Capítulo 42: Vínculo
Lisbeth
Después de un par de semanas en el hospital fui dada de alta, me encuentro en el auto de la familia de Lizy siendo llevada a su casa, ellos dijeron que podría quedarme con ellos, los de servicios sociales lo permitieron y al parecer el abogado que ayudó a mi hermana cuando era niña tuvo algo que ver aquí. También me informaron que mis abuelos están bajo investigación y que mi padre está fugitivo, presumiendo que la madre de Diego está con él.
Por otra parte, Lizy está muy sonriente sosteniendo mi mano. Al fin llegamos a una casa algo grande, y me sentí confundida ya que no es el hogar de ellos, también vi como el hombre que se llama Daniel ya estaba con Roberto y una mujer en la sala.
—Con nuestro padre suelto, no podemos quedarnos en la otra casa. Por el momento viviremos aquí —explica mi hermana al momento de entrar sin soltar mi mano.
—Bienvenida a mi casa, puedes sentirte como si fuera tuya —mencionó Daniel con educación y cortesía.
—Gracias por recibirme —miré a mi hermana sorprendida—. ¿Nos quedaremos con el que te gusta? —Lizy se puso roja habiendo algunas risas— ¿Qué? ¿Era un secreto?
—Livy cállate —susurraba ocultando su rostro en mi brazo—. Ahí está su prometida.
—Todo mundo se daba cuenta Lis —Roberto se carcajeó y la mujer asintió divertida.
Mi hermana se puso mucho más apenada, el único que no entendía era Alejandro, pero lo dejaron seguir así. Lizy me llevó a la habitación donde dormiría con ella, había una sola cama que era grande.
—Así que compartiremos cuartos de nuevo. Genial.
—Sí. Pero no te preocupes, puse nuestras cosas separadas.
—No importa, tampoco es que vaya a ser fácil confundirnos —reí bajo acostándome en la cama junto a mi hermana—. Gracias Lizy.
—No tienes que agradecer nada.
No pude evitar abrazarla, nunca creí que volvería a tener ésta clase de cercanía con ella luego de todo lo que le hice, pero ahora tengo otra oportunidad, y no la quiero desperdiciar. No la voy a echar a perder.
×~×~×~×~×
El último campanazo del día de escuela llegó junto al comienzo de las vacaciones de verano. Las amigos se despidieron y así, las gemelas y Diego se dirigieron caminando a casa, un par de meses habían pasado desde que no tenían noticias de Antonio y Bianca, al hombre le pusieron de nuevo orden de restricción para que no se acercara a Lissette, adicionando una más para su otra hija. Las hermanas ahora eran mucho más unidas junto a toda la familia.
—¿Entonces ya está todo listo para la boda de sus padres? —preguntó la rubia entrando a una tienda junto a sus hermanos, que era como Lisbeth veía a Diego.
—Sí —contestó el muchacho escogiendo los productos—. También su viaje de luna de miel.
—Aunque ninguno quería irse —añadía Lissette peleando por bajar una bolsa de gomitas que estaba alta en la repisa—. Con todo lo que pasó, ellos querían incluso llevarnos con ellos.
—¿En serio? —preguntó Lisbeth agrandando su sonrisa cuando Diego le bajó el dulce a Lissette y ambos se miraron sonrientes unos instantes— ¿Eso cuándo lo hablaron?
—Durante el tiempo que estuviste en el hospital.
—Ah. ¿Y cómo los convencieron de ir solos?
—Seguiremos quedándonos con Daniel, así pueden estar más tranquilos. Además, fue él quien los convenció —dijo el chico—. Iré a escoger las palomitas.
Mientras él veía los productos, la gemela rubia se acercó divertida al joven quien se reía alzando una ceja.
—¿Por qué la sonrisa malvada?
—Nada —se cruzó de brazos—. Ya es verano y eso significa que tú y Lizy pueden ir a una cita —el chico veía a la pelinegra escogiendo más dulces—. No nos va a escuchar, tranquilo.
—No quiero arruinar nuestra relación de amistad.
—Pero es obvio que no la ves como amiga, y mucho menos como hermana. Es curioso que la persona que a uno le gusta no se de cuenta de quién está enamorado de ella. Daniel, por ejemplo, no se dio cuenta de que le gustaba a Lis, y ella no se da cuenta de ti, pero los demás sí se dan cuenta.
—¿A dónde quieres llegar?
—A que te le declares, es todo. Quizá te llevarías una sorpresa —él desvió la mirada, y antes de poder responder algo, Lis llegó con la canasta para colocar las compras.
—¿Ya escogieron lo que se van a llevar?
Ambos asintieron y fueron a pagar las cosas, regresando a casa felices para hacer la noche de cine en casa, sin embargo, antes de volver, el joven pidió dar un paseo a las hermanas, donde fueron a diferentes parques a reír y relajarse. Ya habiendo anochecido fue que regresaron a su hogar temporal.
—¿Por qué todo está oscuro? —preguntó Lisbeth.
—Tal vez todos salieron —atinó a decir la hermana.
