
—¿Si preguntan qué somos...?
—Tranquilo, no me ofende que me digas amiga.
Aún no éramos nada serio realmente, ni siquiera alcanzaba para amigos, pero era mejor eso que decir solo compañeros.
—Perfecto.
Ambos salimos de su cuarto y nos detuvimos frente a otra puerta. Eiden tocó y en unos segundos, abrió una chica castaña clara y de piel tostada.
—Ella es Bella —me dijo y luego miró a su hermana—. Saluda.
—Hola...
—Soy Heather.
Bella abrió los ojos con asombro.
—Ah, esta es la chica de la que siempre ha....
Eiden le tapó la boca y me dio una sonrisa nerviosa.
—No la escuches, no ha dormido bien —le dio una mirada fulminante a Bella y luego destapó su boca—. ¿Dónde están las demás?
—Deben estar alimentando las gallinas.
Nos despedimos de Bella y comenzamos a bajar las escaleras.
—Tengo una duda —Eiden se detuvo a mirarme—. ¿Por qué sólo tú vas a un internado?
—Bueno... yo quise que me metieran ahí.
—¿Qué? ¿Por qué?
¿Qué clase de persona deseaba ser prisionero en un internado escolar?
—Somos ocho hermanos. Soy el único hombre... la convivencia a veces se volvía imposible —explicó—. Decidí que sería mejor si pasaba más tiempo afuera de casa... así también podría saber que era tener algo como un hermano con mi compañero de cuarto.
—¿Y? ¿Valió la pena? —Eiden asintió.
—Mis hermanas jamás discuten conmigo, solo entre ellas para pasar tiempo conmigo y compartir cuarto con otro hombre es divertido. Puedo hablar cosas con él que no podía con mis hermanas.
Eiden comenzó a caminar de nuevo y yo lo seguí, hasta que llegamos al patio.
Afuera había dos niñas idénticas, de la edad de Brooklyn, corriendo detrás de las gallinas, otras dos cepillando los caballos y otra limpiando el pequeño establo.
—¡Eiden! —gritaron las pequeñas.
Las dos se lanzaron a abrazarlo.
—¿Es tu novia? —preguntó una, mirándome.
—No... ¿por qué parecen tan desesperadas porque tenga novia?
—¡Porque nadie quiere que termines casado con Estela! —gritó la que estaba limpiando el establo.
Eiden soltó una risa.
—Mis hermanas y tú comparten algo —me dijo—. Ninguna quiere a Estela.
—No las culpo.
Las hermanas de Eiden lo adoraban. Cuando me dijo que se peleaban por pasar tiempo con él, pensé que bromeaba... Resultó que era cierto.
Me preocupaba algo el hecho de que fueran tan apegadas a él. ¿Serían celosas?
Las dos gemelas, Rosee y Rosé, eran mucho más agradables que Brooklyn. Eran niñas inmaduras (como debían ser), amaban los animales, la comida poco saludable y el lodo... Eran niñas normales.
Las otras tres chicas, eran trillizas. No me había dado cuenta de lo parecidas que eran, hasta que se me acercaron. La única razón por la que las diferenciaba, era por su ropa... ¿Qué pasaría cuando se cambiaran de ropa?
Las trillizas se llamaban Kat, Katy y Kelly. Eran las de cabello más oscuro en la familia, pero eran pálidas como el papel. Estaba segura de que si las ponías al sol unos segundos, su piel se enrojecería como un tomate.
Cenar con esa familia me puso algo nerviosa al principio. Nunca había conocido una familia tan numerosa y llena de mujeres, pero con el paso de los minutos entré un poco más en confianza.
Algo que me molestaba a veces de las mujeres, era que solían ser cínicas. ¿Quién no había conocido a esa tipa que se decía "amiga" y luego te apuñalaba por la espalda? Probablemente muy pocas se salvaban de esa experiencia. Las hermanas de Eiden, a diferencia de esa clase de mujeres, eran muy sinceras e incluso habían tenido problemas con Estela por esa razón.
Caí en cuenta de que estaba en un problema. No sólo me estaba encariñado con Eiden, sino que también me estaba pasando con su familia.
«No, Heather... Tienes que ir lento... Sí, eso haré. Iré con calma».
No podía tomarles cariño tan rápido, en especial cuando algo podía salir mal.
En algún momento Eiden se enteraría de los errores que había cometido en mi vida y pronto debería comentarle también que estaba asistiendo a una terapia para poder dejar las drogas por completo.
Aún había días en los que sentía esas ganas de drogarme. Quería sentir mi corazón latir rápidamente, sentirme eufórica y feliz, como si mi vida no fuera un desastre.
Podía ser rica y blanca, una chica privilegiada; pero mi vida era caos. Ya era una adulta que aún no sabía que hacer con su vida, no tenía metas, sueños... lo único que había tenido constante en mi vida eran las explosiones y las drogas, dejarlas ir era todo un desafío.
Tenía que cambiar mi vida y no solo por el daño que podía causarle a las personas que quería, sino por mí. Porque con la vida que tenía jamás lograría ser verdaderamente feliz.
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