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Capítulo 34: Por favor

Puertas de hospital abiertas abruptamente por Diego siendo seguido por su padre y Verónica.

—¡Lissette Rivera! ¡¿Dónde está?! —dijo con impaciencia a la enfermera.

—Diego, cálmate —mencionó Alejandro sosteniendo a su hijo.

—Señorita —habló Verónica llorando—. Lissette Rivera es mi hija. ¿Qué pasó? ¿Dónde está?

La enfermera señaló a un doctor quien fue el que la atendió, y rápidamente se dirigieron desesperados con él.

—Tranquilos, ella ahora mismo está estable. Sin embargo, necesita transfusión sanguínea. Estábamos por averiguar su tipo, pero si ustedes lo saben sería más fácil.

—Ay no —Verónica se alarmó, Alejandro la sostuvo—. Ella es O negativo, díganme qué tienen por favor.

—Escuchen, tenemos una unidad. Pero necesitará más, buscaremos en bancos y preguntaremos a otros hospitales, pero si conocen a alguien que pueda donarle. Tráiganlo.

Fue lo que les dijo el médico ante de que les permitieran pasar a verla. Ellos entraron a la habitación donde la joven se encuentra recostada con moretones, raspones, una pierna y un brazo enyesados, y, conectada a monitores para revisar sus signos, ella está inconsciente por el sedante.

×~×~×~×~×

En la casa de la familia de Antonio, todos excepto él, cenan reunidos en la mesa, el programa de televisión que veían fue interrumpido para dar una noticia de última hora dónde reporteros se hayan en la escena.

Una accidente automovilístico dio lugar cuando un auto ignoró una luz roja yendo con velocidad e impactando a un motociclista que cruzaba su turno, el agresor ni siquiera se detuvo y continuó huyendo. Las imágenes de las cámaras enfocaron las partes destruidas de la motocicleta.

Lisbeth veía la noticia sin dejar de prestar atención incluso habiendo detenido el comer. Los demás aunque la veían, poca importancia le daban.

Sí, hemos confirmado la identidad de la víctima —informa uno de los presentadores de la cadena—. Se trata de una joven de dieciséis años de nombre Lissette Rivera, quien hace poco, precisamente el día de ayer, fue ganadora del segundo lugar en una carrera de motocicletas.

La menor de la familia se levantó con incredulidad al ver la imagen de su hermana en la pantalla.

Es una lástima que después de una celebración que posiblemente tuvieron por su logro, ahora se vea opacado por un conductor imprudente —decía su compañera en el estudio.

Efectivamente, y se nos informa que esta chica necesita una donación de sangre tipo O negativo, el cual es un tipo difícil de encontrar.

Los presentadores dieron la información sobre en qué hospital se encontraba y siguieron con el seguimiento de la noticia. El corazón Lisbeth empezó a acelerarse con premura, mucha más de la que hace poco tenía sin saber la razón.

—Vaya, al fin tuvo lo que se merecía —dijo su abuela satisfecha.

—Espero que se muera —agregó su abuelo. Ambos, hablando con total normalidad y calma.

La joven los volteó a ver sintiéndose extraña, aunque para ella era normal oírlos hablar con reacio hacía su hermana, esta era la primera vez que algo le era distinto.
Fue entonces que se escuchó el sonido de un auto entrando al garaje, su padre había llegado y Lisbeth fue quien salió por la puerta con que la casa conecta. Sus ojos se abrieron con sorpresa al ver que la parte de enfrente del vehículo estaba casi deshecho.

—¿Qué pasó? —preguntó sin quitar la mirada de aquel golpe.

—Un imbécil se cruzó por enfrente —respondió yendo a pasar por su lado.

—Lizy está en el hospital. Lo pasaron en las noticias…

—Qué mal —mencionó entrando—. Y te he dicho que no le llames así. Ahora entra de nuevo.

—Sí, papá.