«¡Felicidades!» Varias voces vociferaron casi con exactitud en el momento en que Diego encendió la luz de la sala, familia y amigos se habían reunido para dar una sorpresa al par de hermanas que encantadas sonreían por el regalo.
Abrazos y apapachos eran dados con mucha alegría, claro que obsequios no faltaron y tampoco el pastel de cumpleaños donde dos velas se hallaban encendidas, las dos se sentaron frente a él y cada una procedió a soplar su vela para así, proseguir a ejecutar la tradición de meter la cara de las cumpleañeras al pastel.
—Muy bien, pero hay algo más —dijo Verónica con emoción—. Hay un regalo más para Lis. No lo tomes a mal Lisbeth.
—Claro que no —contestó ella feliz.
—Vamos todos —entusiasmados se dirigieron al garaje donde una manta grande tapaba algo. Roberto y Daniel se pusieron a un lado y ambos la tomaron para luego alzarlo revelando mejor la sorpresa—. ¡Ta-ran!
—Quisimos emular un poco el anterior —mencionó Roberto tomando el manubrio.
—No podíamos dejarte andar sin tu pasión —agregó Daniel—. ¿Te gusta?
La chica se acercó observando detenidamente su nueva moto, sonrió bufando y luego empezó a saltar gritando entusiasmada seguido de dar fuertes abrazos a los mayores y a su madre, todos reían por esa reacción tan vivaz y hasta casi infantil que mostraba.
—¡Me encanta!
—Lis, cariño —su madre la tomó riendo de los hombros para detener su constante saltadero—. Relájate, pareces un canguro.
—¿Puedo probarla? ¿Puedo? Dime que sí por favor —Verónica la soltó para tomar uno de los cascos que había.
—Con cuidado.
—¡Sí! —ella lo tomó y la abrazó fuerte. Daniel abría la puerta de su garaje para que saliera. Lissette ya estaba acomodada, sin embargo, no arrancó— Diego, ¿qué esperas? Vamos.
—¿Qué? ¿Quieres que yo vaya?
—Por supuesto.
Alejandro le entregó el otro casco y así él subió, pero esta vez, la chica esperó a que él estuviera acomodado para arrancar. Fueron por la calle despejada, podía probar un poco la velocidad sin excederse más de lo debido, aunque no era necesario hacerlo ya que lograba sentir la eficiencia del motor.
Lissette sencillamente se sentía plena con ese obsequio. Ambos llegaron a aquel parque donde les era especial para ambos, bajaron de la motocicleta y la joven volvía a saltar.
—¡Es genial! —vociferó rodeando con exaltación al vehículo provocando la risa y ternura en el muchacho.
—Sí, lo es, pero cálmate que te va a dar un infarto.
—¿Cómo voy a calmarme con semejante obra maestra? ¡Me fascina!
Ella abrazó con gran alegría al chico quien reía divertido por el actuar de Lissette como si de una niña se tratase. La joven se separó quedando muy cerca el uno del otro mientras no dejaban de sonreír.
No puedo perder esta linda relación que tengo con ella. Pensaba al verla tan feliz.
El chico había decidido callar sus sentimientos, pero, fue sorprendido por el beso que la propia Lissette le dio, no pudo siquiera cerrar sus ojos por la impresión. Al separarse, Diego quedó confuso y sonrojado, y con la chica compartiendo el tono rojo.
—¿Qué fue eso?
—Lo siento, yo, he querido besarte desde hace un tiempo. Has sido un muy buen amigo. Bastante atento conmigo, y yo, bueno —ella suspiró y se apartó—. Lamento haberlo hecho así. Es que me gustas.
—¿Te gusto?
—Sí, y entiendo que no sientas lo mismo.
«Es curioso que la persona que a uno le gusta no se de cuenta de quién está enamorado de ella» Diego recordó esa frase que la hermana de Lissette le dijo, algo que le hizo tener más sorpresa de su lado cuando también le vino a la mente el «Quizá te llevarías una sorpresa».
¿Acaso sabías que yo le empecé a gustar? Se preguntaba el muchacho sin poder dejar de ver a la chica frente a él.
Tragó en seco para acercarse de nuevo a Lissette y tomarla de sus mejillas. Lentamente se acercó más a su cara, tomando despacio de sus labios un beso, disfrutando de ese momento que tanto imaginaba.
—Me gustas desde hace mucho —agregó sin alegar sus rostros.
—¿Desde hace mucho? ¿En verdad?
—Sí. Tenía miedo de decírtelo, ya que estabas enamorada de Daniel, y además no quería incomodar nuestra relación.
—Yo no creía que pudiera gustaste.
—¿Por qué? Eres genial en muchos sentidos.
—Por mi forma de ser.
—Estás loca —rió—, eso es lo que me enamoró de ti. Así que sólo queda una cosa por decir. ¿Quieres ser mi novia?
—¡Sí!
La chica lo abrazó por el cuello y él correspondía riendo, juntaron sus frentes para luego unir sus labios una vez más.
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