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Capítulo 27: Tormenta eléctrica

Todos mis amigos estaban en mi casa... también Eiden.

Afuera estaba lloviendo y hacía algo de frío, por lo que estábamos en la sala, tomando chocolate caliente y comiendo waffles, mientras veíamos una película de terror que había escogido Michel.

James y Michel estaban acurrucados en uno de los sofás, mientras miraban la película. Yo los miraba de vez en cuando, pero ya estaba decidida a dejar mi crush por James. Era algo que no había sido y no iba a ser jamás, el destino me lo había dejado más que claro.

Zafiro y Derek, quienes estaban sentados en el otro extremo del sofá en que estaba mi mejor amiga, parecían estar hablando muy cómodamente. Se habían llevado bien la vez anterior que se habían visto, tenían la misma clase de carácter y humor algo desagradable, por lo que parecía que serían a buenos amigos.

Mi hermano y Kim no estaban ni siquiera mirando la película. Al menos tenían la decencia de no manosearse frente a nosotros.

Josh, Eiden y yo estábamos en el otro sofá. Josh estaba hablando con alguien por Instagram, con una sonrisa en su cara, ignorando todo a su alrededor.

En cuanto a mí, yo fingía mirar la película, no quería que a Eiden se le ocurriera hablarme.

—Oye —sentí que me susurró Eiden—. ¿Estás viendo esta basura?

Me volteé a verlo.

—Sí, no es tan mala.

En realidad, era muy fantástica para mí gusto. Nada de lo que pasaba en la trama era razonable o mínimamente creíble.

—Lo es. Los efectos especiales apestan —susurró—. Me gustan más las de asesinos en serie.

Eso me sorprendió. ¿Le gustaban esas películas sangrientas?

—¿Cómo cuáles?

—La ochenteras —respondió—. Viernes 13, La Matanza en Texas o Halloween.

—Son bastante buenas —concordé.

A mi también me gustaban esas películas, las de fantasmas eran demasiado básicas, repetitivas y falsas.

En ese momento, se iluminó la sala por un relámpago y luego, un sonido lleno el lugar.

Brooklyn salió corriendo de su cuarto aterrada.

—¡El día del juicio! —gritó, mientras baja la escalera.

—Brook, si fuera el día del juicio, yo debería estar preocupada —le dije.

Ella pareció no escucharme, solo saltó sobre mí, llena de pánico.

—No quiero estar sola.

A mi también me asustaban los truenos, pero frente a Brooklyn, debía fingir que estaba relajada. Cuando niña, solía ir a dormir con Briden o con mamá, ya que así me sentía más protegida.

—Quédate aquí.

Todos me miraron y apuntaron la tele con la mano o la cabeza.

—Ah, cierto. Mala idea.

Brook comenzó a llorar. Las tormentas eléctricas le asustaban en demasía y la hacían actuar como una verdadera niña.

Briden se separó de Kim y fue conmigo y Brooklyn.

—Brook, son las diez. Tienes que ir a dormir.

—N-no puedo...

—Yo la llevaré —dije.

Me paré, con Brooklyn aún abrazándome, y comencé a caminar con ella.

—Eiden... —lo llamó Brooklyn, agarrando su mano—. ¿Puedes venir también?

Él me miró y yo asentí de mala gana.

—Claro.

Llevé a Brooklyn a su cuarto y la acosté en la cama. Lo bueno de mi hermanita, era que era autónoma. Jamás había que decirle: "ponte el pijama" o "cepíllate los dientes", porque ella lo hacía sola.

Brooklyn sabía que era importante para su imagen unos dientes brillantes y sanos, y una buena salud que solo conseguiría descansado las horas necesarias.

Encendí la televisión, puse unos dibujitos para niños y luego la programé para que se apagara en una hora y media.

Brooklyn se acurrucó contra Eiden, aunque cada vez que el ruido de un trueno se hacía presente, saltaba. Cuando noté que se quedó dormida, le hablé a Eiden:

—Ya se durmió.

—¿No va a despertar?

