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Capítulo 11: La casa de Eiden

Cuando Brooklyn y yo llegamos a casa, subimos a mi cuarto y encontramos a Briden secando el sudor de la frente de Kim con pañito.

-Adorable -dije, provocando que se sobresaltara.

-S-solo...

-Tranquilo -le entregué las llaves del auto-. Me agrada saber que tienes sentimientos por algo, ya sabes, además del dinero.

Él puso los ojos en blanco.

-No tiene nada de malo tener ambición.

Yo sólo lo ignoré, no quería comenzar una discusión en ese momento.

-Tú tienes que ir a dormir -le dijo Briden a Brooklyn.

-Tienes razón..., pero antes, tenemos que negociar -dijo, sentándose en la silla de mi escritorio y cruzandose de piernas.

Briden la miró confundido y yo le hice una seña con las manos a mi hermana para que no abriera la boca, pero no me hizo caso y habló:

-Heather me tiene que llevar a un lugar, pero mamá la matará cuando sepa que está aquí -explicó.

-Ese no es mi problema.

-Oh, claro que lo es.

Ambos la miramos con preocupación, a esa niña se le ocurrían una cantidad de cosas... al punto que daba miedo.

-Cuando despierte le diré a mamá que tú trajiste a Kim a la casa -le dijo a Briden-. Por supuesto que le diré que hicieron cosas de adultos y que quedé realmente afectada al encontrarlos en el asunto.

-Eres diabólica -dijo Briden.

-Lo sé -admitió satisfecha-. Luego le diré que le entregaste tu auto a Heather, quien llegó drogada, y le dijiste que me sacara a pasear para intentar convencerme de que no dijera nada.

Yo quedé asombrada, ¿se le había ocurrido todo en ese momento o lo había pensado todo el camino de vuelta?

-¿Qué quieres? -preguntó Briden, yendo directo al grano.

-Iremos los tres y dejaremos a Kim en el camino. Todos felices. Tan tan -Brooklyn puso sus manos en su rodilla y dio una sonrisa llena de felicidad.

Briden y yo intercambiamos miradas, luego miramos a Kim y nos dimos cuenta de que no había más solución que complacer a Brooklyn.

[...]

Creí que una hora prudente para aparecer en la casa de Eiden, era después de las once de la mañana; por lo que a la hora que mamá y papá despertaron, Briden y Brooklyn se encargaron de actuar como si nada pasara.

Cuando mis padres fueron al trabajo, cerca de las nueve, pude salir a comer algo.

Briden le llevó el desayuno a la cama a Kim, quien estaba algo desconcertada.

-No recuerdo nada -dijo Kim mientras comía y nosotros la acompañábamos.

-Me vomitaste encima y luego te convertiste en una muñeca de trapo... solo que sudada y mal oliente -le expliqué.

Ella se olio disimuladamente.

-Solo está bromeando -la tranquilizó Briden, con una boba sonrisa en la cara.

-No, no era... -la mirada asesina de mi hermano me hizo callar-. Sí, era broma.

-¿Tienes ropa que me prestes para irme? -me preguntó Kim-. Me siento algo sucia...

-Lo siento, pero mamá vacío mi armario -apunté la sudadera que tenía puesta-. Esto ni siquiera es mío.

-Yo te puedo pasar algo -dijo, tímidamente, Briden.

-¿Harías eso? -Kim lo miró enternecida-. Muchas gracias, Briden.

Vi cómo mi hermano mayor se sonrojaba levemente y en mi interior, me regocijaba por ver eso... le sacaría provecho después.

[...]

Estaba sentada en la cama de Brooklyn, esperando a que ella saliera de su baño para irnos.

Kim y Briden ya estaban en la sala listos para irse... completamente solos (sí, lo hice a propósito).

Sentí la manilla de la puerta girarse y en unos segundos, Brooklyn salió vestida con una teñida que parecía sacada de alguna película del lejano oeste... versión Barbie.

-¿Qué acaso eres Jessie la vaquerita?

-¡No! -chilló cruzandose de brazos-. Ella no tenía tanto estilo.

-Cierto, tú pareces una Barbie vaquera con ese sombrero rosado -dije disgustada.

-Está bien, me sacaré el sombrero -dijo de mala gana.

Sin el sombrero parecía una teñida mucho más normal, pero aún así, yo sabía que Brooklyn no se vestirá jamás con esos ropajes. Ni siquiera tenía claro porqué los tenía... suponía que por algún casting o concurso temático.

-Bien, ya vámonos.

Debido a que yo era la que había ido la noche anterior a la casa de Eiden, yo debí conducir.

Primero, dejé a Kim en su casa y luego conduje en dirección a la casa de mi compañero.

