Capítulo 25: No la quiero ver
Domingo por la mañana y Diego fue al supermercado con su padre, esta vez le tocó a ellos dos ir juntos a hacer las compras después de desayunar. Diego empujaba el carrito mientras seguía a su padre por los pasillos de la tienda.
—¿Quieres los cereales de colores o los de chocolate? —preguntó Alejandro mostrado las cajas a su hijo.
—Chocolate.
—Pregunté cómo broma. ¿Desde cuándo te gustan?
—No me gustan, pero a Lis sí.
—Últimamente has estado muy cercano a ella —mencionó colocando ambos cereales en el carrito—. Vamos a llevar los dos.
¿Entonces para que me preguntas? Pensó torciendo la boca divertido. —¿Y no es bueno que nos llevemos bien?
—Sí, claro que sí. Pero me es extraño un poco —se detuvo mirando a su hijo—. Diego ¿Lis te gusta?
—¿Por qué todos piensan que me gusta? —su padre sonrió y alzó una ceja, el muchacho suspiró— No lo sé.
—¿No lo sabes?
—No, ella es muy divertida y en cierta forma diferente de mí, me gusta cuando hablamos y jugamos, pero en realidad no sé si sólo es porque le tengo estima sobretodo por su pasado o porque estoy comenzando a sentir algo por ella. Además —miró a su padre con culpa—, no quiero pensar que me estoy enamorando de Lis cuando vamos a ser hermanos sin mencionar que a ella ya le gusta alguien más.
—Bueno, ustedes no son hermanos realmente.
—Pero es como si lo fuéramos ¿no?
El padre del joven río y continuaron haciendo las compras, luego de pagar y llevar las cosas al auto, el hombre recibió una llamada con la que su cara se tornó en molestia al leer el nombre de quien le marca, pidió a su hijo que le esperara mientras atendía su teléfono, Diego se hacía una idea de quién era, así que asintió y su padre se alejó.
Es ella de nuevo. De lo contrario mi padre no estaría molesto. Pensaba Diego mientras lo veía cómo sostenía la llamada.
—Vaya, si eres el novio de Lizy —mencionó una voz que al chico sorprendió por el parecido que tenía con Lissette—. Hola —añadió juguetona cuando el joven se volteó.
—La hermana de Lis —musitó—. ¿Qué quieres? —agregó con enfado.
—Eh, ¿por qué la hostilidad? ¿Lizy te contagió su agresividad? —río bajo.
—Tú no sabes nada de ella, déjala en paz y no la llames así.
—Yo llamo a mi hermana como quiera.
—Ella no es tu hermana, si no actuaste como una cuando eran niñas deberías de hacerlo ahora, pero en cambio la quieren seguir torturando. No lo voy a permitir, Lis ahora tiene una verdadera familia.
—¿En verdad? Bien, debo irme. Dale mis saludos a Lizy —dijo dando la vuelta y moviendo la mano de lado a lado.
—¿Qué? —Diego estaba confuso al ver la leve sonrisa que Lisbeth había puesto antes de irse.
—¡Ya basta! —Alejandro subió la voz captando la atención de Diego— Voy a decirle, al final es él quien va a decidir —mencionó frotando su entrecejo—. Ya debo colgar. Adiós.
Terminó la llamada guardando su teléfono y luego pasó ambas manos por la cara para así dirigirse a la camioneta. Diego abrió la puerta y entró al asiento del copiloto viendo como su padre se sentó al volante apretándolo un poco mientras exhalaba con molestia.
—¿Era ella? —el padre asintió— ¿Qué quería?
—Dice que te estoy poniendo en su contra porque no la has visitado o llamado.
—No quiero verla.
—Quiere que pases todo tu verano en su casa.
—¡No! ¿Para qué? Ella no es mi madre.
—Diego, Bianca es tu madre.
—Sólo porque me dio la vida. Pero no se comportó como una cuando me dejó solo en ese lugar para irse con su amante —su padre le acarició la cabeza mientras lo veía con compasión.
—Lo sé, pero ya pasó.
—Bueno, debo agradecerle, después de todo por eso te dieron mi custodia completa.
—Hay algo más.
—¿Qué?
—Ella quiere que esta vez conozcas a la familia con la que está viviendo. Aun falta un año para que seas mayor. Quizá deberías visitarlos y...
—¿Qué? —consternado Diego le interrumpió— Papá ¿tú la perdonaste?
—No, pero no quiero que guardes ese rencor. Además, sólo te queda un año para ser adulto, aún puede alegar que te estoy apartando y llevarte a vivir con ella.
—Diré cuantas veces sea necesario. No quiero verla.
—Has un intento, yo creo que debe estar muy arrepentida. Después de todo eres su hijo.
—Papá, se fue a vivir con su amante, lo sabes. Sólo lo vi una vez, pero no lo olvido.
—Lo sé —exhaló cansado—. Escucha, lo que decidas te apoyo, pero igual deberías decírselo en persona —el joven mantenía su mirada frustrada hacia abajo—. Vamos a casa, ya hablaremos más tranquilos allá.