—No creo, a menos de que haya uno muy fuerte.

Ambos nos paramos de la cama con cuidado y caminamos a la puerta sin hacer ruido. Yo me asomé por la baranda de la escalera para ver si los demás seguían en la sala, pero no era así.

—¿A dónde fueron todos? —preguntó Eiden.

Revisé mi celular y vi que tenía un mensaje de Michel: "Fuimos a comprar comida a un restaurante abierto las veinticuatro horas. No pongas la película hasta que volvamos".

«Tampoco quería ponerla».

—Fueron a comprar... todos juntos.

Eso me pareció sospechoso. Llegaba a sonarme como que había sido apropósito.

—Ah...

—Acompáñame —le dije, yendo hacia mi cuarto.

Mi celular se estaba descargando, así que lo puse a cargar y aproveché de sacar otra manta. Hacía bastante frio, lo que no era muy común en nuestra ciudad.

—Oye.

—¿Qué?

—¿Esa es mi sudadera? —preguntó, apuntando una prenda colgada en mi armario.

—Ah, sí. Puedes llevártela.

Él se acercó para sacarla, luego la dobló en sus manos y la acercó a su rostro.

—Huele cómo tú.

—No es cierto.

—Sí, huele a tu perfume... ¿la estuviste usando?

—Oye, yo tengo mejor ropa que esa porquería.

—Bueno, ya... De todas maneras, no era una queja.

—Sonó como eso.

—Nunca dije que me molestara —explicó—. Solo dije que olía como tú... y me gusta tu perfume.

Bien, sí había usado la sudadera. En mi defensa, mamá se demoró en devolverme mi ropa, la cual no había regalado, sino que ocultado para que Brooklyn no la usara cuando yo no estuviera. La sudadera de Eiden fue el único pijama que pude conseguir cuando mamá aún no me hablaba.

—¿Me estas coqueteando?

—No, no tendría porqué.

—¿Seguro que no?

Me acerqué a él con una sonrisa traviesa y coqueta. Eiden comenzó a retroceder, hasta que quedó contra el armario.

—S-seguro...

Me paré de puntitas y acerqué mi cara a la suya.

—Eres un pésimo mentiroso.

Me acerqué a su cuello y comencé a pasar mis labios por él, haciendo que se estremeciera.

Todo iba bien, hasta que su celular comenzó a sonar. Él lo tomó para ver quien lo llamaba y noté que decía "Estela".

«Son como las once de la noche, ¿Qué mierda pasa con ella?».

Eiden parecía estar debatiéndose entre contestar y no hacerlo.

«Esto se acabó».

Tomé la cara de Eiden para que me mirara y le di un beso. Aprovechando que lo distraje, le quité el celular y lo tiré al suelo.

Eiden se separó de mí.

—Oye, no puedo comprar otro...

—Yo te compraré otro si esta roto —lo interrumpí y lo volví a besar para que no dijera nada más.

Caminamos hasta la cama sin dejar de besarnos y nos tiramos sobre ella.

Eiden era tan cuidadoso y delicado para tocarme que me desesperaba. Me daban ganas de gritarle y decirle que lo hiciera con confianza, pero imaginaba que estaba nervioso. Era virgen y yo no era su novia, ni una amiga, hubiera sido extraño que fuera tan confianzudo.

Saqué su chaleco y luego su camisa. Me agradaba más sin ropa que con ella.

Lo empujé para que se parara y me comencé a quitar la ropa, quedando solo en ropa interior. Él se bajó los pantalones, quedando solo en boxers. Era la primera vez que hacía algo que me agradaba.

Eiden estaba a punto de tirarme de vuelta a la cama pero lo detuve.

—¿Qué?

Tomé la ropa de cama y la tiré hacia atrás.

—El cubrecamas es más difícil de lavar —le dije guiñando un ojo.

—C-claro —respondió nervioso y luego tragó.

Esta vez, yo lo empujé a cama y me subí sobre él.

«Prepárate para dejar de ser virgen, Eiden Bailey». 

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