Me había puesto unas cosas de mamá, las cuales esperaba que no extrañara cuando las dejara en la ropa sucia y no en su armario. Además, decidí no llevar la sudadera de Eiden, ya que prefería lavarla primero.

Cuando llegamos, estacioné el auto donde lo había hecho la última vez.

-¿Y ahora qué? -preguntó Briden.

-Bueno... creo que tengo su Instagram -dije, intentando pensar en cómo contactarlo.

-¿No pensaste esto antes?

-Dame tu celular -le exigí.

A pesar de que no se negó, pues muchas opciones no teníamos, me lo entregó de mala gana.

Me metí a mi cuenta de Instagram y comencé a pensar en cómo buscar su usuario. Supuse que Zafiro lo seguiría y yo la seguía a ella, así que solo debí buscar entre sus seguidos. Luego de unos segundos, lo encontré.

-Yo debería trabajar para el FBI -comenté orgullosa.

-¡Sólo háblale! -me dijeron ambos.

-Ya voy, ya voy.

Decidí iniciar una video llamada para así llamar su atención más fácil. Después de unos segundos, me rechazó la llamada y me llegó un mensaje de Eiden.

"¿Estas afuera?"

Yo le respondí: "Sí. Donde te deje anoche".

Leyó el mensaje, pero no me respondió. Un minuto después, Eiden apareció entre los arbustos.

Yo bajé el vidrio del auto y él se asomo.

-Puedes estacionar aquí adentro. Sígueme -indicó.

Yo volví a poner en marcha el auto y lo seguí lentamente.

Quedé boquiabierta al ver lo que había detrás de los arbustos, también mis hermanos. Nosotros éramos hijos de dos millonarios, pero eso no quitaba que la casa y el patio de Eiden fuera maravilloso.

-¡Patos! -chilló Brooklyn al ver un estanque con patos.

Estacioné el auto donde Eiden me dijo y los tres bajamos para ver el lugar.

Brooklyn corrió cerca de los patos y se quedó mirándolos desde una distancia prudente para no espantarlos.

Eiden se acercó a mí con un aire de superioridad.

-Viniste... pensé que me odiabas.

-Lo hago. Solo vine para ahorrarme problemas con mi hermana menor -respondí, duramente.

-Bueno, es bueno saber que esto es una tortura para ti -dijo divertido.

Yo rodé los ojos y decidí no contestar nada.

-Brooklyn, ¿quieres ver los caballos? -le pregunto Eiden.

Brooklyn se volteó tan rápido como lo haría Flash.

-¡Sí!

Briden y yo los seguimos hacia el patio de atrás, donde había un pequeño establo y dos caballos y un poni pastando.

Brooklyn se veía maravillada y yo podía asegurar de que su felicidad casi no cabía dentro de si.

-¿Quieres montar uno?

-Claro -a Brooklyn le brillaron los ojos.

Quizás el paseo podía ir a un kilómetro por hora, pero a mi hermanita le parecía maravilloso el solo hecho de montar un caballo. Eiden iba guiando al animal con mucho cuidado y a la vez, afirmaba a Brooklyn para que no se cayera.

De pronto, una chica se nos acercó.

-¿Quieren comer algo? -nos preguntó a Briden y a mí.

Los dos los miramos inseguros. No conocíamos a esa chica y estábamos en un lugar extraño.

-Disculpen -dijo nerviosa-. Soy la hermana mayor de Eiden.

Ambos le estrechamos la mano.

-Vamos adentro, con confianza -nos dijo llevándonos dentro de la casa.

La casa tenía dos pisos y tenía un estilo americano. Adentro, era muy acogedora, tenía muebles de madera con un estilo anticuado y una chimenea.

La hermana de Eiden nos hizo pasar a la sala y nos llevó unos platos con pastelitos.

-Tomen los que quieran.

Nosotros tomamos uno cada uno, algo inseguros aún.

Eran realmente deliciosos, tenían la textura y el sabor perfectos.

En ese momento, Eiden entró a la casa con Brooklyn tomada de su mano.

-¡Pasteles! -exclamó Brooklyn al ver los postres.

Ambos le dimos una mirada para que se detuviera. Mamá siempre nos daba esa clase de mirada cuando éramos imprudentes.

Brooklyn no se movió, solo se sonrojo y detuvo sus intenciones.

-No te preocupes -le dijo Eiden-. Puedes comerlos, para eso están.

Brooklyn le dio una sonrisa y fue por un pastel. Yo le di a Eiden una mirada furiosa, acababa de aplastar la poca autoridad que tenía con Brooklyn.

Él lo sabía y por supuesto, me miró con una expresión llena de satisfacción.

«Este desgraciado infeliz del demonio...».

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