El viaje de regreso fue silencioso y Diego no podía dejar de pensar en ese asunto de ver a su madre cuando no quería hacerlo, hubo varias veces que fue llevado terapia de familia para hacer que se acercara de nuevo a su madre, incluso hubo un tiempo que vivió con ella en un pequeño departamento donde sólo vivieron ellos dos, pero aun así, Diego no lograba restaurar la conexión con su madre, además de que se escapaba para volver con su padre. Al final, sus padres hicieron un acuerdo donde él pasaría la mitad de cada lapso de vacaciones por festividad con ella, sin embargo, debían ser sólo ellos dos, el joven nunca ha visto a la familia de su madre y no tiene interés en hacerlo.
Después de que Diego acomodara las compras en la cocina, subió con molestia las escaleras, Lissette salía de su habitación y lo vio entra hastiado para luego azotar la puerta.
—¿Diego? —mencionó la joven tocando con suavidad la puerta— ¿Estás bien?
—Lo siento Lis, no estoy de humor ahora. ¿Podemos hablar luego?
—Sí. Si me necesitas, estaré en mi habitación —Lissette se extrañó cuando escuchó pasos apresurados y luego al ver a Diego con los ojos un poco rojos, haciéndose la pregunta de que tal vez el muchacho había llorado.
—¿No se supone que tienes que ir a correr?
—Puedo avisar que no iré hoy.
—Claro que no —frunció el ceño—, Valentín alquiló ese lugar por dos días, no lo desaproveches, así que vamos —él la tomó de la mano y se la llevó hasta aquel lugar— Lis, ¿puedo dar una vuelta contigo?
—Sí. Sujétate bien —Lissette comenzó a andar con Diego atrás de ella, él la tenía rodeaba de su cintura con sus brazos, ella iba a una velocidad moderada, pero sentía al contrario ajeno al mundo.
—¿Puedes ir más rápido? —pidió extrañando a la chica, quien cumplió su petición, sin embargo, volvió a pedir que acelerara— ¿Qué pasa? —le preguntó a su amiga cuando ella se detuvo y se quitó el casco.
—¿Qué es lo que te pasa a ti? Jamás te ha gustado que vaya muy rápido y me estás pidiendo que lo haga contigo encima —él también quitó su protector mostrando esa molestia que le punza su interior.
—No me pasa nada. Sólo quería relajarme como lo haces tú.
Lissette suspiró y se levantó, a lo cual el chico lo hizo también. —¿Quieres contarme qué es lo que te pasa? Dices que quieres relajarte como yo, pero tú y yo no somos iguales, me tranquilizo corriendo porque me gusta. Diego. ¿Qué te sucede?
El joven bajó su cabeza hasta hacer que su frente tocara el hombro de la chica, allí le contó sobre su madre y el porqué no la quiere ver.
Diego
Crecía en una familia amorosa e ideal para cualquier niño, un padre que podía darme muchas cosas, pero sin ser ostentoso, y una madre cariñosa que me llevaba a un parque donde hay un domo decorado de luces blancas y flores. Tenía a mi familia unida, o eso creía. Mi madre tenía un amante, me llevaba a ese parque porque ahí se veía con él mientras yo jugaba. Tuvo esa relación extramatrimonial por al menos dos años. Los descubrí cuando tenía siete y justo el día de mi cumpleaños, le dije a mi papá, lo que hizo que mis padres se divorciaran y empezaran una lucha por mi custodia.
Claro que la ley favorece a que la madre mantenga la custodia física de los hijos, pero yo no quería estar con ella, sin embargo, no fue así esta vez, y la razón, fue que mi madre no pudo esperar a que el juicio por mi custodia terminara y me llevó con ella a un hotel donde se debía encontrar con su amante. A mí me dejó solo en otra habitación mientras ella se divertía con él. Yo abrí la puerta del cuarto y me dirigí a la que estaba enfrente. La vi con él y me fui de ahí, trataba de volver a casa de mi padre pero me perdí, y cuando intenté cruzar la calle un automóvil me embistió. Estuve en el hospital por una semana con el brazo izquierdo y la pierna derecha enyesados y algunos hematomas. Ese descuido le costó a mi madre perder mi custodia y que se la dieran a mi padre. La obligaron a pagar mi manutención, podía visitarme, pero al principio debía ser con supervisión, y estaba completamente prohibido hacer que me relacionara con su amante.
Después de eso podía pasar los fines de semana con ella y la mitad de las vacaciones que tuviera, pero jamás acepté eso. No la quería ver de nuevo. Recuerdo cuando mi padre llegaba de trabajar y trataba de ser cariñoso con mi madre, pero ella se alejaba diciendo que tenía jaquecas, él le respetaba su espacio, ella era fría y a veces no tenía reparo en mostrarlo frente a mí. Bien mi padre podía conseguirse una amante también, pero nunca lo hizo. Por eso prefería escapar del apartamento de mi madre y regresar con mi padre.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro