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Capítulo 24: El partido

Durante dos meses usé un yeso en el brazo izquierdo y una bota en el pie derecho. No había sido fácil, pero prefería eso a haber tenido una costilla rota.

Ese día era primer partido del año escolar en el internado, el cual se jugaría contra otra escuela y por fin, ya no tenía que usar más esas cosas molestas.

Yo estaba sentada en una de las gradas, junto a Zafiro y a su otro lado estaba James.

Faltaban unos minutos para que comenzara el juego, cuando Eiden se sentó a mi lado. Se veía algo cansado, como si no hubiera dormido en toda la noche.

—¿Qué diablos te pasó?

—Estuve estudiando toda la noche.

Ese día nos lo habían dado libre, debido a que el partido era justo después del almuerzo, por lo que no había visto a Eiden en ningún momento.

—¿Estudiando para qué?

—El lunes hay examen de matemáticas.

—Exacto, el lunes, ¿qué clase de ser humano eres?

—¿Alguien inteligente que prefiere estudiar días antes y así sacar una buena calificación?

—Yo diría que uno aburrido que no tiene nada más divertido que hacer que estudiar.

El rodó los ojos y se quedó en silencio.

Al comienzo del partido, la cosa no iba bien para nuestro equipo, pero en el segundo tiempo, mejoraron como si hubieran reparado a los jugadores, y en una vuelta inesperada, ganamos.

Nunca había visto al internado tan animado. Todos corrían por los pasillos, gritaban y festejaban como si fuera toda una hazaña.

Durante toda la tarde, pusieron música en los parlantes que había en todo el internado y la mayoría estaba en la cancha jugando y divirtiéndose.

Zafiro y James estaban con otros amigos suyos, de otras clases. Yo no entendía como James, quien era nuevo igual que yo, había hecho amigos tan rápido. Tenía un talento espectacular para sociabilizar. Si bien, al principio no lo veían con buenos ojos, al parecer habían notado que no era un mal chico.

Yo decidí ir a mi cuarto a descansar, cuando me topé Eiden, dormido en una banca en uno de los sectores al aire libre.

Igual que en mi casa, me acerqué a su oído y grité:

—¡Oye!

Eiden saltó y despabiló de inmediato.

—¿Cuál es tu problema? —preguntó molesto

—¿Por qué duermes en una banca?

Eiden se quejó sobándose la oreja y luego respondió:

—Digamos que mi cuarto esta... ocupado.

—¿Ocupado?

—Sígueme.

Yo lo seguí para saber de que hablaba y cuando llegamos frente a la puerta, comprendí.

Había una corbata colgada en la manilla de la puerta, por lo que ni si quiera intenté descifrar si estaba sin seguro.

—Que pena.

—Sí... ahora, necesito descansar.

Eiden iba en la dirección de vuelta a la banca, pero yo lo detuve.

—Zafiro esta afuera, puedes usar su cama.

—No, ese es el edificio de las chicas. Si me...

Antes de que terminara, lo comencé a empujar hacia mi cuarto.

—Heather, es una pésima idea. ¿Sabes lo que me harán si me descubren?

—Yo he entrado al edificio de los hombres e incluso a un cuarto. No seas llorón.

—Sí, pero tú estás acostumbrada a vivir la vida así, yo no.

—Exagerado. Esto no es nada terrible.

¿Hacia eso por qué era mi amigo? No, claro que no. Lo hacía por pura maldad. Sabía que a Eiden no le iba a gustar la idea y sería una buena excusa para molestarlo el resto de su vida. Por cobarde.

Cuando entramos al cuarto, miré a Eiden con una sonrisa cínica.

—Puedes irte si quieres.

Eiden se quedó pensando.

—N-no, está b-bien.

No me esperaba eso, pero supuse que no aguantaría mucho.

—Bien, ahí está la cama de Zafiro.

Eiden se sentó algo incómodo y comenzó a analizar el cuarto con la mirada. Yo me tiré en mi cama y apoyé mi cabeza en mis brazos como su estuviera en la playa.

—¿Nervioso?

—No, para nada.

—Y pensar que yo creía que eras un cobarde.

—No soy un cobarde.

Yo no dije nada.

Eiden se acomodó en la cama de Zafiro y unos minutos después, se quedó dormido.

¿Qué acaso el era capaz de hacer cualquier cosa para desafiarme? Había arruinando mi broma. La idea era que saliera huyendo como un llorón, no que se quedara.

Pasaron dos horas y Zafiro no aparecía. ¿Qué diablos estaba pasando afuera?

Yo estaba viendo una serie en mi laptop, ya que yo prefería hacer cualquier cosa antes que estudiar.

Mi madre llegaría por mí a las siete y aun eran las cinco de la tarde. Tenía dos horas más de terrible aburrimiento.

Fui al baño un momento y cuando volví al dormitorio, Eiden había despertado.

—Bueno días —bromeé.

—¿Qué hora es? —preguntó algo adormilado.

—Las cinco.

Yo sabía que Eiden solía irse a las siete u ocho de la noche, por lo que no le pregunté a qué hora debía irse.

—¿Zafiro no ha vuelto?

—No, debe estar haciendo algo divertido, al parecer.

Yo me senté en mu cama y me quedé mirándolo.

—¿Por qué me miras?

—Tienes muy feas ojeras.

—Ya lo sé. No es necesario que me lo recuerdes.

De pronto, el sonido de un celular que no era mío, se oyó en el cuarto. Eiden sacó su celular de la chaqueta y vio la pantalla.

—Mierda —musitó.

—¿Estela te está pidiendo tu reporte de la hora?

Eiden apagó su celular.

—No te metas.

—No me metería, pero siento lástima por ti.

—No necesito tu caridad.

Eiden se acercó a la puerta y la abrió, pero inmediatamente la cerró con pestillo y me miró lleno de pánico.

—Es como bruja.

—¿Está afuera? —asintió—. Yo quiero hablar con ella.

Eiden se puso delante de la manilla impidiéndome abrir la puerta.

—Ni de chiste.

—Quítate de ahí.

Intenté moverlo, pero él era bastante más fuerte que yo. Comenzamos a forcejear, hasta que yo resbalé y casi caí al suelo, si no fuera porque Eiden me agarró.

"¡Eso es por andar sin zapatos!", me hubiera dicho mi mamá.

—El piso aquí es resbaloso, no deberías andar sin zapatos.

—Suenas como mi madre.

Me volví a estabilizar y lo miré molesta.

—Casi muero por tu culpa.

—¿Y yo soy el llorón?

—Aun tengo moretones de cuando me golpearon en la calle... ten algo de compasión.

—Perdóname por estar parado frente a la puerta... sin hacer nada para que te cayeras.

Yo me acerqué a él y me quedé mirando su cabello con los ojos entrecerrados.

—¿Qué es eso?

—¿Qué? ¿Qué cosa? —preguntó algo asustado.

Tiré de su brazo y lo lancé hacia mi cama, pero alcanzó a agarrar mi mano antes de que me acercara a la puerta y me tiró junto a él. Aún cuando caí en el colchón, me dolió el costado del abdomen.

—¡Auch! —me quejé retorciéndome un poco—. ¡Te dije que tuvieras compasión!

—¡Me tiraste sin nada de suavidad!

—¡Tú a mí también!

Eiden notó que yo agarraba mi costado adolorido.

—¿Te dolió mucho? —su tono había cambiado drásticamente, parecía preocupado.

—No —dije con un tono algo infantil infantil—, pero si dolió.

Eiden se acomodó en la cama, poniéndose sobre su costado, mientras yo estaba mirando hacia arriba con los pies colgando fuera de la cama.

—Acuéstate bien.

Yo subí mi cuerpo, quedando por completo sobre la cama, a su lado.

—¿Puedo ver?

Asentí y subí un poco mi camisa. Mi torso, estaba aún morado y verde en algunas zonas.

—Al menos se ve que va mejor.

—Claro, antes apenas me podía sentar.

Eiden tocó suavemente la zona.

—¿Duele si hago eso?

—No, no mucho.

En realidad, había sentido cosquillas, pero no quería decirle eso.

—Tengo que echarme una crema todos los días para el dolor, así que esta bien —agregué.

Me sentí algo nerviosa al tenerlo tan cerca de mi cara, pero él no parecía notarlo. Él estaba concentrado mirando mis costillas.

—¿Puedo preguntar algo sin molestarte? —asentí—. ¿Estas bajo peso?

—Sí, siempre lo he estado.

Todos solían querer ser delgados y esbeltos, pero para mí, era una maldición. No sabía cuántas veces le había preguntado a mí madre porqué no me crecían los senos tanto como a las otras chicas o porqué había que ajustar toda mi ropa para que no se cayera.

—Sé que se ve horrible, pero no puedo subir de peso... al menos nunca he podido.

—No es horrible... sólo un poco preocupante por tu salud.

—No tengo anorexia o algo así, por si te lo preguntas —lo tranquilicé—. Así es mi cuerpo y ya.

—No se ve mal, Heather. Está bien —aseguró—. Lo impórtate es que estés sana.

Yo asentí no muy convencida.

Iba a decirle algo a Eiden para cambiar de tema, pero cuando me volteé a verlo, su cara estaba muy cerca de la mía. Lo que me dejó congelada.

Eiden dejó un beso fugaz en mis labios, pero yo atraje su cara de vuelta con mis manos y lo besé con más intensidad.

«Tranquila, Heather. No significa nada».

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