Lisbeth se quedó unos segundos viendo el auto y sintiendo un sentimiento el cual no sabía qué pensar, pues parte de eso le hacía tratar de entender el porqué su padre utilizó un tono casi armónico al responder con un simple «Qué mal». Ella entró a la casa y fue cerrando la puerta sin dejar de ver el golpe del auto para luego, ver a toda su familia reunida en la mesa, feliz, riendo y divirtiéndose al hablar de la noticia sobre el accidente de su gemela.

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Diego
Es domingo por la mañana, no dormí nada por estar al lado de Lis, Verónica también se quedó, lloró tanto sosteniendo su mano que terminó dormida. Mi padre regresó, había ido a casa a traernos un cambio de ropa, tampoco pudo dormir bien, es imposible que alguno de nosotros lo hiciera.

Roberto y Daniel llegaron alterados al hospital, ellos se enteraron por la televisión, recibí llamadas de nuestros amigos, incluso Valentín llegó con sus padres en auto al igual que Bryan. Todos querían verla, pero debido a que no son horas de visita, y tampoco familiares, no les podían permitir la entrada hasta su habitación.

—Hijo —mi padre me sacó de mis pensamientos, bueno en realidad no pensaba nada, sólo veo a Lis.

—No ha despertado.

—Hay que ser pacientes. Traje la ropa, café y unos bocadillos.

—No tengo apetito.

—Hay que comer algo, además debes dormir un poco.

—No quiero —mi voz quiere romperse—. ¿Qué tal si ella despierta y no estoy para verla?

—Los médicos se harán cargo de cuidarla.

—Papá, no quiero que se muera —mi voz al fin se quebró a la vez que no pude contener más mis lágrimas.

—Hey, no. No digas eso, ella va a estar bien —él se puso enfrente mío y me tomó del rostro con ambas manos—. Lis es fuerte y testaruda, sabes bien como es, esto no es nada para ella. Así que sonríe y seca esas lágrimas, que cuando despierte debe vernos con una gran sonrisa.

Tú también estás llorando.

Simplemente me aferré a abrazarlo con fuerza y ocultando mi rostro. Tengo mucho miedo, no quiero perderla.

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Verónica
Estoy en el auto junto a Alejandro y Roberto frente a la antigua casa de Lis. La razón es sencilla, ella necesita donadores de sangre y la más cercana a ella es su hermana. No quiero recurrir a su familia biológica, y aunque Daniel se está encargando de buscar a los donantes, la cuestión es más de rapidez, además, espero que al menos se les ablande un poco el corazón siendo que son familia…

Ese es el pensamiento inocente que tengo, la esperanza que deseo, pero en el fondo siento que no será así, no con sus abuelos y menos con su padre, pero ruego por que su hermana sí.

Los tres salimos del auto y fuimos a la casa, toqué la puerta y quién atendió fue justamente Lisbeth. Tapé mi boca al verla ser tan identifica a Lis, me desplomé a arrodillarme con las manos juntas.

—Por favor, Lis necesita tu sangre, ayúdala.

—Verónica, levántate —dijo Alejandro agachándose conmigo.

—¡Por favor, te lo ruego!

—¿Qué es todo este alboroto? —Antonio salió cruzando los brazos— ¿Qué creen que están haciendo?

—Papá, ellos vinieron a pedir…

—Sé bien por qué estupidez vinieron, y la respuesta es no. Nadie va a mover nada por esa rata.

—¡Ella es tu hija! —Roberto está furioso, parecía que en cualquier momento se lanzaría a los golpes.

—¿Qué ustedes no eran los que decían que yo no era su padre? —él se estaba burlando, con ganas— Voy a ponerlo simple, si ella se muere nos haría un gran favor a todos, incluyéndole a ustedes.

—Eres un malnacido. Verónica, vámonos de aquí, está claro que nadie aquí nos va a ayudar.

—Amor, vamos —Alejandro me ayudó a levantarme. Yo aproveché para tomar las manos de Lisbeth.

—Por favor, aunque sea sólo una vez, se su hermana.

—Suéltala —Antonio la apartó de mí y cerró la puerta de un portazo.

Roberto y Alejandro me llevaron de nuevo al vehículo, ahí me dediqué a llorar como nunca antes lo había hecho, me duele mucho mi corazón, no quiero perderla, no a mi hija.

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